Die Linke (seguramente) no debe gobernar en Berlín
TERCERAINFORMACION / 28.10.2021
Con una ciudad plenamente movilizada en torno a demandas como la expropiación de grandes inmobiliarias o la re-estatalización de los hospitales, la fuerza de la izquierda no está en el Gobierno.
El pasado 26 de
septiembre, las elecciones de Berlín dieron una vez más mayoría al Partido
Socialdemócrata (SPD), de Franziska Giffey, una social-liberal situada en la
parte más conservadora de su partido, con un 21,44%. En segundo lugar, Los
Verdes de Bettina Jarasch, subidos a lomos de la ola verde, llegaban al 18,88%.
Los democristianos de la CDU de Kai Wegner, perdían un escaño, en el 18,06% y
Die LINKE pasaba a la cuarta posición con un 14,03%, perdiendo escaños respecto
a 2016.
El juego de mayorías hace
que se pueda re-editar un tripartito de izquierdas. La diferencia es que,
mientras en 2016, era «rojo-rojo-verde» (indicando el orden de electoral),
ahora sería «rojo-verde-rojo». Actualmente, se están produciendo las
negociaciones para crear dicho gobierno de coalición, un pacto en el que, a mi
juicio, no debe entrar Die LINKE. No es un rechazo general a las coaliciones de
Gobierno con participación de izquierdas, sino que se debe a la coyuntura en la
que se encuentra la ciudad.
Hay dos elementos fundamentales que, a mi juicio,
diferencian la situación que dio pie al Gobierno de coalición en España en 2019
y la que existe ahora mismo en la capital alemana: en primer lugar y
fundamental, la existencia de una movilización masiva y permanente en Berlín, en
niveles similares a los años del Rodea el Congreso, Marchas
de la Dignidad, Marea Blanca, etc. en España. A finales de
2019, la movilización en España estaba bajo mínimos. En segundo lugar, un
retroceso de la extrema-derecha (AfD) de Kristin Brinker, que se ha dejado la
mitad de los escaños, quedándose en un 8% de voto, frente al auge de VOX vivido
en la repetición electoral de noviembre de 2019. No es mi intención analizar en
este contexto el gobierno de coalición PSOE-UP en España, pero como cualquier lector
puede lanzarse al símil, creo que sí que merece la pena mencionar esos dos
factores fundamentales.
En esta coyuntura, la
izquierda en Alemania, o especialmente en Berlín, tenemos nuestro poder en la
calle. Nos lo ha demostrado el referéndum Deutsche Wohnen & Co.
enteignen (DWE), en el que con una participación histórica del 76% y
un Sí apoyado con el 59,1% del voto válido (más que los votos de la suma de los
tres partidos del posible gobierno), es decir, más de 1 millón de berlineses y
berlinesas han votado (nada menos) que expropiar y socializar 240.000
viviendas. Dentro de la campaña hay voces que sugieren que la entrada de Die
LINKE. en el Gobierno es la garantía de que se cumpla este mandato democrático,
al ser el único partido que lo ha apoyado nítidamente. Sin embargo, el riesgo
de defraudar es demasiado alto: Giffey del SPD no quiere aplicarlo y quiere
enfriarlo en comisiones e informes que, en última instancia, llevan a que no
entre en vigor; por su parte, los Verdes no son un aliado fiable a la hora de
presionar al SPD, ya que su política en este aspecto ha residido en la
ambigüedad y los cambios de opinión según el momento. DWE lo tiene claro: el
referéndum debe aplicarse o, si no, se tumbará al Gobierno y, es más, los
militantes de Die LINKE. en DWE ayudaremos a tumbar ese Gobierno.
Conscientes de esto, en
el Congreso convocado por Die LINKE. Berlín, desde varios distritos y
asambleas, como la mía de Die LINKE. Steglitz-Zehlendorf, presentamos una
propuesta para que la aplicación del referéndum fuera una línea roja. La
propuesta fue transaccionada y descafeinada, reiterando un apoyo a su
aplicación, pero con ciertas vaguedades que pueden llevar al referéndum a una
vía muerta en la cámara de Berlín. La excusa fue que a una negociación no se
puede ir con líneas rojas, pero, aunque se pueda otorgar cierta razón a este
argumento, lo que inquieta es que no existe una confianza plena en que no se
firme un acuerdo de Gobierno que deje al referéndum con mucho riesgo de
quedarse en la estacada. Lo único aceptable sería la firma de un acuerdo de
gobierno en la que se pongan plazos (dentro de la legislatura) para su debate y
entrada en vigor, asumiendo que, en caso de no cumplirse, Die LINKE. rompería
el Gobierno. Sabemos por otra parte que, una vez dentro, es difícil romper la
baraja.
Además, aunque DWE sea
la reivindicación por excelencia, hay otras causas que no pueden sernos ajenas
a la izquierda, a saber, la recomunalización del transporte (S-Bahn),
evitando su privatización (defendida por Los Verdes), así como la recuperación
de la gestión de los hospitales públicos de Charité y Vivantes,
cuyas trabajadoras han estado semanas en huelga para exigir un convenio justo y
un aumento de la contratación ante la precariedad laboral y la escasez de
personal. Igualmente, Die LINKE. no puede permitirse seguir sufriendo las
consecuencias y el desgaste, mientras se desalojan locales sociales o casas
proyecto, como Syndikat, Liebig 34 o la explanada de KØPI.
Si la disfuncionalidad y
la discordancia en ciertos temas con el gobierno «rojo-rojo-verde» de 2016 ya
generaron mucha tensión en ciertos sectores de militantes y votantes (como los
desalojos o la gestión en torno a Karstadt), el riesgo de que se
multiplique exponencialmente en una coalición «rojo-verde-roja» es muy alto, en
medio de una ciudad profundamente movilizada con unos movimientos sociales, a
los que Die LINKE no solamente defiende, sino en los que su militancia está
masivamente presente.
Por todo ello, creo que
solamente merecería la pena que Die LINKE. entrara en el Gobierno de Berlín con
el objetivo claro de aplicar el referéndum, con un calendario claro y siguiendo
la ley emanada del propio movimiento social. Conseguir esta victoria puede
compensar tener que tolerar otras derrotas (sabemos que los gobiernos de
coalición conllevan alegrías y penas), pero sin garantías de tener esta
victoria fundamental y tan sumamente respaldada por la ciudadanía, un gobierno
de coalición en el que esté la izquierda solamente puede llevar a una debacle
en los próximos años, a la baja de centenares de militantes y a una decepción
difícilmente recuperable.
*Jaime Martínez Porro,
IU Berlín, Die LINKE. Steglitz-Zehlendorf.