miércoles, 9 de octubre de 2019

SEÑOR AUTOR DEL ARTÍCULO, YO QUIERO LA NUEVA PROFECIA DE QUE VIENEN LOS RUSOS AHORA QUE YA HO HAY RUSOS, QUE ME HACE MUCHA ILU, ¿SABE USTED?


Recopilación de 50 años de imbecilidades seudocientíficas procedentes de Estados Unidos.


En 1967 el seudocientífico Paul Ehrlich, de la Universidad de Stanford, anunció la extinción de la humanidad para antes de 1975 a causa de la contaminación, una tontería de la que se hizo eco el periódico Salt Lake Tribune el 17 de noviembre de 1967.

Ehrlich ha sido un profeta moderno que podría haber dirigido una secta mejor que una cátedra. En 1970 anunció en el New York Times “la muerte de los océanos en menos de una década”.

Por lo tanto, no hay de qué preocuparse: los océanos ya han fallecido, aunque nadie se haya dado cuenta de ello.

Dos años después repetió otra de sus ridículas profecías: “En 1989 todo el mundo desaparecerá en una nube de vapor azul”
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El hambre, en su versión malthusiana, es la otra cara de la moneda del apocalipsis. El 16 de abril de 1970 el Boston Globe anunciaba: “En 1974 América quedará sometida a racionamiento de agua y en 1980 al racionamiento de alimentos”.

Tras el malthusianismo, la histeria pasó a ser la contaminación del aire. En 1970 el seudocientífico James P. Lodge, del Centro de Investigación Atmosférica, profetizó que la polución llegaría al punto de impedir que los rayos del Sol alcanzasen la Tierra, causando una nueva edad de hielo para el primer tercio de este siglo, lo que acabría con la humanidad.

Cuando las profecías mathusianas del hambre y la contaminación fallaron, empezaron a desatar la histeria del enfriamiento. El 6 de octubre de 1970 el Redlands Daily Facts titulaba: “Llega una nueva edad de hielo”. Al año siguiente repitió la misma tontería y el Washington Post se apuntó al apocalipsis: la edad de hielo llegaría en 2070.

En 1971 S. I. Rasool, de la Universidad de Columbia y de la NASA, profetizó un enfriamiento terrorífico de más de seis grados centígrados para 2020, o sea, para el año que viene. Vayan preparando Ustedes las bufandas.

En 1972 la Universidad de Brown envió un informe a la Casa Blanca para alertar de un colapso climático y socioeconómico inminente.

Al mismo tiempo, la revista Time alertaba de la llegada de una nueva edad de hielo, apoyándose en seudocientíficos como George J. Kukla.

En 1974 la NOAA pronosticaba que la nueva edad de hielo llegaría “pronto”. Pero el 29 de enero de 1974 el periódico The Guardian parecía ponerlo en duda: “¿Otra edad de hielo?” Era un pregunta retórica: naturalmente que un frío polar se está acercando a nuestros barrios.

El 18 de julio de 1976 el New York Times Book Review el 18 de julio de 1976 titulaba: “El enfriamiento” y dos años después el New York Times volvía a la carga: la tendencia al enfriamiento de los últimos 30 años no parece tener fin.

La moda de la capa de ozono

A mediados de los años 70 la histeria pasó al ozono. El profesor T. M. Donahue, de la Universidad de Michigan, compareció ante el Congreso de Estados Unidos para afirmar que no había remedio. No se podía hacer nada para prevenir la ampliación de dicha capa.

Como todo lo que procede de Estados Unidos, la tonteoría corrió como un reguero de pólvora por la prensa del mundo entero. El 24 de junio de 1974 la revista Time anunciaba que la desaparición de la capa de ozono era “un gran peligro para la vida”

El 12 de diciembre de 1974 el Kingsport News, un periódico de Tennessee lo repetía casi al pie de la letra: el agujero de ozono era un gran peligro para la vida.

