El patrimonio nuclear de
Lemoiz
El traspaso
de la central nuclear de Lemoiz a las instituciones vascas reabre el debate
sobre su futuro. Colectivos locales y ecologistas han mostrado su preocupación
por el impacto que tendría una piscifactoría, la apuesta del Gobierno vasco
para este mastodonte de 200.000 metros cúbicos de hormigón y 1.000 toneladas de
hierro a la orilla de la mar.
ELSALTO
2019-12-17
06:31
Un
mastodonte de 200.000 metros cúbicos de hormigón y 1.000 toneladas de hierro
atrapado a orillas de la mar. Abandonado. Y en descomposición. En la cala de
Basordas, tras un dique de quince metros de altura y trescientos de longitud.
La central nuclear de Lemoiz agoniza y asombra se mire por donde se mire. El
Gobierno español indemnizó a la empresa Iberdrola, su propietaria, con 2.273
millones de euros tras la paralización de las obras en 1984, cuando estaban
casi terminadas. El 11 de octubre, el Ministerio para la Transición Ecológica
aprobó la orden “por la que se ceden a la Comunidad Autónoma del País Vasco los
terrenos, emplazamientos e instalaciones pendientes de enajenar” de la central.
El mastodonte puede despertar.
El traspaso
de la central nuclear de Lemoiz ha sido una de las transferencias pendientes
más ansiadas por las instituciones vascas. A partir de ahora, sus 180 hectáreas
de terreno pasan a ser del Gobierno vasco. Un 20% está ocupado por los
edificios de la central y el resto por dos caseríos, varios bosques y zonas
agrícolas. La cesión no incluye el rompeolas exterior, una “parcela de dominio
marítimo-terrestre pendiente aún de desafectación por el Ministerio de
Hacienda”, ni tampoco valora el precio que tendría todo el complejo.
El 29 de agosto de 1976, alrededor
de 60.000 personas se concentraron en Lemoiz en la primera gran marcha contra
la central
El primer
Plan Energético Nacional de la dictadura de Franco recogía la construcción de
41 centrales nucleares. En Euskal Herria, las de Tudela, Deba, Ispaster y
Lemoiz. Al final, solo comenzaron, en 1972, las obras de esta última que, desde
sus inicios, se enfrentaron a una fuerte contestación social. El 29 de agosto
de 1976, alrededor de 60.000 personas se concentraron en Lemoiz en la primera
gran marcha contra la central. El 14 de julio de 1977, cerca de 200.000
manifestantes recorrieron las calles de Bilbao. Poco después, llegaron la
intervención armada de ETA, y sus cinco atentados mortales contra trabajadores
de la central, y el parón mundial de la energía nuclear, que coincidió con el
accidente de Chernóbil.
El pleno empleo
Tras la
moratoria nuclear de 1984, se ha especulado mucho sobre el destino de la
central. Así, por ejemplo, en 2002, las instituciones vascas propusieron
reconvertir sus instalaciones en la “Atlántida, Ciudad de la Energía, la
Ciencia, la Tecnología y el Medio Ambiente”. El proyecto, en el que participaba
el escultor Néstor Basterretxea, tenía un costo de cien millones de euros y
auguraba 500.000 visitantes anuales y 200 empleos directos.
El reciente
traspaso de la central de Lemoiz ha reabierto el debate acerca de su futuro,
sobre todo si se tiene en cuenta que su actual propietario, el Gobierno vasco,
apuesta por el proyecto “Balura”, del centro tecnológico AZTI-Tecnalia. La
idea, convertir Lemoiz en un polo de investigación y producción acuícola
multiespecies: langostino, lenguado, rodaballo, salmón, trucha… Una
piscifactoría en cuyo estudio de viabilidad se afirma que producir 8.000
toneladas anuales supondría una inversión de 18,3 millones de euros y generaría
381 empleos directos.
Por su
parte, alcanzar las 11.500 toneladas anuales tendría un coste de 25,8 millones
y aportaría 576 puestos. La adecuación de las instalaciones, que correría a
cargo de las instituciones y cuya cuantía no se especifica, llevaría tres años.
Y el pleno rendimiento de la empresa podría llegar en otros seis años más. El
Gobierno vasco ya ha anunciado que hay varios grupos inversores internacionales
interesados. Por su parte, varios colectivos locales y ecologistas han mostrado
su preocupación por el impacto de estas grandes piscifactorías sobre el
territorio y la seguridad alimentaria.
“Mi trabajo
no pretende ser la solución a todos los males. Simplemente he identificado una
oportunidad única y puede que sea el momento de aprovecharla”, explica el
arquitecto técnico Valentín Elortegi al hilo de su original e innovadora
propuesta para convertir en patrimonio cultural la central nuclear de Lemoiz.
Una iniciativa coherente con la historia de la propia central. Hace cinco años,
cuando se publicó, apenas tuvo repercusión y quedó arrinconada. Quizás,
también, haya llegado su hora. Como la del mastodonte nuclear.
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