¿Por qué el Estado
capitalista oligárquico y apátrida, es el Estado capitalista de nuestro tiempo?
José Avilés
LA UNIÓN DEL PUEBLO
(Órgano oficial del Partido del Trabajo Unificado -PTU-)
Febrero 2o23- Edición 136- AÑO VI- Número 28. Gratuita
1). El marxista y el comunista debe considerarse un
científico social.
Si queremos transformar
la sociedad; el primer paso consiste en conocer el funcionamiento de aquello que
queremos transformar. Es necesario investigar su concatenación interna, su
corazón, sus tripas, su cerebro, su forma de re[1]producción,
su sistema nervioso, en fin, todo aquello que lo mantiene vivo; no basta con
que sepamos que el capitalismo explota, produce muertes, y desigualdades
sociales. Pero cuando analizamos el modo de producción capitalista, no
estudiamos una cosa fija, sino algo que estará continuamente renovándose, y auto-transformarse
para conservar su esencia explotadora, hasta que el mismo desarrollo de las
contradicciones de su esencia le impidan renovarse.
Ahora bien, el carácter
investigador y científico del marxismo se convierte en su contrario, cuando no
se percata de los cambios de rosto, de las trasmutaciones y disfraces con los
que se reviste el capitalismo sin que por ello se altere su esencia
explotadora, ni cambie su esencia. Y aun en el caso de haber diagnosticado
correctamente las particularidades del capitalismo en una época determinada,
siempre habrá una carga de error, incluso en el caso de que triunfara esa
alternativa revolucionaria marxista.
Mientras haya
explotación existirá gente que se alce contra la explotación. Es por eso, por
lo que si un comunista, un marxista, no llega a ver la revolución para la que
trabaja, su aportación nunca será inútil; por muy modesta que sea. Una
militancia comunista no solo está empujando la rueda de la historia, esta
también aportando éxitos, fracasos, y errores que siempre sirven de enseñanza
para generaciones futuras. ¿Cómo se hubiera podido desarrollar la ciencia
actual, si no hubiera estado precedida de millones de investigaciones
anteriores con resultados parciales, o sin aparentes resultados de éxito
inmediato?
2). LAS TRIPAS, EL CORAZÓN, Y EL SISTEMA NERVIOSO DEL
CAPITALISMO.
Marx analiza
minuciosamente el modo de producción capitalista en El Capital. Pero Marx estudia
el capitalismo que tenía delante, o mejor, el tipo de capitalismo que estaba en
ascenso en su época. Y al decir que estaba en ascenso en su época, haremos un
paréntesis y aprovecharemos para aclarar dos conceptos de uso común en la
terminología marxista, como son: modo de producción y formación social.[1]
Cuando decimos modo de
producción nos referimos a una forma concreta de producción que condiciona la
distribución y el consumo. Por ejemplo, el modo de producción capitalista se
caracteriza por la apropiación de trabajo ajeno basado en la extracción de
plusvalía al trabajador asalariado; el modo de producción feudal porque el señor
feudal se apropia de una parte de la cosecha conseguida con el esfuerzo, el
trabajo, y el sudor del siervo; y el modo de producción esclavista por la
explotación del trabajo del esclavo desprovisto de derechos como ser humano.
Sin embargo, históricamente lo normal es que los tres modos de producción,
hayan coexistido en el tiempo. Durante el esclavismo existió trabajo asalariado
de trabajadores libres, y durante el feudalismo siempre se dio la esclavitud,
además de que un capitalismo de cierta importancia se desarrolló en su seno De
la misma forma, en plena época capitalista la esclavitud completa, no fue
abolida legalmente hasta casi final del siglo XIX, y es posible que aún exista.
Entonces, cuando nos
referimos a estas coexistencias entre varios modos de producción las llamamos
formaciones sociales. Pero en esos casos, solo un modo de producción es hegemónico,
y el resto son dominados. El estudio de las formaciones sociales permite
identificar las clases sociales existentes en una realidad concreta y ver
cuáles son potencialmente aliadas de la clase obrera, o potencialmente neutralizables.