Desde entonces hasta ahora las mediciones de la NASA demuestran que el agujero es un fenómeno atmosférico natural, que no ha aumentado de tamaño y, que no hay ningún peligro:

Ahora el ozono ya no vende nada; los “ecologistas” no se acuerdan de nada de aquello.

En los años ochenta llegó la moda de la lluvia ácida, que “mata la vida en los lagos” según decía el 8 de abril de 1980 un periódico como Noblesville Ledger.

Los gobiernos de Estados Unidos y Canadá se comprometieron a estudiar la incidencia de dicho fenómeno en los bosques de sus países respectivos. Tras una década de estudios y una inversión pública de 540 millones de dólares, terminaron comprobando que el alcance del problema era mucho más limitado de lo que se había afirmado. Pero para entonces los cientificos ya se había metido el dinero en el bolsillo y habían publicado sesudos artículos “científicos” que engordaron su curriculum y su prestigio profesional.

1988: llega la era del calentamiento

En 1988 comienza la era moderna de las profecías. James Hansen, un seudocientífico de la NASA, pronostica una generalización de las sequías en Estados Unidos. Desde entonces, las precipitaciones han aumentado un 30 por ciento.

Tras el fracaso, Hansen dio un paso más, alertando de un súbito aumento de las temperaturas del suelo en Estados Unidos. Por ejemplo, Washington viviría 85 días al año con más de 32 grados centígrados, frente a los 35 días al año que arrojaba el promedio histórico.

Se volvió a equivocar: hoy se registran 25 días al año con esas temperaturas.

En 1988 Hussein Shibab profetiza que las islas Maldivas terminarían sumergidas por el agua en 2020 (el año que viene). Estén Ustedes preparados (sobre todo si viven allá).

Al año siguiente Noel Brown, del Programa Medioambiental de la ONU, vaticina que lo mismo podría ocurrir en Bangladesh o Egipto a comienzos de este siglo.

El 30 de junio de 1989 la agencia Associated Press lanzó sus malos augurios: “El aumento del nivel de los mares ‘aniquilará’ a las naciones en el año 2000”.

Por su parte Hansen se apuntó a la moda: parte de Nueva York estaría bajo el agua en 2010 ó 2020 (ó 2030, o 2040, ó 2050… ¿quién sabe? Alguna vez ocurrirá).

Al Gore, vicepresidente de Estados Unidos, profetiza que la capa de hielo del Ártico se fundiría en 2018, una previsión que luego revisó para anunciar que tal evento se produciría en 2014…

20 de marzo de 2000: el periódico The Independent nos informa de que la nieve desaparecerá de nuestras vidas. La noticia no la ha inventadado el periódico sino David Viner, un seudocientífico de la Universidad de East Anglia, el oráculo de la climatología moderna.

Pero la prensa anglosajona alterna una y otra vez las tonteorías modernas mezcladas con las antiguas: “Hambre dentro de 10 años”, titulaba The Guardian el 23 de deciembre de 2002. ¿Sintieron Ustedes hambre aquel fatífdico día o ya no se acuerdan?

“Gran Bretaña tendrá una clima siberiano en 2020”, decía el mismo periódico el 21 de febrero de 2004.

El Ártico quedará libre de hielo en 2014, pronosticó la revista USA Today, el 14 de diciembre de 2009

El Ártico quedará libre de hielo en 2015, pronosticó The Guardian el 24 de julio de 2013.
El Ártico quedará libre de hielo en 2018, pronosticó la agencia Associated Press el 24 de junio de 2008.

Un científico ecologista genuino como el Príncipe Carlos de Inglaterra también tiene derecho a desatar sus paranoias: “Sólo quedan 10 años para salvar al planeta”, dijo el 8 de julio de 2009. Como el plazo ha vencido, ya no queda ningún remedio. Estamos todos muertos pero no nos hemos dado cuenta de ello.

Pero poco después llegó otro reputado ecologista, el Primer Ministro británico Gordon Brown, y contradijo a su Príncipe: quedan exactamente 50 días para salvar al mundo de la catástrofe
¿Les gustan a Ustedes las profecías “científicas”?, ¿quieren más?

