RESPETO PARA LOS ARTISTAS E INTELECTUALES
(Randolfo Ariostto Jiménez Pérez . Poeta dominicano)
Por Raj Pérez
Cauce literario (31.07.2023
04.09.2024
Los artistas e intelectuales de tu
provincia merecen, si no reconocimiento, por lo menos respeto
Cuando veas a un intelectual de tu provincia, aunque
no hayas leído su obra, muestra un ápice de respeto en reconocimiento a su
ardua labor.
Un intelectual es quien lee decenas de libros al mes,
a veces como un favor al amigo que le encarece conocer su trabajo, o por la
obligada investigación que requiere su oficio.
Mientras tu disfrutas del reconfortante sueño, o de la
convivencia entre tragos y amigos, el intelectual de tu provincia redarguye en
las artes y la ciencia en procura de ese aporte intelectual que fortalezca tu
cultura.
El escritor o poeta empieza casi siempre a trabajar a
las once de la noche, cuando el bullicio comienza a apaciguar la contaminación
auditiva para irse a dormir a las 3 o las 5 de la madrugada, después de haber
rehecho y revisado decenas de versiones, reescrito decenas de manuscritos,
corroborado equiparable cantidad de textos y por lo general tras una jornada de
ocho horas en su trabajo diurno, no existe el descanso de autor.
El poeta de tu comunidad carga sobre su espalda el
compromiso de defender tu identidad día tras día, a cada segundo. Cada vez que
concluye una obra sueña con que al menos su gente lo premie con un saludo de
felicitación, que sepa que trabaja pensando en el porvenir de los suyos.
Valora tus intelectuales, defiéndelos, aprecia sus
poemas, sus canciones, sus ensayos, novelas, cuentos.
No intentes creer jamás que cualquiera puede hacer un
poema, un himno, una novela; porque ser poeta o intelectual, ni siquiera en las
universidades se logra sin una travesía de décadas consagrado al análisis y
revisión de borrones, lecturas didácticas de miles de otros autores que igual
merecen su respeto.
No les escamotees su trabajo; no los denigres por su
persona u origen. Su obra y trayectoria son las que hablan por él; si no
conoces su trabajo, calla y busca un libro suyo, un poema, un cuento, por lo
menos, prestado y, luego sí, dale el lugar que merece en los anales de tu
historia. Si todavía no entiendes el difícil sacerdocio de la vida intelectual,
intenta leer un mínimo de una obra al mes, y luego imagina lo que requiere
escribir dicha obra.
Valora tus poetas e intelectuales. No seas mezquino,
no usurpes su sacerdocio, no los menosprecies y de ninguna manera digas que
cualquiera escribe un poema; ningún poeta de verdad vocifera una ignorancia
semejante. Bendiciones, patria de Dios.
BREVE RESEÑA BIO-BIBLIOGRÁFICA DE RANDOLDO ARIOSTTO
JIMÉNEZ PÉREZ
— Registrado en el Acta de Bautismos de Esperanza,
Valverde, en 1971.
— Hijo de la ilustre educadora Julia Amada Pérez,
(Edda) y el Comunicador Rafael Antonio Jiménez Merette.
— Es licenciado en Educación mención Filosofía y
Letras por La UASD.
— Cursó estudios de Comunicación Social y Mercadeo en
O y M. Y de locución en INDETECO.
— Es Embajador del Idioma Español de Rep. DOM. para el
mundo, adscrito al Museo de La Palabra de España y La Real Academia Española de
la Lengua.
— Entre sus obras publicadas figuran libros de poesía,
ensayo, novelas, cuentos y textos didácticos.
— Ha obtenido varios reconocimientos nacionales e
internacionales por su labor literaria. Entre otros:
• Premio Internacional de Poesía Iberoamericana de la Fundación
Ezcorsa, en Barcelona, España, (2009).
• Premio
Nacional de Poesía Universitaria de la UASD (2006),
• Dos
veces Premio Nacional de la Alianza Cibaeña, (2007 y 2017).