Sin embargo, en El
Capital Marx no analiza principalmente la formación social de su tiempo, sino
el modo de producción capitalista en estado puro; no porque ignorara la
existencia real del resto, sino porque el capitalismo era el modo de producción
dominante, y en ascenso. Para ello se vio obligado a aislarlo analíticamente de
otros modos de producción anteriores con los que coexistía. Por ejemplo, las
plantaciones de algodón norteamericanas utilizaron el trabajo esclavo pero
dependían del mercado capitalista textil del Reino Unido, y otros países. El
gran suministro de trigo a los países capitalistas dependía de formas de explotación
feudales en Rusia, Ucrania, Hungría etc. En definitiva el modo de producción
capitalista ya era hegemónico en el siglo XIX, aun[1]que
en muchos países europeos todavía predominara el feudalismo.
Por tanto Marx se obligó
a hacer una abstracción para estudiar el modo de producción capitalista en
estado puro. Y es que en el capitalismo en estado puro, es donde se puede
visualizar la ley del valor sin interferencias de otros modos de producción
anteriores. Y al hablar del valor, nos referimos al funcionamiento de la ley de
la oferta y la demanda que se concreta de en unos precios, balanceados en torno al
valor.
3). LA BOLSA COMUN DE BENEFICIOS DEL CAPITAL.
Si sumamos todas las
plusvalías extraídas a los trabajadores en todas las empresas la cantidad
resultante será igual a la suma de todos los beneficios del capital, llegándose
a lo que llamábamos bolsa común de beneficios del capital. Decíamos también,
que a esa bolsa, unas empresas contribuían con más plusvalía extraída a sus
trabajadores y otras con menos. Pero esa bolsa común no se reparte en función
de lo que cada capitalista ha extraído directamente de sus propios
trabajadores, sino gracias a la existencia de una cuota media de beneficios por
el capital invertido (desembolsado). Un capitalista, piensa que si se ha
desprendido de una cantidad de dinero, eso debe darle un beneficio. Para él le
es indiferente que provenga de la explotación de sus trabajadores, o que se
deba a una situación favorable en el mercado. En consecuencia, los capitales se
desplazan de donde se consiguen menos porcentaje de beneficios por el capital
invertido, hacia donde se consiguen beneficios más altos. De esta forma se dan
diferentes cuotas de beneficios para un mismo capital invertidos. Pero todos
ellos pivotan sobre una cuota media de beneficios por el capital invertido. Por
ejemplo, supongamos una empresa que paga salarios muy bajos con largas
jornadas, pero para suministrarse de materias primas depende de otra empresa
que no tiene competencia y que le fija precios muy altos de las materias
primas. Entonces, lo que hace es extraer plusvalía a sus propios trabajadores
para entregar una parte a la empresa proveedora de materias primas. Pero si el
porcentaje de beneficios por el capital in[1]vertido
de la empresa que súper explota a sus trabajadores todavía sigue aproximándose
a los márgenes medios por el capital invertido, se considerará una cuota de
beneficios normal. Por el contrario, si por mucho que explote a sus
trabajadores su porcentaje de beneficios es extremadamente bajo, ese capital
buscará otro campo de inversión para conseguir una cuota de beneficios que, más
o menos, se aproxime a la media, o la supere. Es por eso por lo que la bolsa
común de beneficios del capital se reparte en función de una cuota de
beneficios media, no de lo que cada capitalista haya extraído di[1]rectamente
a sus trabajadores. La fórmula que visualiza la cuota de beneficios por el
capital invertido, se calcula dividiendo los beneficios, por el capital invertido,
y si lo queremos expresar porcentualmente, multiplicándolo por 100. [1]
La formula de beneficios
de cada capital particular es esta:
Beneficios particulares
x 100 / Capital total invertido (capital fijo, materias primas, y otros gastos
auxiliares, y salarios). Pero la cuota de beneficios media por los capi[1]tales
invertidos en un país o área económica se puede expresar así:
Plusvalía total extraída
a los trabajadores en un área económica o país x100 / Capital invertido en área
económica o país (capital fijo, materias primas, gastos auxiliares, y salarios).
4).El capitalismo en su fase imperialista.
