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Entrevista con Enrique Semo
La Conquista y los pueblos originarios, el presente de
una herida histórica
José Ángel Leyva
Vientosur
01.04.2019
[Enrique
Semo es actualmente investigador emerito de la Universidad
Nacional Autónoma de México (UNAM) que ha sido, desde de 1962 su
principal centro universitario, aunque también ha trabajado en otros. ndr]
-Si en los
últimos decenios te dedicaste al estudio de las grandes transformaciones
planetarias como el derrumbe de la Unión Soviética y los procesos políticos en
México, ¿qué te motivó a revisar un acontecimiento iniciado en marzo de 1519?
-La Conquista,
fenómeno extraordinariamente brutal, está en el origen de la nación mexicana y
tuvo y tiene consecuencias muy graves en el desarrollo de nuestra sociedad como
son el racismo, la violencia crónica de los de arriba contra los de abajo, la
destrucción de ciertas culturas y la imposición de otra. Sólo se puede comparar
con una plaga de langosta, langosta humana, que a su paso arrasa con todo, que
devora con voracidad sin límite. Es como si un ejército contemporáneo invadiera
la España del siglo XVI.
España
representaba un territorio fragmentado de pueblos con lenguas e identidades
diferentes, pero con una cierta afinidad cultural. Se hablaba de hispanya,
como el espacio común de la cristiandad ibérica. En cuanto a los Pueblos
Originarios del llamado Nuevo Continente, no tenían una conciencia de
indígenas, de unidad continental. Cada etnia, ciudad-Estado, poseía su propia
noción de pertenencia e identidad y de diferencia con los otros, eran
tlaxcaltecas, aztecas, mayas, nahuas, etcétera, pero no indígenas, y durante
toda la Conquista actuaron como tales.
-¿Hasta qué
punto se trata también de la conquista del otro, del sometimiento de lo
desconocido, de la apropiación y aniquilación de una memoria ajena?
-Ese es uno de
los grandes temas de mi investigación. Los españoles ya habían conquistado a
sangre y fuego las islas Canarias cercanas a España, y desde 1492 se habían
establecido en el Caribe y habían aniquilado a toda la población originaria. No
quedó un aborigen para contar la historia. Es decir, más de un cuarto de siglo
antes de la llegada de Cortés a tierras continentales, los españoles eran
colonialistas consumados. Cada religión y cada cultura buscó integrar al otro
para desintegrarlo en su propio imaginario. Esa forma de incorporar lo
desconocido en lo conocido se dio constantemente en los dos campos. Los
mexicas, durante un tiempo breve pero decisivo, asociaron la presencia europea
con la promesa del retorno de Quetzalcóatl, pero pronto la desecharon. Los
pueblos originarios tuvieron más dificultad para imaginar quiénes eran los
españoles, por falta de antecedentes parecidos en su historia. La explicación
mítica o religiosa de la nueva realidad estaba presente de los dos lados,
naturalmente mucho más entre los indígenas.
-España, como
buena parte de Europa, emergía del Medioveo, provenía de sociedades feudales.
Afirmas que la Conquista fue un detonante para la aceleración del desarrollo
capitalista.
-La conquista
de la América septentrional y del Perú cambió al mundo. En Europa estaba
sucediendo un gran acontecimiento histórico que no se daba en otros lados del
planeta, el surgimiento del capitalismo, un capitalismo temprano. Dicha
conquista conllevó una relación colonial diferente. Aunque los conquistadores
se identificaban como españoles, detrás de ellos había un ejército de
comerciantes, de prestamistas de diversos orígenes europeos que trabajaban
activamente en el desarrollo del capitalismo. La conciencia de lo que
significaba el Nuevo Continente cambió la mentalidad de los europeos, que se
lanzaron de inmediato a navegar por los mares del mundo. Mi teoría es que sin
América, el salto que se dio en tres siglos (xvi al xviii) hubiese requerido
mucho más de tiempo para su desarrollo. La Conquista no fue pues sólo de España
o las Españas, sino de Europa en su conjunto. Representó una destrucción
gigantesca y la desaparición de población americana prehispánica en
proporciones colosales. La Conquista no se reduce a la caída de Tenochtitlan,
es un proceso más largo y sólo se puede comprender si se tiene en cuenta a
todos sus actores: mesoamericanos, chichimecas, mayas, y también europeos,
españoles y africanos.
