Un manual para que no nos roben la democracia
Ece Temelkuran (Álvaro Minguito)
La periodista
turca Ece Temelkuran publica un ensayo en el que disecciona las estrategias
globales de los populistas de extrema derecha y neofascistas para pasar de la
democracia a la dictadura.
LAMAREA.COM
17 diciembre 2019
Hay libros que
llegan tarde, aunque nunca sea tarde si lo que nos jugamos es la propia vida, o
lo que habíamos entendido por vida hasta entonces. Pero, como en la serie El
cuento de la criada, cuesta creer que hayamos tardado tanto en identificar las señales que anunciaban la normalización del
“fenómeno global del neofascismo y de los populismos de derecha”, como lo
define la periodista y escritora turca Ece Temelkuran. Testigo y damnificada
directa del proceso por el que Erdogan ha convertido a Turquía en un régimen
totalitario desde que se alzó como primer ministro en 2003 hasta la actualidad,
ha escrito Cómo perder un país. Los siete pasos de la democracia a la
dictadura (Anagrama, 2019). Un libro en el que sistematiza las estrategias
empleadas en todo el mundo por los populistas de extrema derecha que cada vez
son menos anécdota y más definitorios de nuestro tiempo: Trump, Bolsonaro,
Johnson, Le Pen, Orban, Salvini, Abascal… Su objetivo: que los que aún vivimos
en países donde los populistas neofascistas no han implantado regímenes
autoritarios, dejemos de frustrarnos con estériles esfuerzos intentando
empatizar con sus partidarios desde la lógica, el debate racional “o con
técnicas propias de la terapia de pareja como la empatía”. Y que dediquemos
esas energías a organizarnos entre los que aún seguimos defendiendo la
democracia “para formar un movimiento de solidaridad internacional contra
esos fanáticos, que ya han tejido su propia red”.
Las columnas de
Ece Temelkuran (46 años) se pueden leer en los periódicos más importantes del
mundo, y como una larga columna ensayística ha escrito su último libro: tanta
precisión y lucidez dejan sin aliento. Escribe como vive, por eso no hay en
ella rastro de derrota que visibilice el hecho de haber tenido que exiliarse de
un país en el que, tras el supuesto golpe de Estado de julio de 2016, 150.000
funcionarios han sido despedidos acusados de tener vínculos con el fallido
levantamiento o con grupos terroristas, más de 70.000 personas –muchas de
ellas, académicas, periodistas y defensoras de derechos humanos– han sido
encarceladas preventivamente por los mismos cargos y unos 130 medios de
comunicación han sido censurados por el gobierno, según datos de 2018 de Human Rights Watch. Porque, como
escribe Temelkuran “el auténtico dolor te hace desear realmente convertirte
en un don nadie y mantenerte alejado del cenagal de admiración al que le
encantan las historias de mujeres exiliadas”.
Cenagal de
admiración. Zas. En este libro hay para todos, especialmente para los los
intelectuales y ciudadanos que ven en la irrupción de estos movimientos
populistas una oportunidad para sacudir el sistema corrupto que después,
esperan, será reconstruido. Cuando ya no haya vuelta atrás, lamentarán desde el
exilio no haber visto venir al monstruo.
Pero, sobre
todo, Temelkuran sostiene que el verdadero peligro no son los líderes, sino
“todos esos ciudadanos y ciudadanas normales que aceptan que la hipocresía y la
incoherencia son técnicas del líder empleadas por el bien de su gente”. Y
entonces, en un tiempo veloz, llegará un día en el que nos preguntemos “¿En
qué momento se volvieron tan crueles?”, “¿Son los seres humanos malos por
naturaleza. Esta pregunta representa la derrota final de la mente humana”,
escribe.
Porque son esas
personas las que terminan agrediendo en la calle a aquellas mujeres que no se
atienen a los nuevos códigos de conducta dominantes: ”La misoginia es es el
compinche inseparable del populismo de derechas”, las que justificarán el
desmantelamiento del sistema político y judicial de “un Estado de Derecho que
los líderes presentan como un obstáculo” y que acabará considerando terrorista
a cualquiera que no respete sus designios porque el líder se convierte en el
Estado mismo; y las causas judiciales terminarán siendo tan numerosas e
irregulares, que dejarán de resultar escandalosas. (Pensemos en España:
¿Cuántas personas han sido castigadas por la Ley Mordaza? Los primeros casos
atrajeron la atención mediática por escandalosos. Hoy hemos perdido la cuenta).
