EL CHAVISMO ANTE SU PRUEBA MÁS DURA Y DIFICIL
0.12.2015
Seguramente el
gobierno bolivariano ha cometido errores de importancia que contribuyeron a
esta derrota y deberán ser evaluados por sus líderes y por los militantes
revolucionarios de ese país para adoptar los correctivos que exijan. Es una
tarea de ellos en la que no me inmiscuiré.
Pero más allá de eso, lo que muestra este desastroso desempeño electoral es
la creciente asimetría de condiciones en que se han visto forzados cada vez más
a desenvolverse los gobiernos de izquierda ante los continuos torneos
comiciales a que obliga la democracia representativa, con el desgaste que ello
implica. En su caso, no se trata, como los gobiernos neoliberales, de limitarse
a administrar el sistema, subordinados a los dictados de creciente depredación
y saqueo de pueblos del capitalismo neoliberal y sus centros imperiales de
poder financiero, sino de construir un nuevo proyecto social.
Estas
elecciones venezolanas se desarrollaron en un marco geopolítico y una
correlación de fuerzas distintos al de las 19 organizadas anteriormente por el
gobierno bolivariano.
Primero, la
derecha y Estados Unidos han conseguido recomponerse después de la sorpresa que
les depararon la rebelión de las masas populares de América Latina y el Caribe
(ALC) contra el neoliberalismo y sus importantes consecuencias. Entre ellas, el
surgimiento de un líder de la talla de Hugo Chávez y de otros de gran valía que
llegaron a ocupar la presidencia de varios países de la región, e iniciaron
procesos de redistribución de la riqueza orientados en lo externo a romper la
dependencia de Estados Unidos, impulsar la unidad e integración latino-caribeña
y la emergencia de un mundo multipolar.
Segundo,
repuestas de la sorpresa y el susto que les produjo la nueva realidad, esas
fuerzas desencadenaron una contraofensiva con el propósito de derrocar por
distintas vías a los gobiernos posneoliberales de ALC. La misma fue
intensificada a partir del fallecimiento del comandante Chávez, una pérdida
cuyo carácter extremadamente sensible no escapó a su percepción.
Tercero, ese
accionar ha comprendido –con énfasis particular en el caso venezolano- la
aplicación del recetario de las llamadas guerras de cuarta generación: guerras
económica, diplomática y mediática, así como otras formas solapadas o violentas
de acción, legal e ilegal, incluyendo la intervención del paramilitarismo en
asesinatos de líderes populares y la desestabilización interna. A la especulación
del capital local e internacional con los fondos financieros del gobierno
bolivariano, el acaparamiento y el desabasto se unió la caída de los precios
del petróleo, a todas luces una jugada de Washington contra Rusia, Irán y
Venezuela. Es este el factor que más daño hizo a la capacidad de maniobra de
Caracas ante el embate de la derecha local e internacional.
Como si todo
esto fuera poco, cabe recordar que el presidente Obama firmó un decreto el 6 de
marzo de este año que calificaba a Venezuela como “un peligro para la seguridad
nacional de Estados Unidos”. Es con esta pistola en la sien y el acoso y agobio
ya expuestos que concurrieron a votar este 6 de diciembre los venezolanos.
Cabe recordar
que las revoluciones auténticas, como la bolivariana y chavista, no surgen ni
orientan su rumbo con arreglo a los tiempos o eventos electorales. Sí, la
derrota sufrida es de gran trascendencia. La victoria electoral lograda por la
contrarrevolución al obtener la mayoría calificada en la Asamblea Nacional, le
otorga una cuota enorme de poder político que podría eventualmente permitirle
el desmantelamiento de los logros sociales del chavismo pero no significa el
fin de la revolución.
El chavismo,
sujeto político fundamental de ella, está vivo y si se mantiene estrechamente
unido, explica al pueblo la gravedad de la situación creada, traza una
estrategia inteligente frente a la nueva situación y construye una amplia
coalición de fuerzas populares puede recomponerse y preparar el contragolpe
contra una derecha que va por todo.
El momento en
Venezuela, y en América Latina y el Caribe, es de combate. Las fuerzas
populares que lograron poner fin al ALCA en Mar de Plata, crear el ALBA,
PETROCARIBE, UNASUR y la CELAC, hacer que nuestra región dejara de ser
traspatio imperial, no se darán por vencidas y pervivirán.
*++