• Reconocido
con el Premio Nacional de la Juventud por sus aportes al fomento de la cultura
(2011),
• Por
el programa de Jóvenes Valores de la NASA (2011);
• Por
la Esquina joven del Periódico Hoy (2011),
• Reconocido
como dominicano Honorable por el Senado y la Cámara de Diputados de RD
(2012);
• Reconocido como
Hijo Meritorio de los municipios Esperanza y Mao. (2011)
— Su labor literaria ha sido ponderada por
catedráticos de renombre como la doctora y escritora Ibeth Guzmán,
adscrita a la UASD, Bruno Rosario Candelier, presidente de la
Academia Dominicana de la Lengua; Bartolo García Molina, autoridad
lingüística del país; Juan Nicolás Tineo, destacado gestor Cultural
dominicano residente en EE. UU., y el poeta Carlos Reyes, uno de
los literatos dominicanos más grandes de esta generación.
— Sus obras han sido vendidas en las Ferias de
Frankfort, Guadalajara, Madrid y Santo Domingo. — — Figura como autor y
fundador del Círculo de Escritores de Valverde, en el Pabellón de Autores de La
Feria del Libro de Santo Domingo y en la Feria del Libro Hispánico de New York.
— Y la lista no se detiene ahí.
jueves, 25 de abril de
2019
POÉTICA
DE LA LECTURA: EL SUPERLECTOR – V
Por Randolfo Ariostto
Jiménez
Parte 5 de 5
El Superlector
El problema humano empezó cuando desaprendimos a leer, la tecnología nos
acostumbró, o nos acomodó, a leer mal y leer menos. Somos el producto de una
sociedad que cada día vino leyendo menos y haciéndolo de la manera impúdica que
solo procura matar el instante, cambiamos las obras literarias por el mata
tiempo y la chanza salió mal, veamos la clase de muchachos lerdos que vaga por
ahí y sabremos cuán mal devino la caída.
Me gusta jugar con la idea de que el Currículo Educativo acierta en la diana
cuando reclama en su Filosofía Educativa la formación de un ciudadano
crítico, consciente de sus derechos y deberes sociales, a lo que agrego, la
formación de una mentalidad lúcida, capaz de desentrañar los misterios que le
formula el día a día. Mas, como extraída de una realidad antitética, el
principal obstáculo de la lectura proviene de la Educación en el entendido de
que esta no logra aunar la amalgama de saberes que les son consustanciales a la
formación de una conciencia crítica en ese punto cartesiano en que en vez de
una dialéctica sospechosa de hipocresía constituya dos capas de un mismo extracto.
Sí bien la adquisición de conocimientos puede surgir de manera empírica,
desordenada, a diferencia del que dimana del Sistema Educativo, que es
sistemático, cuando viene acompañado de una conciencia crítica provee las armas
precisas para transitar el campo de batalla de una realidad plagada de
informaciones fútiles, dirigida a la insolvencia intelectual.
Las redes sociales pueden servir para enseñarnos a leer la realidad lo mismo
que para convertirnos en analfabetas progresivos, escríbalo, es posible menguar
hacia el analfabetismo y la imbecilidad de la conciencia, ese fenómeno recibe
el nombre de degeneración.
Una mente clara, llamémosle así, crea poesía ahondando de manera reflexiva en
la realidad, ya de la mano del ritmo o de manera intencionada transgrediendo el
ritmo natural de las imágenes o de las ideas. Este Ritmo, agente catalizador de
imágenes, se desliza por los andamios de la conciencia poética porque procede
de ella, es el producto de una lectura sensual, no por ello superflua, antes mejor,
inherente al fluir de la conciencia lo mismo que al arpegio de razonamiento,
cauce lúdico, catarsis y sosiego; constituyendo el centro mismo de la creación,
no como sustancia, sino como buril intelectual. Hay duelos poéticos en los que
aún los duchos son conducidos al agobio; la conciencia poética no teme al
agobio, descansa, reposa, vuelve a la batalla apertrechada de nuevos bríos, de
las manos de pre saberes que antes pasó por alto y esa batalla con el nosotros
desconocido que nos espera en cada tramo de la realidad, captura la poesía
mientras el ritmo atrapa imágenes sueltas por ahí, que han de acompañarlo en
una nueva lectura.