Personas con
las que, “cuanto antes se admita, menos tiempo se habrá perdido, no es
posible el diálogo porque no creen en la lógica del debate político, y
termina resultando agotador emocional e intelectualmente”, explica Temelkuran
con un deje en su voz de agotamiento, el que le dejó intentarlo durante años en
tertulias, artículos y conversaciones con vecinos y conocidos. El movimiento
del neofascismo global, basado en “un provincianismo rencoroso”, sostiene, ha
conseguido “convertir la ignorancia en un valor político”, ante quienes sus
militantes suelen pedir respeto a los “sospechosos por ser cosmopolitas y
cultos” y por tanto, “parte de esa élite y ese sistema al que estos movimientos
han venido a sanear”. Pero, en realidad, “no es respeto lo que están
pidiendo, aunque sea la palabra que más repiten los partidarios de Trump,
del Brexit o de Erdogan: es silencio y obediencia absoluta”, sostiene.
Y por ello,
recomienda a los medios que, en lugar de reproducir sus discursos acríticamente
en un “irresponsable ejercicio de negar que son un actor político y un pilar de
la democracia y que, como tal, han de defenderla”, se dediquen a contar lo que
estos autócratas hacen, en lugar de lo que dicen. Temelkuran apunta al error de
numerosos analistas de reducir el problema a los líderes, como si el hecho de
que estos desaparecieran resolviese el problema. “Estos discursos son
absolutamente inútiles porque omiten el motor del incremento de injusticia en
el mundo generado por un sistema insostenible: el neoliberalismo, que es el
origen de estos movimientos populistas de extrema derecha y neofascistas. El
neoliberalismo y sus instituciones financieras han vaciado de sentido y
justicia social a las democracias representativas, dejándolas reducidas a una
sucesión de ceremonias institucionales”. Y sigue: “El vacío ético del
neoliberalismo, su negación del hecho de que la naturaleza humana necesita
sentido y busca desesperadamente razones para vivir, crea un terreno abonado
para la invención de causas”. Y zanja, con una perspectiva filosófica muy
presente en su ensayo: “El neofascismo le ha dado esa causa que le faltaba al
neoliberalismo”.
Para ello, han
sido necesarias cuatro décadas de desmoronamiento de los estándares morales, en
los que “la gigantesca cuestión filosófica de cómo ser una buena persona se vio
arrastrada por la fuerza a los ámbitos de la religión y la conciencia
individual”. El neoliberalismo redujo a la familia “el lugar en el que se podía
satisfacer la necesidad de fraternidad y solidaridad”. Por ello, “el laicismo
está bajo ataque de estos movimientos”, explica, porque la cuestión de ser
buena persona en lo público es una cuestión de “moralidad laica”. Pero advierte
que estos movimientos también vampirizan “las versiones más conservadoras de la
religión. Mucha gente cree que lo que está ocurriendo en Turquía es porque es
un país musulmán. El populismo ha utilizado el islam no por cuestiones
religiosas, sino para crear obediencia en la sociedad”. Como lo está haciendo
Trump o Bolsonaro con los evangelistas u Orban con el catolicismo.
Como cuenta la autora, sus numerosas conferencias alrededor del mundo sobre esta cuestión suelen terminar en un derrotado silencio que siempre termina rompiendo alguien con la pregunta de si no queda esperanza. Ella, a sabiendas de que surgirá esta natural necesidad, tiene su respuesta preparada: “Esperanza es una palabra frágil. Prefiero creer en la determinación, la determinación de crear belleza, belleza política”. Y añade: “la encontrarán entre las mujeres jóvenes”. Esas mujeres jóvenes con las que Temelkuran compartió en 2013 noches y días durante las protestas de Taksim Gezi, y a las que vuelve en su memoria cuando necesita recordar el sabor de “la risa rebelde de las masas”, esa “resistencia carnavalesca” en la que el valor dominante y casi olvidado era “la confianza absoluta los unos en los otros”. La misma que se vivió en las Primaveras Árabes, en el 15M, en Occupy Wall Street… y en cuya experiencia, imborrable para los que los vivieron, Temelkuran sitúa la semilla de la que puede surgir “ese movimiento internacional de solidaridad frente a los neofascistas”. Por y para el que ha escrito este imprescindible libro.
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