Publicada
originalmente en Mediapart y reproducida en Jacobin, Mathieu Dejean, Fabien
Escalona y Ellen Salvi han efectuado esta entrevista con el líder de La France
insoumise sobre la demonización de un pueblo en revuelta.
Entrevista a Jean-Luc Mélenchon
El Viejo Topo
13 julio, 2023
El martes, los
ánimos volvieron a caldearse en la Asamblea Nacional francesa. Una semana
después de la muerte de Nahel Merzouk, el joven de diecisiete años tiroteado a
quemarropa por un policía la semana pasada, la presidenta del grupo
parlamentario France Insoumise, Mathilde Panot, había planteado una pregunta
sobre la falta de respuestas políticas. Pero la Primera Ministra, Élisabeth
Borne, respondió con un nuevo ataque al movimiento de izquierdas de Jean-Luc
Mélenchon. «Estáis saliendo de los límites de la República», dijo a los
diputados de France Insoumise.
Desde la
tragedia de Nanterre del 27 de junio, las críticas de la derecha contra France
Insoumise también se han hecho oír cada vez más en las filas de la alianza de
amplia izquierda Nouvelle Union Populaire Écologique et Sociale (NUPES). El
debate sobre la realidad de la violencia policial en los barrios obreros y
marginados, mientras tanto, ha quedado completamente eclipsado.
En esta
entrevista concedida a Mediapart, Jean-Luc Mélenchon analiza las razones de
este giro. Detrás de él, ve la aparición de un «frente antipopular», diseñado
para unir a la derecha y a la extrema derecha mientras se demoniza al pueblo en
revuelta.
Mathieu Dejean: Hace una semana que un policía disparó a quemarropa a Nahel. Rápidamente,
el debate se desplazó de la violencia policial a la violencia ejercida por
jóvenes de barrios obreros y marginados. ¿Qué opina de este cambio?
Jean-Luc
Mélenchon: El presidente debería haber respondido
inmediatamente a los problemas que llevaron a la muerte de Nahel. En otras
palabras, debería haber suspendido inmediatamente la ley de «licencia para
matar» de 2017 de [el ex primer ministro Bernard] Cazeneuve. Pero como la
intención del presidente no es responder a los problemas que esto ha planteado,
se ha inventado otros de los que hablar en su lugar. Es una táctica de
distracción.
En primer
lugar, culpó a los padres, un comentario insultante que demuestra su negativa a
tener en cuenta su situación social. Luego culpó a los videojuegos, lo que no
es más que palabrería de bar, ya que no existe ningún estudio que demuestre la
relación entre estos juegos y la violencia. Por último, sus partidarios en el
Parlamento nos acusaron a nosotros, France Insoumise.
Cuando expliqué
que pedíamos justicia, se dedujo que no llamaba a la calma, y nos criticaron
por ello. Pero actuamos en nuestro ámbito. No somos sociólogos ni urbanistas.
Nuestro papel es formular una valoración política de un problema político para
dar respuestas políticas.
Fabien Escalona: Qué opina de las respuestas del Gobierno?
Jean-Luc
Mélenchon: Reconoceré que la primera reacción de Macron, cuando
fue informado del asesinato de un joven de diecisiete años, fue humana. Como
cualquier padre, sintió que este suceso era inaceptable, lo cual es cierto. Y
se detuvo ahí, dejando en manos de un ministro la tarea de llamar a la madre de
Nahel. Podría haberla llamado él mismo o haber ido a verla, lo que habría sido
un gesto extremadamente poderoso para demostrar que no hay desconexión entre la
población y las autoridades.
En lugar de
eso, se ha pasado el tiempo corriendo detrás de la policía. Así lo entendieron
de inmediato los sindicatos Unsa Police y Alliance Police, que emitieron un
comunicado totalmente inaceptable. Sin embargo, no oímos ni una palabra de
crítica al respecto. Cuando preguntamos a [el Ministro de Justicia Éric]
Dupond-Moretti o a otras personalidades del gobierno, dijeron que no eran sus
palabras, o incluso que no tenían ningún comentario que hacer. Lo que significa
que corremos más peligro del que pensábamos.
