Este
es el texto de la ponencia presentada al Seminario sobre "El Pensamiento
Crítico frente a la Hidra Capitalista", organizado por el Ejército
Zapatista de Liberación Nacional, San Cristóbal de las Casas, México, del 3 al
9 de mayo de 2015.
¿Reformar el capitalismo o
salir de él?
El Viejo Topo
4 septiembre, 2024
Pensamiento
crítico: pensamiento que busca la esperanza en un mundo donde parece que ya no
existe. Pensamiento crítico: pensamiento que abre lo cerrado, que sacude lo
fijo. El pensamiento crítico es el intento de entender la tormenta y algo más.
Es entender que en el centro de la tormenta hay algo que nos da esperanza.
La tormenta
viene, o más bien ya está aquí. Ya está aquí y es muy probable que se vaya
intensificando. Tenemos un nombre para esta tormenta que ya está aquí: Ayotzinapa. Ayotzinapa como horror, y también como símbolo de
tantos otros horrores. Ayotzinapa como expresión concentrada de la cuarta
guerra mundial.
¿De dónde viene
la tormenta? No de los políticos –son ejecutores de la tormenta nada más. No
del imperialismo, no es producto de los Estados, ni de los Estados más
poderosos. La tormenta surge de la forma en la cual la sociedad está
organizada. Es expresión de la desesperación, de la fragilidad, de la debilidad
de una forma de organización social que ya pasó su fecha de caducidad, es
expresión de la crisis del capital.
El capital es
de por sí una agresión constante. Es una agresión que nos dice todos los días
«tienes que moldear lo que haces de cierta forma, la única actividad que tiene
validez en esta sociedad es la actividad que aporta a la expansión de la
ganancia del capital».
La agresión que
es el capital tiene una dinámica. Para sobrevivir tiene que subordinar nuestra
actividad cada día más intensamente a la lógica de la ganancia: «hoy tienes que
trabajar más rápidamente que ayer, hoy tienes que agacharte más que ayer».
Con eso ya
podemos ver la debilidad del capital. Depende de nosotros, de que queramos y
podamos aceptar lo que nos impone. Si decimos «perdón, pero hoy voy a cultivar
mi milpa», u «hoy voy a jugar con mis hijos», u «hoy me voy a dedicar a algo
que tenga sentido para mí», o simplemente «no, nos vamos a agachar», entonces
el capital no puede sacar la ganancia que requiere, la tasa de ganancia cae, el
capital está en crisis. En otras palabras, nosotros somos la crisis del
capital, nuestra falta de subordinación, nuestra dignidad, nuestra humanidad.
Nosotros somos la crisis del capital y orgullosos de serlo, estamos orgullosos
de ser la crisis del sistema que nos está matando.
El capital se
desespera en esta situación. Busca todos los métodos posibles para imponer la subordinación
que requiere: el autoritarismo, la violencia, la reforma laboral, la reforma
educativa. También introduce un juego, una ficción: si no podemos sacar la
ganancia que requerimos, vamos a fingir que existe, vamos a crear una
representación monetaria para un valor que no se ha producido, vamos a expandir
la deuda para sobrevivir y tratar de usarla al mismo tiempo para imponer la
disciplina que se requiere. Pero esta ficción aumenta la inestabilidad del
capital y además no logra imponer la disciplina necesaria. Los peligros para el
capital de esta expansión ficticia se vuelven claros con el colapso de 2008, y
con eso se hace más evidente que la única salida para el capital es a través
del autoritarismo: toda la negociación alrededor de la deuda griega nos dice
que no hay posibilidad de un capitalismo más suave, el único camino para el
capital es el camino de la austeridad, de la violencia. La tormenta que ya
está, la tormenta que viene.
Nosotros somos
la crisis del capital, nosotros que decimos ¡No!, nosotros que decimos ¡Ya
basta del capitalismo!, nosotros que decimos que es tiempo de dejar de crear el
capital, que hay que crear otra forma de vivir.
El capital
depende de nosotros, porque si nosotros no creamos ganancia (plusvalor) directa
o indirectamente, entonces el capital no puede existir. Nosotros creamos el
capital, y si el capital está en crisis, es porque no estamos creando la
ganancia necesaria para la existencia del capital, por eso nos están atacando
con tanta violencia.
En esta
situación, realmente tenemos dos opciones de lucha. Podemos decir: «sí, de
acuerdo, vamos a seguir produciendo el capital, promoviendo la acumulación de
capital, pero queremos mejores condiciones de vida». Esta es la opción de los
gobiernos y partidos de izquierda: de Syriza, de Podemos, de los gobiernos en
Venezuela y Bolivia. El problema es que, aunque sí pueden mejorar las
condiciones de vida en algunos aspectos, por la desesperación misma del capital
existe muy poca posibilidad de un capitalismo más humano.
La otra
posibilidad es decir «Chao, capital, ya vete, vamos a crear otras maneras de
vivir, otras maneras de relacionarnos, entre nosotros y también con las formas
no humanas de vida, maneras de vivir que no están determinadas por el dinero y
la búsqueda de la ganancia, sino por nuestras propias decisiones colectivas».
Aquí en este
seminario estamos en el mero centro de esta segunda opción.
Este es el punto de encuentro entre zapatistas y kurdos y miles de movimientos
más que rechazamos el capitalismo, tratando de construir algo diferente. Todas
y todos estamos diciendo «Ya, capital, ya pasó tu tiempo, ya vete, ya estamos
construyendo otra cosa». Lo expresamos de muchas maneras diferentes: estamos
creando grietas en el muro del capital y tratando de promover su confluencia,
estamos construyendo lo común, estamos comunizando, somos el movimiento del
hacer contra el trabajo, somos el movimiento del valor de uso contra el valor,
somos el movimiento de la dignidad contra un mundo basado en la humillación.
Estamos creando aquí y ahora un mundo de muchos mundos.
Pero ¿tenemos
la fuerza suficiente? ¿Tenemos la fuerza suficiente para decir que no nos
interesa la inversión capitalista, que no nos interesa el empleo capitalista?
¿Tenemos la fuerza para rechazar totalmente nuestra dependencia actual del
capital para sobrevivir? ¿Tenemos la fuerza para decir un «adiós» final al
capital?
Posiblemente no
la tenemos, todavía. Muchos de nosotros que estamos aquí tenemos nuestros
sueldos o nuestras becas que vienen de la acumulación del capital o, si no,
vamos a regresar la semana próxima a buscar empleo capitalista. Nuestro rechazo
al capital es un rechazo esquizofrénico: queremos decirle un adiós tajante y no
podemos o nos cuesta mucho trabajo. No existe pureza en esta lucha. La lucha
para dejar de crear el capital es también una lucha contra nuestra dependencia
del capital. Es decir, es una lucha para emancipar nuestras capacidades
creativas, nuestra fuerza para producir, nuestras fuerzas productivas.
En eso estamos,
por eso venimos acá. Es cuestión de organizarnos, claro, pero no de crear una
Organización, sino de organizarnos de múltiples maneras para vivir desde ahora
los mundos que queremos crear.
¿Cómo avanzamos,
cómo caminamos? Preguntando, por supuesto, preguntando y abrazándonos y
organizándonos.
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