sábado, 14 de marzo de 2020

CORONAVIRUS: MENOS ATEMORIZAR A LA POBLACIÓN: MENOS 1,5% DE LA RIQUEZA NACIONAL AL PAGO DE LA OTAN (Es que a lo mejor Morena, más adelante, te tengo que contar si la angelidad de la guerra otanesca ha tenido que ver algo con el virus. Ya te contaré, Morena mía) MENOS TITIRITERA Y MÁS MEDIOS HUMANOS Y MATERIALES A LA SANIDAD PÚBLICA, A LA QUE HAN ROBADO LOS POLÍTICOS PARA LA NEGOCIATA DE LA SANIDAD DEL ROBO AL TRABAJADOR, LLAMADA POR LO FINOLIS, PRIVADA




19 propuestas ambientales y sociales para dar respuesta a la crisis del coronavirus

KAOSENLARED
Publicado el Mar 14, 2020

Ante la situación de crisis sanitaria, social y económica generada por el coronavirus en España, Ecologistas en Acción demanda al Gobierno y a todas las administraciones públicas 19 medidas para darle respuesta y poner el cuidado de la vida en el centro.

1. Garantizar los medios humanos y materiales suficientes en los centros sanitarios –urbanos y rurales– para diagnosticar y atender a pacientes por coronavirus. Es urgente poner en marcha medidas de contratación de personal y de compra de material para que las personas enfermas puedan tener una asistencia adecuada y para garantizar la salud y el bienestar del personal sanitario que está expuesto de manera especial en esta crisis.

2. Aumentar el presupuesto para la sanidad pública que garantice que esta sea universal y de calidad: es necesario más personal sanitario, con mejores condiciones laborales, más camas, más medios, más y mejores servicios auxiliares que puedan atender a toda la población, sin distinción de su clase social o procedencia. La partida de sanidad de los presupuestos de 2020 debería incrementarse al menos el 7 % del gasto público con el fin de alcanzar el 15 % al final de la legislatura, para recuperarse así de todos los recortes que la sanidad pública ha sufrido.

3. Revertir los procesos de privatización y externalización de la sanidad y del trabajo social en todos los niveles administrativos, porque la atención primaria en un sistema de salud público financiado y provisto públicamente es la ruta más adecuada para garantizar el derecho a la atención universal y de calidad de la salud. Asimismo, exigir a los seguros y hospitales privados que asuman el coste del tratamiento del coronavirus, para que la sanidad privada se corresponsabilice de los enormes gastos que hasta este momento solo ha soportado el sistema de sanidad público y no solo sea partícipe del reparto de beneficios.

4. Asegurar servicios públicos de calidad. No solo la sanidad, también la educación, el transporte, la energía y el abastecimiento de agua son necesarios para hacer frente a una crisis de estas dimensiones. Por ejemplo, es necesario reforzar el sistema de transporte público para que metro, trenes y autobuses no vayan saturados de gente y se minimicen los riesgos de contagio.

5. Garantizar los derechos laborales, la protección social y la atención sanitaria de las personas trabajadoras, especialmente aquellas con contratos precarios (tales como falsos autónomos, contratos de cero horas o economía a demanda), que son quienes cargan con el mayor peso y riesgo de la crisis causada por el coronavirus.

6. Facilitar las ayudas a familias a cargo de niñas y niños durante todo el periodo de cuarentena escolar: apoyo financiero, bajas por cuidados con el 100 % del salario, reducción de la jornada laboral con el salario completo, medidas para garantizar la corresponsabilidad en el trabajo de cuidados y que estos no recaigan solo en las mujeres, etc. Además, facilitar ayudas a personas mayores que no cuentan con cuidados familiares y no tienen recursos para contratar ayudas profesionales para cuidados domésticos.

7. Aliviar la precariedad asociada al impacto económico de la crisis: regular el alquiler, suspensión del pago de las hipotecas e implantación de la renta básica.

8. Implantar medidas de protección a pequeños comercios, pequeñas empresas y a personas en régimen de autónomos, que son las que ya están viendo un impacto en sus economías. Fomentar el comercio de barrio y los canales cortos de comercialización para abastecerse y dar apoyos fiscales a pequeñas empresas que hayan sufrido el impacto de las medidas.

9. Garantizar información fiable y que las medidas no afecten a las libertades políticas. La población ha mostrado un alto grado de responsabilidad y es importante que la crisis no vaya en detrimento de derechos políticos conquistados durante siglos.