El mayor
sindicato policial afirma que «ahora no es el momento de la acción sindical,
sino del combate» e incluso que «la policía está en combate porque estamos en
guerra». Hablo aquí como representante político de una parte de la opinión
pública francesa que se siente amenazada por un gobierno que se comporta así
con los quartiers populaires [barrios populares y marginados]. Y que no hace
nada cuando bandas armadas de fascistas salen a la calle para agarrar a los
niños y entregarlos a la policía. Así que, insisto: estamos en peligro porque
el gobierno ya no controla a la policía. Les tiene miedo. Está sometido a
ellos.
Esa es la
situación después de una semana. Con el hecho increíble de que el presidente y
su gobierno todavía no han hecho ni una sola propuesta en relación con los acontecimientos,
aparte de enviar a cuarenta y cinco mil hombres [encargados de mantener el
orden, cifra deliberadamente sobreestimada por el Ministerio del Interior,
según Le Canard enchaîné] por todo el país. Incluso Jacques Chirac,
[enfrentado a los disturbios] en 2005, pronunció un discurso que intentaba
preservar un terreno común con el que pudieran identificarse personas de todos
los bandos.
Por aquel
entonces, Claude Dilain, alcalde de Clichy-sous-Bois, pronunció esta
maravillosa frase en el congreso del Partido Socialista, celebrado justo
después de las revueltas urbanas: «Queréis volver a la normalidad, pero es la
normalidad la que es insoportable». Sabemos que la normalidad es insoportable,
y que la gente que vive allí la está soportando con un coraje y una paciencia
increíbles. Así que la respuesta es justicia. En otras palabras: la calma es
algo que hay que construir.
Ellen Salvi: Dice que las autoridades tienen miedo de la policía. Es una afirmación
contundente. ¿Cree que es una situación sin precedentes en la V República?
Jean-Luc
Mélenchon: Fue una situación similar a la que condujo a la
reescritura de la Constitución en 1958, porque entonces el Gobierno ya no
controlaba al ejército. Ahora ya no controla a la policía, cuyos sindicatos más
importantes utilizan palabras tomadas directamente del repertorio de la extrema
derecha, llamando «peste» a la población que se les resiste. Nuestra primera
señal de alarma llegó cuando [el ex ministro del Interior] Christophe Castaner
se pronunció en contra del uso de las llaves de estrangulamiento. En aquel
momento nos quedamos estupefactos al ver a policías que exigían que se les
permitiera el derecho a estrangular a la gente. Entonces comprendimos que, para
mostrar tal descaro, necesitaban sentir que la balanza del poder estaba a su
favor. De hecho, el Sr. Castaner perdió su cargo ministerial.
Mathieu Dejean: ¿Cómo se explica que ahora sea imposible criticar a la policía? ¿Decir
simplemente que hay un problema de racismo en la policía sin ser inmediatamente
condenado al ostracismo por la República?
Jean-Luc
Mélenchon: El punto de partida es una confrontación entre dos
visiones del mundo y de las relaciones sociales: la de la extrema derecha y la
de France Insoumise. Los partidarios de las doctrinas económicas neoliberales
se encontraron ante una población que se resistía masivamente a sus políticas.
Entonces aceptaron adoptar la retórica de distracción de la extrema derecha,
afirmando que el problema eran los inmigrantes, e incluso los musulmanes, con
el fin de crear una división en la población francesa. Esto hizo que las cosas
fueran cuesta abajo. Pero ése es el destino de cualquiera que ceda el más
mínimo terreno a la extrema derecha.
