"Impeachment" contra Trump
El problema con el proceso de destitución
Rebelión
Truthdig
28.09.2019
Traducción de Silvia Arana |
El proceso de destitución (impeachment)
de Donald Trump no detendrá el profundo deterioro que aqueja a la
república estadounidense. No le restituirá mágicamente la democracia a
las instituciones. No nos devolverá el Estado de derecho. No limitará el
apetito depredador de los grandes bancos, la industria de la guerra y
las corporaciones. No eliminará el dinero corporativo de la política ni
terminará con el sistema de sobornos legalizados. No detendrá el negocio
de la vigilancia y el monitoreo de la ciudadanía realizado por empresas
de seguridad privadas. No terminará con el dominio del terror ejercido
por las fuerzas policiales paramilitares en los barrios empobrecidos ni
terminará con el encarcelamiento masivo de 2,3 millones de ciudadanos.
No impedirá que los agentes de inmigración persigan a los indocumentados
y les arranquen a sus hijos de los brazos y los encierren en jaulas.
No pondrá fin a la extracción de combustibles fósiles ni al inminente
ecocidio. No nos dará una libertad de prensa que nos libere del mandato
corporativo que convierte las noticias en una farsa para hacer dinero.
No terminará con las guerras infinitas y fútiles. No mitigará el odio
entre las tribus guerreras del país, sino todo lo contrario, lo
exacerbará.
El impeachment es cosmético. Se trata de
reemplazar la cara pública del imperio con un mandarín político como Joe
Biden, quien está sumergido hasta la cabeza en la corrupción y en el
servicio obsequioso a los ricos y al poder corporativo. Biden llevará
adelante las mismas políticas suicidas, pero con el apropiado decoro
real. Las élites gobernantes ya están saturadas de la vulgaridad,
estupidez y asombrosa ineptitud de Trump. Se volvieron en contra de
Trump no porque este haya cometido una ofensa atroz merecedora de la
destitución -hubo numerosas ofensas de este tipo incluyendo el uso de la
presidencia para el enriquecimiento personal, la incitación a la
violencia y al racismo, la divulgación de información clasificada a
funcionarios extranjeros, la obstrucción de justicia y la incapacidad
patológica de decir la verdad- sino porque cometió el error fatal de
tratar de eliminar a un miembro de la élite gobernante.
Sí,
Trump presionó al presidente de Ucrania Volodymyr Zelensky para que le
diera datos de ilegalidades cometidas por Biden y su hijo Hunter Biden,
que seguramente existen. Aparentemente el presidente Trump retuvo unos
400 millones de dólares en ayuda militar a Ucrania para ejercer presión.
Sí, intentó bloquear la difusión del reporte de un denunciante con
detalles sobre su conducta. Sí, es una violación de las leyes, percibida
por muchos demócratas en el Congreso como una ofensa que amerita el
juicio de destitución.
Sin embargo, este tipo de negociaciones
sucias es común en las relaciones políticas internacionales. Christopher
Steele, un exoficial de inteligencia británico, fue contratado para
sacar a la luz los trapos sucios de Trump y Rusia por GPS Fusion, una
agencia de inteligencia contratada para investigar a Trump por Perkins
Coie, una firma de abogados que trabajaba para el equipo de campaña de
Hillary Clinton y el Comité Nacional del Partido Demócrata. Hace cuatro
décadas William Casey, el encargado de la campaña electoral de Ronald
Reagan, les pidió a los iraníes que no liberaran a los rehenes
estadounidenses secuestrados en Teherán antes de las elecciones
presidenciales de noviembre para perjudicar al candidato y entonces
presidente Jimmy Carter, según afirmaciones de Gary Sick, que era un
funcionario de Carter en Irán. Los rehenes fueron liberados el día que
Reagan asumió la presidencia, en enero de 1981.
Hillary
Clinton, por lo que sabemos, nunca habló por teléfono con Steele.
Reagan, por lo que sabemos, nunca habló por teléfono con el presidente
iraní. El error fatal de Trump fue que no ocultó su pedido y lo hizo él
mismo. Este tipo de presión solapada para dañar a un oponente político
requiere el uso de hábiles insinuaciones, reuniones secretas, presiones
cuidadosamente calibradas y la condición de poder negarlo todo. Trump no
tiene ni idea de cómo se juega este juego. Por ello, parece destinado a
integrar el club exclusivo de los presidentes a los que se les inició
el proceso de destitución: Andrew Johnson y Bill Clinton.
Pero
Trump no se irá callado cuando le den las buenas noches. Intentará
llevarse consigo a todo el andamiaje podrido. Y podría tener éxito.
“Los
demócratas medran al silenciar e intimidar a los que como tú, mi amigo,
lo apoyan”, dice un llamado para reunir fondos en beneficio de Trump,
enviado esta semana poco después de que se anunciara el impeachment. ”Quieren quitarte tu voto. El presidente Trump quiere saber con quiénes puede contar en los momentos más importantes.”
Pero la campaña de recaudación de fondos para el inminente proceso de
destitución será suave en comparación con lo que yo creo que vendrá a
continuación. La retórica de Trump, a medida que se incremente la
presión, se hará más incendiaria. Como lo ha hecho en el pasado,
incitará abiertamente a la violencia contra la dirigencia del Partido
Demócrata y los medios de prensa a los que ha catalogado como “enemigos
del pueblo”.