10. Aumentar los ingresos del Estado a través de medidas fiscales que repercutan a las grandes fortunas y aumentando la lucha contra la evasión fiscal. De ninguna manera se deben aprobar medidas como rebajar impuestos a grandes empresas, pues supone socializar las pérdidas de quienes han privatizado sus ganancias. Son quienes más se han lucrado del modelo de la globalización (responsable de la expansión del COVID-19) quienes más tienen que contribuir económicamente a paliar la crisis.

11. Disminuir aquellos gastos del Estado que son fuente de insostenibilidad y no repercuten en la calidad de vida de las personas: grandes infraestructuras de transporte (desdoblamientos de autopistas, ampliaciones de aeropuertos y puertos, etc.), gasto militar (la crisis del coronavirus deja claro que la seguridad no reside en el gasto armamentístico, sino en unos buenos servicios públicos), subvenciones a líneas aéreas y rescates de autovías o bancos.

12. Instar a la Unión Europea a poner fin a las políticas de austeridad perjudiciales para la salud y a suspender los acuerdos comerciales con terceros países que incluyen los servicios de salud y la seguridad social en los capítulos de comercio de servicios y contratación pública.

13. Exigir a las empresas farmacéuticas que hagan público los avances de sus investigaciones y posibles curas al coronavirus de manera más rápida. El gobierno debe adoptar medidas para abolir el sistema de patentes de medicamentos y presentar una iniciativa en la Organización Mundial de Salud para que en todos los países existan las condiciones que garanticen el acceso universal a los tratamientos necesarios en crisis como con el COVID-19.

14. Transmitir mensajes a la ciudadanía que desactiven los prejuicios racistas que se han vertido hacia la población china y gitana, culpándolas de las consecuencias de esta crisis.

15. Mejorar la salud ambiental. La contaminación química, la mala calidad del aire o la contaminación del agua, además de provocar una gran cantidad de muertes prematuras al año, merman la salud de la población y nos hacen más vulnerables a infecciones como la que supone el COVID-19. Por ello, se debe dar prioridad a actuaciones que mejoren en binomio salud y medio ambiente en todas las políticas públicas. Es fundamental, por ejemplo, que la administración pública tome medidas para evitar que se utilicen sustancias tóxicas en las tareas de desinfección de instalaciones sanitarias, edificios y transporte, así como que se extremen las precauciones para proteger la salud de las personas que trabajan en las tareas de desinfección.

16. Mejorar la biodiversidad como una forma de incrementar la resiliencia de los ecosistemas (y con ello de nuestras sociedades), de los que formamos parte, ante infecciones y plagas, que con las dinámicas de la globalización y del cambio climático están siendo cada vez más frecuentes e intensas.

17. Localizar la economía. Fomentar sistemas económicos de cercanía que permitan que la población pueda satisfacer sus necesidades. Si algo muestra el modelo económico actual es una enorme debilidad por su capacidad para globalizar las crisis.

18. Tener presente que hay situaciones, como la emergencia climática, que generan tanto sufrimiento como el coronavirus y que merecen medidas igual de drásticas. Las medidas adoptadas deben llevarnos a cuestionar que también es necesario actuar drásticamente para realizar una transición ecológica justa y evitar males mayores y que hay mucha población empobrecida en el planeta que padece muertes evitables.

19. A modo de deseo, pero sobre todo de necesidad: cambiar el sistema. El coronavirus también pone de manifiesto la escasa resiliencia y la gran fragilidad de nuestros sistemas económicos, basados en el lucro y el consumo de recursos continuo. Un modelo que cuando “crece” genera gran cantidad de problemas: contaminación, contribución al cambio climático, pérdida de biodiversidad, injusto reparto de la riqueza y morbilidad y mortalidad ambiental y laboral. Cuando está en crisis, mejoran los índices ambientales, pero genera aún más pánico y desigualdad. La consecuencia es clara: es un modelo que ataca la vida. Ante ello no queda otra opción que poner la vida en el centro y dejar el lucro de lado.
Haciéndose eco de estas propuestas, Ecologistas en Acción va a poner en marcha sus propias medidas para colaborar a que no se extienda el virus. La apuesta por el teletrabajo y reuniones virtuales, así como la cancelación de gran cantidad de actos públicos, son parte de ellas. Se trata de un compromiso personal y colectivo de coherencia y responsabilidad social que se suman a otros ya practicados para combatir la crisis socioambiental: reducir el consumo, adquirir productos agroecológicos, utilizar el transporte público más sostenible en cada caso o participar de la economía social y solidaria.

