Lamentamos el fallecimiento, a los 83 años, de Juan Valdés Paz, uno de los científicos sociales más eminentes de la Cuba contemporánea. Sociólogo, Premio Nacional de Ciencias Sociales y Humanísticas y amigo de El Viejo Topo, le echaremos de menos.
Del socialismo de Estado a la República
El Viejo Topo
29 octubre, 2021
Entrevista
realizada por Harold Bertot Triana y Julio César Guanche, publicada en Voces Cubanas el 10 de agosto de 2021.
Desde hace algún tiempo la sociedad cubana se transforma social y económicamente, y se visualizan demandas de diversa índole por varios sectores. ¿Está el Estado cubano en capacidad para absorber y gestionar esas demandas?
Quisiera
comenzar aclarando la pregunta, la cual más exactamente, en el caso cubano,
debiera referirse al sistema político —integrados por conjuntos de
instituciones políticas, estatales, y civiles— y a sus capacidades. De manera
que me referiré al Estado, un subsistema de aquél, integrado a su vez por
diversas instituciones a cargo de las funciones: a) legislativas; b) de
producción, implementación y control de las políticas públicas; c) de
administración pública de esas políticas; d) de la seguridad externa e interna
de la sociedad nacional; e) de la impartición de justicia; etc.
La interrogante
sobre las capacidades del Estado se referiría a todas estas funciones, con
respuestas diferentes.
Por otra parte,
y como se observa, digamos que ningún Estado dispone de la capacidad para
absorber y gestionar todas las demandas que le plantean sus respectivas
sociedades, aunque sí sus necesidades básicas; y la capacidad de que dispone y
el número de satisfacciones que puede dar es una variable temporal afectada por
diversas condiciones, algunas de las cuales pueden controlar y otras no.
Regresando al
escenario cubano de la pregunta, diría que el Estado cubano ha logrado, con
variaciones en el tiempo, particularmente en las primeras tres décadas del
período revolucionario, satisfacer gradualmente, en cada esfera del Estado,
gran parte de las demandas de la sociedad, así como satisfacer las necesidades
básicas de las grandes mayorías, mediante una oferta de bienes públicos y una
política social gratuita y universal.
Como se sabe,
las relaciones de intercambio con el campo socialista en general y la URSS en
particular permitieron sostener esta oferta y aseguraron un cierto ritmo de
desarrollo. El derrumbe del socialismo este europeo impactó al país
severamente, dando lugar a un “periodo especial” del cual logró recuperarse
solo en parte.
Ello planteó la
necesidad, presente hasta hoy, de iniciar un período de reformas orientadas a
instaurar un nuevo modelo económico socialista; un Estado de Derecho; y una
nueva etapa de su desarrollo democrático. La dilación de estas reformas, la
resistencia de dirigentes y funcionarios de todas las esferas a implementarlas,
así como el agravamiento del escenario interno causado por la ofensiva
norteamericana de “cambio de régimen” y la pandemia del COVID-19, ha
afectado las capacidades del Estado y del incipiente sector privado, para
sostener su oferta de bienes públicos y culturales; de mayor desarrollo
democrático; de seguridad ciudadana; y de un mayor nivel de vida de la
población.
Ciertamente,
las capacidades del Estado cubano no solo se han visto restringidas por el
escenario actual sino también por otras condiciones más estructurales, de las
que quiero destacar al menos tres: a) el modelo de socialismo de Estado, que
hace de esta institución un poder omnímodo en todos los sistemas sociales; b)
un diseño del Estado, caracterizado por la centralización de las atribuciones y
recursos, el verticalismo de la dirección, la burocratización
de sus funciones, las manifestaciones de corrupción; y c) el muy bajo control
democrático sobre su desempeño.
De lo anterior
se deduce que el Estado cubano retiene un potencial de desarrollo de sus
capacidades, mediante la superación de sus deficiencias de diseño y de gestión.
Numerosas y transitorias campañas —antiburocratismo, contra la corrupción, de
mayor representatividad, etc.— se han promovido sin efectos duraderos y sobre
todo, sin influir en su diseño institucional.