Fue Lenin, quien
proporcionó la visión más conocida y ajustada del nuevo capitalismo que se
había desarrollado desde los años finales del siglo XIX. En su obra “El
imperialismo fase superior del capitalismo” Lenin explicó, que la tendencia a
la concentración, que se encuentra inherente en el capitalismo, generalizó la
forma de sociedad anónima para la gran producción; en abierto enfrentamiento
con el limita[1]do
capital de la empresa capitalista individual. Es aquí, en la posesión de
acciones, donde se desarrolló el control• del capital financiero sobre el
industrial. Lenin explico, que los lazos entre la industria y las finanzas son
cada vez más estrechos. Así, decía Lenin, que los capitalistas individuales al
frente de sus empresas se habían transformado en ‘’cortadores de cupón, en
especuladores de bolsa, en rentistas, en definitiva en una casta parasitaria”.
El beneficio se deriva ahora, de la rentabilidad de las empresas –cuya
propiedad está repartida en millones de acciones entre los grandes capitales, y
especulación bursátil; sin siquiera ocupar el lugar de dirección tradicional,
del que se encargan ahora a los managers –gestocracia ara nosotros- Separando
así la propiedad de la empresa, del control sobre la misma. En la época
colonialista-imperialista -que Lenin analiza- “Los grupos de capitalismo mono[1]polista
–cartels, sindicatos trusts-, dividen primero todo el mercado interior de un
país, e imponen su control más o menos completo sobre la industria de ese país.
Pero bajo el capitalismo el mercado nacional está necesaria[1]mente
vinculado al mercado exterior; y el capitalismo creo ya tiempo un mercado
mundial, y conforme la exportación de capital crece y las relaciones
extranjeras y coloniales y las esferas de influencia de los grandes grupos
monopolistas se expanden, las cosas gravitan natural[1]mente
hacia un acuerdo internacional entre esos grupos, y hacia la formación de
cartels internacionales……” El choque de intereses entre diferentes grupos por
el reparto del Mundo provocó la I Guerra Mundial. La concentración de capitales
ha continuado durante todo el siglo XX, e incluso cuando la mayoría de colonias
consiguieron la independencia política nominal, la dependencia económica ha
persistido. Este sometimiento de los países atrasados a los capitalistas
desarrollados ha sido paralelo y complementario al crecimiento de los grandes
capitales y consolidación de las hoy llamadas multinacionales. Gracias a la
interconexión mediante acciones, las multinacionales han perdido el carácter
casi nacional que tuvieron en los tiempos de Lenin y que provocó las dos
guerras mundiales del siglo XX. Ahora predomina un capitalismo entrelazado, de
carácter apátrida, aunque el liderazgo militar lo siga desempeñando EEUU, que
ejerce de gendarme mundial para garantizar beneficios a ese capital apátrida.
Las multinacionales en
la actualidad, más que empresas productivas en el sentido clásico, son
plataformas para la inversión de capitales privados. ¿Cómo queda la cuota de
beneficios por el capital invertido en el nuevo capitalismo apátrida?
Es evidente que la
existencia de esas grandes empresas permite controlar los mercados, arrinconar
a la ley de oferta y demanda, socavar el llamado “mercado libre”, y casi
eliminar la “libre competencia”. Hay un debate sobre el peso de las
multinacionales en la economía mundial; distintos estudios afirman que en
Europa y España sobrepasa el 40%. En cualquier caso, son porcentajes
importantes en los que cabe contar no solo su producción directa, sino la gran
cantidad de empresas de todos los tipos y tamaños que giran en torno a su
órbita. De esta forma, el cálculo de la cuota de beneficios por el capital
invertido toma una forma muy diferente del analizado por Marx en un capitalismo
en estado puro, y sometido al mercado y la ley de oferta y demanda.
Para empezar diremos,
que Marx, consideraba que las empresas monopolistas por acciones, Añadiremos,
para complicar las cosas, que en la actualidad esa bolsa común de beneficios
del capital, que se repartía desigualmente, ya no es igual a la suma de todas
las plusvalías extraídas a los trabajadores, sino que tiene dos componentes.
