Ganaron la guerra y la
quieren seguir ganando. Con ese lenguaje que confunde la verdad de los hechos.
Con esa doble moral que les permite hablar sólo de las víctimas de ETA y negar
la más mínima dignidad a las víctimas de la dictadura.
¿Perder la democracia en unas elecciones?
El Viejo Topo
22 julio, 2023
Otra vez la
burrica al trigo. Lo decimos así en mi tierra. La burrica que no se
cansa de volver a lo mismo, al mismo tajo, cabezona ella como la que guiaba mi
abuelo en las eras de Gestalgar y los nietos subidos al trillo en los veranos
de nuestra infancia. Nos lo pasábamos bomba. Eran los tiempos oscuros pero no
lo sabíamos. Tampoco nos contaban nada en las casas. Y en la escuela
sólo las cuatro reglas, los retratos de Franco y José Antonio con la cruz en
medio y a los nueve o diez años a currar en el monte o, en mi caso, a
pasarme con mi padre y mi hermano Claudio las noches en el horno de pan que
tenía la familia. Hasta los treinta años, nada menos. Sí, nos lo
pasábamos bomba trillando con el abuelo.
De vez en
cuando se cagaba en algo porque la burra andaba al ralentí. O eso pensaba él,
tan apegado al monte, tan medio muerto en vida porque uno de sus hijos se murió
con los pulmones llenos de la arena que se trajo del desierto africano cuando
el servicio militar. El silencio y el miedo. La imagen de marca en las casas
del pueblo. No contar nada para que los críos no sintiéramos el miedo
que había en las casas. Así era aquel tiempo. Y ahora, tantos años después,
regresa con su cantinela Núñez Feijóo para decirnos, otra vez y ya van no sé
cuántas, que aquel tiempo fue malo para todos y hay que olvidarlo.
Vuelve la burrica al trigo de las mentiras, a la tabla rasa con la historia, a
bordar el cinismo cuando dice que respeta “a las personas que fallecieron en la
guerra civil”. Habla de ese respeto y añade el rollo de siempre: las
personas fallecidas de los dos bandos. Fallecidas, dice, y se queda tan
ancho. No hubo dos bandos. Ojo con el lenguaje. Hubo el bando golpista
y la defensa de la República tras el golpe de Estado fascista de 1936. Pero
claro, como todos los defensores de la equidistancia, no habla Feijóo de
Nada más salir
elegido presidente del PP ya dijo una bien sonada: “Hace ochenta años, nuestros
abuelos, nuestros bisabuelos, se pelearon y no tiene sentido vivir de los
réditos de lo que hicieron. Nos habíamos dado la mano. Y un Gobierno
que reabre el rencor y no siembra la concordia es un Gobierno que no respeta la
Constitución y la Transición”. Y ahora ha vuelto, como la cabezona burrica
dando vueltas sin parar en la era de mi abuelo. Ya gobierna con Vox en muchos
sitios. Una de las primeras decisiones que tomarán será la derogación de
la Ley de Memoria Democrática. Les da
miedo lo de “democrática”. Nunca se han sentido a gusto en los tiempos de
ahora. Les rechinan la palabra democracia y lo que lleva dentro. Son Vox y
Abascal los que cargan con el calificativo de franquistas, pero si rascas un
poquito –no mucho, sólo un poquito– le sale al PP el mismo tatuaje.
Siempre ha sido así. Nunca se distanciaron de la dictadura. Por eso, en cuanto
tienen ocasión, sacan lo que llevan dentro: la seguridad de que los
fascistas tenían razón levantándose contra la legitimidad republicana. El
PP –digan lo que digan versiones más benevolentes que la mía– viene
de ese convencimiento. Y van a derogar la Ley de Memoria Democrática para
evitar que quienes fueron asesinados por los franquistas tengan la justicia
reparatoria que se merecen.