La
implementación de la nueva Constitución de la República y de sus leyes
complementarias, parecen ser una oportunidad extraordinaria para superar
algunas de estas limitaciones. Al respecto, cobra una especial importancia las
propuestas de territorialización o municipalización efectiva de las funciones
del sistema político y del civil.
¿Cuál es su opinión sobre la intensificación de las sanciones a Cuba que
tuvieron lugar durante la administración Trump en medio de esta crisis agravada
por la pandemia y sus consecuencias sobre el país?
El bloqueo
económico, comercial y financiero de EEUU sobre Cuba, concebido a partir de
1960, y formalizado en 1962, tiene su propia historia, caracterizada por su
intensificación a lo largo del tiempo, como parte de estrategias políticas en
las que se contienen sus intereses geopolíticos, más generales; y sus objetivos
políticos inmediatos, tales como la subversión del régimen o su inviabilidad.
Los impactos del bloqueo han marcado a la sociedad cubana en su evolución de
más de seis décadas. La sociedad cubana ha tenido que absorber tales impactos,
sobrevivir a ellos, compensarlos y sostener su desarrollo.
Los especialistas
han caracterizados al bloqueo de distintas maneras: como un elemento de presión
sobre el comportamiento del Estado y el Gobierno cubano; como recurso de una
guerra no convencional; y eventualmente, como arma de una guerra convencional.
Pero el bloqueo
adquiere un nuevo significado desde el segundo mandato de la Administración
Obama, una vez que el Gobierno cubano declara y promueve, un programa de
reformas económicas y políticas a su modelo socialista. Obama admite el fracaso
de las estrategias desenvueltas hacia Cuba por todas las Administraciones
anteriores y propone e inicia un ciclo de normalización de las relaciones con
la Isla. En el fondo, de lo que se trata es de la percepción de que las
reformas políticas creaban inusitadas condiciones para una mayor penetración e
influencia de EEUU en la sociedad cubana, así como para saldar su obsesión por
volver a ser un actor interno en ella. Pero no olvidemos que la normalización
de Obama tenía como limite la permanencia del bloqueo, aunque sus medidas lo
compensaran en parte.
La
Administración Trump, de motu proprio o bajo la influencia de
los sectores de la derecha electoral floridana, rompió ese ciclo de
normalización y reasumió la tradicional política de presiones, llevando el
bloqueo a su forma extrema, bajo la percepción de que las reformas cubanas
podrían hacer viable al régimen cubano y asegurar su continuidad en el largo
plazo. La imprevisible y dilatada pandemia del COVID-19, reforzó los efectos de
esa política, desatando una nueva crisis sobre el país.
Las
contrapuestas posiciones de ambas Administraciones —cambio de estrategia en la
de Obama, radicalización del bloqueo en la de Trump— también se vinculaban a
las respectivas estrategias de recuperación hegemónica en América Latina y el
Caribe, así como al conflicto con Venezuela.
Considero que
sin el bloqueo o asumiéndolo como una invariante de la política de EEUU hacia
Cuba, caso de la Administración Biden, la implementación de los programas de
reformas al modelo económico cubano, ya aprobados y consensuados, permitiría,
mediante un mayor crecimiento y desarrollo, disponer de la capacidad de
satisfacer las necesidades básicas de la población y parte de las demandas de
sus diferentes estratos. Numerosos economistas cubanos han insistido en lo perentorio
de estas reformas.
La actual dinámica socioeconómica genera cambios en la composición clasista
o de sectores de la sociedad cubana y sus dinámicas de desigualdad. ¿Cómo ve
este problema y sus posibles soluciones?
La sociedad
cubana del 2021 es otra y diferente de la de los años ochenta, salvo en el
discurso oficial. Los cambios acumulados en la estructura social condicionan
las políticas públicas y éstas debieran tomar en cuenta tales cambios.
Podríamos
resumir estos cambios estructurales como de: a) una estructura demográfica
congelada y envejecida; b) una estructura generacional de siete generaciones
políticas convivientes, con las tres últimas vinculadas a experiencias de
crisis socioeconómicas sucesivas; c) una estructura socio clasistas modificada
por el ascenso de un sector campesino en la sociedad rural y de una burguesía
mercantil, en la urbana; una estructura ocupacional que incluye un creciente
sector cuentapropista; una estructura del estatus social modificada en favor de
la autoridad, propiedad y del ingreso; un patrón de desigualdad que se ha
duplicado y cuyo término inferior de la desigualdad incluye más pobres y
marginados; etc. Es decir que, en la segunda década de los 2000, la sociedad
cubana ha devenido más estratificada, más diferenciada y desigual.