Esta tendencia
hacia la peor de las opciones se refleja políticamente en lo que los
economistas Bruno Amable y Stefano Palombarini llaman el «bloque burgués». En
la segunda vuelta de las elecciones legislativas del año pasado quedó claro que
el gobierno de Macron consideraba que la peor amenaza no era la extrema
derecha, sino nosotros. Luego se produjo el punto de inflexión de las
elecciones parciales en Ariège, donde una candidata de France Insoumise, que
había llegado muy por delante en la primera ronda, vio cómo todos los demás se
unían para derrotarla en la segunda vuelta. Inmediatamente oímos a [el ex
primer ministro conservador] Jean-Pierre Raffarin afirmar que se había formado
un reverso del frente republicano [es decir, el frente electoral utilizado
históricamente para cerrar el paso a la extrema derecha]. Y efectivamente, el
frente republicano se puso del revés, se transformó en un «frente antipopular».
Utilizo esta expresión porque recuerda la situación de 1936, cuando todos los
demás se unieron contra el Frente Popular, bajo el lema «mejor Adolf Hitler que
el Frente Popular.» La formación de este frente antipopular es una puerta
abierta al desastre para nuestro país.
Fabien Escalona: Usted y France Insoumise se han convertido en el centro de las críticas,
y sus detractores le excluyen del arco de las fuerzas republicanas. ¿Cómo
piensa romper este aislamiento?
Jean-Luc
Mélenchon: En primer lugar, no nos sentimos aislados.
Representamos a un sector de la población. Si estamos en el punto de mira, se
trata en realidad de un pretexto para otro objetivo político, a saber, la
unificación de las fuerzas de derechas. El reto al que nos enfrentamos es no
distanciarnos nunca de los grupos sociales a los que representamos. Esto,
incluso cuando tienen contradicciones –y a nadie le hace gracia que se quemen
coches. Tenemos que evitar que parte de nuestro bloque se ponga del lado del
partido de la represión. Para ello, tenemos que seguir representando
políticamente a este bloque, aunque sea difícil. Justicia en todas partes: ¡esa
es nuestra causa común!
En cualquier
caso, ninguna cantidad de propaganda borrará los hechos básicos del problema.
En primer lugar, los quartiers populaires han sido relegados a los márgenes de
la República, con poblaciones que han sido racializadas por la forma en que son
vistas por los demás, reducidas a su religión y exiliadas en los suburbios, y
que se benefician de menos dinero, transporte y atención médica que los demás.
En segundo lugar, los ricos se han separado de la República. Se han refugiado
en sus propios barrios con una visión fantaseada del resto de la sociedad. En
general, todo lo que solía ser propio de una comunidad está desapareciendo, con
el resultado de que es «sálvese quien pueda».
Ellen Salvi: Usted menciona a los ricos, pero el comportamiento de «separarse» de la
sociedad también se observa entre las clases medias…
Jean-Luc
Mélenchon: Hablemos de eso. En los años 30, las clases medias
ya estaban en juego electoralmente. Eran más heterogéneas que hoy, con muchos
comerciantes y agricultores. La derecha contrapuso el destino de estos grupos
al de los trabajadores, en su lucha contra el Frente Popular. Hoy nos enfrentamos
a una población más homogénea que entonces, debido a una comunidad material de
hecho, en la dependencia de la gente de diversos tipos de redes.
Veámoslo más de
cerca. Para que la estrategia de centro-izquierda funcione, como ocurrió en los
años setenta, se necesita una clase media en ascenso. Cuando yo era socialista
en Lons-le-Saunier, mi secretario de sección de partido era un trabajador
social y mi primer secretario de federación era un profesor universitario.
¿Quiénes eran? Eran hijos de trabajadores sindicados, en ascenso social, y
compartían las mismas consignas transversales, como los centros de trabajo
autogestionados.
La diferencia
es que hoy las clases medias ya no ascienden. Están empobrecidas y en vías de
ser desclasadas. Su relación con la política está determinada por la
incertidumbre: a medida que la sociedad se polariza, ¿hacia dónde van a ir? Por
ahora, se inclinan por una vuelta a la calma. Dentro de una semana, sin
embargo, tendrán una avalancha de documentos, artículos y columnas sobre las
condiciones de vida en los suburbios. En ese momento, creo que las clases
medias educadas e «informadas» recuperarán la compostura y se darán cuenta de
que no hay solución policial para una situación como ésta.