Como dijo el brillante Carl Edward Sagan, (1934-1996): somos una extensión
del universo y en consonancia solo somos afectados por nuestra aceptación
o falta de conciencia de lo que es y representa para nosotros. Del cosmos
provenimos y jamás dejamos de ser en él, cosmos y ente, indisociables, y no se
infiera que el cosmos dependa de nosotros, eso también lo explicó Sagan; lo que
el cosmos debe saber es que jamás podrá librarse de nosotros, somos tan eternos
como puede serlo la materia y la energía, cambiantes y trashumantes, jamás
desechables.
Leemos porque es la única forma de encontrarnos en el universo, de situarnos,
leemos para no olvidar, para aprender más de nosotros, para comprobar que somos
esencia universal. Leer el cosmos exige la conciencia lúcida de la que hemos
hablado, consciencia de que en realidad nos estamos leyendo a nosotros mismos,
que la otredad hierve por ser en nosotros y no al revés, pero para ello tenemos
que reconocernos en ella, no imitarla con ese falso sentido de usurpación que
no resulta más que pérdida de identidad. Leer es razonar el nombre de las
cosas, nombrar la vida, nombramos las cosas porque son verdad y toda verdad
necesita ser nombrada; pensamos las cosas porque las proveemos de nombre, por
necesidad.
En la medida que aprendemos a situar nuestra mismidad en el Todo que nos rodea
y a interpretarnos en el cosmos, que es la única forma sincera de interpretar
nuestra existencia, podremos interpretar nuevos constructos de nosotros mismos,
imprimir un sello peculiar a nuestra lectura.
Donde la Creatividad se ufana de nuestra presencia en el universo, es allí
donde amanece la Poesía. Es eso lo que procura el Ritmo, arrobado de
conocimientos que lo empujan en loco desenfreno y cargado de imágenes a
soliviantar nuestra presencia en el cosmos.
El Ritmo, como interpretación de una lectura determinada del cosmos, busca
nuevas imágenes que agranden su parcela en la vasta totalidad, a eso se le
llama imaginación. Se trata de interpretar la realidad de una manera tan hecha
a nuestra lectura del cosmos que se transforma en masa artesanal, misma que el
poeta moldea a su antojo y la torna creación suya al ofrecerle visos de una
nueva realidad.
Un modo semejante de analizar esta lectura creativa lo refiere la
parábola nietzscheana del Superhombre, equiparada al proceso de apropiación de
la lectura como acto que conduce a la libertad de la conciencia estética y al
proceso creativo. Hablo de las etapas del camello, el león y el niño. Mediante
esta metáfora intentaré explicar cómo el lector logra alcanzar el estado
poético tras abandonar la lectura impuesta por los discursos manidos, lo que le
permite declararse sujeto situado en el cosmos, sujeto creativo. Las etapas del
Superlector constituyen el punto quiditativo en el que converge el lector de
cultura universal y la más pura realidad, aquella que representa un estado
inmaculado de la conciencia y el estado perfecto de la realidad, es decir, la
realidad tal cual, sinónimo de lo que representa la verdad.
El lector que no trasciende la etapa del camello jamás abandonará los esteros
del realismo, historicismo, criollismo, sin una noción antropológica amplia
desde el punto de vista de su yo situado en una realidad cambiante. Asimismo,
quien no trasciende el león deambulará sin rumbo en los albores de la
vanguardia por carecer de la capacidad interpretativa necesaria para ahondar
más adentro en el magma de la realidad, y el lector que no trasciende la etapa
del niño quedará rezagado en el surrealismo, el dadaísmo, etc.