No son pocos los miembros de la clase trabajadora
de Estados Unidos que se sienten, y con mucha razón, gravemente
traicionados y manipulados por la élite gobernante. Ha sido destruída su
capacidad de recibir un salario sostenible. Están atrapados en
comunidades deterioradas y sin tener una salida. No ven un futuro ni
para ellos ni para sus hijos. Su opinión de las élites gobernantes que
los traicionaron es profundamente hostil.
A pesar de su
incompetencia, Trump al menos expresa esa rabia. Y lo hace con una
vulgaridad que le gusta a su base de apoyo. Pienso que ellos no son
ciegos ante el narcisismo, la corrupción y la ineptitud. Pero él es el
instrumento que ellos usan contra aquellos políticos como los Clinton
que les mintieron con consecuencias mucho más graves. Trump es el arma
que usaron contra esos políticos. Las encuestas sobre las elecciones
presidenciales de 2016 mostraron que un 53% de los que votaron a Trump,
lo hicieron porque no querían a Hillary Clinton y solo un 44% estaba
motivado a respaldarlo.
“La gente ha dejado de votar por los candidatos que les gusta o los motiva”, señala Matt Taibbi en Insane Clown President: Dispatches From the 2016 Circus (Presidente payaso-loco: Reporte desde el circo de 2016).
“Votaron contra los candidatos que odian. En las protestas y marchas
priman los sentimientos de disgusto y rabia. Es impresionante la falta
de idealismo y especialmente la falta de un sentido de hermandad y de un
propósito en común con el otro lado (por ejemplo, liberales y
conservadores no pueden imaginar un futuro productivo compartido, ni
siquiera imaginarse como ciudadanos del mismo país).
La destitución
de Trump podría ser vista por sus simpatizantes como un esfuerzo para
quitarles esta forma primitiva, e ineficiente quizás, de desafío, o
rebeldía. Es aún otro mensaje a los marginados, en especial a los de la
clase trabajadora blanca, de que sus vidas, sus preocupaciones, sus
esperanzas y sus voces no importan. Este enorme segmento de la
población, como bien lo sabe Trump, está armado hasta los dientes. Hay
más de 300 millones de armas de fuego en manos de civiles
estadounidenses. Entre ellas se incluyen 114 millones de revólveres, 110
millones de rifles y 86 millones de escopetas. La cantidad de armas de
guerra en manos privadas -incluyendo los rifles semiautomáticos AR-15
usados en las masacres de las escuelas Marjory Stoneman Douglas High
School, en Parkland, Florida y Sandy Hook Elementary School en Newtown,
Connecticut- es de alrededor de 1,5 millones. Estados Unidos tiene la
tasa más alta en el mundo de personas que poseen armas de fuego, un
promedio de 90 armas de fuego por 100 personas. Hay un promedio de una o
más matanzas por día en el país.
El estancamiento económico,
social y político junto con la creencia de que las expectativas para
nuestras vidas y las vidas de nuestros hijos han sido frustradas,
engendra violencia. Trump, en la lucha por defender su existencia
política, usará la retórica como gasolina para encender el fuego.
Demonizará a sus oponentes como la encarnación de la maldad. Intentará
profundizar las divisiones y antagonismos, especialmente en lo que
respecta al tema racial. Catalogará a sus oponentes políticos como
enemigos irreconciliables y traidores. Exigirá omnipotencia, poderes de
dictador. Muchos de aquellos que lo ven como al líder de una secta,
querrán darle esos poderes. Pues cuando el aura mágica del poder de
Trump está bajo ataque, los miembros de la secta se sienten atacados. Él
es una extensión de ellos. Trump representa el anhelo de millones de
estadounidenses, especialmente de aquellos de la derecha cristiana, por
un líder de la secta.
Los esfuerzos del Partido Demócrata y de gran parte de la prensa, incluyendo CNN y el New York Times,
para destituir a Trump de la presidencia, como si nuestros problemas
estuvieran contenidos en su figura, tendrá resultados contraproducentes.
Un demagogo como Trump fue generado por la crisis política, económica,
cultural y social del país. Esas fuerzas crecerán con mayor virulencia
si Trump es destituido. Cuanto más tiempo tardemos en confrontar e
identificar las fuerzas corporativas responsables de la miseria de más
de la mitad de la población y de nuestro sistema democrático quebrado,
más se propagará la enfermedad de la secta en EE.UU. Trump existe
gracias a la toma del poder por parte de las corporaciones. S olo
podremos evitar la caída en el abismo, si nos liberamos del gobierno de
las corporaciones y reconstruimos nuestras instituciones democráticas,
incluyendo los cuerpos legislativos, las cortes y los medios de prensa.
Si no logramos derribar el poder de las corporaciones, los explosivos
enviados por correo a los críticos de Trump y líderes del Partido
Demócrata -incluidos Barack Obama, Hillary Clinton y Joe Biden- junto a
George Soros, James Clapper y CNN, supuestamente por Cesar Sayoc Jr. -ex
stripper y fanático de Trump que vivía en su auto- devendrán una
forma común de expresión política. Los intentos de asesinato con el
tiempo serán exitosos si no se hace nada para combatir las causas. La
ley de la selva y el asesinato político convertirán rápidamente a
Estados Unidos en un Estado fallido y terrorífico.
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