(O la
historia no contada de la lucha por la democracia
desde las
entrañas del Estado)
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Rodrigo M.
Rico Ríos
Asociación
Unificada de Militares Españoles (AUME)
Organizar el silencio
Y declararlo en huelga...
Antonio Gamoneda
Orígenes: Un nuevo esqueleto para un nuevo Estado
Es imposible comprender la génesis de este cuerpo
armado sin hablar de la creación del
Estado moderno en el siglo XIX. La España de principios de la era
decimonónica
supone un huracán de acontecimientos políticos, culturales y militares, donde una vieja sociedad camina
hacia su extinción y una nueva sociedad
empieza a alumbrarse. Una época de enconada confrontación entre dos mundos, pero que ya estaba determinada por la
Revolución de 1812 la cual había herido
de muerte al antiguo régimen.
El proceso,
por tanto, de consolidación de la modernidad
en España y de afianzamiento del poder burgués, viene a ser un combate constante por enterrar los rescoldos
del feudalismo y del absolutismo y por
la consolidación de un Estado moderno. El enraizamiento del capitalismo e n España fue un proceso tardío, sinuoso, con
avances y retrocesos, lleno de resistencias, donde la joven y
débil burguesía nacional luchó por edificar un Estado centralizado que alcanzase al más recóndito
lugar del país. Un Estado que le permita
gestionar su inaugurado poder. La
creación de un mercado nacional, las desamortizaciones o la supresión de
derechos señoriales, provocan un cambio cualitativo en la formación social española en el siglo diecinueve. En esta
centuria revolucionaria, está germinando una nueva estructura económica que se propaga
y arraiga por la geografía, que sueña
con una extensa red de comunicaciones, de líneas férreas, de telégrafos debidamente protegida. Tiene hambre de
mercado, sed de crecimiento, ambición de
mercantilizar y necesita leyes, administración, organización y unificación para despegar.
Sin embargo,
mientras se vigoriza este nuevo modo de producción, permanecían oxidadas estructuras políticas del
régimen anterior, cohabitaban limitaciones
propias del mundo señorial qu e ralentizan su maduración. Esta nueva criatura necesitaba soltar amarras, liberarse
de los restos de corsé del antiguo régimen
y formar un nuevo espacio político a su medida.
Era
necesario disolver los distintos
estamentos señoriales locales, intermedios
o regionales
productos del feudalismo que perduraban
en aquella época. De esta manera, y en
palabras de López Garrido :
A nuestro
juicio, el fundamental fenómeno político que se produce durante el
ochocientos
español no es tanto pasar de un sistema absolutista
a otro liberal, como pasar de unos
poderes más o menos públicos y con proyección y mando políticos frágiles, discontinuos e irregulares, a un
sistema de poder unificado, organizado, con presencia en todo el país, con competencias
sustantivas, es decir, a un Estado.
Los
liberales de la época (ya sea desde una visión progresista o conservadora) lo tenían bien claro: es
imposible crear un Estado moderno y centralizado
sin una fuerza del orden de ámbito nacional que lo represente. Se hace trascendental esa fuerza pública que
garantice la conquista del Estado en todo el territorio, que respalde a las nuevas
leyes y a la administración en todos los rincones. Y al igual que chocan distintas
visiones sobre el modelo de (2 López Garrido, Diego. « La Guardia Civil y los orígenes del Estado centralista », Editorial Crítica, Barcelona 1982, p.25.) administración
central o de administración municipal, también el establecimiento de un poder civil coercitivo se convierte en
asunto de pugna entre las distintas corrientes
que recorren al liberalismo.
Y es que el
caso específico de la revolución española,
donde la burguesía apuesta fundamentalmente por la nobleza como aliada, imprime un carácter particular a la
relación entre Ejército y Estado, o dicho de otro modo, entre fuerza del orden y la
administración civil. La falta de confianza de la nueva clase dirigente hacia el
campesinado y otras clases populares, y su preferencia por la nobleza, hace que el
Ejército, donde abundaban la nobleza y los ilustrados entre sus mandos, pase a ser un
actor protagonista del proceso decimonónico
español. Del parto revolucionario sui
géneris surgió un Ejército que «iba por libre», no como un Estado dentro del
Estado, sino como un Estado paralelo al
Estado que se erigió en el paladín del avance revolucionario. Un avance que era en unos casos progresistas y en otros
conservador según la correlación de fuer
zas interna del cuerpo armado.
La Milicia
Nacional, la cual sí constituía una verdadera fuerza popular dispuesta a una revolución a la francesa , fue siendo desplazada y
desarmada
progresivamente
por el conservadurismo liberal. Ésta sólo era reclamada, de manera utilitarista, por las altas instancias
del poder central para grandes empresas
como fue la primera guerra carlista (1833 - 1840). Por tanto, a la larga, el cambio hacia la sociedad capitalista en España
se realiza siguiendo la versión conservadora,
apostando por las cúpulas del Ejército y marginando a la Milicia Nacional.
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