Por una parte la plusvalía sacada a los trabajadores, y por otra parte, una
aportación directa que la sociedad consumidora hace a esa bolsa común de
beneficios del capital gracias a que muchos precios ya no están regulados por
la ley de oferta y demanda, sino que son emanaciones de despacho para mantener
una cuota de beneficios aceptable. Eso solamente es posible si se controla el
mercado ya sea manteniendo el monopolio, u oligopolio sobre un producto, o
fidelizando al consumidor a una marca (esa es la función del marketing). En
esos casos el único contrapeso que tienen los precios fijados por las grandes
empresas es la capacidad adquisitiva del consumidor, ya no es la competencia
entre empresas. La sociedad es saqueada directamente para mantener los beneficios
empresariales. Y sin embargo esto no hace que se incremente el valor social
producido, pues esa aportación directa de la sociedad consumidora a la bolsa
común de beneficios del capital, es equivalente a una reducción salarial,
cuando se trata de necesidades básicas como electricidad, carburantes,
determinados alimentos, y productos que entran en la composición de la fuerza
de trabajo.
Pero cuando hablamos
solo del control de pre[1]cios
sobre materias primas, estamos hablando de repartos desiguales de la plusvalía
extraída entre capitales diferentes (sean grandes o pequeños). Eso ni
engrandece, ni reduce la bolsa común de beneficios del capital; aunque es
cierto que hay empresas que manipulan los precios del mercado perjudicando a
otras. A veces es difícil separar lo que es un sobrecoste que soporta la
sociedad consumidora y que re[1]fuerza
la bolsa común de beneficios del capital, de lo que simplemente es una
distribución des[1]igual
de beneficios empresariales que no altera la bolsa común de beneficios
empresariales.
or otra parte, el
capital ficticio se ha convertido en instrumento para medir “el valor” de las
grandes empresas por acciones. Expliquemos esto con un ejemplo; esta vez sacado
del mismo informe de Telefónica a sus accionistas: “Al 31 de diciembre de 2014,
el capital social de Telefónica, S.A. está cifrado en 4.657.204.330 euros y se
encuentra dividido en 4.657.204.330 acciones ordinarias de una única serie y de
1 euro de valor nominal cada una de ellas, Íntegramente desembolsadas,
representadas por anotaciones en cuenta, que cotizan en el Mercado Continuo
español (Dentro del selectivo Índice “Ibex 35”) y en las cuatro Bolsas españolas
(Madrid, Barcelona, Valencia y Bilbao), así como en las Bolsas de Londres y
Buenos Aires, y en las de Nueva York y Lima, en estos dos últimos casos, a
través de ADSs, American Depositary Shares.” De las cuentas anuales e informe
de Gestión correspondientes al ejercicio 2014 de TELEFONICA SA. Es decir,
oficialmente el capital invertido en Telefónica son 4.657 millones de euros,
por las que se emite el mismo número de acciones al valor nominal de 1 euro cada
una de ellas. Pero como Telefónica ofrece una seguridad en la inversión, la
cotización en las bolsas de valores por cada acción de Telefónica suele oscilar
entre 10 y 14 euros. O sea, que el dueño de 1.000 acciones de Telefónica no es
propietario de un capital invertido de 1.000 euros sino de entre 10.000, y
14.000. A eso Marx lo llamaba capital ficticio. Capital ficticio que puede
servir perfectamente para cambiarlo por un producto real como por ejemplo un
automóvil. Resulta que el capital ficticio se enfrenta a los productos reales
en las mismas condiciones que el dinero emanado del trabajo productivo.
¿El que aumente el
capital ficticio, o que unas cuantas empresas manipulen los precios hace que
aumente la riqueza-valor real socialmente producida? En absoluto, lo que ocurre
es que, sin producir nada, algunos capitales participan en el valor real
acumulado en la bolsa común de beneficios del capital, que se forma a partir de
la plusvalía extraída a los trabajadores en la producción de productos reales y
al gravamen que se aplica a los productos de consumo social.
