Historia feminista: La gran huelga de mujeres de 1918
kaosenlared
Mar 8, 2020
“Hay que recuperar,
mantener y transmitir la memoria histórica, porque se empieza por el olvido y
se termina en la indiferencia”.
José Saramago
La I Guerra Mundial había sumido a Europa en una situación
desoladora tanto económica como socialmente. Se producen levantamientos
populares continuos y una dura represión policial y militar. Esta situación
pone en crisis los regímenes liberales preponderantes en esos momentos
históricos.
10 efemérides de América del
Sur del año 2019 (parte 2)
Mercado de la Boquería custodiado por la guardia civil.
La situación española era terrible a pesar de no haber
participado en la I Guerra Mundial. Las fábricas estaban a todo rendimiento, lo
que provocó un fuerte enriquecimiento del sector empresarial mientras que al
mundo obrero lo mantenía en la más absoluta indigencia, con salarios de miseria
y con situaciones cercanas a la esclavitud.
A ello debemos añadir la ineptitud de los políticos y
un régimen borbónico que no entendía cuál era el papel del rey
en una monarquía democrática.
Barcelona era la zona de mayor desarrolló del país donde la
burguesía catalana no hacía más que enriquecerse, mientras que el movimiento
obrero luchaba por lograr unas condiciones de vida dignas. En este sentido,
destacaba el poderío del movimiento obrero anarquista y en menor medida, los
socialistas.
Fue en el barrio chino de Barcelona donde se produjo un
levantamiento popular exclusivamente de mujeres liderado por simples
vecinas hartas de los abusos de los comerciantes
Ante la amenaza que suponía este movimiento obrero, amplios
sectores del empresariado catalán no dudaba en contratar a pistoleros a sueldo
para eliminar a los dirigentes anarquistas catalanes y estos contaban con la
pasividad y aquiescencia de la policía. Estos a su vez respondían también con
asesinatos.
Sin embargo, es en el barrio chino de Barcelona donde
se produjo un hecho insólito, nada menos que un levantamiento popular
exclusivamente de mujeres y que fue liderado de forma espontánea por simples
vecinas hartas de los abusos de los comerciantes.
Durante los años que duró la I Guerra Mundial, los productos
básicos de consumo, pan, carbón, aceite, bacalao, habían subido por encima de
los sueldos de una población que ya se encontraba exhausta, mal
alimentada y explotada en el trabajo, en consecuencia, estaban al límite
de la supervivencia.
En el inicio de enero de 1918, pocos días antes de la revuelta
de las mujeres, la Junta de Subsistencia había establecido un precio de
venta tasado para el carbón, que los comerciantes no estaban dispuestos a
venderlo a dicho precio, por lo que tan sólo se conseguía carbón a precios
superiores al 30% del precio tasado por la Junta. Esto provocó un gran malestar
social contra los comerciantes y el Gobierno.
Como vemos, fue el precio del carbón y el monopolio que
ejercían algunos comerciantes sobre productos básicos de la alimentación de la
población, lo que provoca el inicio de la revuelta de las mujeres. Los
comerciantes hacían que se pagaran a precios demasiados elevados todos estos
productos en relación a los jornales de los trabajadores.
Como podemos comprobar, eran muchos los comerciantes que no
respetaban los precios tasados por el Gobierno y los subían indiscriminadamente
para obtener pingues beneficios. De esta forma, llegó el duro invierno y no
tenían carbón para poder calentarse y tampoco disponían de los alimentos
suficientes por lo que se iba extendiendo el hambre.
El carbón se convirtió entonces en un producto de lujo.
Las mujeres barcelonesas no esperaron a que los sindicatos
obreros lucharan contra esta explotación por parte de los comerciantes. Fueron
las mujeres trabajadoras, que tenían entre trece y treinta años quienes están
en el origen de esta huelga.
El diario barcelonés de esta época “El
Diluvio” relata de esta manera el inicio de dicha
movilización:
“Eran las diez de la mañana, Amalia Alegre, una
vecina de la calle el Olmo, cuelga en la calle un papel en donde convoca a
todas las mujeres a dirigirse en manifestación al Gobierno Civil para protestar
por la falta de subsistencias a precio tasado. Pronto se reúnen unas 500
mujeres que desde la calle del Olmo se dirigen por el Arco del Teatro hasta
Cires y de ahí llegan a Conde del Asalto desde donde acceden a las Ramblas. Por
el Paseo de Colón llegan al Gobierno Civil”.