-España había
sido ocupada por los moros durante siete siglos, luego vino la reconquista de
sus territorios y la expulsión de judíos y árabes. La historia también ofrecía
el relato de los imperios griego y romano. ¿Qué mentalidad de ocupación y de
conquista dominaba en los españoles?
-En primer
lugar la mentalidad de la reconquista. Tras la caída de Granada, que fue el
último bastión musulmán, se habló inmediatamente de nuevas cruzadas para
recuperar Jerusalén. El espíritu de expansión cristiana estaba enraizado en la
idiosincrasia española que se forjó en la expulsión de judíos, mozárabes y la
guerra contra el protestantismo. Además había una razón económica: para poder
comerciar con China e India necesitaban oro, pues en los siglos XIV y XV,
comparada con estas culturas, Europa estaba bastante atrasada. El hambre de
metales preciosos era ilimitada. Por otro lado, había comenzado el movimiento
de Reforma en 1517, luego de que Lutero clavara sus noventa y cinco tesis en
las puertas de la iglesia de Todos los Santos de Wittenberg, y los reyes de
Castilla y Aragón le declararan la guerra al protestantismo en favor del
papado, acusado de corrupción. Los españoles se habían convertido en defensores
a muerte del catolicismo. La población amerindia era, sin duda, un gran
semillero para la conquista de nuevos fieles del cristianismo católico. En la
Conquista participaron conquistadores armados y frailes de la Iglesia, cada uno
con sus motivos.
-La mayoría de
los conquistadores españoles eran hidalgos venidos a menos, labradores y una
ralea de expresidiarios y tunantes. En España dominaba una mentalidad guerrera.
¿Cómo se explica la capacidad organizativa, estratégica y predadora de esos
grupos no militares?
-Cierto, para
los españoles la guerra no era algo ocasional, sino durante la reconquista y la
construcción del gran imperio de Carlos v, una presencia constante en la vida y
en el imaginario popular. Carlos v había heredado, por razones familiares,
media Europa y se proponía erigir algo semejante al Sacro Imperio Romano. Los
conquistadores que acompañaban a Hernán Cortés en su empresa no eran militares,
pues éstos se hallaban emplazados en otros puntos de Europa que le interesaban
a la Corona española, y no tenían disciplina militar, era un grupo disímbolo en
sus antecedentes y linajes, en sus oficios; lo único que los unía e
identificaba era la ambición del oro y la conversión de los infieles. No
estaban financiados por el Estado español, se habían financiado a sí mismos en
su empresa. Tenían más de piratas que de un ejército regular. La piratería era
algo muy común en la época y creció más con el tráfico de riquezas del imperio
Español. Uno se pregunta: ¿de dónde entonces la superioridad militar? Sin duda,
Cortés fue el más capaz de todos los conquistadores, fue el único que logró
mantener unido a su grupo (que varias veces se amotinó). Era un hombre
carismático, de una ambición sin límites, sagaz y muy político. Los aztecas
eran también un pueblo guerrero y poseían un ejército bien organizado, pero
tenían en su contra a pueblos enteros que sufrían su avasallamiento, los
frecuentes saqueos y la obligación de proporcionar víctimas para los
sacrificios.
-Hernán Cortés
se describe a sí mismo en las Cartas de relación como un héroe, como una
figura suprahumana. ¿Qué motivaba al conquistador a someterse a la autoridad de
la Corona cuando podía declararse emperador de los nuevos dominios?
-No hay que
subestimar lo que era el imperio español en aquel momento. Los conquistadores
deseaban regresar a su origen, a lo que ellos llamaban el mundo civilizado, y
disfrutar de sus riquezas en casa, y para ello era necesario estar bien con los
dueños de esa casa. El poder en España tenía dos cabezas, una era el emperador
y la otra la Iglesia. Además estaba el peligro de las otras potencias. Tanto
Cortés como Pizarro pensaron durante un breve tiempo en separase de su
autoridad, pero rápidamente cambiaron de opinión.
