La guerra en
Ucrania ha puesto en evidencia a la OTAN: la tecnología rusa –como la china– en
materia armamentística ha resultado ser más avanzada que la estadounidense. La
política de Trump puede entenderse en parte desde esa perspectiva.
Silicon Valley y la guerra
EL VIEJO TOPO / 30 marzo, 2025
TRUMP 2.0: LA
OLIGARQUÍA TECNOLÓGICA COMO PUNTA DE LANZA
Por Bappa Sinha
Trump 2.0 ha
tenido un comienzo tumultuoso. Si bien Trump siempre ha sido errático y casi
deliberadamente impredecible, el alcance y la magnitud de los cambios que se
están introduciendo en esta administración son cualitativamente diferentes. Se
está haciendo un ambicioso intento de reestructurar el Estado y el ejército de
los EE.UU., así como sus relaciones con el resto del mundo. Todos los días se
anuncian nuevos aranceles, incluso contra sus socios más cercanos como Canadá y
México, y luego se retiran, se toman decisiones controvertidas de política
exterior y se reestructura radicalmente el Gobierno estadounidense.
Aunque la
errática toma de decisiones de Trump se atribuye a menudo a su personalidad,
una estrategia más amplia parece sustentar estos movimientos: una parte de la
burguesía estadounidense ha llegado a la conclusión de que el dominio total de
los Estados Unidos con control sobre las instituciones mundiales, el comercio
internacional y las guerras interminables ya no es viable. En su lugar, están
presionando para reavivar la fuerza económica, tecnológica y militar en declive
de los Estados Unidos mientras se conforman con una guerra fría con China.
La oligarquía
tecnológica (los grandes monopolios tecnológicos y sus propietarios
multimillonarios) está al frente y en el centro de este ambicioso esfuerzo. Los
monopolios tecnológicos han llegado a desempeñar un papel cada vez más
importante en la economía estadounidense y ahora están empezando a hacer valer
su poder político. El quién es quién de la tecnología, incluidos Jeff Bezos,
Mark Zuckerberg, Sundar Pichai, Tim Cook y Elon Musk, ocuparon asientos de
primera fila en la toma de posesión de Trump, lo que demuestra su
importancia. Multimillonarios
de la tecnología como Elon Musk, Peter Thiel, David Sacks y Marc Andreessen son
personajes centrales en la administración Trump, asumiendo funciones clave y
puestos de asesoría.
Tanto con Trump
como con Biden, Washington trató de frenar el auge tecnológico de China
mediante sanciones estrictas, en particular en la fabricación de semiconductores.
La administración Biden aprobó la Ley CHIPS y Ciencia, que asigna 52.000
millones de dólares en incentivos para que la producción de semiconductores
vuelva a los EE.UU. Sin embargo, China ha hecho avances significativos en el
diseño y en la fabricación de chips, lo que socava el impacto previsto de estas
políticas. Los avances de China en la producción de teléfonos móviles de
Huawei con chips avanzados de 7 nm y DeepSeek,
un modelo de IA competitivo con los principales modelos estadounidenses, han
sido impactantes. Son “momentos
Sputnik” para la industria tecnológica estadounidense. Mientras
tanto, los esfuerzos para reubicar la producción de chips a nivel nacional han
sufrido reveses.
La
administración Trump parece ahora favorecer una política económica más
agresiva, utilizando aranceles y presión
corporativa para forzar a las empresas extranjeras – como TSMC
de Taiwán, el fabricante de chips más vanguardista del mundo – a establecer
fábricas dentro de las fronteras estadounidenses. La creencia subyacente es que
la coerción económica, en lugar de los subsidios, restaurará la fortaleza
manufacturera estadounidense. Junto con los aranceles, existe un profundo
compromiso con la desregulación, especialmente en lo que respecta a la
seguridad de la IA y las preocupaciones medioambientales. Se cree que los
espectaculares avances en IA, respaldados por inversiones masivas en hardware
para centros de datos, energía barata y la paralización de las capacidades
tecnológicas de China mediante sanciones, permitirán a los EE.UU. ampliar su
ventaja tecnológica y mantener su posición de liderazgo económico.