De dicha manifestación surge una Comisión de cinco mujeres,
que está encabezada por Amalia Alegre y que será recibida por
el Gobernador Civil, Auñón. Dicha comisión solicita que se respeten
por parte de los comerciantes los precios estipulados por la Junta de
Subsistencia para los productos de consumo y que no se acaparen alimentos en
los almacenes a la espera de la subida de precios.
El Gobernador Civil les promete que llegarán productos en
cantidad a las tiendas y que estos serán vendidos a los precios tasados.
A pesar de esta promesa, por la tarde se produce otra
manifestación y en esta ocasión las mujeres van acompañadas por sus hijos,
acudiendo nuevamente frente al Gobierno Civil de Barcelona. Esa misma tarde se
producen fuertes incidentes enfrente de diversas carbonerías que vendían el
carbón por encima de los precios tasados.
Al día siguiente, a media tarde se vuelven a concentrar un
grupo numeroso de mujeres en el Paralelo barcelonés y gritaban contra los
acaparadores y la falta de subsistencias en las tiendas.
Los sindicatos obreros acuden por primera
vez a dicha concentración para respaldar a las mujeres. Sin embargo, las
mujeres rechazan su presencia y les dicen que esta protesta es únicamente de
mujeres. Los sindicatos se retiran ante esta petición de las mujeres y se
niegan a la presencia de los hombres.
La policía hace acto de presencia, pero ellas seguían gritando:
¡Tenemos hambre!
¡Queremos el abaratamiento de las subsistencias!
A su paso van cerrando todo y las mujeres se van uniendo a la
marcha, se enfrentan con los comerciantes que se niegan a cerrar y en las
Ramblas donde paran tranvías e invitan a las mujeres que iban en los mismos a
sumarse a la manifestación.
Entran en algún local de diversión rompiendo los cristales y
hacen salir a los ahí presentes y piden a los artistas que se unan a la
protesta, lo que consiguen en la mayoría de los casos.
La zona donde vivían estas mujeres era una zona muy pobre y
deprimida en contraste con el Paralelo donde abundan los cabarets y los cafés,
era una zona cara de Barcelona. Los clientes que se encontraban en sus terrazas
huyen despavoridos. Muchos de los artistas que había en esa zona de cabarets
secundan la huelga de las mujeres y se niegan a actuar.
Desde el Paralelo se dirigen por la calle Conde del Asalto
cerrando todos los locales abiertos. En el local Edert Concert lo destruyen
todo, lo mismo sucede en el Alcázar Español.
Este potente movimiento de las mujeres debido
al frío y al hambre que sufrían en Barcelona enseguida contó con el apoyo y la
simpatía de amplios sectores de la clase trabajadora. Esto queda bien reflejado
en el periódico “El Diluvio” en su edición del doce de enero y
dice:
“Como prueba de solidaridad con las manifestantes y dar
fuerza al acto, habían abandonado el trabajo las obreras de las
fábricas… y las manifestaciones crecían al grito de ¿mujeres a la calle, a
defenderse del hambre y a poner remedio al mal! ¡Por la humanidad, a la calle
todas!”.
Se manifiestan por las Ramblas y llegan a los almacenes El
Siglo donde una comisión de las manifestantes pide al dueño el cierre
de los almacenes y que se les unan las dependientas, pero el propietario se
niega y se produce rotura de cristales y de mobiliario del almacén. Ante esta
situación, el propietario decide cerrar el almacén.
Los tranvías que circulan por la Rambla son detenidos y a las
pasajeras se les invita a manifestarse con ellas. Es una huelga sin dirigentes
y son las mujeres que tienen mayor arrojo y capacidad oratoria las que dirigen
la manifestación. Como vemos, es un movimiento sin una dirección clara y sin
una estrategia, pero sí sabían lo que deseaban.
Se producen reuniones con el alcalde de Barcelona y también
con el Gobernador Civil, a quien le dijeron:
“Si no se solucionaban las demandas de los trabajadores,
harán parar a los hombres, obligándoles a que se queden en casa, y las mujeres
se echarán a las calles seguras de imponerse, ya que toda la razón las asiste”.
