miércoles, 18 de diciembre de 2019

PAÍS VASCO. CENTRAL NUCLEAR QUE NO "NUCLEÓ", ¿POR QUÉ?


El patrimonio nuclear de Lemoiz

El traspaso de la central nuclear de Lemoiz a las instituciones vascas reabre el debate sobre su futuro. Colectivos locales y ecologistas han mostrado su preocupación por el impacto que tendría una piscifactoría, la apuesta del Gobierno vasco para este mastodonte de 200.000 metros cúbicos de hormigón y 1.000 toneladas de hierro a la orilla de la mar.

Central nuclear de Lemoiz. Jone Arzoz

ELSALTO
2019-12-17 06:31 

Un mastodonte de 200.000 metros cúbicos de hormigón y 1.000 toneladas de hierro atrapado a orillas de la mar. Abandonado. Y en descomposición. En la cala de Basordas, tras un dique de quince metros de altura y trescientos de longitud. La central nuclear de Lemoiz agoniza y asombra se mire por donde se mire. El Gobierno español indemnizó a la empresa Iberdrola, su propietaria, con 2.273 millones de euros tras la paralización de las obras en 1984, cuando estaban casi terminadas. El 11 de octubre, el Ministerio para la Transición Ecológica aprobó la orden “por la que se ceden a la Comunidad Autónoma del País Vasco los terrenos, emplazamientos e instalaciones pendientes de enajenar” de la central. El mastodonte puede despertar. 

El traspaso de la central nuclear de Lemoiz ha sido una de las transferencias pendientes más ansiadas por las instituciones vascas. A partir de ahora, sus 180 hectáreas de terreno pasan a ser del Gobierno vasco. Un 20% está ocupado por los edificios de la central y el resto por dos caseríos, varios bosques y zonas agrícolas. La cesión no incluye el rompeolas exterior, una “parcela de dominio marítimo-terrestre pendiente aún de desafectación por el Ministerio de Hacienda”, ni tampoco valora el precio que tendría todo el complejo.

El 29 de agosto de 1976, alrededor de 60.000 personas se concentraron en Lemoiz en la primera gran marcha contra la central 
El primer Plan Energético Nacional de la dictadura de Franco recogía la construcción de 41 centrales nucleares. En Euskal Herria, las de Tudela, Deba, Ispaster y Lemoiz. Al final, solo comenzaron, en 1972, las obras de esta última que, desde sus inicios, se enfrentaron a una fuerte contestación social. El 29 de agosto de 1976, alrededor de 60.000 personas se concentraron en Lemoiz en la primera gran marcha contra la central. El 14 de julio de 1977, cerca de 200.000 manifestantes recorrieron las calles de Bilbao. Poco después, llegaron la intervención armada de ETA, y sus cinco atentados mortales contra trabajadores de la central, y el parón mundial de la energía nuclear, que coincidió con el accidente de Chernóbil. 

El pleno empleo 

Tras la moratoria nuclear de 1984, se ha especulado mucho sobre el destino de la central. Así, por ejemplo, en 2002, las instituciones vascas propusieron reconvertir sus instalaciones en la “Atlántida, Ciudad de la Energía, la Ciencia, la Tecnología y el Medio Ambiente”. El proyecto, en el que participaba el escultor Néstor Basterretxea, tenía un costo de cien millones de euros y auguraba 500.000 visitantes anuales y 200 empleos directos. 

El reciente traspaso de la central de Lemoiz ha reabierto el debate acerca de su futuro, sobre todo si se tiene en cuenta que su actual propietario, el Gobierno vasco, apuesta por el proyecto “Balura”, del centro tecnológico AZTI-Tecnalia. La idea, convertir Lemoiz en un polo de investigación y producción acuícola multiespecies: langostino, lenguado, rodaballo, salmón, trucha… Una piscifactoría en cuyo estudio de viabilidad se afirma que producir 8.000 toneladas anuales supondría una inversión de 18,3 millones de euros y generaría 381 empleos directos. 

Por su parte, alcanzar las 11.500 toneladas anuales tendría un coste de 25,8 millones y aportaría 576 puestos. La adecuación de las instalaciones, que correría a cargo de las instituciones y cuya cuantía no se especifica, llevaría tres años. Y el pleno rendimiento de la empresa podría llegar en otros seis años más. El Gobierno vasco ya ha anunciado que hay varios grupos inversores internacionales interesados. Por su parte, varios colectivos locales y ecologistas han mostrado su preocupación por el impacto de estas grandes piscifactorías sobre el territorio y la seguridad alimentaria.
“Mi trabajo no pretende ser la solución a todos los males. Simplemente he identificado una oportunidad única y puede que sea el momento de aprovecharla”, explica el arquitecto técnico Valentín Elortegi al hilo de su original e innovadora propuesta para convertir en patrimonio cultural la central nuclear de Lemoiz. Una iniciativa coherente con la historia de la propia central. Hace cinco años, cuando se publicó, apenas tuvo repercusión y quedó arrinconada. Quizás, también, haya llegado su hora. Como la del mastodonte nuclear. 

¡Respalda un medio que te defiende!
Creemos que la única forma de hacer un periodismo diferente es funcionar de forma diferente.

Por eso, el 70% de nuestra financiación viene de las socias y socios. Y el resto, de publicidad ética y ventas. Por eso, no tenemos directores, nadie cobra más y no permitimos contenidos patrocinados. Por eso, la propiedad de El Salto es colectiva.

Somos un medio con principios. Y también con un fin: cambiarlo todo. Contigo podemos conseguirlo.

*++