Por último, la organización ecologista quiere mostrar su más profundo agradecimiento al personal sanitario por su encomiable trabajo. También a profesionales del sector educativo y de todos los servicios que nos permiten seguir viviendo en condiciones dignas. Agradecimiento, por último, a la ciudadanía, que de manera responsable está aportando su granito de arena para que esta crisis se resuelva.

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EL CORONAVIRUS CON SU CORONA Y SU DEMOCRACIA. QUE QUIÉN ES MÁS IGNORANTE E INUTIL, ¿EL SINVERGÜENZA E INUTIL SOCIAL QUE DESDE CUALQUIER PUESTO NOS ZAMARREA COMO CONVIENE A SUS BOLSILLOS, O LOS QUE LOS ELEGIMOS PARA QUE NOS ZAMARREE?



Comunidad de Madrid: Cuando la ineptitud política empeora los efectos de la crisis sanitaria

  • "Cuando la información institucional sobre una situación crítica y la experiencia de las personas que la sufren son divergentes el caos está garantizado"
  • "El martes estuve 5 horas intentando contactar sin lograr más que oír la locución que dice que los operadores están ocupados y que esperara o llamara más tarde"

 Imagen de archivo del Hospital de La Paz en Madrid. / Efe

Alberto Fernández Liria
Cuarto poder.es
14.03.2020

Cuando la información institucional sobre una situación crítica y la experiencia de las personas que la sufren son divergentes el caos está garantizado. Y esto es lo que ha logrado la Comunidad de Madrid con el teléfono 900102112 supuestamente habilitado para garantizar atención domiciliaria a personas con sospecha de contacto con el coronavirus.

Soy psiquiatra jubilado, he trabajado en situaciones de guerra, violencia y catástrofe y me he pasado la mitad de mi vida profesional hablando sobre atención en situaciones críticas. Como suele suceder, cuando más he aprendido sobre ellas ha sido cuando me he visto afectado personalmente por alguna. La semana pasada tuve contacto con una persona a la que se ha confirmado infección por coronavirus el martes. Inmediatamente intenté ponerme en contacto con el sistema sanitario a través del teléfono que la Comunidad de Madrid ha habilitado al efecto.

Este comienza con una locución en la que dice que ese el teléfono adecuado y que no se utilice el 112 para no saturarlo. Hasta aquí todo muy razonable: Se articula un procedimiento para lograr que posibles afectados sean localizados y puedan ser atendidos evitando colapsar las urgencias y sin desplazamientos y facilitación de la propagación innecesarios. El problema es que en ese teléfono no responde nadie. El martes estuve cinco horas intentando contactar ininterrumpidamente sin lograr más que oír la locución que dice que los operadores están ocupados y que esperara o llamara más tarde hasta que finalmente – en alguna ocasión después de mas de una hora – se interrumpía la comunicación. Tengo noticias de personas que llevan días intentándolo.

La consecuencia de esto es que la gente se siente desamparada, entra en pánico y acude a los hospitales diseminando el virus, colapsando las urgencias e impidiendo que esta pueda ser utilizada por quien verdaderamente la necesita por problemas relacionados o no con la infección por coronavirus.

Esta actuación del gobierno de la Comunidad de Madrid pasará sin duda a engrosar el repertorio de ejemplos de lo que no debe hacerse en una situación de emergencia.

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EL VIRUS Y LA ECONOMIA



El virus y la economía (I)

Rebelión
14/03/2020 


 Fuentes: Ganas de escribir 

¿Un simple virus puede poner en solfa al mundo entero? ¿Una economía mundial tan potente y asentada pueda estar en peligro por esa causa? ¿Se pueden venir abajo las bolsas sólo por el efecto de la propagación de un virus? ¿Qué está pasando y qué puede pasar, por qué tanta alarma?

Es normal que la mayoría de la gente se haga este tipo de preguntas pero me temo que las respuestas que se están dando son confusas y que generan más dudas de las que resuelven.

Sobre la epidemia, lo cierto es que todavía no se sabe bien cuál puede ser su verdadera magnitud. Parece ser que si se aplican medidas de aislamiento e higiene que eviten su propagación, sobre todo a personas especialmente vulnerables, en muy pocas semanas se podría frenar su expansión sin que se produzca un efecto especialmente dramático. Eso es lo que parece que ha ocurrido en China, gracias a que allí hay un sistema de toma de decisiones muy centralizado, dictatorial, y en donde se han podido aplicar recursos millonarios para aislar a la población. Pero es difícil que se pueda actuar del mismo modo en otros países, de modo que no se puede descartar un contagio exponencial que afecte a millones de personas en unas cuantas semanas.