Por su parte, hasta los estudiantes acordaron en asambleas
sumarse a las manifestaciones en solidaridad. Ante el acuerdo tomado en
asamblea por los estudiantes de sumarse a las protestas, una comisión de
mujeres se dirige a los periódicos para que estos informen que no aceptarán la
incorporación de varones. Prefieren continuar ellas solas la revuelta.
El lunes, 14 de enero amaneció con miles de mujeres en las
calles, pasando por todos los centros de trabajo, tiendas y fábricas a invitar
a las mujeres a que abandonen el trabajo y se unieran a la manifestación.
Llegaron a hacer manifestaciones paralelas en diferentes
puntos de la ciudad, entre 3.000 y 4.000 mujeres. Si seguimos la información
que aparece en el diario El Diluvio, más de 14.000 habían hecho
huelga en las fábricas, sumándose a las manifestaciones.
Los comerciantes barceloneses asustados ante la potencia de
la manifestación cierran sus tiendas. Las mujeres están encolerizadas y
disfrutan del éxito de su planteamiento, pero son conscientes de que necesitan
seguir la lucha y ampliarla, por lo que al día siguiente plantean volver al
Gobierno Civil al comprobar que lo prometido por el gobernador no se ha
cumplido y los precios continúan igual.
Esa mañana ya habían cerrado varias fábricas del distrito V
con mayoría de trabajadoras. Estas trabajadoras se reúnen y realizan una
manifestación y lucen temas como:
¡Abajo las subsistencias!
¡Fuera los acaparadores!
¡Mujeres a la calle, a defenderse del hambre y a poner
remedio al mal!
¡Por humanidad, a la calle todas!
Por la tarde vuelven a sucederse manifestaciones y se
producen incidentes con la rotura de lunas y cierres de comercios. Aparecen las
fuerzas de la guardia civil pero no intervienen, temiendo que su violencia
genere una gran respuesta popular y se limita a vigilar y formar cordones de
seguridad frente a los mercados.
Por la noche se repite la manifestación de mujeres que de
nuevo obliga a cerrar las salas de espectáculos del Paralelo y Distrito V.
La guardia civil recorre las calles a caballo y se ha
acuartelado a las tropas. Las fuerzas de seguridad custodian los mercados.
Comisiones de mujeres recorren los barrios de Sans, Gracia y San Andrés pidiendo
a las mujeres que trabajan que se les unan y a la vez rechazando el apoyo de
los varones.
A los hombres se les dice que sigan trabajando pues ellas
solas son capaces de lograr lo que se han propuesto. Una manifestación
de unas 4.000 mujeres se dirige a la Plaza Real en donde se improvisa
un mitin.
De pronto, en otras ciudades, como Málaga o Valencia, las
mujeres imitan a las de Barcelona y convocan protestas. La rebelión
femenina se extiende a Málaga, produciendo sangrientas consecuencias.
Valencia sufre también la ira de las mujeres, que parecen enloquecidas,
como accionadas por una extraña y poderosa fuerza con la finalidad de conseguir
sus justas reivindicaciones.
La tarde de aquel lunes, catorce de enero, una manifestación
de al menos 5.000 mujeres acude al Gobierno Civil donde tiene
lugar una reunión de la Junta de Subsistencias que estudia la posibilidad de
aumentar la llegada a Barcelona de artículos de primera necesidad.
El ímpetu de las mujeres consigue romper el cordón de los
guardias de seguridad que se encuentran custodiando la entrada al edificio y en
tropel suben las escaleras para hablar con el gobernador.
Viendo el cariz que toma el asunto, el gobernador manda
desalojar la escalera repleta de mujeres y la presión entre las que temerosas
de resultar heridas quieren bajar y el empuje que desde abajo aplica el resto
de mujeres hace que se desprenda la baranda de hierro, cayendo un grupo de
mujeres.
Dio como resultado 25 mujeres gravemente heridas cuando
se desprendió la baranda de hierro de la escalera. Piernas fracturadas,
conmociones cerebrales, varias de ellas heridas. Por suerte no muere ninguna.