Debo aclarar aquí que este Superlector no promueve el retroceso en círculo
del eterno retorno del Superhombre nietzscheano, lo cual restringiría
su imaginación. El Superlector abandona el peso de cualquier sistema que le
impongan para salvaguardar intacto su sentido crítico ante la realidad, ya en
lo filosófico, moral, religioso, político, cultural, y se libera de la lectura
manida de la realidad a través del niño; pero éste no se limita a la inocencia
y el juego, sino que juega con las ideas, las preserva en un estado progresivo,
crea donde otros recrean. En tanto el niño vuelve atrás, el Superlector se
libera hacia El Todo.
En resumidas cuentas, el Superlector rompe el constructo, quiebra el espejo, se
libera, abandona concepciones preconcebidas para enfrentar los límites de la
existencia. La cultura universal es un cauce que lo arrastra a la pradera
intelectual. Veámoslo así, el propósito del universo es la trascendencia,
persistir hasta que de su inmanencia surge la necesidad de cambio y
ciertamente, algo nuevo siempre brota en el confín de universos que estallan
por todas partes, procreando nuevos materiales que habrán de influir a su vez,
por interacción, en la aparición de nuevos universos; gravitando en torno a
leyes que le ayudan a superar el quietismo relativo al que lo somete la
transitoria degradación y el estatismo momentáneo de las eras.
Debemos situarnos entre la quietud y el caos que nos rodean sin incurrir en el
error del Eterno Retorno que golpea la existencia contra una pared
infranqueable dada la imposibilidad de ofrecer una explicación al origen, por
lo que tiende a girar en U, lo que en términos sociológicos puede que encuentre
justificación, como en el caso del Darwinismo Social, pero el Superlector
buscará con ímpetu la trascendencia, sin importar cuán benévola haya sido su
existencia hasta el momento.
Albert Einstein (1879-1955), consideraba una locura repetir una y otra vez el
mismo procedimiento esperando distintos resultados. ¿Imaginan que algo tan
inconmensurable como el cosmos puede padecer de semejante enanismo existencial
como el Eterno Retorno? ¿Por qué algo tan vasto que procrea sin cesar,
recurriría a rumiar su original rareza? Basta comprender que el cerebro humano
es quién erige el muro para la vuelta al origen en sus ansias de liberarse de
la existencia mortal, de escapar a la trascendencia. ¿Acaso buscar con denodado
afán un origen nomotético y un final escatológico no es un modo de suplicar una
puerta?
La lectura que nos debe ocupar es aquella que desmitifique el cerebro que nos
habita, este órgano que al final somos y que de ser posible buscaría escapar de
nuestro cuerpo hacia un falseado sentido de eternidad o a su perpetuación en un
cuerpo simbiótico que le permita minimizar las dolencias del daño físico, y que
si tal fuera el caso, miraría la vastedad del cosmos para leerse en ella como
un ser expulsado, debido a que el cosmos no piensa en el cerebro como alguien a
quien deba ofrecerle una explicación, sino como en una fracción súper minúscula
de sí, parte de un todo que carece de trascendencia por sí solo. Sorprende a la
eternidad este cerebro anhelante de escapar hacia dónde no todavía no
comprende, porque no hay salida para él, solo la anchura que llega del cosmos
con la muerte, bendita muerte que nos recuerda nuestro estado esencial, y antes
que corran a disparar el gatillo o terciarse la soga como corbata deben
entender que nuestra existencia actual está plagada de poesía y es en suma
maravillosa. Se trata de que al regresar al cosmos del que provenimos en
sentido literal dejamos de crear poesía para ser poesía, un estado de
existencia tan ajustado a nuestra verdadera realidad, que es el más parecido a
las versiones de eternidad sublimizada que nos venden las religiones.
La conciencia, en su recorrido milenario por las vías del ADN y el genoma, sin
afectación de falsas lecturas, nos lleva de la mano a lo que somos en realidad,
polvo de estrella, vida eterna en estado puro. Quién imagine infelicidad en ser
aire, polvo de estrella, savia o viento, tiene una idea equivocada del por qué
al cosmos le resulta tan holgado ser ancho y profundo, hay demasiada existencia
en juego. La vida es apenas una suma de destellos del estado que experimentamos
antes o después del actual.