Diferentes estudios realizados en los últimos años sobre los efectos económicos de este tipo de epidemias nos permiten saber algunas cosas. Primero, que es seguro que lo que está pasando tendrá consecuencias y costes; segundo, que su efecto final dependerá del tiempo que dure la alarma y del frenazo de la actividad que produzca; y, tercero, que sólo si se actuara con gran ineficacia y se alcanzara un nivel de mortalidad ahora mismo posiblemente impensable (más 15 millones de muertos al año), quizá se produciría un coste que comenzaría a ser más o menos equivalente al que supuso la última gran crisis.

A pesar de eso, a mi me parece que el peligro al que nos enfrentamos no es la difusión de un virus ni aunque este fuese mucho más letal de lo que ahora podamos imaginar que llegue a ser el coronavirus en el peor de los casos.

El problema grave que tenemos delante de nuestras narices y al que no le estamos dando la importancia que tiene es la situación en la que se encuentra el sistema en el que vivimos, el capitalismo de nuestros días. Un sistema complejo que tiene propiedades que le hacen funcionar de un modo muy específico.

Estos sistemas, como el capitalismo, son imprevisibles y permanentemente inestables, y de ahí que sea muy difícil predecir cuál será su evolución. Pero sí sabemos, sin embargo, algunas cosas importantes sobre su funcionamiento y evolución y, sobre todo, sobre lo que puede hacer que colapsen.

Sabemos, por ejemplo, que los sistemas complejos como el capitalismo viven al borde o expuestos permanentemente al fallo sistémico y fatal, que tienden constantemente a la crisis y que están siempre en peligro de colapsar, precisamente porque su complejidad no es otra cosa que inestabilidad y desorden.

Pero, al mismo tiempo, también sabemos que la gran probabilidad de fracaso, de fatalidad, que acompaña a cualquier sistema complejo hace que generen en su seno constantes y potentes elementos de protección. Por eso pueden resultar muy seguros a pesar de ser, al mismo tiempo, muy propensos al colapso. Precisamente por eso.

En segundo lugar, sabemos también que los sistemas complejos casi nunca colapsan por el efecto de un solo fenómeno. Para que se produzca un fallo total, sistémico, fatal, para que colapsen, es necesario que concurran diferentes fallos al mismo tiempo.

Y es muy importante saber que estos sistemas funcionan siempre en condiciones degradadas, es decir, con muchos fallos latentes que es imposible erradicar, bien porque se desconocen, porque no compensa o porque no se quiere asumir el coste de eliminarlos en todo o en parte.

Las consecuencias de esto que sabemos sobre los sistemas complejos son de aplicación a lo que está pasando con la epidemia del coronavirus.

En primer lugar, que es muy difícil que resulte tan fatal como se está creyendo. El sistema se está defendiendo del «fallo» en su funcionamiento que supone el coronavirus con mecanismos del propio sistema que son seguramente mucho más potentes de los que serían realmente necesarios para evitar que se convierta en un peligro global o letal. Y, como he dicho, es altísimamente improbable, por no decir, imposible, que el sistema en su conjunto se vea afectado fatalmente por un solo fallo o factor.

Pero, en segundo lugar, hay algo que es mucho más preocupante.

La epidemia del coronavirus constituye un fallo añadido en el sistema que si se contempla linealmente puede parecer poca cosa. Pero que puede resultar de efectos muy graves si se tiene en cuenta que su presencia muta la condición del sistema en su conjunto porque interactúa con otros de sus fallos latentes. Es decir, el coronavirus es realmente peligroso no por lo que supone en sí mismo sino porque aumenta mucho la degradación del sistema en su conjunto, en mucha mayor proporción de la que correspondería a su aislada naturaleza de epidemia sanitaria.

A mi juicio, la extraordinaria gravedad del coronavirus no es el daño que produciría una epidemia si se pudiera contemplar aisladamente, sino la aceleración del efecto degradante o destructor de los demás fallos que estaban más o menos contenidos hasta ahora.