Fuera del edificio las esperaban miles de mujeres. Mientras
tanto en las calles de Barcelona, grupos de mujeres asaltan tahonas, paran
carros de carbón y los vacían, entran en las carnicerías buscando alimentos.
Grupos de mujeres cierran tahonas y acuden a los centros de
trabajo de las mujeres pidiendo solidaridad y que se unan a la huelga. Se
producen los primeros robos y saqueos y los comerciantes empiezan a usar armas
para defender sus negocios. La tensión social es máxima.
Las mujeres siguen negando el apoyo de los hombres, que no
pueden ni tan siquiera entrar en los mítines que tienen lugar en varios locales
del barrio, para así evitar que se infiltre la policía pues solo había hombres
y ninguna mujer policía.
La situación es tan precaria que el Gobernador tiene que
aceptar una limitación de los precios en los alimentos. Sin embargo, esta
medida hace que se desconvoque la huelga y las protestas.
Posteriormente, las mujeres comprobarán que muchos
comerciantes no acatan la medida, lo que provoca más incidentes y más robos.
Por otro lado, hay un mitin en el cine Montaña en donde se rechaza el bando y
se desautoriza a la comisión de mujeres que aprobó el bando del gobernador del
día anterior, por entender que las medidas no son suficientes. El mitin
finaliza llamando a continuar la huelga al día siguiente.
El miércoles, el paro en las fábricas es masivo.
En las calles, los establecimientos de alimentación no abren. Hay múltiples
asaltos a carbonerías, así como a tahonas y carnicerías. En algunos
establecimientos, los dueños se defienden nuevamente a tiros del intento de
asalto.
El miércoles 23 de enero, el Gobierno Central destituye al
gobernador civil de Barcelona, sr. Auñon, y para que no haya un vacío de poder
mientras se nombra al nuevo gobernador, se designa como gobernador interino a
Prat, presidente de la Audiencia. Al día siguiente se celebra un mitin en la
Font del Gat al que acuden 5.000 mujeres. Este mitin disuelto por la guardia
civil, que se emplea con extrema dureza.
Al día siguiente el paro en las fábricas fue masivo,
protagonizado tanto por mujeres como por hombres. Los centros de trabajo con
mayoría de mujeres trabajadoras, como guarderías o perfumerías, cerraron todos.
Los diarios barceloneses anuncian que “Puede decirse que el paro fue
general”.
Tuvieron que cerrar los cines, los teatros y los mercados,
frente al inminente asalto de las manifestantes, que en su paso bloqueaban
tranvías y sustraían productos de las tiendas de alimentos y repartían el pan
que sacaban de las tiendas. Mientras en las calles las manifestaciones no
cesaban, con duros enfrentamientos con la guardia civil, cargas, corridas y
detenciones.
El jueves, se celebra un mitin en El Globo Cautivo
del Salón de San Juan. No se permite la entrada a los varones excepto
periodistas acreditados. Se aprueban varias medidas como que las subsistencias
tengan el mismo precio que antes de la guerra, la reducción del alquiler en un
20%, readmitir a los 6.000 trabajadores del transporte que habían sido
despedidos por entender que una de las razones del aumento del precio de las
subsistencias era el encarecimiento del transporte.
Acuden al gobierno civil y presentar los acuerdos del mitin,
y recibidas por el gobernador les dice que algo harán para mejorar la
situación. El viernes se calcula en 20.000 trabajadoras las que secundan el
paro. Sagrera, San Martin, San Andrés. Pueblo Nuevo se suman al paro.
Empieza la tercera semana del conflicto sin visos de
solución. Los comerciantes o no tienen género en las tiendas para no tener que
venderlo al precio tasado o se niegan a venderlo por debajo de determinado
precio. Para no colocar mercancía en sus tiendas han hecho desaparecer los
carros que surtían a las tiendas desde los almacenes. Son detenidos varios
comerciantes que se niegan a abrir la tienda o por no querer vender al precio
tasado.
La casa de aceites Salat con una tienda importante en Rambla
Canaletas es de las que no quiere vender el aceite al precio fijado y ante la
irrupción de un grupo de mujeres que exige el precio convenido, las golpean y
la fuerza pública detiene al encargado de la tienda.