La economía capitalista
–como decía Marx[1]sigue
empeñada en ver la apariencia de las cosas, y dan el nombre de “riqueza”, tanto
al valor de las mercancías creadas con el trabajo, como al dinero que es un
medio de circulación y acceso a productos reales, o sea, de acceso al valor. La
bolsa común de beneficios del capi[1]tal
solo puede crecer a partir de la apropiación de trabajo ajeno (en sus dos
formas), no puede crecer si unas empresas ganan mucho a costa de que otras
ganen poco, ni por el hecho de la existencia de capital ficticio, ni mucho
menos porque el control del mercado y la manipulación de precios perjudique a
los beneficios empresariales de empresas. En estas condiciones, es evidente que
conseguir una cuota de beneficios por el capital invertido se altera notablemente,
porque aunque -como demuestra Marx- el valor no crece solo, los beneficios tienen
ahora dos fuentes de origen, pero ambas siguen siendo apropiación de trabajo
ajeno (y por tanto de valor ajeno), de una forma parecida a lo que era la venta
de indulgencias para conseguir el perdón de los pecados, o la reventa a precios
exagerados de entradas agotadas para un partido de futbol.
Además ¿Quién sabe cuál
es realmente el capi[1]tal
real invertido en una multinacional, cuan[1]do
una parte muy importante de su “capital” declarado está compuesto por capital
ficticio en forma acciones y expectativas de beneficios futuros a los que se
les pone precio, como ocurre por ejemplo, con los derechos a comprar o vender
una cosecha que todavía no se ha producido?. Por eso nosotros decimos que las
multinacionales no son empresas capitalistas en sentido clásico, sino
plataformas al servicio de la inversión de capitales privados e individuales
para apropiarse de trabajo ajeno, y por tanto del valor producido con el
trabajo de otros.
En síntesis, la cuota de
beneficios media sobre la que se balancean los capitales invertidos sigue
existiendo y se extiende ahora a los capi[1]tales
monopolistas). No solo porque ocupen una parte quizás mayoritaria de la
producción de un país capitalista, sino sobre todo, porque las grandes empresas
no son ya empresas en el sentido clásico que analizó Marx, sino que son
plataformas colectivas creadas para la inversión de capitales privados. En esas
condiciones la cuota media por el capi[1]tal
invertido es el resultado de la interacción de tres tipos de mercados: 1) el
mercado clásico estudiado por Marx, y que afecta sobre todo a pequeñas y
medianas empresas; 2) El mercado de las grandes empresas que ejercen una
posición dominante, pero que producen bienes y servicios reales, aunque a
precios que total o parcialmente eluden la competencia; 3) El mercado de
valorizaciones (o conversión en mercancías de las expectativas de beneficios
futuros), y acciones que se expresan en las bolsas. A este mercado las nuevas
tecnologías prestan un servicio extraordinario al facilitar la compra y venta
por el mundo de todo tipo de derechos (expectativas de beneficios futuros,
acciones, bonos de los Estados, hipotecas etc.).
En su conjunto esos tres
tipos de mercados se influencian mutuamente y participan en la bolsa común de
beneficios del capital, cuyo importe sigue siendo igual al importe del trabajo
ajeno apropiado, aunque por diversidad de vías. Hay estudios más detallados y
pormenorizados de esos tres mercados, a los que aquí, por motivos de espacio,
no podemos prestarles atención.
5) ¿Qué importancia
tiene todo eso para acabar con el capitalismo? Nunca está de más tener siempre
presente que en una economía cuyo sector motriz es la producción de medios de
consumo de masas, si la gente tuviera la capacidad de compra suficiente para
absorber toda la producción, no habría crisis económicas, pero también
desaparece[1]ría
el beneficio empresarial, la apropiación de trabajo ajeno, y por tanto el
capitalismo.
Pero más allá de eso, la
importancia de analizar las transformaciones que se van operando en el
capitalismo –y quien sostenga que nada cambia, no ha entendido ni la dialéctica
marxista, ni el ABC del marxismo-, tiene una importancia fundamental para
conocer las contradicciones in[1]ternas
y el funcionamiento del enemigo de clase al que nos enfrentamos. Funcionamiento
que, por otra par[1]te,
tiene influencia directa en nuestras condiciones de vida directas.
Pero todo ello la
primera conclusión que se saca es que, por lo menos en los países capitalistas
desarrollados, la clase social que controla el aparato del Estado ya no es una
clase nacional burguesa que sobre la base de la explotación de su propia clase
obrera se proyectaba en el merca[1]do
mundial muchas veces en forma imperialista. Ahora se ha consolidado un
capitalismo apátrida entrelazado por bloques, véase la composición del
accionariado de Telefónica, (que por cierto, se ha unido al 50% con Lyberty
Global, propietaria de la red de banda ancha más rápida del Reino Unido, y la
mayor línea móvil de ese país).
