Vergüenza en el Congreso de
los Diputados
Por Ignacio
Escolar
Rebelion / España
05/02/2022
El plan del PP
era esconder que tenían en el bolsillo a dos diputados de otro partido para
reventar la reforma laboral, una treta que fracasó por un error humano que la
derecha intenta convertir en el secuestro de la democracia.
El contraste no
puede ser más evidente. Frente al mayor consenso en décadas en el diálogo
social, el Parlamento vivió este jueves una de sus jornadas más lamentables en
mucho tiempo. Un espectáculo vergonzoso que millones de trabajadores para los
que esta reforma laboral no es un jueguecito político de mezquinos intereses
harían bien en no olvidar.
Es difícil
encontrar posturas más contrapuestas en una negociación que las de la patronal
y los sindicatos. Aun así, ellos llegaron a un acuerdo. Un pacto que no ha
ocurrido en treinta años, pero que en el Congreso salió adelante casi de
milagro: por solo un voto, con dos diputados de Unión del Pueblo Navarro (UPN)
mintiendo a todo el mundo para intentar torpedear al Gobierno, por la
equivocación de otro diputado del PP en el voto telemático, con las mentiras de
la derecha, que habla de un “error informático” tan poco creíble como ese mal
alumno al que su perro le comió los deberes.
Repasemos los
hechos. El PSOE pactó con UPN dos de los muchos votos que necesitaba para sacar
adelante una reforma laboral que iba muy justa, por los motivos que ya expliqué ayer.
El acuerdo se cerró entre las direcciones de ambos partidos el día antes de la
votación, a última hora de la tarde del miércoles. Los dos diputados de UPN
–Sergio Sayas y Carlos García Adanero– aseguraron a todo el mundo que
“acatarían” la decisión que había tomado su partido, a pesar de no compartirla.
Este mismo
jueves, a media mañana, Sayas coincidió en los pasillos del Congreso con Héctor
Gómez, portavoz del PSOE, y con Edmundo Bal, portavoz de Ciudadanos. Y a ambos les transmitió lo mismo que ya
había dicho a todos los periodistas ese día, en público y en privado: que
votaría sí a la reforma laboral, que acataría la decisión marcada por la
dirección de su partido.
Era mentira. Y
una mentira envenenada. Porque todo el plan para reventar la reforma laboral y
abrir un enorme boquete al gobierno de coalición pasaba por mantener ese farol:
que nadie en la coalición supiera que los dos diputados de UPN realmente
votarían ‘no’ a la reforma.
Ese farol era
la clave en la jugada. Porque si el Gobierno hubiera sabido de esa trampa,
habría podido buscar los votos necesarios con otro grupo. Con el PNV, por
ejemplo, que estaba dispuesto a apoyar la reforma, aunque fuera a un precio que
al Gobierno anoche le pareció demasiado caro, cuando creía que ya tenía los
apoyos suficientes. La treta solo podía salir bien si ese farol no se
descubría.
Y mientras los
diputados de UPN mentían a su propio partido, a los periodistas y a los
partidos del Gobierno, estaban negociando el precio de esta traición con la
derecha. Según fuentes socialistas, los diputados rebeldes mantuvieron durante
toda esa mañana conversaciones con dirigentes del PP y de Vox. «Adanero
desayunó con Iván Espinosa de los Monteros en la cafetería del Congreso y Sayas
estuvo después hablando con Gamarra», dice una diputada del PSOE. Unos
contactos que los diputados navarros niegan.
Cabe
preguntarse cuál ha sido el precio de esta traición y esta mentira artera.
Quédense con sus nombres, porque probablemente en la siguiente legislatura
aparezcan milagrosamente en otras listas electorales. Que no repetirán en UPN
parece asegurado. El partido ya les ha pedido que entreguen el acta de
diputado y se han negado, por lo que esto probablemente acabará
con su expulsión.
El plan se
parece mucho al que el PP aplicó en Murcia: recurrir a unos futuros tránsfugas,
que en poco tiempo estarán expulsados del partido al que han traicionado.
Destrozar a otro partido que durante años fue su socio –en este caso, a UPN, que vive uno de sus
momentos más complicados–. Y habría sido un éxito brutal para la
derecha si llega a salirles bien: habría sumido al Gobierno en una enorme
crisis, pero a un precio muy alto para España.