Mathieu Dejean: ¿Qué estrategia política adoptar, en un clima mediático histérico y
polarizado? Su política consiste en no retractarse nunca de una posición
adoptada, pero ¿no corre el riesgo de tener que justificarse constantemente por
problemas de forma, en detrimento del contenido político?
Jean-Luc
Mélenchon: Permítame recordarle que no estamos aquí para vender
helados. Pertenecemos a un campo político, y nuestras convicciones no se
negocian. Adoptar ese enfoque es la única manera de que nos escuchen.
Si no nos
mantenemos firmes, ¿quién lo hará? ¿La simpatía de quién nos ganaríamos
cediendo? ¿La gente que siente pánico? ¿La gente que tiene miedo? ¿Debemos
alimentar ese miedo? No. Nuestro deber es mantenernos firmes. En este sentido,
me sorprende poderosa y gratamente la resistencia del grupo parlamentario
France Insoumise. Muchos de ellos fueron elegidos por primera vez en su vida el
año pasado y han tenido que soportar constantes ataques.
No vamos a
perder el tiempo explicándonos sobre problemas de forma, porque no los hay: es
una pura invención. Ninguno de nosotros ha llamado a la insurrección ni ha
incendiado nada. En cambio, cuando salgo en televisión y cuento la historia de
madres que luchan por salir adelante, me escuchan miles de mujeres que son la
sustancia misma de los quartiers populaires. A cada paso, estamos diciendo algo
a alguien que se sentirá más digno y más fuerte.
Fabien Escalona: Volvamos a la muerte de Nahel. En febrero de 2017, el Gobierno de Bernard
Cazeneuve y François Hollande aprobó una ley que permitía un uso más fácil de
las armas de fuego por parte de las fuerzas del orden. Todo el grupo socialista
votó a favor. ¿Es posible hoy que la alianza de izquierdas NUPES [que incluye a
los socialistas] tenga una posición común para su derogación?
Jean-Luc
Mélenchon: Tiene razón al mencionar esta ley. Habría sido de
sentido común suspenderla tras la muerte de un niño. La señal a la policía
sería: no más disparos. Nadie ha cuestionado nunca el hecho de que utilicen sus
armas en legítima defensa. Ellos lo saben. Pero siempre estoy a favor de
limitar los daños. Por eso he dicho que hay que desarmarlos, cuando se trata de
controlar manifestaciones. También apoyamos la transferencia inmediata de la
jurisdicción para todos los casos de violencia policial, que es una exigencia
del sindicato de magistrados, y la creación de una comisión de «Verdad y
Justicia». Necesitamos esto, porque hay muchos casos en los que todavía no ha
habido una decisión judicial.
Volvamos a los
que votaron a favor de esta ley. Para empezar, ni los Verdes ni los Comunistas
lo hicieron –eso es un buen comienzo. En cuanto a los socialistas, su grupo en
la Asamblea emitió un comunicado de prensa que dice lo siguiente: «Porque
estamos comprometidos con el orden republicano. . . decimos claramente: es
urgente redefinir una doctrina para el mantenimiento del orden, trabajar en la
reforma de la formación policial, en la revisión de las instancias de control y
sanción de nuestras fuerzas del orden, pero también en una necesaria evaluación
de la aplicación de la ley de 2017, con vistas a su revisión.» O sea, que
quieren revisarla, que es mejor que nada. ¿Qué necesidad hay de seguir diciendo
que tienen una diferencia fundamental de opinión conmigo? ¿De qué están
hablando?
Ellen Salvi: Justo después de la muerte de Nahel, usted dijo que había que «revisar
completamente» la policía. ¿Qué significa eso concretamente? ¿Y qué les dice a
todos aquellos que en la izquierda creen que la policía siempre será una fuerza
represiva al servicio del Estado?