Solo una visión
esquizofrénica no vería los cambios ocurridos en la sociedad cubana y no
advertiría algunas de sus consecuencias económicas, sociales y políticas. Solo
una visión de ese tipo no admitiría el carácter objetivo de un nuevo centro
social —grupo etario entre 30 y 50 años—; unas capas medias conformadas por
dirigentes, profesionales, oficiales, técnicos y empresarios; intelectuales,
etc., para el cual hay que elaborar políticas públicas diferenciadas, ampliar
las condiciones del consenso y reconstruir el discurso hegemónico. Igualmente,
la necesidad de políticas de recuperación, focalizadas en los espacios y grupos
de riesgo.
Esta evolución
de la estructura social no ha estado acompañada de un desarrollo sostenido o de
un patrón igualitario sustentable, sino de la alternancia de situaciones de
crisis y de recuperación económica. Ello ha implicado la necesidad de una nueva
estrategia socialista, basada en la emergencia de un nuevo modelo de desarrollo
económico y social “con mercado” y el paso a un patrón de mayor desigualdad, en
parte compensado con políticas de equidad.
Una cuestión
central es que, a diferencias del modelo “socialista” anterior, éste que se
promueve ahora conlleva un bloque social menos homogéneo, con intereses reales
más contradictorios y con una diversidad ideológica mayor. El consenso
requerido sobre el modelo de sociedad se sitúa, más que en las condiciones
sociales y expectativas compartidas, aunque también, en la identidad con una
comunidad política soberana, más incluyente, igualitaria y participativa, que
esté protegida por un Estado de Derecho y acompañada por un desarrollo
democrático ininterrumpido. Dicho de otra manera, por el paso de un socialismo
de Estado a una República socialista.
En un contexto político, económico y social tan complejo, ¿Cuál es el
espacio que tiene hoy la crítica social, cuál el rol de las ciencias sociales y
cuál el papel de los intelectuales?
“En un
contexto político, económico y social tan complejo”, como el cubano, de
asedio y hostilidad permanente por parte de la superpotencia hemisférica, el
espacio para la crítica social se hace restrictivo, dado que: esta crítica
incluye a los más diversos actores y corrientes; una parte de esa crítica se
muestra comprometida con la estrategia de subversión del régimen promovida por
EEUU; y otra parte de ella es de oposición al socialismo, al gobierno o a las
leyes. Pero el mayor problema consiste en que dichas restricciones, cuando sean
necesarias, puedan no ser transparentes, públicas y consensuadas. Cabe decir,
que la experiencia histórica es el de un uso discrecional de esas restricciones
por instituciones y funcionarios.
Obviamente, ese
espacio restringido es en parte una variable de un contexto defensivo, pero
ello no obsta para que tenga que haber un espacio libre de restricciones,
demarcado y protegido por la Ley que es el espacio crítico de los ciudadanos.
La crítica, como libertad de opinión, está amparada por la Constitución de la
República y contra ella no caben más restricciones que las admitidas por la
Ley. Paradójicamente, ese espacio ha estado acotado no solamente para las
corrientes “anti socialistas” sino también para las voces y corrientes críticas
que le pasan al régimen revolucionario por la izquierda, es decir que le
reclaman no ser suficientemente revolucionario o socialista.
La indefinición
teórica y práctica de que sea una “esfera pública” socialista o una “sociedad
civil” socialista, contribuye a la promoción de políticas restrictivas y a limitar
la contribución ciudadana.
Un caso
particular en este panorama es el de las ciencias sociales, institucionalizadas
de hecho, a las que en teoría se les asigna el papel de favorecer la
construcción consciente de la “nueva sociedad”, mediante la producción de
conocimientos, de técnicas y buenas prácticas.