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PUES CUANTO TONTO SOY, MAÑO, QUE TODAVÍA CREO QE EL HAMBRE Y LA POBREZA LA FABRICA EL COMUNISMO QUE NADIE A VISTO



 
Suplemento realizado por FAO (Naciones Unidas)
El hambre en el mundo, un paso adelante, dos atrás

Le Monde Diplomatique
Rebelión
09.10.2019

No vamos en la dirección correcta. Un pasito adelante, dos atrás. La lucha contra el hambre en el mundo es una historia de frustración para una generación, la nuestra, que podría –y debería– ser la primera en la historia que consiguiera erradicarla.

Tras varias décadas de descenso continuado en el número de personas que sufren hambre esta tendencia positiva se ha invertido de nuevo, confirmando la tendencia de los últimos tres años. Y no deja de ser irónico que este aumento sea precisamente a partir del 2015, el mismo año en que la comunidad internacional se comprometió a su erradicación para el año 2030 en el marco de los denominados Objetivos de Desarrollo Sostenible firmados con toda pompa diplomática en la Asamblea General de Naciones Unidas por los dignatarios de 194 países.
Los últimos datos de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) (1) son contundentes al respecto y confirman el incremento de los últimos años, un aumento lento pero constante, que sitúa la cifra actual en unos 820 millones de personas las que padecen hambre, lo cual pone en entredicho claramente el objetivo de hambre cero de la agenda 2030.

El hambre está aumentando en casi todas la regiones africanas, lo que hace de África la región donde la subalimentación es más elevada desde el punto de vista proporcional, en torno casi del 20 por ciento. También se incrementa en América Latina y el Caribe, un retroceso en una zona que había vivido una década dorada en la reducción del hambre y la pobreza, situándose ahora en torno al 7 por ciento. Y en Asia hay también un incremento continuo desde 2010 y en la actualidad más del 12 por ciento de su población se encuentra subalimentada.

Según los datos de la FAO, el hambre ha aumentado en muchos países donde la economía se ha ralentizado o contraído, sobre todo en países de ingresos medios. De los 65 países donde han sido más intensas las repercusiones adversas de las desaceleraciones y debilitamientos de la economía en la seguridad alimentaria y la nutrición, 52 dependen en gran medida de las exportaciones o importaciones de productos básicos primarios. Estas desaceleraciones o debilitamientos de la economía afectan negativamente de forma desproporcionada la seguridad alimentaria y la nutrición allí donde las desigualdades son mayores. En palabras sencillas: las víctimas de las periódicas crisis económicas son principalmente las capas más vulnerables y desfavorecidas.

Mientras en el pasado la FAO ya puso de relieve cómo el conflicto y los fenómenos extremos del clima –el cambio climático– agravan estas tendencias negativas, ahora la Organización hace hincapié en la importancia de la desaceleración económica y señala que “con el fin de proteger la seguridad alimentaria y la nutrición resulta fundamental disponer de políticas económicas y sociales que combatan los efectos de los ciclos económicos adversos cuando estos llegan, evitando al mismo tiempo a toda costa los recortes en servicios esenciales como la asistencia sanitaria y la educación. Sin embargo, a más largo plazo esto sólo será posible impulsando una transformación estructural e inclusiva a favor de los pobres, especialmente en países que dependen en gran medida de productos básicos primarios” (2).

De todas formas, como ha quedado claro en los últimos años y los estudios empíricos han demostrado, un crecimiento económico sólido no contribuye necesariamente a reducir la pobreza y a mejorar la seguridad alimentaria y nutrición. El crecimiento económico, si bien es necesario, puede no ser suficiente sino se acompaña con políticas claras de distribución de la riqueza. La desigualdad de ingresos es un problema clave en nuestros días ya que va en aumento en casi la mitad de los países del mundo, incluidos numerosos países de ingresos medianos y bajos. Cabe señalar que varios países de África y Asia han registrado un gran aumento de la desigualdad de ingresos en los últimos 15 años.