Si el plan para
dinamitar la reforma laboral hubiera funcionado, decenas de miles de
trabajadores en convenios de empresa abusivos habrían perdido importantes
subidas de sueldo. Cientos de miles de trabajadores en precario no podrían
optar a contratos más dignos. Y diez mil millones de euros de los fondos
europeos se habrían retrasado. La doctrina Montoro, en su máxima expresión:
“Que se hunda España, que ya la levantaremos nosotros”.
Pero el plan
salió mal, por una carambola inesperada: un diputado del PP, Alberto Casero, se
equivocó al votar de forma telemática.
No es un
diputado cualquiera, aunque hasta hoy no fuera especialmente conocido. Casero es secretario de organización del PP y uno de
los dirigentes claves del equipo de Teodoro García Egea. Antes fue
alcalde de Trujillo, en Extremadura. Un juzgado tiene abierta una investigación
por prevaricación que le puede salpicar, de su etapa como alcalde, aunque por
ahora no ha sido imputado.
El error de
Casero es algo que ocurre habitualmente en el Congreso; le ha pasado, en alguna
ocasión, a buena parte de los diputados. Es normal que así suceda porque en un
mismo pleno se votan muchas cosas. Y en este caso, el diputado del PP se lió
con las preguntas: votó “sí” a la reforma laboral y “no” a tramitarla como
proyecto de ley. Cambió el orden de los factores: era justo al revés lo que el
PP pretendía. No fue su único error. De la veintena de asuntos que se votaban
este jueves, Casero se equivocó respecto a la estrategia de su partido en otra
ocasión más. Se equivocó en tres de los 21 votos de este jueves.
El PP fue
consciente de ese fallo poco antes de empezar la votación. Teodoro García Egea,
Cuca Gamarra y Guillermo Mariscal abordaron a la presidenta del Congreso,
Meritxell Batet, poco antes de empezar la votación. Pidieron que se permitiera
votar en persona al diputado porque había “un error informático”. “Qué más os
da, si vamos sobrados de votos”, le respondió a García Egea el vicepresidente
del Congreso, el socialista Alfonso Gómez de Celis. En aquel momento nadie en
el PSOE sospechaba lo que es obvio que el PP sí sabía: la traición de los
diputados navarros.
El secretario
general del Congreso y jefe de los letrados, Carlos Gutiérrez Vicén, se negó a
que el diputado Casero pudiera votar en persona. Siempre han aplicado el mismo
criterio: los votos telemáticos no se pueden cambiar una vez emitidos. Es lo
que decidió también Batet, que arrancó la votación. Y esta siguió con más
sustos: en un primer momento el secretario general del Congreso se equivocó en
la suma. Dio por perdedor al Gobierno y eso lleva a Batet a anunciar
inicialmente la derogación del decreto de la reforma laboral.
El error del
secretario general del Congreso lo corrigen el resto de los letrados, que le
advierten de que había sumado mal. Y 40 segundos después Batet anunció la
corrección: por solo un voto, el Congreso aprobaba la reforma laboral. Un voto
del Partido Popular.
Esos 40
segundos que pasaron entre la derrota y la victoria del Gobierno son claves
para entender toda la jugada de la derecha, y también la irresponsabilidad de
algunos grupos parlamentarios de la izquierda. Se ve a Espinosa de los Monteros
y otros diputados del Vox y el PP girarse al momento para dar las gracias a los
dos parlamentarios de UPN –otro indicio más de que sabían perfectamente cuál
iba a ser su voto–. Se ve que solo aplauden lo que entonces parecía la
derogación de la reforma laboral los diputados de derecha y la extrema derecha,
pero no así el resto de los grupos que se oponían a la reforma. Se ve a Pablo
Casado sorprendido, y en un primer momento se queda sentado en la silla
mientras el resto de sus diputados ovacionan el supuesto resultado. Se ven las
caras de pánico del Gobierno, pero también las de los diputados de Bildu, del
PNV, del BNG, de ERC… Todos ellos habían votado en contra y en teoría habían
ganado la votación. Pero casi ninguno de ellos quería realmente que la reforma
no saliera adelante. Si se hubiera hundido, habría sido para ellos muy difícil
de explicar a sus votantes, que mayoritariamente están a favor de este pacto entre
patronal y sindicatos.
¿Un error informático?
