Desorden, furia y devastación
de las energías renovables
Rebelion
| 22/03/2023
Fuentes: El
salto [Imagen: Imagen de uno de los aerogeneradores de un parque eólico]
Urge un plante decidido y común frente a todos los desmanes amparados en
los macroproyectos de energías renovables, como se hizo en los años 70 contra
el abstruso programa nuclear.
O sea que,
corrompido el litoral por las continuadas políticas urbano-turísticas de
ocupación implacable de un espacio escaso y frágil, colonizadas las áreas de
montaña por urbanizaciones elitistas e instalaciones de esquí, tras su radical
hundimiento demográfico, y envilecido el crecimiento de las ciudades a manos de
prácticas esencialmente especulativas, nos quedaba el territorio interior, el
rural, el más genuino y resistente, el solar de la mayoría de los españoles de
las dos últimas generaciones, como esperanza de conservación y descanso para el
espíritu. Pero, poco a poco, las prolíficas e insaciables infraestructuras del
transporte y la energía, la agricultura intensiva, extensiva y venenosa, y el
urbanismo disperso y caprichoso, fugitivo del incómodo medio urbano, fueron
carcomiéndonos la perspectiva del paisaje restaurador, la memoria de nuestras
vidas y el alma atribulada.
Todo lo cual
resultó siempre insuficiente, provisional, antesala de más y más agresiones, ya
que los espejismos del desarrollo se habrían de repetir y superponer, siendo el
mayor de ellos, y el más avieso, el energético, ese del más, más y más: más
consumo, más tecnología, más dependencia. Así que a los valles inundados y
deshabitados, al pespunteo de chimeneas humeantes, a las incursiones de
centrales nucleares apostadas en nuestras riberas, había que añadir, esta vez
con algazara general, ficciones afinadas y alianzas inconfesables, los
prometedores núcleos de energías de futuro: molinos de viento que espantan,
ensordecen y trampean aves y hasta nubes; extensas granjas de espejos
refulgentes que sustituyen al agro alimenticio, y proyectos tan imaginativos
como inimaginables, perfectamente alineado todo ello en dogmas múltiples,
renovados, idolátricos y opresivos.
Y así, el
sector más directamente relacionado con la degeneración climática, que es el de
la energía en general, con el transporte como infección y el automóvil como
anestesia reacciona, se reorganiza, fabula y se impone con una estrategia
universal de exculpación propia asumiendo el liderazgo de “un mundo energético
nuevo”, del que se pretende descartar la emisión de CO2 desarrollando las
llamadas energías renovables, tras combatirlas y desprestigiarlas durante
decenios pero que -con sus medios de propaganda y embaucamiento de las
instancias políticas y mediáticas- han convertido en la gran esperanza
civilizatoria, en el grial laico de la salvación por el capitalismo y en una
orden imperiosa de acatamiento universal.
De tal manera
que el sistema productivo capitalista -que tanto memo daba por finiquitado
cuando la crisis financiera generada en Estados Unidos en 2007, arrastrando al
mundo entero-, lejos de sufrir acoso o menoscabo por sus crímenes y miserias,
ha conseguido imponerse con marca verde, climáticamente adaptado y
ecológicamente centrado lo que, siendo en realidad todo lo contrario, cunde y
permea como una fe expansiva todas nuestra sociedades obnubiladas e inermes,
faltas de tiempo para pensar, instrumentos para incordiar y, sobre todo, ganas
de reaccionar.
El sector más directamente relacionado con la degeneración climática, que
es el de la energía en general, con el transporte como infección y el automóvil
como anestesia reacciona, se reorganiza, fabula y se impone con una estrategia
universal de exculpación
Y, como muestra
de espectacular de éxito mediático y político desvergonzado, se declara al
petróleo y al gas villanos universales y merecedores de radical sustitución por
el sol y el viento, pero se aprovecha la guerra que culmina la tríada de crisis
desatadas (la financiero-especulativa, la pandémico-subversiva y la actual,
bélico-imperialista) para afianzar su poder político-económico, relanzar su
consumo y multiplicar los beneficios de las empresas que los manejan y monopolizan…
Lo que no obsta para que, al mismo tiempo, el sector de las energías renovables
triunfe, arrolle y agreda, atribuyéndose la supuesta bula que le concede su
(auto) definición como salvífico y ecológico.Y todo el entramado del sistema
político-económico internacional el sector más directamente relacionado
con la degeneración climática, que es el de la energía en general, con el
transporte como infección y el automóvil como anestesia reacciona, se
reorganiza, fabula y se impone con una estrategia universal de
exculpación —incluyendo muy destacadamente a la Unión Europea y, por
supuesto, España— se lanza al nuevo y sugestivo negocio con verdadera
furia, tanto inversora como antiecológica, burlándose de lo que creíamos
avances de la legislación ambiental protectora, exigiendo sumisión a las
poblaciones afectadas, tantas veces vendidas por sus munícipes irresponsables,
y degenerando nuestros paisajes al metalizarlos y escamotearlos: generadores
eólicos y plantas fotovoltaicas pretenden aniquilar nuestro mundo visual y
espiritual con la coartada de su necesidad y su limpieza.