En países en los que la desigualdad es mayor, las desaceleraciones y debilitamientos de la economía tienen un efecto desproporcionado en las poblaciones de bajos ingresos por lo que se refiere a la seguridad alimentaria y nutricional ya que utilizan buena parte de sus ingresos para la compra de alimentos.

La FAO recomienda que se adopten medidas en dos frentes. El primero, salvaguardar la seguridad alimentaria y la nutrición por medio de políticas económicas y sociales que ayuden a contrarrestar los efectos de las desaceleraciones de la economía, tales como garantizar fondos para las redes de seguridad social y garantizar el acceso universal a la salud y la educación. El segundo, hacer frente a las desigualdades existentes en todos los niveles por medio de políticas multisectoriales que permitan lograr formas sostenibles de escapar de la inseguridad alimentaria y la malnutrición.

La otra gran paradoja de nuestro mundo actual es que no sólo aumenta el hambre. La obesidad se ha convertido en una plaga que no diferencia países ricos o pobres, del norte o del sur, desarrollados o no, ni las barreras de género, ni las edades. Es una amenaza perfectamente globalizada. El sobrepeso y la obesidad han aumentado en todas las regiones sin excepción con cifras impresionantes. Unos 2000 millones de adultos –más del doble de la cifra de hambrientos– padecen sobrepeso, al igual que unos 207 millones de adolescentes y 131 millones de niños de entre 5 y 9 años: casi un tercio de los adolescentes y adultos que padecen sobrepeso son también obesos.

Todo este incierto panorama nos lleva a concluir que estamos cada vez más lejos de alcanzar las metas fijadas para el año 2030 de hambre cero. Bien al contrario, desde que se firmó dicho objetivo los datos van de mal en peor: 820 millones de hambrientos en un planeta que produce casi el doble de lo necesario son un escándalo moral, ético y económico en pleno siglo XXI de vanguardia tecnológica y capacidad de producción sin precedentes.

Notas:

Enrique Yeves es el Director de FAO en España

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LA UNIÓN POR CARRETERA ENTRE CADIZ Y HUELVA SIN PASAR POR SEVILLA. ES MUCHO MÁS DIFICIL CONSTRUIR SOBRE LAS AGUAS DEL MAR Y SE CONSTRUYE. ES MUCHO MÁS CONTAMINANTE Y PELIGROSA LA RADIACTIVIDAD Y NO SE DEJAN DE CONSTRUIR BOMBAS, NI SE DESCONTAMINAN DE RADIOACTIVIDAD LAS TIERRAS DE PALOMARES POR LA CAIDA DE LAS BOMBAS ATÓMICAS HACE 50 AÑOS. ¡OIDO ECOLOGISTAS! QUE AQUI ESTAMOS A LO QUE MANDEN LOS DE MI PUEBLO

 

Polémica por la construcción de una carretera que uniría Cádiz y Huelva a través de Doñana

La vía para unir a los onubenses con los gaditanos, que hasta ahora están obligados a pasar por Sevilla para visitar a sus vecinos, viene de lejos. En los 90, la Junta presidida por Manuel Chaves trató de recuperar un antiguo plan del extinto Ministerio de Obra Públicas y Urbanismo
Carlos Frías 
 
Vozpópuli 
La polémica sobre la posible construcción de una carretera que una las provincias de Huelva y Cádiz ha inundado todo el mes de septiembre. Un proyecto que viene de lejos, desde los inicios de la democracia en España, y que fue una promesa electoral del Partido Popular antes de las últimas elecciones andaluzas, las del 2 de diciembre de 2018.

El proyecto uniría a las dos únicas capitales que no se comunican por autovía, pero existe un problema, uno grande: Doñana. El Parque nacional hace de barrera natural entre ambas provincias. Un paraje único que ocupa más de 54.000 hectáreas y que constituye un ecosistema excepcional que da cabida al desarrollo vital de cientos de especies animales y vegetales.