Todo lo
anterior supone la existencia de políticas públicas orientadas al desarrollo de
las ciencias sociales y a la implementación de sus resultados. En la
experiencia socialista, foráneas y cubana, este papel de las ciencias sociales
se ha visto estorbado por la falta de tales políticas, por la supeditación de
éstas a ideologías de Estado, por el discurso hegemónico, el secretismo, el
unanimismo, la inconveniencia política, etc.
Toda la
experiencia del socialismo real ha mostrado una alta suspicacia, sospecha y
rechazo hacia la crítica expresa o implícita en los resultados de las ciencias
sociales, atribuyéndoles intencionalidad política o un carácter subversivo. En
esta perspectiva, las políticas hacia las ciencias sociales han tendido a ser
medidas de contención. Cabe decir, que la actual postura de la dirección de
nuestro país parece ser una superación de estas concepciones.
El papel de los
intelectuales ha sido objeto de discusión desde hace siglos; hasta convertirse
en una especialidad de las ciencias sociales. Convencionalmente, se acepta que
su función social es en general, producir por distintos medios, conocimientos,
representaciones, normativas, imaginarios, identidades, testificar la época, etc.
De los
intelectuales, o mejor, de los trabajadores intelectuales cubanos, hay que
decir que representan al sector social de los creadores, innovadores y críticos
del orden establecido, pero sin poseer por ello ninguna naturaleza angelical.
No son “las partes blandas de la sociedad” pero tampoco son los depositarios de
su destino. Individual o colectivamente, son ciudadanos de una República en la
cual tienen derechos y deberes compartidos, así como, lealtades y compromisos
con el orden político y social elegido por las grandes mayorías y al servicio
de ellas.
Dicho de otra
manera, el problema de los actores que cumplen estas funciones es el grado
de compromiso individual y colectivo, con los proyectos de nación y de
sociedad, refrendados por las grandes mayorías. Frente a estos proyectos se
posicionan no solo como intelectuales sino como actores políticos.
¿Cuáles cree que son los desafíos más complejos para el socialismo cubano
en este momento?
Lo que llamamos
el “socialismo cubano” prefiero representármelo como la conjunción de dos
proyectos diferentes: un proyecto nacional, invariante, de independencia,
soberanía y autodeterminación del Estado nación cubano; y un proyecto de
sociedad, variable, de inspiración socialista.
El proyecto de
nación, la prioridad absoluta, ha debido enfrentar la resistencia, mediación y
hostilidad de los EEUU como potencia imperial e imperialista. Por su parte, el
proyecto de sociedad ha estado influido fuertemente por el contexto, según haya
sido este más o menos favorable al proyecto de nación, a la permanencia del
poder revolucionario, a la seguridad nacional y a su desarrollo económico
social, en el tiempo.
En estas
perspectivas, el socialismo cubano comparte hoy los mismos desafíos históricos
de los últimos 60 años, pero en un contexto internacional más adverso e
incierto. En estas condiciones, el proyecto de sociedad socialista imaginado se
ve enfrentado a nuevas restricciones internas y constricciones externas que le
imponen los cambios necesarios para que su poder constitutivo se reproduzca, su
desarrollo económico político y social se haga viable y su legitimidad se
sostenga.
Dicho de otra
manera, el proyecto socialista cubano tiene que ser, en el corto y mediano
plazo, reformado; y en mediano y largo plazo, repensado y rediseñado.
Pero en lo
inmediato, en la coyuntura, el socialismo cubano tiene que: a) controlar la
pandemia y remontar sus efectos más graves; b) promover las reformas económicas
que le permitan superar la actual crisis de la sociedad cubana, así como a sus propias
limitaciones de gestión, atendiendo, como decía el colega Aurelio Alonso en los
noventa, a promover un nuevo modelo económico sin desocializar, es decir,
realizar la reformas necesarias y a la vez socializar más cada esfera de la
sociedad; y c) si bien la emergencia es económica y social, la superación del
actual escenario es política, lo cual implica: implementar sin cortapisas el
Estado de derecho declarado en la nueva Constitución de la República; instaurar
con plenas garantías el orden constitucional prescrito en ella y en sus leyes
complementarias; así como, reconstruir el consenso sociopolítico, mayoritario,
acerca de un proyecto de sociedad más autóctono y viable.
*++
No hay comentarios:
Publicar un comentario