En riguroso
cumplimiento de la profecía ecologista —que señala a las sociedades
desarrolladas como suicidas y al virus de la codicia económica como dominante y
responsable del envenenamiento de las relaciones sociales— las respuestas dadas
a la acumulación de crisis resultan catastróficas para la humanidad y la
naturaleza, pero altamente provechosas para la coalición canalla, y universal,
de intereses económicos insaciables, que controlan al poder político
internacional.
No ha servido de mucho advertir sobre la inconsciencia y estupidez de
numerosos grupos o instancias ecologistas que las respuestas dadas a la
acumulación de crisis resultan catastróficas para la humanidad y la naturaleza,
pero altamente provechosas para la coalición canalla, y universal, de intereses
económicos insaciables
No ha servido
de mucho advertir sobre la inconsciencia y estupidez de numerosos grupos o
instancias ecologistas que las respuestas dadas a la acumulación de crisis
resultan catastróficas para la humanidad y la naturaleza, pero altamente
provechosas para la coalición canalla, y universal, de intereses económicos
insaciables, que controlan al poder político internacional —aterrados por
el CO2 y el cambio climático, pero sin espolear el pensamiento más
allá— se creían obligados, incluso éticamente, a hacer causa común con el
empresariado emergente, aunque este se delatara con oportunistas, pillos y
aventureros de toda laya, mientras las grandes empresas preparaban su entrada
triunfal en ese nuevo negocio, avasallando como de costumbre. Por lo que hay
que seguir recordando que el CO2 no es culpable de nada, salvo indirecta e
involuntariamente, que hay que ir a la dinámica que genera sus emisiones y, más
todavía, al sistema que envilece al entorno y a los humanos, que es el mismo
que se apropia de la fabulosa operación crematística de las renovables.
Sin
planificación energética, sin legislación rigurosa (ya que la existente se
reduce y minusvalora) y sin armas de control acrecido de los ciudadanos sobre
los proyectos (en definitiva, sobre empresas, ayuntamientos y autonomías), la
actitud de respuesta a este desvarío monumental debe de ser de bloqueo
sistemático, de “hasta aquí hemos llegado”, de exigir la renuncia de esos
objetivos irresponsables que marca el Ministerio para la Transición Ecológica
(MITECO) con su Plan Nacional Integrado de Energía y Clima que, sobre carecer
de espíritu planificador —cuándo, dónde y cómo, no sólo cuánta potencia
eléctrica instalar, y sobre todo por qué, situando como principal objetivo la
reducción de consumos—, es contradictorio con los planes del mismo MITECO de
estímulo del gas por motivos políticos, de promoción de la producción de
hidrógeno por esa nueva ilusión automovilística y de la parafernalia que
conlleva nuestra conversión en “potencia gasística”. Todo lo cual incrementa el
consumo energético, que nuestras administraciones debieran tener por indeseable
(¡que ya va siendo hora!), genera nuevas fuentes de emisiones de gases de
invernadero (incluyendo el CO2) y condena ambientalmente a nuestras tierras,
aguas y cielos.
Sin planificación energética, sin legislación rigurosa (ya que la existente
se reduce y minusvalora) y sin armas de control acrecido de los ciudadanos
sobre los proyectos (en definitiva, sobre empresas, ayuntamientos y
autonomías)…
Resumiendo, y
en el caso de España, donde el MITECO trabaja con entrega y fervor para lograr
el empeoramiento ecológico, con ese protagonismo necio en el trasiego del gas a
Europa, el alineamiento con las medidas (ilegales) antirrusas y el azuzamiento
de las inversiones en renovables, urge un plante decidido frente a todo esto:
como se hizo en los años 1970 contra el abstruso programa nuclear, rechazando y
resistiéndose las organizaciones ecologistas y vecinales a todos y cada uno de
los nuevos proyectos de energías renovables.
Fuente: https://www.elsaltodiario.com/energias-renovables/desorden-furia-devastacion-energias-renovables
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