martes, 15 de diciembre de 2009

EL GUERRERO Y EL MILITAR

(El Rey que reina pasando revista a tropas hispano-latinoamericanas del Ejército Español)

(1/2)

He leído en algún sitio que el Rey es militar, y como militar es partidario de la guerra. Debe ser cierto que el Rey es partidario de la guerra. Su propio hijo Felipe, en viaje relámpago el año pasado a los militares españoles en acción militar fuera de España, por estas vísperas navideñas, que estas si son lo diametralmente opuestas a la guerra y a lo militar, en un solemne brindis con los militares se declaró militar, o sea, tenemos un Príncipe que no es ni carpintero ni electricista ni pintor, ni trabajador social…, con la utilidad que tienen estos oficios para toda la sociedad. Es militar, como el Patrón, que es el término privado fili0-paternal con que el Príncipe se dirige a la Majestad de Su Padre.
También he leído, y si recuerdo donde, en Ortega y Gasset, que guerrero y militar no son cosas necesariamente idénticas.
El guerrero no se dedica a la guerra exclusivamente. Desempeña una actividad social en la comunidad en la que vive, y sólo cuando la subsistencia de esa comunidad peligra es cuando el guerrero se levanta para defenderla poniendo en juego su propia vida, frente a otro igual, a otro guerrero.
El guerrero no manda a un tercero para que le haga la guerra por él, como hacía lo mas granado y amoroso con la patria española, los ricos y terratenientes españoles en la guerra de África, que por cuatro pesetas se buscaban un sustituto, pobre, claro está, para que fuera al frente, mientras que el rico, el que se beneficiaba de aquellas masacres de militares, se quedaban en su casa tacándose los huevos.
El orgullo del guerrero es haber vencido a otro guerrero. No guerrea ni contra niños ni contra mujeres ni contra ancianos. Sólo con otro guerrero, utilizando en la guerra su propia pericia personal.
Al guerrero, pues, a la hora de ir a la guerra no le entran las carguerillas que le entraron el ex presidente Bush hijo cuando le dijeron que tenía que ir al Viet Nam a matar comunistas o cualquier cosa que se meneara.
El militar es otra cosa. Es un técnico que en vez de haber estudiado y aprendido la técnica de construir canales, o la de colocar grifos, como hacen los fontaneros, ha estudiado la forma de tomar una ciudad, o un pueblo entero, para establecer en el mismo el régimen político que le interesa a quien le manda que emprenda la acción militar.
Cierto que el militar guerrea, pero no para si, ni para la comunidad a la que pertenece, como hace el guerrero, sino para un tercero.
La acción de guerra que el militar realiza no depende del militar. Sus enemigos no los decide el militar con su propio criterio, o dicho de otro modo, el enemigo del militar es, potencialmente, cualquiera. Depende de la cruz que le marquen con rotulador rojo en el plano el que le manda a la guerra y le digan: “tu enemigo es este, todo lo que te marco con esta cruz”. Y sin más criterio, el militar no lo tiene, dirige sus ataques hacia la cruz que le ha señalado en el mapa, precisamente, quien sin ir a la guerra se va a beneficiar de la misma.
El guerrero termina la guerra en el momento en que el motivo que la originó desaparece. El militar no termina la guerra cuando él lo decide, sino cuando lo deciden quien le ha a ella, y que por lo general, salvo de visita, no ha estado en el escenario militar donde otros (los militares) hacen la guerra para él.
La guerra que ejerce el guerrero si es cosa vieja que se pierde en la noche de los tiempos. La que realiza el militar no, esta es relativamente moderna.
Falacias en torno a la justificación de la guerra militar no faltan. Estamos en una sociedad que dista mucho de haber entrado en la Era de la civilización, si por civilización se entendiera justicia
[1] y libertad[2], que no se basa precisamente ni en la sensatez ni en la ecuanimidad. Ni siquiera en la racionalidad, entendida esta en su sentido amplio, y no en su sentido restringido aplicado a la economía capitalista, y por ello no cabe esperar, salvo caso de enajenación mental, delirium delirius de acojono acojonativus de algún bien intencionado, que la cuestión de la guerra militar actual, deje de ser un instrumento político-violento-radical para resolver problemas.
La noción de que la guerra militar actual está más cerca del simio salvaje, nuestro principal ascendiente, con el agravante de que al acto violento instintivo del animal para mantener su pervivencia, puesto que todavía no tiene la razón al alcance de la mano, que del humano civilizado consciente de que es un ser social determinado por la sociedad a la vez que actuante en la sociedad.
Y no cabe pensar en que sean los mismos que planifican y organizan las guerras militares, quienes nos traigan otra concepción nueva de las mismas, distinta a la violencia política-economica-ideológica-policial política, para erradicarla de la sociedad.
La guerra militar actual, por la violencia intrínseca que encierra, y los costos humanos y materiales que necesita y por el rastro de miserias y ruina que deja necesariamente tras de sí, podría decirse que es una, si acaso no fuera la mayor, irracionalidad que hoy acompaña al humano de ahora mismo, y por tanto, por ser irracional, no puede mantenerse más que en base a una verborrea irracional para alejar de la misma, cuanto más mejor, el pensamiento objetivo que la pueda poner en cuestión.
Una de estas falacias, recientísima, en torno a la guerra, la acaba de hacer el propio Premio Nobel de la Paz al recoger su premio, señor Obama, el presidente del Estado más militarista (no guerrero) que la historia haya podido conocer, y comandante en jefe de un ejército con capacidad militar para destruir el Mundo decenas de veces (a costa de las carencias sociales que hoy tenemos, naturalmente).
*+
[1] Dar a cada cual lo suyo.
[2] Disposición personal real de hacer todo aquello susceptible del desarrollo de todas las capacidades del ser humano, sin otro límite que no sea el que marca la libertad del otro para hacer lo mismo.

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