En nombre de la libertad de enseñanza hay que suprimir la enseñanza concertada
Rebelión
Cuarto Poder
22.11.2019
Al hilo de la cruzada que ha emprendido el PP en defensa de la escuela concertada, ha circulado un vídeo en el que “un padre con hijos en la pública explica a la ministra Celaá lo que es la libertad de enseñanza”.
En un tono impertinente y paternalista, amparado en la supuesta
autoridad moral que le confiere llevar a sus tres hijos a la escuela
pública, este sujeto explica una sarta de majaderías aprendidas en el
peor catecismo ideológico. Lo importante no es este señor, por supuesto,
pero el catecismo en cuestión sí conviene denunciarlo. Pienso que
seguramente el vídeo es un montaje propagandístico del PP porque,
sinceramente, no creo que se pueda ser tan tonto y tan ignorante. Pero
el caso es que este señor amenaza a los del “pacto de gobierno” con
plantarles cara en las calles si se llega a tocar el asunto de la
escuela concertada. Y eso sí ocurrirá, sin duda, a la menor ocasión, por
lo que conviene tener algunas ideas claras respecto a esta posible
eventualidad.
Hay una serie de sofismas que se repiten sin cesar
como si fueran evidencias. Según ellos, y tal y como recita el padre en
cuestión, el artículo 27 de la Constitución protege la enseñanza
concertada porque defiende la libertad de enseñanza contra el modelo de
la “escuela única”. Esto es completamente falso, pero es que además no
se sabe qué puede ser eso de la “escuela única”. Lo bueno que tiene este
padre es que con ese tonillo tan repelente se explica con mucha
claridad: “la escuela única se da sólo en los países en donde existe el
partido único, la prensa única, o sea, en las dictaduras, en los
regímenes totalitarios”. Lo repite dos veces en cinco minutos.
Así
pues, si suprimir la escuela concertada es imponer el modelo de
“escuela única” y eso sólo se da en las dictaduras totalitarias, habría
que concluir de inmediato que en Europa hay una buena cantidad de países
totalitarios: en realidad, casi todos. Se lleva la palma, desde luego, Finlandia, que durante las últimas décadas ha sido el milagro educativo europeo, donde la escuela concertada se reduce a un 2,9 % y la escuela privada a un impactante 0,0%. Noruega es, también, un país muy totalitario, con un 96,4% de escuela pública. Peor es en Irlanda, donde la concertada y la privada juntas suman un 0,4%. Otras dictaduras totalitarias serían Alemania (la que más, junto con Austria, un 0,0%), Los Países Bajos (0,9%) o Italia
(5,1%). En realidad, según esta especie de catecismo del PP, sólo tres
países europeos se librarían, por tanto, del totalitarismo: España,
donde la suma concertada privada es del 31,8%; Reino Unido, con un 39,1%
y Bélgica, con un 55,7%. Todos los demás serían dictaduras totalitarias
que cercenan la libertad de enseñanza imponiendo un modelo de “escuela
única”.
El disparate es tan mayúsculo y el truco ideológico tan grotesco
que no se entiende como en nuestro país ha podido gozar de un cierto
consenso, de modo que un padre desinformado puede poner ese tonillo tan
cargante de sermón aleccionador y responsable.
Todo está (además de basado en datos falsos) mal planteado.
Lo que esta “gente liberal de derechas” llama “libertad de enseñanza”
no es más que un supuesto derecho que tienen los padres a imponer a sus
hijos su propia ideología personal y, además, de hacerlo de forma
absolutamente totalitaria hasta que cumplan 18 años (cuando el daño ya
estará hecho y rematado). O sea, que si se da la circunstancia de que
tienes unos padres del Opus o Testigos de Jehová, la has jodido de por
vida y sin remedio, porque según esta peculiar interpretación de la
Constitución, los padres tienen derecho a encerrar a sus hijos en una
cárcel ideológica hasta que sean mayores de edad. A eso le llaman
“libertad de las familias”. Las cosas, sin embargo, suceden exactamente
al revés.
La escuela pública es lo mejor que se ha inventado contra el totalitarismo ideológico.
Se inventó, sobre todo, para librar a los niños de la dictadura
ideológica a la que los padres podrían someterlos, educándolos según sus
convicciones (en ocasiones repugnantes o incluso a veces criminales)
sin dejarles asomarse ni por un momento a la pluralidad ideológica y la
diversidad social. Los niños pueden, sin duda, ser educados en casa de
manera más o menos asfixiante. Ese es el derecho de los padres. Pero en
el colegio, en el Instituto, deben de tener una ventana abierta al
mundo, a otros mundos que sus padres no tienen derecho a censurar,
porque no son más que los mundos de sus conciudadanos. Unos serán
cristianos, otros musulmanes, otros ateos, budistas o pastafaris.
Esta
es la gran belleza de la escuela pública, donde cada niño se sienta
junto a alguien que seguro que es diferente que él, donde se aprende el
respeto y la tolerancia hacia la diversidad y la riqueza ideológica.