Todos los
conquistadores le escribían cartas al Rey, y cada carta era un testimonio de
sus hazañas como si hubiesen sido escritas por don Quijote. Eran cartas de
merecimiento y, por tanto, exageraciones. En el caso de Cortés, muchas de las
acciones que él narra son hechos comprobables, pero siempre vistos a través de
una lente de aumento.
-La espada y la
cruz son símbolos de la conquista y de la colonización. La cruz, lo acabas de
referir, era un imperativo para ganar adeptos, y la espada un artefacto letal.
¿Qué significado tiene la espada en esa guerra?
-Una
importancia fundamental. Los amerindios empleaban el macuahuitl, una
macana a la que incrustaban puntas de obsidiana. Era un objeto contundente,
para matar había que asestar dos o tres mazazos, mientras que la espada era de
acero y mataba con la punta, con los filos, servía para parar los golpes, para
desviar, para aumentar los alcances del brazo con estocadas. El manejo de la
espada era objeto de un arte, la esgrima.
-Mencionas la
práctica del propio Cortés y sus lugartenientes, sus encomenderos, de marcar
con hierro candente, como bestias, incluso en la cara, a sus esclavos
amerindios. ¿Cómo se concebía en un primer momento el aprovechamiento de la
fuerza de trabajo?
-El esclavo
indígena era una mercancía muy demandada en el Caribe y las minas en época de
desastre demográfico. Hay evidencias abundantes de esa práctica entre los
conquistadores. Usaban fierros especiales para marcar a los esclavos como
ganado. Los marcaban principalmente en la cara para indicar su dueño, que podía
ser el Rey (el quinto real) o un encomendero. Podía ser de Cortés y, si lo
vendía, de cualquier otro. Muchos tenían varias marcas y quedaban desfigurados.
-La institución
católica estaba en entredicho por su evidente corrupción, como las indulgencias
concedidas a cambio de dinero y de favores. ¿Cómo pudo imponer una moral en los
nuevos territorios, cómo se legitimaba?
-Aunque los
cruzados luchaban por la fe y por la recuperación de Tierra Santa, no era
garantía de que cumplirían las leyes básicas de la religión: no matar, no
mentir, no robar. El catolicismo tiene esa maravillosa concesión que libera de
toda culpa al infractor, que es la confesión. Tiene pues la oportunidad de
rezar como un santo y conducirse en la guerra como un salvaje, sobre todo si
las atrocidades se cometen en el nombre de Dios y de la religión. Los españoles
se persignaban y hacían una misa antes de cada batalla, tras las acciones
destructivas volvían a realizar otras misas y a encomendarse al Todopoderoso y
a invocar virtudes como la piedad, la esperanza, la caridad. En cambio, entre
los amerindios la guerra era parte de su concepción religiosa, capturar
enemigos, sacrificarlos, era considerado como acto meritorio. Pero los frailes
y los misioneros son otra cosa, se identificaron con el indígena, aprendieron
su idioma, estudiaron su religión, lo defendían de los excesos del
conquistador, pero a la vez eran despiadados con los que persistían en su
idolatría.
-¿Qué
diferencias hay entre la Conquista de México y la conquista de los pueblos de
Sudamérica y de Norteamérica? Si la de México fue atroz, la de estos dos
extremos fueron de exterminio total, como la del Caribe.
-Hay muchas
diferencias que provienen de Europa y de los distintos momentos que se viven ahí.
