25 de Marzo: la dignidad en los tiempos del
coronavirus
Por Manuel Cañada
| 25/03/2020 | España
Fuentes: Rebelión
Un vendaval de
miedo se ha metido en todas las casas. Súbitamente comprendemos que hemos
entrado en un nuevo tiempo histórico, plagado de peligros. El primero, el más
tangible, es el azogue ante lo desconocido, un bicho microscópico segando vidas
por miles. Pero a continuación, pegado a él, comparece un segundo terror, al
que conocemos demasiado bien, que ha sembrado de muertos y tullidos el siglo
XX: el de las crisis del capitalismo, el de su lógica inmanente de destrucción
y miseria. Claudio Katz se refirió a la última gran crisis como el temblor de
2008. La intuición colectiva lo huele: un temblor de temblores, un gigantesco
tsunami, viene de camino.
“En tiempos
revolucionarios, millones y millones de personas aprenden en una semana más que
en un año entero de vida rutinaria y soñolienta”. Esto escribía en septiembre
de 1917 el de la perilla, Lenin, el revolucionario innombrable. El
confinamiento colectivo va desgranando día a día sus enseñanzas. Ha bastado
apenas una semana para que el retablo de las maravillas del neoliberalismo se
resquebraje. El sacrosanto mercado muestra su incompatibilidad radical con la
salud pública, con el bien público. La sanidad privada desvela su condición de
sanguijuela; la Unión Europea evidencia que es un tinglado al servicio del gran
capital financiero, que maniata pueblos y gobiernos; la monarquía confirma su
naturaleza corrupta. Lo real, la verdad que de ordinario no somos capaces de
ver o soportar, se nos revela con nitidez. Y también lo hacen las otras
verdades escondidas: redescubrimos que la invisible clase trabajadora –cajeras,
barrenderos, campesinos, transportistas, enfermeras…- constituye la viga
central de la sociedad y que la comunidad, la familia, el barrio, los balcones,
son el asidero irremplazable cuando naufraga la fantasía individualista y
competitiva del capitalista que cada uno hemos alojado dentro de nosotros.
Nada será igual
cuando termine el encierro, cuando la pandemia afloje su cerco mortífero. Los
poderosos intentarán asaltar las haciendas públicas, a costa de arrojar a la
marginación y al sufrimiento más descarnado a millones de personas. Pero llueve
sobre mojado y quizás esta vez los parias del mundo no acepten tan mansamente
el desastre social y el nuevo rescate a los ricos, que ya se insinúa tras los
artificios de la propaganda. Porque además, ahora no es solo una estafa: es una
crisis sistémica, una encrucijada, una bifurcación civilizatoria.
En medio de
este panorama puede parecer una frivolidad provinciana y extravagante
reivindicar el 25 de Marzo. Pero quizás, si reparamos en ello con detenimiento,
no resulte tan descabellado. La ocupación masiva y pacífica de fincas que se
produjo en Extremadura el 25 de marzo de 1936 es, sin lugar a dudas, uno de los
principales acontecimientos de la historia contemporánea en nuestra tierra. En
aquella fecha fructificaba la tenaz lucha por la Reforma Agraria que habían
mantenido generaciones enteras de campesinos. Y Extremadura, de la mano de los
yunteros, se convertía con esa gesta en la vanguardia de una honda esperanza de
transformación en toda España. Periódicos de todo el mundo, como el diario
argentino La Nación o la revista francesa Regards daban cuenta por
entonces de aquel hito, la ignorada revolución de Extremadura.
Meses después
el fascismo ahogaba en sangre la primavera jornalera. Como ha demostrado
Francisco Espinosa, la atroz represión franquista en Extremadura estuvo
estrechamente relacionada con el proceso de reforma agraria. La plaza de toros
de Badajoz se convertiría en el símbolo de la venganza y del escarmiento. Las
generaciones futuras quedaban advertidas.
Pasado que
palpita en el presente
El 25 de marzo
ha sido ocultado meticulosamente al pueblo extremeño. A pesar del riguroso
trabajo de historiadores como Malefakis, Tuñón de Lara, Paul Preston, Víctor
Chamorro o Francisco Espinosa que han levantado acta de su trascendencia, el
poder político y académico en la región han hecho todo lo posible por enterrar
su memoria. Olvido y silencio en las instituciones. Ni rastro en los libros de
texto o en los programas de estudio.
A primera vista
podría sorprender que en una región gobernada por el PSOE durante 33 de los
últimos 37 años se silencie un hecho tan crucial, protagonizado en gran medida
por militantes de filiación socialista. Pero basta escuchar a Ibarra para
entender que no tiene nada de asombroso. Hace dos años tildaba como “fracaso
colectivo” el 25 de Marzo y volvía a defender como Día de Extremadura la
festividad de la Virgen de Guadalupe, por lo que se ve muy exitosa en sus
milagros.
“El
humanitarismo hoy dominante sacraliza la memoria de las víctimas”, pero “en su
mayor parte pasa por alto o rechaza sus compromisos”, afirma con lucidez Enzo
Traverso, refiriéndose al momento memorial de nuestras sociedades. Ahí quizás
resida una razón fundamental del ostracismo que venimos mostrando. El 25 de
Marzo incomoda, quema, señala la opresión de nuestro tiempo. No es una fecha
manejable, no es pasado muerto ni memoria impotente. Es “pasado que palpita en
el presente”, pasado que nos habla del latifundio de hoy, de la emigración, del
paro, del neo-caciquismo de hoy.
Como señala el
historiador italiano, las tragedias y las batallas perdidas del pasado
constituyen un peso y una deuda, pero también “una promesa de redención”. Los
muertos nos interpelan, los oprimidos de ayer nos emplazan y, como escribía
Roque Daltón con ironía, “están cada día más indóciles” y “caen en la cuenta de
ser cada vez más la mayoría”.
El retorno de
lo reprimido en el pasado y el ansia de transformación que late en el presente
se reúnen en una misma constelación. El anhelo de la Reforma Agraria y el de la
República se funden con la Renta Básica Universal, la socialización de los
sectores estratégicos o la necesidad de una transición ecológica de la
economía. El 25 de marzo es uno de los puentes, uno de esos hilos que va
cosiendo pasado y presente, forjando en ese telar otra Extremadura y
contribuyendo a un mundo nuevo.
“El coronavirus
nos obliga a decidir entre el comunismo global o la ley de la jungla”, ha
escrito el filósofo Slavoj Zizek. Darwinismo social o comunidad, ese es el
dilema. El movimiento del 25 de Marzo ha de incardinarse en esa búsqueda
colectiva de una alternativa global al capitalismo. Pero esa alternativa se
construye desde abajo. La lucha contra la precariedad, por la Reforma Agraria o
contra la subalternidad de Extremadura son algunos de nuestros puntos de
partida.
El sistema
capitalista cruje. Lo que parecía una crisis sanitaria muta en catástrofe.
Viene un tiempo de convulsión social. Construyamos con otros una vacuna de
dignidad contra la dictadura del dinero. 25 de Marzo o barbarie.
Manuel Cañada,
miembro de la Asociación 25 de Marzo
*++
No hay comentarios:
Publicar un comentario