Ya escribí hace unos meses que se estaba gestando una crisis de muchos frentes pero que -a corto plazo- tenía tres manifestaciones o vías de expansión principales: las bolsas, que han alcanzado una sobrevaloración disparatada que las lleva a estallar antes o después; la deuda en crecimiento insostenible; y el bloqueo de la oferta como consecuencia de la continua caída de la rentabilidad del capital material en favor del beneficio financiero.

Los problemas que puede traer ahora la propagación del coronavirus tienen que ver justamente con esa crisis de oferta que ya en los últimos meses se estaba produciendo en casi toda la economía mundial en forma de una desaceleración relativamente atenuada.

Ahora, las respuestas que inevitablemente van a tener que adoptar los gobiernos para evitar el contagio van a bloquear todavía más la oferta y sus consecuencias van a ser varias, pero todas con algo en común: reactivar los fallos hasta ahora latentes o adormecidos.

En primer lugar, va a disminuir la producción, se van a desarticular los canales de suministro y distribución, van a producirse carencias de aprovisionamiento a escala global y la crisis empresarial va a generalizarse, disminuyendo mucho más la rentabilidad del capital que mueve los motores de la economía productiva. La crisis de oferta va a ser muy fuerte.

En segundo lugar, va a aumentar la deuda empresarial y la dificultad para hacerle frente por parte de miles de empresas, especialmente por las «zombis» que hasta ahora han estado manteniendo su actividad a base de más deuda, pero sin generar beneficio suficiente.

En tercer lugar, el cambio de expectativas, la posibilidad de que se produzcan quiebras en cadena y movimientos extremos por parte de las autoridades en materia de gasto e intervención financiera, van a producir un caos bursátil de la mano de las operaciones automatizadas, de los algoritmos que utilizan los grandes fondos especulativos. Las bolsas, como ya anticipé, son ahora mismo el eslabón más débil y volátil del capitalismo, estaban a punto de saltar y el virus va a hacer que estallen sin remedio.

En cuarto lugar, todo eso va a afectar al sector financiero que perderá negocio solvente y frenará la financiación, amplificando los problemas anteriores, cuando no sufriendo él mismo una nueva crisis financiera.

En quinto lugar, la intervención de las autoridades va a ser bastante complicada y poco efectiva porque ahora no se trata de impulsar la demanda inyectando capacidad de gasto (que hará falta) sino de poner en pie la oferta, y eso es mucho más difícil cuando las empresas cierran y las redes productivas se han boqueado.

En sexto lugar, no descarto que, precisamente por el bloqueo de la oferta, se produzca un rebrote inflacionario que pondría a los bancos centrales ante un dilema terrible, pues estarían obligados a frenarlo. Y entonces estará por ver cómo podrán soplar y sorber al mismo tiempo, es decir, hacer política expansiva y contractiva a la vez.

Si no se toman medidas drásticas para evitar los contagios, si no se aísla a la población, la expansión de la pandemia es casi segura y esa expectativa de crisis paralizaría la actividad. Pero la cuarentena y el aislamiento también la frenará sin remedio. No hay salida. Pero el problema no es el virus, sino un sistema complejo en el que un fallo aparentemente sin demasiada importancia puede reactivar otros fallos hasta ahora latentes o medio controlados. Y es esa conjunción de factores lo que va a crear una situación nueva y que representa un peligro muy serio.

Si los fallos latentes diversos se hacen expresos y si su aparición coincidente los convierte en un fallo único y estructural, nos vamos a enfrentar a un problema económico hasta ahora desconocido en la época del capitalismo globalizado y neoliberal.

Y las recetas que los gobiernos y las autoridades monetarias han venido utilizando no les van a servir. Ahora tendrían que pensar «al revés» de como lo han hecho hasta ahora desde hace décadas y eso no les va a resultar fácil. No tienen soluciones porque ni siquiera se pueden imaginar cuál es la naturaleza del problema que tienen por delante. De ahí que estén desorientados y sin saber bien qué hacer.

El virus es la pequeña mariposa de la teoría del caos: el suave movimiento que producen sus alas en una esquina del planeta se está empezando a traducir en una tempestad a miles de kilómetros. La gente lo intuye con más sabiduría que los políticos y economistas que siguen creyendo que sólo se trata de tomar medidas sanitarias acompañadas de otras cuantas económicas convencionales, cuando el peligro verdadero está en otro lado, en los fallos estructurales del sistema que el virus puede haber reactivado ya.

Hablaré de alternativas en el siguiente artículo pero anticipo la principal: es obligado que vivamos de otro modo.

Publicado en lapoliticaonline.es el 12 de marzo de 2020
 

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