LA TRINCHERA INFINITA: Diario de un confinamiento mal
planteado.
VIEJO
Kevin Álvarez.— Mucho me temo que tras esta pesadilla, al contrario de lo que mucha
gente opina, pocas mentalidades van a cambiar de forma espontánea, y es que
aunque los medios de comunicación traten de cerrar los informativos con esperanzadoras
imágenes de aplausos, arcoíris y artistas dando rienda suelta a su creatividad,
lo cierto es que existe una realidad mucho más cruda que se puede ver a través
de nuestra ventana, o de la pantalla de nuestros dispositivos móviles.
Por mucho que esta
crisis haya puesto en evidencia, aún más si cabía, la inviabilidad del sistema
capitalista y sus falsos logros de cartón piedra, y por más que se cacaree una
y mil veces la palabra solidaridad, la ideología dominante y quiénes se
encargan de esparcirla no han dejado de plantear la situación desde el más
absoluto individualismo. Se nos habla de responsabilidad individual, de
pequeños gestos individuales, apelando únicamente al colectivo como una patria
que, en términos belicistas, lucha contra un enemigo común. Así, vemos a diario
a través de las redes sociales, y en el peor de los casos en nuestra propia
calle, cómo se interpela a quien, de manera imprudente ignora el estado de
alarma decretado por el gobierno. Hemos visto a la policía aplaudiendo a sanitarios
o bailando canciones infantiles, pero también la hemos visto actuar a su modo
más clásico, recurriendo a la agresión y a la brutalidad de forma
injustificada. Una vez más, viendo cómo se arrastra por el suelo a una mujer o
se abofetea a un muchacho, hemos aplaudido y entonado el “a por ellos”, siempre
en pos de un bien común, ya sea la lucha contra el coronavirus o la unidad de
España.
Se confunde la
responsabilidad con el chivateo y la delación, esa que no dista mucho de
aquellos gritos de “mi vecino es comunista” o “participa en actividades
subversivas”. Desde nuestra ventana indiscreta solo vemos al individuo
irresponsable que pasea como si tal cosa, acciones irresponsables y en la gran
mayoría de casos, injustificables. Lo que no vemos desde ningún punto de la
casa son las fábricas que continúan produciendo al 100% de su rendimiento,
hacinadas de trabajadores y trabajadoras que operan sin ninguna medida de
seguridad, para seguir generando el mayor beneficio posible a una patronal que
tiene la capacidad de asumir un paro total de la producción sin apenas
consecuencias. No se ven la cantidad de equipos de protección individual que se
utilizan para mantener abiertas factorías cuya actividad es hoy absolutamente
innecesaria, equipos de los que carecen en los sobresaturados hospitales donde
el personal está enfermando y muriendo de manera evitable. Como tampoco se ven
las jornadas abusivas del personal de las grandes cadenas de supermercados que
no impuesto límites suficientes a la adquisición de bienes y alimentos. No, el
encuadre de la cámara de nuestro móvil no abarca nada de esto.
Esta situación
nos exige quedarnos en casa, y es de vital importancia hacer hincapié en ello
para evitar contagios que abarrotan los hospitales y ponen en riesgo a sus
trabajadores. Lo que nadie nos ha pedido es convertirnos en los ojos de la
policía y los militares, canalizando nuestra frustración jaleando la brutalidad
policial, exhibiéndola en redes sociales y obviando el posible contexto, a
saber, madres solteras que no pueden dejar solos a sus hijos y salen a comprar
con ellos.
La solidaridad
de clase es más necesaria que nunca, frente al linchamiento público que ni
conciencia, ni aporta nada. A nadie ayuda convertirnos en ese vecino de la
película “La trinchera infinita” que busca desesperadamente al protagonista
escondido durante décadas tras una falsa pared. Ser ese vecino chivato y
rencoroso, pero con las tornas cambiadas, escondidos buscando a quien sale a la
luz para entregarlo a las autoridades, no por civismo, no por responsabilidad,
sino por sentirnos parte de un aparato del que no formamos parte.
¡Quedémonos en
casa!, ¡paremos la producción!
Fuente: unidadylucha.es
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