El Superlector se sabe partícula del cosmos, eterno, satisfecho para siempre.
Si el estado anterior hubiera sido depresivo o atroz, nuestros sensores
guardarían algún vestigio que lo proyectara desde el subconsciente, pero, dada
nuestra incapacidad de recordar nuestro estado anterior, llega a nosotros
vestido de paz intocada.
Lo que nos aguarda al final es tan satisfactorio que ni siquiera somos capaces
de interpretarlo en el genoma, en caso contrario, nuestra existencia hubiera
sido el equivalente a la de una anguila esquizofrénica, imposible de soportar,
ya que el sistema nervioso humano no podría ocultar una reminiscencia adversa.
Recuérdese que no hay un vacío anterior a nosotros, es imposible La Nada, no
hay generación espontánea, ni tábula rasa.
Somos sujetos de paz para con nosotros mismos, no hay nada que altere nuestra
pureza antes o después de la biología, por eso debemos aprender a leernos en el
cosmos, no obstante, no hay nada antes o después que perturbe nuestra paz.
Leamos la realidad que nos rodea, superlectores, hagamos poesía de camino a la
poesía cósmica que nos aguarda.
En resumen, el trayecto distendido de la lectura consciente y reflexiva al
placer de leer como un premio a los sentidos, como recompensa a la
perseverancia, gusto por la adquisición cultural, por el fluir de las ideas y
camino a la diana de la creación, se tambalea en la brisa pertinaz de las ideas
banales cuya intención es arrojarnos al lagar de la sistematización, donde lo
que cae es recibido por los brazos de la decrepitud.
Solo leer hasta que nos acoraza el placer de desentrañar aquello de noble que
subyace en la conciencia, resistiendo el tentempié cotidiano de lo superfluo,
nos puede mantener despiertos en medio del sueño de esta era.
Se necesita constancia puesto que cada vez es mayor el acoso de la futilidad,
el grito de la manada, la inutilidad nos seduce por relajante y ya asidos por
ellas no nos soltará, al punto en que nuestra lectura del mundo en vez de mostrarnos
las luces de la razón, nos obnubilará hasta el sueño de las ideas.
No hay posibilidad para la espontaneidad en la creación, no se trata de un acto
espiritual, aunque ciertamente es creadora de espíritus, no hay don de lo alto
desde que el cosmos es uno en nosotros y somos en el cosmos. Somos polvo de
estrellas y desde siempre existe un precedente para cada acto lector.
Antes del asombro hubo una razón para asombrarse, una comparación, antítesis,
similitud, reminiscencia, desconocimiento, descubrimiento de algo que era antes
de ser leído. Es decir, no hay espontaneidad en el hallazgo, solo lectura. Si
el asombro parte de una realidad desconocida, cabe preguntarse, ¿de qué nos
asombramos? Ciertamente de comparar lo desconocido con lo conocido.
Solo el camino que conduce a la poesía salva al hombre de la rampante y
asfixiante mediocridad. Lejos de la poesía habitamos el instinto a niveles de
conformidad mórbida, de inutilidad parasitaria; como dicho atrás, balamos como
ovejas lo que una realidad que aborrece la lectura nos dicta; nos alejan de
nuestra independencia con baja calidad lectora, nos suplantan el espíritu
crítico con espectáculo, boato y juego; nos aplanan el carácter, la identidad,
con rutina laboral exasperante. Se teme a la formación intelectual del mundo
por ser portadora de una de las más peligrosa armas: la razón, madre de la
individualidad y hermana siamés de la libertad.
Al final de cuentas, la lectura consciente es un recurso indispensable para la
construcción de un sistema pacifista. La verdadera paz el resultado de una
lectura personal de uno mismo y del mundo que uno habita. La lectura es la
semilla de la paz, como la educación es la semilla de la razón, pero en estos
temas habrá que ahondar más adelante. Gracias por leernos.
Esperanza, Valverde. 23/12/2018.
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