Para el
PP –para todo el PP– esa justicia no hace falta. Al revés: aseguran,
como acaba de hacer Feijóo en una entrevista, que exigir esa justicia es
reabrir heridas del pasado. En boca de Feijóo contar lo que pasó de una
forma distinta a la que piensan él mismo y los suyos es revivir el rencor y la
división en la sociedad española. Para ellos sólo existió la guerra. Como
si la guerra hubiera nacido por generación espontánea. Como si no hubieran
existido el golpe de Estado y las atrocidades fascistas en los sitios donde
entraban triunfadores en los primeros momentos del golpe. Siempre la
excusa de que en los dos “bandos” hubo animaladas. Pues sí. En los primeros
momentos así fue. Y en mucha desproporción entre ambas y sin que hubiera un
soporte institucional en la represión llevada a cabo en zonas republicanas.
Pero les da igual la historia. Ganaron la guerra y la quieren seguir ganando.
Con ese lenguaje que confunde la verdad de los hechos. Con esa doble
moral que les permite hablar sólo de las víctimas de ETA y negar la más mínima
dignidad a las víctimas de la dictadura.
Por cierto,
hago un paréntesis en este párrafo. El viernes, 14 de julio, estaba previsto
que el juzgado número 50 de Madrid atendiera la querella presentada por Julio
Pacheco dando cuenta de las torturas sufridas cuando fue detenido por la
policía en 1975. Por ahí andaba el ahora tan conocido comisario Villarejo. Era
la primera vez que esto pasaba y había un cierto contento entre quienes andamos
peleando para que se haga justicia con las víctimas del franquismo. Y también, claro,
y como parte de esa justicia, el que los torturadores y jerarcas del
franquismo, como Martín Villa, sean juzgados sin excusas. Pues bien, la
cita era para ese viernes. Y cuando llegan al juzgado, resulta que la jueza ha
sido sustituida por un juez que dice que ha de revisar el expediente desde el
principio. ¿De verdad ha muerto el franquismo en el año 2023 y con casi
cincuenta años de democracia?
De nuevo en lo
que estaba contando. Ya están los gobiernos de VOX y el PP funcionando en
muchos sitios. Y ya han dejado huella. Censuras en el mundo de la cultura,
negacionismo climático y de los crímenes machistas, persecución del movimiento
LGTBI con tintes de ensañamiento, todo en el marco de unas intervenciones que
acaban de empezar hace sólo unos días. Y es en ese marco en el que hay
que poner las declaraciones últimas de Núñez Feijóo cuando habla de memoria
democrática. Ya lo sabíamos, pero él lo ha dejado clarísimo: “no forma
parte de mis prioridades”. Lo que forma parte de sus prioridades es negar
que en este país hubo quienes sufrieron lo que no está escrito durante
cuarenta años y quienes se lo pasaron bomba –como los críos inocentes
en el trillo del abuelo–todo ese inacabable tiempo de barbarie. Contar lo que
pasó no es reabrir ninguna herida sino devolverles la dignidad que les robó la
dictadura franquista a quienes lucharon hasta el final por la legitimidad de la
Segunda República. Pero eso no entra en las cuentas del PP, ni en las de Vox,
ni en las de sus gobiernos conjuntos bien dispuestos a meternos de nuevo en el
oscuro túnel del franquismo. En el fondo, lo que les da miedo es que de
las fosas comunes no salgan sólo los nombres de los muertos, sino, y sobre
todo, los de sus asesinos.
Vuelve la
burrica al trigo de los tiempos oscuros. Y con esa misma cabezonería tendríamos
que aplicarnos nosotros para que ese objetivo les resulte, a las dos extremas
derechas, finalmente imposible. Lo digo por una obviedad: el próximo
domingo, 23 de julio, tenemos la palabra. Estos días
ha circulado un mensaje de wasap: “Perder unas elecciones es normal en una
democracia. Lo malo es perder la democracia en unas elecciones”.
Pues eso.
Fuente: infoLibre
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