La consejera de Fomento de la Junta de Andalucía, Marifrán Carazo, compareció este pasado miércoles a petición del PSOE para que explicase en qué consistiría el proyecto y advertir a la política: “No se atrevan a tocarle un pelo a Doñana o tendrán enfrente a todos los andaluces, españoles y a toda la comunidad internacional", espetó la socialista María Márquez.

La vía para unir a los onubenses con los gaditanos, que hasta ahora están obligados a pasar por Sevilla para visitar a sus vecinos, viene de lejos. En los 90, la Junta presidida por Manuel Chaves trató de recuperar un antiguo plan del extinto Ministerio de Obra Públicas y Urbanismo. Tras varias intentonas y reuniones, a principios de los 2000 desestimaron la construcción después de que Bruselas abriese un expediente a España por atentar contra el paraje medioambiental, cuya raíz estuvo en la denuncia de un grupo ecologista.
Fuentes del Ministerio de Fomento apuntan que se va a trabajar “poco a poco” y que antes que nada se hará un “estudio de demanda” para saber cuánta gente saldría beneficiada
Hace un año, antes de los comicios, el PP volvía a sacar a flote la idea de unir Huelva y Cádiz. La consejera Carazo apuntó el miércoles que ahora mismo no hay ningún proyecto sobre la mesa. Fuentes del Ministerio de Fomento apuntan que se va a tabajar “poco a poco” y que antes que nada se hará un “estudio de demanda” para saber cuánta gente saldría beneficiada, y posteriormente se trabajaría en un documento para saber cuánto costaría construir la carretera. Pero de ningún modo habrá negro sobre blanco antes de que acabe el año. El cómo y cuándo se conectarán las dos capitales se estudiará a posteriori.

Carazo aprovechó la ocasión para cargar contra el ministro del ramo, José Luis Ábalos. La consejera lamentó que desde el Gobierno de España se haya abandonado la idea de construir túneles para cruzar el Guadalquivir desde Sevilla, en lugar del puente que hay que tomar para sobrepasarlo en estos momentos, algo que acortaría los puentes para salir o entrar al pasar por Sevilla.

Respuesta del Gobierno

El delegado del Gobierno en Andalucía, Lucrecio Fernández, aseguró este viernes, antes de participar en el Consejo de Participación de Doñana, que el citado espacio natural es "una prioridad" para el Gobierno de Pedro Sánchez, por lo que ha asegurado que se opondrán a "cualquier iniciativa que atente a su preservación", refiriéndose a la Huelva-Cádiz.En declaraciones a los periodistas insistió en que le parece "un proyecto descabellado desde el punto de vista medioambiental", ya que supone "rodear Doñana con cemento de hormigón y alquitrán". Por tanto, considera que "no tiene justificación ni tampoco desde el punto de vista de infraestructura viaria".En este sentido, ha precisado que "es un proyecto que, en el mejor de los casos, supondría, cuando esté la SE-40 (la circunvalación de Sevilla capital) en pleno funcionamiento, acortar el trayecto en 15 minutos y no compensan ni el volumen de inversión ni los daños ambientales".

Crítica ecologista

Desde la organización WWF tienen claro que es implanteable proyectar una carretera que cruce el parque nacional. No sólo por los daños y problemas que causaría a la biodiversidad de la zona, si no por los costes. "La única posibilidad sería cruzando las marismas, y construir ahí encima es carísimo", apunta Juanjo Carmona, miembro d ela organización.

Carmona explica que, además del expediente de Bruselas, esta fue una de las razones por las que la Junta desistió en 2001 en su plan inicial. "Además, la demanda no es tan alta. En Cádiz ni se habla de esto porque su preocupación económica es tener una buena conexión con Sevilla, y de ahí al norte". 

Lo que separa a Huelva de Cádiz, sin pasar por Sevilla, es un pequeño trozo de tierra limítrofe con el océano Atlántico. "Todo eso es marismas, es imposible construir". Apunta que, normalmente, la construcción de un kilómetro de autovía ronda los nueve millones de euros, pero en este caso sería mucho mayor. "¿A cuánto se dispararía el coste de esta carretera? ¿A 1.500 millones?", se plantea.

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