Jean-Luc
Mélenchon: En toda sociedad es necesaria una fuerza policial,
eso es evidente desde que existen las ciudades. Creo que nunca prescindiremos
de la necesidad de personas que representen al Estado y que hagan cumplir la
ley. ¿Por qué? Porque no queremos que cada uno se tome la justicia por su mano.
Hay una policía para que no se meta todo el mundo y porque hay que hacerlo
bien. Se trata, pues, de una profesión y de una delegación de poder que debe
permanecer bajo un estrecho control político. Tradicionalmente, las grandes
fortalezas del Estado están cogestionadas. El ministro del Interior trabaja con
los sindicatos policiales. Pero hay una delgada línea entre el compromiso y la
cesión de poder a la policía.
Las encuestas
muestran que casi el 50% de los policías votan a la extrema derecha. ¿Cómo es
posible que el cuerpo encargado de mantener el orden republicano tenga una
opinión mayoritaria por las ideas no republicanas? ¿Por qué un hombre de
veinticuatro años dispara a un niño? ¿O a una mujer joven? Es porque no ve a su
hermano o a su novia. No digo que disparen por racismo, pero su racismo les
hace olvidar a quién van a disparar. Eso es lo que yo creo.
Así pues, hay
que reformar la policía, empezando por la formación, controlando la
supervisión, restableciendo el código deontológico de Pierre Joxe… Permítanme
recordarles que cuando Joxe era ministro del Interior y acudieron policías
armados a manifestarse bajo sus ventanas, suspendió a ciento veinte de ellos y
expulsó a cuatro. Te garantizo que después de eso hubo un ambiente más
profesional. Hacer reivindicaciones forma parte de la vida sindical. Pero a un
sindicato que escribe «estamos en guerra» hay que ponerlo directamente en su
sitio.
Mathieu Dejean: Usted ha evolucionado en cuestiones de islamofobia. ¿Puede decirse lo
mismo de la violencia en política?
Jean-Luc
Mélenchon: Comparado con cuando tenía veinte años, sin duda.
Cuando tenía veinte años, era un admirador de la guerrilla del Che. Después,
tras el golpe de Estado de Augusto Pinochet, estuve de acuerdo con los que
practicaban la resistencia armada. Y luego hice balance de todo aquello:
¿habíamos conseguido algo significativo en alguna parte, de alguna manera? No,
y murieron los mejores.
Definitivamente,
creo que la violencia como estrategia política no lleva a ninguna parte. No
porque sea una especie de santa que teme la violencia, sino porque sólo conduce
al desastre. Abogo por estrategias no violentas. La única estrategia
revolucionaria es el voto.
Fabien Escalona: ¿Cómo explica que se le acuse de estar del lado de la violencia?
Jean-Luc
Mélenchon: Tenemos que pasarnos todo el tiempo defendiéndonos
de las acusaciones de que somos violentos, cuando son las autoridades las que
institucionalizan la violencia. También hay una deriva semántica en nuestro
vocabulario. Cuando oigo a Macron hablar de un proceso de «descivilización», me
asusta. Incluso cuando hablamos de revueltas, por costumbre del lenguaje,
sugiere que es algo loco y ciego, cuando podemos ver claramente que las cosas
son más complicadas. Estamos en una situación de revuelta urbana. Están
adoptando formas que se adaptan al terreno.
Ellen Salvi: Usted hace mucho hincapié en las cuestiones urbanas en su libro L’Ère
du peuple. Ya en 1989, el texto fundador de la Nouvelle école
socialiste teorizaba el concepto de «socialdemocracia urbana». ¿Cómo
pueden los habitantes de los quartiers populaires recuperar el control
colectivo sobre este espacio?
Jean-Luc
Mélenchon: Mi idea en aquel momento era que, a medida que el
mundo se urbanizara, las nuevas organizaciones progresistas, socialistas y
colectivistas surgirían de la estructura urbana y no del nivel de las empresas.
