viernes, 29 de octubre de 2021

Die Linke (seguramente) no debe gobernar en Berlín. [Que digo yo, compañero camarada colegui tío a ellos la Legión compañero del metal, que todo esto, aunque no diga nada de ello la prensa, radio, televisada de postín, también está pasando. Pues eso es lo que digo]

 

Die Linke (seguramente) no debe gobernar en Berlín

TERCERAINFORMACION / 28.10.2021

Con una ciudad plenamente movilizada en torno a demandas como la expropiación de grandes inmobiliarias o la re-estatalización de los hospitales, la fuerza de la izquierda no está en el Gobierno.

El pasado 26 de septiembre, las elecciones de Berlín dieron una vez más mayoría al Partido Socialdemócrata (SPD), de Franziska Giffey, una social-liberal situada en la parte más conservadora de su partido, con un 21,44%. En segundo lugar, Los Verdes de Bettina Jarasch, subidos a lomos de la ola verde, llegaban al 18,88%. Los democristianos de la CDU de Kai Wegner, perdían un escaño, en el 18,06% y Die LINKE pasaba a la cuarta posición con un 14,03%, perdiendo escaños respecto a 2016.

El juego de mayorías hace que se pueda re-editar un tripartito de izquierdas. La diferencia es que, mientras en 2016, era «rojo-rojo-verde» (indicando el orden de electoral), ahora sería «rojo-verde-rojo». Actualmente, se están produciendo las negociaciones para crear dicho gobierno de coalición, un pacto en el que, a mi juicio, no debe entrar Die LINKE. No es un rechazo general a las coaliciones de Gobierno con participación de izquierdas, sino que se debe a la coyuntura en la que se encuentra la ciudad.

Hay dos elementos fundamentales que, a mi juicio, diferencian la situación que dio pie al Gobierno de coalición en España en 2019 y la que existe ahora mismo en la capital alemana: en primer lugar y fundamental, la existencia de una movilización masiva y permanente en Berlín, en niveles similares a los años del Rodea el CongresoMarchas de la DignidadMarea Blanca, etc. en España. A finales de 2019, la movilización en España estaba bajo mínimos. En segundo lugar, un retroceso de la extrema-derecha (AfD) de Kristin Brinker, que se ha dejado la mitad de los escaños, quedándose en un 8% de voto, frente al auge de VOX vivido en la repetición electoral de noviembre de 2019. No es mi intención analizar en este contexto el gobierno de coalición PSOE-UP en España, pero como cualquier lector puede lanzarse al símil, creo que sí que merece la pena mencionar esos dos factores fundamentales.

En esta coyuntura, la izquierda en Alemania, o especialmente en Berlín, tenemos nuestro poder en la calle. Nos lo ha demostrado el referéndum Deutsche Wohnen & Co. enteignen (DWE), en el que con una participación histórica del 76% y un Sí apoyado con el 59,1% del voto válido (más que los votos de la suma de los tres partidos del posible gobierno), es decir, más de 1 millón de berlineses y berlinesas han votado (nada menos) que expropiar y socializar 240.000 viviendas. Dentro de la campaña hay voces que sugieren que la entrada de Die LINKE. en el Gobierno es la garantía de que se cumpla este mandato democrático, al ser el único partido que lo ha apoyado nítidamente. Sin embargo, el riesgo de defraudar es demasiado alto: Giffey del SPD no quiere aplicarlo y quiere enfriarlo en comisiones e informes que, en última instancia, llevan a que no entre en vigor; por su parte, los Verdes no son un aliado fiable a la hora de presionar al SPD, ya que su política en este aspecto ha residido en la ambigüedad y los cambios de opinión según el momento. DWE lo tiene claro: el referéndum debe aplicarse o, si no, se tumbará al Gobierno y, es más, los militantes de Die LINKE. en DWE ayudaremos a tumbar ese Gobierno.

Conscientes de esto, en el Congreso convocado por Die LINKE. Berlín, desde varios distritos y asambleas, como la mía de Die LINKE. Steglitz-Zehlendorf, presentamos una propuesta para que la aplicación del referéndum fuera una línea roja. La propuesta fue transaccionada y descafeinada, reiterando un apoyo a su aplicación, pero con ciertas vaguedades que pueden llevar al referéndum a una vía muerta en la cámara de Berlín. La excusa fue que a una negociación no se puede ir con líneas rojas, pero, aunque se pueda otorgar cierta razón a este argumento, lo que inquieta es que no existe una confianza plena en que no se firme un acuerdo de Gobierno que deje al referéndum con mucho riesgo de quedarse en la estacada. Lo único aceptable sería la firma de un acuerdo de gobierno en la que se pongan plazos (dentro de la legislatura) para su debate y entrada en vigor, asumiendo que, en caso de no cumplirse, Die LINKE. rompería el Gobierno. Sabemos por otra parte que, una vez dentro, es difícil romper la baraja.

Además, aunque DWE sea la reivindicación por excelencia, hay otras causas que no pueden sernos ajenas a la izquierda, a saber, la recomunalización del transporte (S-Bahn), evitando su privatización (defendida por Los Verdes), así como la recuperación de la gestión de los hospitales públicos de Charité Vivantes, cuyas trabajadoras han estado semanas en huelga para exigir un convenio justo y un aumento de la contratación ante la precariedad laboral y la escasez de personal. Igualmente, Die LINKE. no puede permitirse seguir sufriendo las consecuencias y el desgaste, mientras se desalojan locales sociales o casas proyecto, como Syndikat, Liebig 34 o la explanada de KØPI.

Si la disfuncionalidad y la discordancia en ciertos temas con el gobierno «rojo-rojo-verde» de 2016 ya generaron mucha tensión en ciertos sectores de militantes y votantes (como los desalojos o la gestión en torno a Karstadt), el riesgo de que se multiplique exponencialmente en una coalición «rojo-verde-roja» es muy alto, en medio de una ciudad profundamente movilizada con unos movimientos sociales, a los que Die LINKE no solamente defiende, sino en los que su militancia está masivamente presente.

Por todo ello, creo que solamente merecería la pena que Die LINKE. entrara en el Gobierno de Berlín con el objetivo claro de aplicar el referéndum, con un calendario claro y siguiendo la ley emanada del propio movimiento social. Conseguir esta victoria puede compensar tener que tolerar otras derrotas (sabemos que los gobiernos de coalición conllevan alegrías y penas), pero sin garantías de tener esta victoria fundamental y tan sumamente respaldada por la ciudadanía, un gobierno de coalición en el que esté la izquierda solamente puede llevar a una debacle en los próximos años, a la baja de centenares de militantes y a una decepción difícilmente recuperable.

*Jaime Martínez Porro, IU Berlín, Die LINKE. Steglitz-Zehlendorf.