¿De verdad que parece razonable que los padres puedan tener el derecho,
por ser del Opus (o de ETA militar, eso da igual) de sentar a sus hijos
durante 18 años en un colegio de gente del Opus, donde se explique el
mensaje del Opus, se coma como comen los del Opus, se piense al modo
Opus y esté prohibido comportarse más que como se comportan los del
Opus, por ejemplo, separando los sexos y prohibiendo la masturbación o
la homosexualidad con las penas del infierno? Yo no pretendo, que ya me
gustaría, que se me meta a esa gente en la cárcel, porque en esto no me
ampara la Constitución y yo la respeto mucho también. Pero, me parece
una cuestión de elemental higiene democrática que esos hijos se eduquen
en una escuela pública, donde podrán elegir (¡eso sí que es la libertad
de elegir de las familias y no del patriarca en cuestión!) si prefieren
admirar y seguir el modelo cultural de sus padres o apuntarse a
cualquier otro modelo ideológico, cultural o religioso.
La escuela pública se inventó para salvarnos de nuestros padres.
Es un invento tan bueno, que no sólo te facilita salvarte de tus padres
fachas, sino también de tus padres progres. Porque lo que es aplicable a
los padres del Opus, es aplicable igualmente a esos padres acrátas
alternativos que se empeñan en educar a sus hijos en una casa okupa,
según su catecismo ideológicamente correcto, al tiempo que se niegan a
vacunarles y les alimentan con quinoa. Los padres, nadie lo niega,
tienen el derecho de elegir la educación de sus hijos. Pero no de manera
totalitaria. Sus convicciones educativas tienen que pasar por la prueba
de la escuela pública. Someterse a la reválida de la democracia, la
diversidad social y la pluralidad ideológica. Contra lo que suele
decirse, la escuela pública es el único invento fiable contra el control
ideológico.
Cuando se repite ese mantra absurdo del control
ideológico estatal se olvida la cuestión fundamental: la de si se está
hablando de un Estado con división de poderes o no. En la medida
misma de que haya un control gubernamental de lo público, ya se trate de
la escuela pública (donde es casi impracticable) o de la prensa pública
(donde por supuesto que lo hay) o de la justicia (que no puede ser
privada), eso no es más que una demostración de que la separación de
poderes no está funcionando correctamente. Y en esos casos, el problema
no es lo público, sino el hecho de que lo público no está
suficientemente blindado frente a las presiones privadas o
gubernamentales. Es algo que, por ejemplo, se observa en la sanidad
pública, mucho más que en la escuela pública. Y no digamos ya, en el
terreno del periodismo, donde la libertad de expresión está secuestrada
por unas cuantas corporaciones mediáticas económicamente muy poderosas.
La
enseñanza concertada está dañando muy gravemente el sistema de
instrucción pública y esto es lo más grave que puede ocurrir para las
clases mas desfavorecidas. Con su sistema de tasas encubiertas,
absolutamente generalizado, están seleccionando a los alumnos menos
problemáticos y condenando a un ghetto de marginados a la
población más necesitada de recursos para su educación ciudadana. Esto
es así hasta el punto de que hay ya muchos padres de izquierdas que
deciden llevar a sus hijos a la concertada, porque, en algunos barrios,
llevarlos a la pública es como sentenciarlos a un reformatorio
carcelario. El padre ese del vídeo del PP dice que lleva a sus hijos a
la pública. Me gustaría saber si ese sinvergüenza alardearía de lo mismo
en ciertos barrios que yo mismo podría recomendarle. Mientras las
políticas neoliberales de derechas están favoreciendo la enseñanza
privada con recursos del Estado (que es lo que supone el sistema de
conciertos), en las dos últimas décadas no han cesado de recortarse los
recursos de la escuela pública. Se trata de un darwinismo social neonazi
que se impone en nombre de la libertad de enseñanza según es entendida
por el PP. Es increíble que alguien pueda caer en una trampa tan burda y
apelar encima a la Constitución y su artículo 27.
La escuela
pública no es un “modelo educativo”, es la institución que garantiza que
ningún modelo educativo pueda imponerse sobre los demás. Un alumno
de la escuela pública tendrá un año un profesor medio facha y otro año
una profesora medio progre. Tendrá una profesora del opus en una
asignatura y un profesor hippie homosexual en otra. Conocerá profesores
homófobos y profesoras lesbianas, profesores ateos y profesoras beatas,
profesores y profesoras que serán a veces votantes del PP y a veces
votantes de Podemos. Esta riqueza estructural de la escuela pública hace
impracticable cualquier intento de control ideológico. Todo lo
contrario de las dictaduras ideológicas que se imponen en la escuela
concertada, donde cualquier profesor o profesora puede ser despedido por
no encajar con la matriz ideológica de quien paga. ¿En serio que
debemos destinar un sólo euro de dinero público a semejante
totalitarismo educativo?
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