Se suman las llamadas señoras al conflicto, la por entonces
aún poco numerosa clase media. Todos las llaman señoras y así se identifican
ellas. Hacen llegar una nota a la prensa expresando la necesidad de abaratar
las subsistencias y los alquileres, sobre todo los alquileres, y convocando a
su grupo al Salón de San Juan el siguiente jueves para dirigirse en
manifestación al gobierno civil. En el resto de España hay disturbios por el
mismo motivo en La Coruña, Alicante y Málaga.
Aumenta el número de fábricas en paro. En muchas de las
fábricas con personal de ambos sexos, la falta de mujeres impide continuar la
producción, por lo que han de parar a su vez los hombres. Se extiende el asalto
a los comercios. Sobre todo a los de pesca salada, más refractarios a vender al
precio tasado. Se asaltan los almacenes de aceites Salat en Wad Ras que se está
distinguiendo por hacer caso omiso a las disposiciones del bando.
El viernes se declara el estado de guerra en la provincia
ante el descontrol y la pérdida de poder por parte de las autoridades. Fuerzas
del ejército se encargan de la custodia de mercados y establecimientos
comerciales. Simultáneamente, el gobierno central emite un real decreto
decretando la censura militar de prensa.
Se declara el Estado de Guerra y los soldados toman las
calles y custodian los principales mercados. Los militares van pertrechados con
armamento. Hay ametralladoras en cada esquina y la protesta finaliza con éxito
pues los comerciantes acaban acatando las limitaciones de precios y, desde
entonces, Barcelona comprueba la fuerza de la unidad de las mujeres
proletarias.
El sábado se publica un bando del Gobierno Civil prohibiendo
la exportación desde Barcelona de una serie de artículos de primera necesidad,
dictando los precios para la venta al público de los alimentos y subsistencias
más utilizadas por los trabajadores, y dando curso a una serie de decisiones
para impedir que dichas subsistencias pudieran permanecer almacenadas a la
espera de que subiese su precio.
Una comisión de mujeres, entre las que aparece Amalia Alegre,
se reúne con el gobernador, aprueba el bando y toma la resolución de
desconvocar la huelga.
El domingo los movimientos son varios; por un lado,
comisiones de comerciantes, de abastecedores, de ultramarinos, acuden al
gobierno civil en solicitud de que se anule el bando puesto que al precio al
que se había fijado la venta de algunos productos, haría que vendiesen por
debajo del precio de compra.
Amalia Alegre hablando en un mitin.
El sábado llega a Barcelona el nuevo gobernador civil
González Rothwos.
A partir de la salida de las tropas a la calle, desaparecen
las manifestaciones y los asaltos a los comercios. Se instalan ametralladoras
en varios enclaves y se disuelve todo conato de concentración. La prensa pasa a
las últimas páginas la información del conflicto y aún con sordina.
Finalmente, el sábado asumió el nuevo gobernador civil
González Rothwos, quien anunció una serie de medidas para aumentar el
abastecimiento de productos de primera necesidad, enumerando una lista de
precios para esos productos e informando las sanciones frente a la no
aceptación por los tenderos de los precios tasados. Patrullas del ejército
supervisarían que los establecimientos se abran y que el precio al que
venderían los productos respete las instrucciones dadas.
Las valientes mujeres vuelven a las fábricas y centros de
trabajo. Pero la revuelta acaba después de fuertes semanas de huelgas tras una
revuelta intensa, paralizando la ciudad entera, ocupando la sede del Gobierno,
haciendo caer un gobernador civil. Y, sobre todo, imponiendo sus demandas para
mejorar el abastecimiento y bajar precios.
En pocos días volverán las mujeres al trabajo y se pone fin a
la revuelta femenina por el derecho a unos precios justos y a tener calor en el
invierno.
Como hemos podido comprobar son durante dos semanas que la
lucha de las mujeres barcelonesas y sin aceptar el apoyo de los hombres han
conseguido paralizar la ciudad. Han conseguido que sea cesado el Gobernador
Civil y impuesto un Bando donde se toman medida para mejorar el abastecimiento
de alimentos y carbón y reducir sus precios. Se consigue una buena parte de lo
que se pretendía.
Como dice Erica Jong: “Las mujeres constituyen el
único grupo explotado en la historia que ha sido idealizado hasta la impotencia”.
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