La guerra de
Ucrania también ha reconfigurado la estrategia militar de los EE.UU. Las
expectativas iniciales de que Rusia colapsaría bajo las sanciones occidentales
han resultado infundadas, y Moscú ha demostrado ser más resistente tanto
económica como militarmente. Además, Rusia y China han demostrado una
tecnología militar superior en áreas como misiles hipersónicos, sistemas de
defensa aérea altamente sofisticados, aviones de combate de sexta generación y
guerra autónoma con drones. La demostración rusa del misil
Oreshnik más avanzado, que se estima que es capaz de alcanzar
una velocidad de Mach 10 o 12.348 km/h, y la demostración china de sus aviones de
combate furtivos J36 de sexta generación actuaron como otro
conjunto de “momentos Sputnik” para los EE. UU. en el ámbito militar. Incluso
los rebeldes hutíes yemeníes han logrado interrumpir el transporte marítimo en
el Mar Rojo a pesar de la presencia de las fuerzas navales estadounidenses.
La guerra de
Ucrania ha demostrado que la dependencia del ejército estadounidense de
costosas “piezas claves”, como portaaviones, submarinos nucleares, bombarderos
B-52, tanques Abrams y sistemas de misiles antiaéreos Patriot, ha sido en gran
medida ineficaz. La guerra moderna ha evolucionado para utilizar enjambres de
drones baratos que pueden abrumar a armas que son, en general, muchísimo más
caras. Los sistemas de nueva generación han demostrado ser mucho más eficaces.
Los sistemas Starlink de Elon Musk han mantenido en funcionamiento las
comunicaciones de mando y control del ejército ucraniano, a pesar de que gran
parte del sistema de telecomunicaciones terrestres fue destruido por los rusos.
La empresa Palantir, de Peter Thiel, ha desempeñado un papel fundamental en los
esfuerzos bélicos de Ucrania. El software
de Palantir, que utiliza inteligencia artificial para analizar
imágenes de satélite, datos de código abierto, imágenes de drones e informes
desde tierra para presentar opciones militares a los comandantes, es responsable
de la mayoría de los ataques con armas, incluidos misiles de artillería y
antitanques, por parte de Ucrania.
Un elemento
clave de la estrategia de Trump consiste en aprovechar la experiencia de
Silicon Valley, con destacados multimillonarios tecnológicos como Elon Musk y
Peter Thiel y sus empresas, que desempeñan un papel directo en el desarrollo
de armas
futuristas basadas en la inteligencia artificial y ejércitos de
drones. Se prevé que estos serán fundamentales en las futuras guerras
estadounidenses.
A nivel
nacional, Trump ha lanzado un ataque total contra la burocracia federal. Se
está intentando eliminar departamentos clave, incluido el Departamento de
Educación. Elon Musk ha recibido el encargo de dirigir el Departamento de
Eficiencia Gubernamental (DOGE, por su siglas en inglés), que ya ha aplicado
recortes profundos en varias agencias. Esto está impulsado por la ideología
libertaria de los aliados de Trump en la industria tecnológica, que abogan por
una mínima intervención del Gobierno en los asuntos económicos.
Un fondo
soberano de criptomonedas de reciente creación subraya aún más
la tendencia libertaria de la administración en lo que respecta a las políticas
económicas nacionales. Varios multimillonarios del círculo de Trump, como Peter
Thiel, Elon Musk, David Sacks y Marc Andreessen, que poseen importantes
inversiones en criptomonedas, se beneficiarán de ello.
El objetivo
general del segundo mandato de Trump parece ser un intento rápido y radical de
reavivar la fuerza de los EE. UU. frente a los crecientes desafíos económicos y
militares. El enfoque de la administración sugiere una transición de un orden
mundial unipolar a una nueva Guerra Fría, con China como principal rival. Las
iniciativas de paz con Rusia también pueden estar motivadas por un esfuerzo
para alejar a Rusia de su relación de “amistad sin límites” con el gigante
asiático.
Sin embargo,
las políticas de Trump están plagadas de contradicciones y puntos ciegos
ideológicos. Sin construir primero la capacidad industrial y los conocimientos
técnicos necesarios para dirigir una industria moderna, vaciada por décadas de
subcontratación, el uso agresivo de aranceles con la esperanza de recuperar la
autosuficiencia económica puede ser contraproducente. También puede alejar a
sus aliados, debilitando la posición de los Estados Unidos en el escenario
mundial. En última instancia, el segundo mandato de Trump representa un
experimento radical y altamente impredecible para remodelar el poder de los
EE.UU., uno que conlleva riesgos profundos y un futuro incierto para el imperio
estadounidense.
Fuente: Globetrotter