En países de segundo
orden, especialmente en Latinoamérica todavía existe una burguesía y pequeña
burguesía nacional que sufre la bota del imperialismo y el capitalismo
apátrida, ya que gran parte de sus burguesías no participan en las industrias
estratégicas que están en manos de EEUU, y en menor medida de empresas
españolas. Es por ello que en ocasiones se alzan contra el imperialismo, aunque
solo con un programa patriótico de tipo keynesiano que procura no ahuyentar el
incentivo para invertir en la extracción de plusvalía. En definitiva no
pretenden acabar con el capitalismo, aunque lo llamen “socialismo del siglo
XXI”. Pero en los países desarrollados de Europa y Japón ni la burguesía ni las
pequeñas burguesías tradicionales pueden edificar ya un Estado, simplemente
porque las industrias y servicios estratégicos que componen cualitativamente la
mayor parte de la producción ya no están en sus manos, sino en la de
oligarquías capitalistas nacionales entrelazadas con capital foráneo (es lo que
llamamos capital apátrida) La mayor parte de la vieja burguesía no les queda
más remedio que colocarse bajo el paraguas protector de las oligarquías apátridas;
aunque tengan que pagar elevados cánones, por ejemplo por el suministro
eléctrico, o tengan que mendigar en los bancos..
La clase obrera en los
países capitalistas avanzados, con la lucha de los pueblos antiimperialistas
aunque en ocasiones, estos últimos, no tengan una dirección claramente
socialista. (Venezuela, antes Bolivia, Nicaragua, o la Argentina de los
Kirchner). Cualquier retroceso del imperialismo y del capital apátrida a nivel
mundial, contribuye a crear el marco general favorable para el avance del
socialismo en cada país -incluso si es capitalista avanzado-, y la evolución de
sus contradicciones internas permite que la cadena imperialista se debilite en
ese eslabón. Otras de las consecuencias políticas que se saca de la evolución
del capitalismo en los últimos decenios es que, ha variado la dirección y el
contenido de una vieja consigna de Unidad Popular que tradicionalmente han
mantenido los comunistas en países que no habían completado su revolución
burguesa. Antes, se pretendía agrupar a la clase obrera, con una mayoría
campesina, y un sector de las clases medias en vías de desaparición, y si acaso
a una parte de la burguesía media. Ahora, con un 80% de asalariados productivos
de bienes y ser[1]vicios,
un 4% de empleados en la agricultura y un 10% de trabajadores autónomos sin
asalariados, y cuya mayoría son trabajadores expulsados del mercado de trabajo debido
a la cada vez menor necesidad de trabajadores asalariados, hay que replantearse
los aliados potenciales de la clase obrera. Además, hay que considerar la
consolidación de una gestocracia que vive de la apropiación del trabajo ajeno,
pero adopta forma de salarios de escándalo, y tomar muy en serio los efectos
que tiene la explotación del consumo social, por las empresas estratégicas
sobre muchos sectores de la población. Por tanto la Unidad Popular en los
países capitalistas solamente puede tener ahora una dirección directamente socialista.
Al plantear una política anti-oligárquica, no solo se está reivindicando la
independencia frente a una potencia imperialista opresora, sobre todo se está
atacando directamente al capitalismo en su forma más avanzada, en su más alto
grado de perfeccionamiento que no solo es apátrida, es también a quien se ven
obligados a obedecer los Gobiernos (incluso de izquierda y keynesianos), y cuyo
papel ha quedado reducido a proporcionar el marco jurídico, legal, e ideológico
adecuado para el desarrollo de los beneficios de ese capital apátrida. No nos
extenderemos, más sobre la importancia que puede tener estudiar las entrañas
del capitalismo, no solo para trazar políticas de alianzas de clase, sino
también para la consolidación de una orientación socialista en caso de toma del
poder, y el proceso hacia la destrucción del viejo Estado de capitalismo oligárquico.
Pues ya se sabe, al ser humano se le ha dado la facultad de transformar el
mundo sobre la base de lo existente. Pero, si no conocemos lo existente no
podremos transformar nada..
*++
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