La
guerra cognitiva de la OTAN
Jorge Elbaum
KAOSENLARED
8 de octubre de
2024 / Por Debates
Las campañas electorales y
las operaciones de manipulación psicológica se multiplican a nivel global como
resultado del enfrentamiento entre la OTAN y el Sur Global, representado por
los BRICS+. Según el documento publicado por la OTAN, dedicado a la guerra cognitiva, los conflictos bélicos
actuales se desarrollan en el marco de cuatro dimensiones específicas de
confrontación: los espacios militares terrestres, marítimos, aéreos y los
ligados al ciberespacio. Pero esas áreas de conflagración se insertan en un
entramado caracterizado por la persuasión, el convencimiento, la confusión, el
debilitamiento y/o desarme moral del adversario, competidor o enemigo.
Estas colisiones son
previstas como permanentes y se desarrollan, al mismo tiempo, en jurisdicciones
convencionales y no convencionales. Las contiendas, desde esta perspectiva,
apelan a dispositivos tecnológicos y comunicacionales guiados para alterar,
modificar o solidificar los imaginarios sociales (de las configuraciones mentales)
de las poblaciones destinatarias de las acciones bélicas.
Este capítulo incluye la
detección de procesos cognitivos de grupos relevantes y de informantes claves,
personas influyentes (influencers), como primer paso para ser
reclutados mediante la monetización. Esos agentes se capacitan, se entrenan y
se utilizan –muchas veces sin saber que son soldados de una guerra– para
canalizar y/o provocar distorsiones mentales, afectar la toma de
decisiones y dificultar determinadas acciones opuestas a los intereses del
actor que asume la beligerancia. De hecho, sus procedimientos intentan
persuadir, paralizar, desmoralizar, desmovilizar e incluso deprimir
emocionalmente a colectivos nacionales, grupos específicos o sujetos
particulares. Esta operación
conjunta posee un carácter difuso, por lo que suele encontrar
al bando agredido totalmente desarmado, ignorante de las maniobras que se
llevan a cabo en su contra.
La guerra cognitiva
pretende, en su forma más radical, alterar las orientaciones electorales, las
identidades nacionales y las políticas públicas. Para ese cometido se dedica a
fracturar, dividir y fragmentar las sociedades dispuestas como objetivo. De
esta manera logran someter a un
territorio nacional sin recurrir a la fuerza militar: logran
que las percepciones, las disposiciones y las concepciones de los individuos se
convierten en campos de batalla dispuestos para ser manipulados.
Quienes manejan los
mecanismos cognitivos más novedosos –actualización de las guerras psicológicas del siglo XX– carecen de ingenuidad:
saben que no pueden transformar a todas sus víctimas, pero les alcanza con
“pescar con redes inmensas” que rinden en términos demográficos para el
objetivo último de intervenir en lo que se piensa y en cómo se actúa. A los
colectivos detectados y reclutados como fuerza propia se los hace sentir
fuertes, defendidos, secundados y apoyados. Esto se lleva a cabo mediante
cuentas falsas, bots y herramientas de Inteligencia Artificial (IA)
que poseen la capacidad de silenciar o reducir la manifestación de sus
críticos.
Según el Oxford Internet Institute de la
universidad homónima, setenta países realizaron campañas de manipulación de la
opinión pública con fines políticos a través de las redes sociales, mediante la
utilización de IA, Big Data y algoritmos orientados. Algunos de esos países se
vieron implicados en actividades de guerra cognitiva al interior de sus
respectivos países y también en el exterior. Estados Unidos, además, desarrolla
este tipo de iniciativas de forma conjunta e integrada con las empresas
transnacionales dedicadas a gestionar plataformas y software dedicado (foto,
Elon Musk, propietario de X).
Entre sus tareas más
habituales se observan las acciones para sobrerrepresentarhashtags e
invisibilizar otros, generar ciberataques, intervenir comunicaciones
personales, promover la desinformación, generar debates de temas
intrascendentes, crear o modificar páginas, viralizar noticias falsas y agrupar
seguidores para movilizar ciudadanos en temáticas contradictorias con los
intereses soberanos.
La guerra cognitiva se
desarrolla a través de dispositivos híbridos, que combinan aspectos materiales
con otros de índole comunicacional. Sus antecedentes recientes incluyen la
promoción de revoluciones de colores –lanzadas a través de plataformas–, y
conflictos bélicos proxis (como en Ucrania). Combinan medios
militares y no militares para lograr el control de la opinión pública, la
desestabilización de la sociedad o el colapso de la economía. Esta forma de
beligerancia instaura “burbujas sociales fragmentadas” donde las informaciones,
las noticias, las opiniones se cosifican como zonas de confort ajenas
a cualquier posibilidad de crítica. De esa forma se alcanzan dos metas al mismo
tiempo. Se logra quebrantar la cohesión social –basada en la configuración de
identidades nacionales– y al mismo tiempo imponer luchas fratricidas para
emplazar fragmentos irreconciliables. Conocer su lógica de guerra aparece como
imprescindible para enfrentarlos.
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