Por ejemplo, los ingleses que vinieron en el siglo xvii eran miembros de
religiones perseguidas, pero eran además hombres ya del capitalismo. Venían a
América para trabajar y hacerse ricos por medio del trabajo y el comercio. Pero
los españoles de la Conquista venían a señorear. No estaba en su mentalidad el
trabajo. No concebían que un hidalgo, aunque fuese pobre, trabajase en el campo
o en la construcción, o en las minas. Ellos venían a esclavizar, a someter al
otro a su servicio, a elevar su posición y su linaje. El inglés venía a poseer
una propiedad, a trabajar tierras, a comerciar y en lo posible a hacerse rico,
y además a liberarse de la opresión religiosa. Como dice Max Weber, el
capitalismo no es sólo un modo de producción, es una mentalidad diferente a la
mentalidad medieval. Pero la explotación esclavista existió con los africanos y
en el siglo xix, lo yanquis aniquilaron físicamente a los pueblos originarios
del norte. Ni siquiera los explotaron, porque era una manera de liberar
territorios para los colonos europeos. Esta diferencia en la estrategia
colonialista produjo diferentes sociedades.
Ya desde el
siglo xvi, los mapas europeos consideran la América española, incluyendo la
Nueva España, Perú y una buena parte del continente. Pero en la realidad
quedaban grandes extensiones que los españoles nunca pudieron conquistar y que
estuvieron pobladas durante mucho tiempo por pueblos originarios libres. No
eran pues dominios españoles, sino indígenas.
-“El que tiene
el control del pasado tiene el control del futuro”, reza la cita de George
Orwell en uno de tus epígrafes. ¿Funcionó así con los españoles del siglo xvi?
-Todos los
hombres viven simultáneamente tres momentos. El pasado, que constituye su
formación por el lado de padres y abuelos, el pueblo y el territorio donde se
ha nacido y ha crecido, la experiencia de los ancestros, que puede vivirse de
manera inconsciente. El presente, que es la acción, y el futuro que es
imaginario totalmente. Todos esos momentos, aunque distintos entre sí, dependen
uno del otro y son indisolubles. La historia es un campo de batalla sembrado de
muertos y de héroes ficticios. Hoy en día Cortés y Cuauhtémoc siguen
combatiendo en la cabeza de cada persona que se pregunta de dónde viene,
quiénes son sus padres, quiénes los hicieron. El que maneja las respuestas a
esas interrogantes posee más de un tercio de cada individuo.
-¿Qué ofrece de
nuevo tu investigación que la diferencie de otras obras sobre el tema?
-Podemos citar
tres o cuatro cosas, entre ellas el hecho de que la conquista de la América
Septentrional, lo que se llamó la Nueva España, fue un asunto de importancia
universal, impulsó el capitalismo temprano y produjo un desastre demográfico.
Segundo, los 120 mil guerreros que participaron en la toma de Tenochtitlan no
fueron en su mayoría europeos, sino amerindios. Los españoles representaban un
porcentaje ínfimo, pero decisivo. Puede decirse que la Conquista fue también
una guerra entre dominadores aztecas y pueblos sometidos en su imperio, y fue
de una enorme ferocidad.
La historia no
se puede cortar como si fueran rebanadas de pan, es un proceso continuo. No se
puede reducir la Conquista de México a la caída del imperio azteca, pues debe
considerarse todo el territorio que fue más tarde México; dicha conquista
enfrentó varias formas de resistencia más o menos duraderas y exitosas, sobre
todo en el norte y el sur, sureste. Así fue la de los mayas en Yucatán y
Chiapas y las diversas etnias de los llamados genéricamente chichimecas. La
conversión de los indígenas pretendió borrar el pasado religioso de los pueblos
originarios y, consecuentemente, apropiarse de su conciencia, de su memoria, de
sus valores, de su relación con la tierra, de su dignidad; una conquista de las
mentes. En 1994 los indígenas de Chiapas se rebelaron contra el Estado
mexicano. Ese episodio significa que la Conquista no es totalmente parte del
pasado, hay representantes de los pueblos originarios que aún no aceptan la
realidad impuesta, que se resisten a perder su identidad y su memoria.
Quizás el
asesinato de las culturas amerindias sea tan doloroso como el asesinato físico.
Un asesinato perpetrado por sujetos que en lo individual pueden ser
considerados santos, pero que impusieron un sistema de pensamiento brutalmente
intolerante hacia otras maneras de concebir la realidad. Una lamentable
consecuencia central de la Conquista fue la aniquilación de culturas, la
destrucción de memorias.
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