El sistema de
voto telemático es tan sencillo como votar desde el escaño, con la diferencia
de que se emite por anticipado. En este artículo explicamos al detalle
cómo funciona. Es posible el error humano, ha pasado muchas otras veces, pero
no un error informático tan extravagante como el que el PP denuncia. Porque
Casero pudo votar con normalidad en
todos los demás asuntos que se debatieron en el pleno.
Hay precedentes
de un error humano así con el voto telemático. Exactamente así. Le pasó igual a
Macarena Olona, de Vox, a la que tampoco se le permitió corregir su voto. Y
también al exministro socialista José Luis Ábalos, que después de votar
telemáticamente los nombramientos de los candidatos al Tribunal Constitucional
se dio cuenta de que se había equivocado. Tres horas antes de la votación en el
pleno –y no unos pocos minutos antes– el PSOE avisó de ese error, y pidió
cambiar ese voto telemático. La mesa no aceptó esa reclamación. Como no se ha
aceptado ninguna otra similar. La historia del Parlamento está llena de errores
humanos en el voto, que siempre se dan por válidos.
Es verdad que
la intención de Casero era otra. Como era otra la intención de todos los
diputados que se han equivocado antes que él. Mariano Rajoy llegó a votar en
contra de sus propios Presupuestos y Pedro Sánchez, en otra ocasión, votó a
favor de derogar la ley del aborto. Pero permitir que estos errores se corrijan
a posteriori dejaría sin sentido la dinámica parlamentaria: abriría la puerta a
cambios tácticos, una vez conocido el resultado. O permitiría a los partidos
que intimidaran a los diputados que rompen la disciplina de voto, para que a
posteriori los corrigieran. Por eso todos los parlamentos funcionan igual: se
vota en un único acto, sin saber con certeza el resultado. Y si te has equivocado,
es culpa tuya y no se puede cambiar. Como los goles en propia meta.
Desde el PP,
enarbolan una interpretación sesgada del reglamento del Congreso de 2012, que
habla de que “la mesa comprobará telefónicamente con el diputado la emisión del
sentido del voto y el sentido de este”. Pero omiten dos detalles
importantes.
El primero: que
el 9 de marzo de 2020 el Congreso acordó simplificar el procedimiento del voto
telemático cuando llegó el COVID, y entre otras cosas eliminó esas llamadas.
Dejaron de ser operativas cuando se empezó a votar telemáticamente de forma
masiva por la pandemia. Llevan funcionando con este sistema desde hace casi dos
años, en todas las votaciones. Desde entonces, nunca se ha llamado por teléfono
para comprobar el voto.
El segundo: que
una cosa es verificar el voto telefónicamente y otra cambiarlo una vez votado.
Cosa que no se ha hecho nunca en la historia del Congreso, ni con errores desde
el escaño ni a distancia.
El asunto
acabará en el Tribunal Constitucional, donde puede ocurrir cualquier cosa
porque el PP aún mantiene allí la mayoría y dudo que ecuánimes magistrados
como Enrique Arnaldo vayan
a desmarcarse de su partido, por débiles que sean sus argumentos. Ya hay una sentencia del Constitucional al respecto y
es muy interesante: obligó a repetir una votación porque una diputada del
parlamento vasco no pudo participar debido a que el sistema técnico del voto
telemático estaba caído. Pero esta jurisprudencia no ampara los errores
humanos, como es este caso.
El PP ha
intentado “otro tamayazo”, dicen desde el Gobierno. Y les ha salido mal, de eso
no hay duda. Lo esperable tras un fiasco así sería pedir disculpas, tragarte el
error de tu propio diputado y acatar el resultado de la votación. En lugar de
eso, la derecha se ha lanzado a propagar más mentiras y bulos. A cuestionar
otra vez la legitimidad del Gobierno, puro estilo Donald Trump.
Desde las
cuentas en redes sociales de la derecha se ha llegado a acusar a la presidenta
del Congreso, Meritxell Batet, de “secuestrar la democracia”, de «pucherazo»,
de «tongo»… Están incendiando la convivencia a pasos acelerados. Después
lamentaremos nuevos desastres, como el ocurrido en Lorca.
P.D. Ayer sí
faltó un voto en el Congreso, solo uno. El del diputado de Unidas Podemos por
Tenerife, Alberto Rodríguez.
Fuente: https://www.eldiario.es/escolar/verguenza-congreso-diputados_132_8716688.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario