Cuando a los derechos humanos se les llama "adoctrinamiento"
08.O2.2020
“Si
abres la lata verás lo que hay realmente: el fascio, la purulencia del
capitalismo, porquería compuesta de razones estratégicas, lo atado y
bien atado, el fondo, el más allá, el extremo de la desvalorización
humana. En el Estado Español empieza por la negación de la dictadura
franquista y la negación de la memoria histórica democrática, segunda
potencia mundial en personas desaparecidas por la violencia fascista,
detrás de Camboya, lo acompañan con la negación de los derechos humanos y
continúan por la negación del derecho internacional”
(Ramón Pedregal Casanova)
“Hemos
de sentar las bases para educar y educarnos en una ética cívica y laica
contra la barbarie. Para pasar de hacer campañas de lucha contra la
pobreza, a campañas de lucha contra la riqueza. Para pasar de “gestionar
contingentes” de inmigrantes, a una política de fronteras abiertas para
las personas y no únicamente para las mercancías. Para deconstruir el
lenguaje neoliberal del egoísmo insolidario. Educarnos en una ética
cívica y laica de la solidaridad en definitiva, que deje de proclamar
los derechos humanos y los ponga en práctica de forma radical y clara”
(Enrique Javier Díez Gutiérrez)
Debido
a la creciente permisividad hacia la ultraderecha y el neofascismo en
nuestro país, estamos pisando un terreno cada vez más pantanoso. Hace
pocos días, durante el inicio “solemne” de la legislatura por parte del
Rey, daba mucha risa escuchar a Santiago Abascal diciendo que eran los
partidos que no reconocían al Rey los que deberían estar fuera del
Parlamento, cuando quienes de verdad tenían que estar fuera del
Parlamento son los esperpentos de VOX, formación política que debería
estar ilegalizada si viviéramos en una auténtica democracia. Y otra
discusión falsa que causa sonrojo es el reciente debate en la Asamblea
de Madrid entre la Presidenta Díaz Ayuso y la representante de VOX,
Rocío Monasterio: mientras ésta le indicaba que el PP tenía complicidad
con la izquierda en relación al mal llamado “Pin parental”, aquélla le
respondía que le dijera casos de profesores concretos que estuvieran
“adoctrinando” a sus hijos en las escuelas madrileñas, para así poder
intervenir y “actuar contra ellos”. Como decimos, un debate absurdo,
porque es falso. Y es falso porque en el fondo las dos están de acuerdo
en que no se puede, según ellas, “adoctrinar” en las escuelas y esto
ocurre, según PP y VOX (y en menor medida C’s), cuando nuestros docentes
les hablan a nuestros escolares sobre derechos humanos.
Las
formaciones políticas de la derecha española son las que siempre se han
rasgado las vestiduras cuando se ha intentado desligar la enseñanza de
la religión del currículo escolar y lo han vuelto a incluir (véase la
LOMCE, el último precedente) cada vez que han podido. Pero eso, según
estas formaciones políticas, no es adoctrinar. En cambio si a nuestros
alumnos se les habla en clase de educación sexual, de valores cívicos y
democráticos, de derechos humanos, de igualdad y tolerancia, de opciones
sexuales, de machismo y feminismo, del derecho de asilo, de la memoria
histórica, de derechos económicos, sociales, culturales, ambientales,
colectivos, etc., entonces sí están “adoctrinando” a nuestros hijos e
hijas. En cambio, el “Misterio de la Santísima Trinidad” o el relato del
descubrimiento de América, junto con charlas a favor de la
ilegalización del aborto, por ejemplo, no serían considerados para estos
grupos “adoctrinamiento”. Estamos llegando, como vemos, a una situación
extremadamente grotesca e indeseable. Y lo peor de todo es que este
debate se normaliza y llega bajo una capa de legitimidad al debate
popular. Y entonces nos podemos encontrar a personas debatiendo de estas
cosas en el metro, por la calle, en un bar, en la tienda, en el autobús
o en las redes sociales. La razón última de todo ello es que aún no nos
hemos creído del todo la Declaración Universal de los Derechos Humanos
de 1948, por citar el referente oficial más reciente.
Porque
creerse de verdad aquella declaración implica, de forma automática, que
todas las opciones políticas que la cuestionen deben quedar fuera del
debate público, es decir, ilegalizadas. Amparándose en la democracia y
en la libertad de expresión, no podemos tolerarlo todo. Por ejemplo, no
podemos ser racistas. Si una formación política defiende abiertamente el
racismo y la xenofobia, lisa y llanamente no puede pertenecer al debate
público. No está legitimada para expresar sus opiniones, porque sus
opiniones no respetan el marco de los derechos humanos que la comunidad
internacional se impuso a partir de un determinado momento histórico.
Pero como decimos, cuando esto no ocurre, corremos el peligro de
normalizar debates, opiniones y opciones políticas que no respeten este
marco, y vuelvan a lanzar ciertos debates públicos que ya deberían haber
sido erradicados. Otro ejemplo: no se puede hacer apología del
fascismo. Por tanto, si alguien exalta el franquismo, debería ser
detenido inmediatamente como delincuente. Pero estamos acostumbrados,
porque lo hemos normalizado (porque a su vez nuestros gobernantes lo han
permitido), a que se exalte el franquismo (incluso el nazismo) por
parte de determinadas personas o grupos políticos y aquí no pasa nada.
Incluso hay medios de comunicación que están encantados de
proporcionarles un altavoz para que puedan pronunciarse con total
claridad. La exhumación del dictador del Valle de los Caídos fue un
claro ejemplo de ello.
El objetivo está muy claro: ya que no
pueden alterar el contenido de los libros de texto tal como a ellos les
gustaría (casi volviendo al nacionalcatolicismo), así como purgar (como
se hizo durante la dictadura) a todos los docentes que planteasen
criterios diferentes a los establecidos por la cultura del odio, lo que
intentan es que unos padres racistas puedan educar a sus hijos en el
racismo, que unos padres homófobos puedan educar a sus hijos en la
homofobia o que unos padres machistas puedan educar a sus hijos en el
machismo. Y aunque lo han planteado poniendo como ejemplos estos temas,
en la práctica el “Pin parental” llegaría a mucho más, estableciendo una
censura educativa cada vez que, por ejemplo, la escuela pública
intentara criticar a las grandes empresas transnacionales, denunciara
las tremendas desigualdades sociales o intentara educar a los
estudiantes en una visión crítica sobre el sistema económico dominante.
En realidad, el “Pin parental” lo que intenta es prohibir que nuestros
escolares sean formados bajo cualquier actitud, precepto o teoría
crítica sobre el mundo que sus padres entienden. Precisamente por ello
atenta contra los derechos humanos fundamentales.
Mientras no
alcancemos el estatus de una sociedad verdaderamente democrática y
asumamos el pleno respeto a los derechos humanos en su totalidad,
continuaremos permitiendo opiniones y debates extremadamente peligrosos
que ponen en riesgo (porque anulamos las garantías de no repetición)
nuestro sistema democrático, abriendo la puerta a derivas e involuciones
retrógradas y aberrantes. El “Pin parental” ha sido la última muestra:
como les aterra que nuestros escolares sean formados en dichos valores
de igualdad, multiculturalidad, respeto y tolerancia, resulta que han
diseñado un mecanismo que permite una vergonzosa injerencia de los
padres y madres para interceptar dichos contenidos e impedir la
asistencia de sus hijos a dichas actividades, jornadas, charlas,
asignaturas, ciclos, mesas redondas, conferencias, etc. Y amparándose
bajo la falsa denominación de “adoctrinamiento”, pretenden impedir que
las nuevas generaciones abran sus mentes a dichos valores. Estos grupos
políticos pretenden impedir que la escuela pública enseñe a los
estudiantes que tenemos derecho a exigir unas condiciones de vida
dignas, que tenemos derecho a vivir en paz, a no ser discriminados por
ningún motivo o a expresar sin temor nuestra opción sexual o nuestra
preferencia religiosa. Pero tampoco quieren que se cuenten a nuestros
alumnos las maldades del capitalismo, ni por qué vienen tantos
inmigrantes a nuestras costas, ni quiénes son los responsables de la
destrucción de nuestro planeta. Son los mismos, por supuesto, que
fomentan una educación clasista, elitista, sexista, segregacionista,
religiosa (católica), y que para que todo ello tenga cabida fomentan y
financian la educación privada y concertada, mientras reducen y marginan
la educación pública. Y es que el no creerse del todo los derechos
humanos nos lleva por senderos muy peligrosos.
(Blog “Actualidad Política y Cultural”, http://rafaelsilva.over-blog. es)
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