Victoria Kent, la “feminista
que se opuso al voto femenino” frente a Clara Campoamor
Rebelion / España
02/10/2021
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Fuentes: El
plural [Imagen: Clara Campoamor y Victoria Kent]
A los 90 años de la aprobación del voto femenino en España, analizamos el
complejo debate político que lo posibilitó
La lucha entre
dos feministas El 1 de octubre de 1931 fue un gran día para el avance en la
libertad e igualdad de las mujeres españolas. Hoy hace 90 años que las Cortes
aprobaron el artículo de la Constitución de la II República por el cual las
españolas podrían participar de manera directa en la política con su derecho
a votar. El voto femenino se lograba así y las mujeres lo ejercerían de
facto en las elecciones de noviembre de 1933.
Miedo a una posible arma que acabase con la república
Algo que ahora
se percibe como elemental en cambio no resultó ser un camino fácil. En
aquella II República ansiosa de cambios y transformación
social, justo es decir que existían en su propio seno sectores que se oponían,
o al menos se mostraban remisos, a la aprobación del sufragio universal
femenino al pensar que el voto de las mujeres tendría una clara tendencia
conservadora y que sería tanto como poner en sus manos «un arma que acabaría
con la república». Quienes apostaban por esta tesis apoyaban conceder a las
mujeres el derecho a ser elegida, pero, en cambio, negarle el de poder votar,
es decir impedirle ser electora. Otros, también contrarios, plantearon
aplazar el debate constitucional y que el voto femenino se recogiese en una ley
electoral para que en el supuesto de que las mujeres votasen a la derecha pudiera
derogarse de manera fulminante esa norma y con ella eliminar su derecho al
voto.
“Influencia de la sacristía y del confesionario»
En todo ese
debate hubo ataques a la mujer y declaraciones vejatorias tales como las de que
la mujer servía para las labores domésticas y la educación de los hijos, pero
que en cuanto a su participación política no era válida por su supuesta
“influencia de la sacristía y del confesionario». El debate fue
inmensamente tenso cuando algunos diputados planteaban incluso cierta “incapacidad”
de las mujeres para ejercer el voto en las urnas.
En el fondo,
además de posiciones netamente retrógradas, se albergaba el temor de que las
mujeres diesen una mayoría conservadora y acabasen con el sueño de la joven e
incipiente II República.
El peso
del debate y de las dos posiciones contrapuestas recayó sobre dos
mujeres, Clara Campoamor y Victoria Kent.
Curiosamente un debate parlamentario sobre el derecho de la mujer a ejercer el
más esencial derecho democrático en unas Cortes en las que solo había tres
diputadas, entre ellas las dos debatientes. Fueron intervenciones apasionadas,
de alto nivel pero también de alto voltaje que culminaron a la postre en una
decisión histórica.
Un ring parlamentario con dos protagonistas
Como en un ring
pugilístico, de una parte se encontraba la madrileña Clara Campoamor,
abogada, escritora, política y defensora de los derechos de la mujer. Creadora
de la Unión Republicana Femenina, la mayor defensora del sufragio universal femenino sin limitaciones. En
1931 fue elegida diputada por Madrid por el Partido Radical.
Con 36 años, se convirtió en una de las pocas abogadas españolas del momento y
pasó a ejercer su profesión. En 1925 se convirtió en la segunda mujer en
incorporarse al Colegio de Abogados de Madrid, curiosamente solo un
mes después que Victoria Kent.
Campoamor defiende el sufragio femenino contra su partido
Su posición era
nítida y contraria a la de su partido: «Tenéis el derecho que os ha dado la
ley, la ley que hicisteis vosotros, pero no tenéis el derecho natural
fundamental, que se basa en el respeto a todo ser humano”. Y desde la tribuna
dejó esta reflexión: «No dejéis que la mujer, si es regresiva, piense que su
esperanza estuvo en la dictadura; no dejéis a la mujer que piense, si es
avanzada, que su esperanza de igualdad está en el comunismo. No cometáis,
señores diputados, ese error político de gravísimas consecuencias«. A los
falsos liberales contrarios al voto femenino, Clara Campoamor les espetó que
«debieron tener más cuidado cuando durante el siglo XIX dejaban que sus mujeres
frecuentaran el confesionario y que sus hijos poblaran los colegios de monjas y
frailes».
Tras el estallido de la Guerra Civil tuvo que huir de España y se exilió en Suiza. Falleció en Lausana en 1972.
Victoria Kent, la “feminista que se opuso al voto femenino”
Y siguiendo con
el símil del ring, del otro lado la malagueña Victoria Kent, la “feminista que
se opuso al voto femenino”. Miembro del Partido Radical-Socialista,
resultó elegida en 1931 diputada por Madrid. En las elecciones del 16 de
febrero de 1936, Victoria Kent fue elegida diputada por Jaén en
las listas de Izquierda Republicana. Fue, en el gobierno
provisional presidido por Alcalá-Zamora, Directora General de Prisiones en
abril de 1931. Era defensora de aplazar la decisión porque no la veía oportuna
en ese momento. Ella misma afirmó en la tribuna que renunciaba, temporalmente,
a su ideal. Pero no confundamos su postura eventual con su ideario
feminista. Kent fue una luchadora contra la nula participación de las mujeres
en la política y combatió el machismo imperante. «No es cuestión de
capacidad; es cuestión de oportunidad para la República«, defendía la
malagueña. Kent y sus aliados temían que las mujeres apoyasen en las
urnas de forma masiva a la derecha dando al traste a las reformas
progresistas que necesitaba España. La tesis era esperar a que la República se
consolidase y, a partir de ahí, apoyar el sufragio femenino que ahora estaba
“secuestrado” por los padres, los maridos o los sacerdotes.
Una luchadora en el exilio
En defensa de
su postura no partidaria en ese momento del sufragio femenino alegó lo
siguiente: La mujer «para encariñarse con un ideal, necesita algún tiempo de
convivencia con el mismo ideal. Si todas las españolas fueran obreras o
universitarias y estuvieran liberadas en su conciencia, yo me levantaría hoy
frente a toda la Cámara para pedir el voto femenino». Murió en el exilio
en Nueva York tras haber pasado por París (donde
fue perseguida por el régimen de Franco tras la invasión nazi) y México.
El Congreso,
finalmente, en una decisión muy ajustada aprobó convertir a las mujeres en
electoras por 161 votos a favor y 121 en contra. Tras la derrota,
Victoria Kent, intentó elimina de manera parcial la norma proponiendo que las
mujeres solo pudieran votar en unas elecciones generales luego de haberlo
votado en dos elecciones municipales consecutivas. Muchos años después, casi 50
años y ya en democracia, la malagueña afirmaba que sus posiciones de los
años treinta estaban adaptadas a las circunstancias que ya, afortunadamente,
eran muy distintas: “Hoy la situación ha cambiado radicalmente, y la mujer
se merece el voto porque ha luchado y está capacitada para él”.