La ciudad no es mero decorado, corresponde a su época. Lógicamente, ha
acompañado los diversos cambios del capitalismo.
Durante la era
fordista y keynesiana, la ciudad se troceaba: el lugar donde vivías, el lugar
donde paseabas, el lugar donde comías, etcétera. Pero era una ciudad del
contrato social, donde todos vivían juntos. Luego vino la ciudad neoliberal,
caracterizada por una tendencia al aburguesamiento. Hoy, en París, si eres una
familia y los padres no ingresan 5.000 euros al mes, no puedes salir adelante.
La ciudad
también produce formas políticas específicas. Cuando sus habitantes no tienen
recursos, entran en fases de revuelta que son como erupciones. Ya no hay
mediación para traducir esto en formas en las que sea posible un compromiso. La
ciudad es, sin embargo, el nuevo escenario del conflicto social, porque para
producir y reproducir tu existencia material, necesitas redes. Y no se puede
negociar con una red. El agua del grifo fluye o no fluye. Hay suministro
eléctrico o no lo hay.
Mathieu Dejean: La desconexión entre la clase política y los barrios obreros y marginados
no es nada nuevo. ¿Hasta qué punto percibe usted esta desconexión y cómo
podemos reconstruir el vínculo entre los habitantes de estos barrios y las
estructuras políticas?
Jean-Luc
Mélenchon: Esta ruptura depende de la relación social de
fuerzas. Los que están en el poder siempre han dicho que las clases sociales subyugadas
y oprimidas son peligrosas. Durante la Comuna de París, Émile Zola dijo: «Es
una causa maravillosa, pero está mal representada».
Cuando los
sindicatos perdieron su poder, destruidos por el neoliberalismo, ya no había
ninguna línea de resistencia social y política. Los partidos en el poder no
iban a ponerse de acuerdo con quienes protestaban contra su forma de dirigir
las cosas, es decir, en los quartiers populaires. La última línea de defensa
que teníamos eran las asociaciones, y también fueron desmanteladas. Millones de
personas quedaron desamparadas. Y el discurso dominante sigue diciendo: las
revueltas son culpa de los revoltosos. No hay absolutamente nada nuevo bajo el
sol desde hace un siglo.
France Insoumise cuenta con cuatro mil personas que actúan como puntos de
contacto en bloques de viviendas individuales. Ninguna otra organización hace
eso. Aún falta mucho, necesitamos cuatro o cinco veces más. También hay
representación política. Eso significa conseguir que Rachel Keke, Carlos
Martens Bilongo o Louis Boyard, que también proceden de un quartier populaire,
sean elegidos. Así que el problema está ahí y estamos intentando abordarlo.
Pero creo que
la reestructuración de la sociedad producirá su propia forma de representación
política. La ley ya estipula que las ciudades de más de veinte mil habitantes
deben crear juntas vecinales. Pero, ¿cuántas ciudades las tienen realmente?
Desde el momento en que hay una expansión urbana, sin bordes, sin límites, es
obvio que la cuestión de cómo dirigirlas se plantea de otro modo, y que la
escala adecuada es el nivel de barrio.
Ellen Salvi: El movimiento social contra la reforma de las pensiones ha sido
derrotado, la agenda securitaria gana terreno y muchos dirigentes políticos
hablan como la extrema derecha. ¿Qué iniciativas concretas debería tomar la
izquierda para evitar ser aplastada bajo esta agenda mortífera?
Jean-Luc
Mélenchon: En primer lugar, la izquierda tiene que existir. En
el plano político, hemos conseguido superar la división –con muchas dificultades–
proponiendo la coalición NUPES para las elecciones legislativas del año pasado.
Pero eso no basta. La estrategia es la unión popular, no sólo la unión de los
partidos políticos. La unión popular es un objetivo que se dirige a las masas y
que también adopta formas organizadas. Como vimos durante la batalla de las
pensiones, todavía no hemos superado la absurda división entre fuerzas sociales
y fuerzas políticas. Naturalmente, nuestros adversarios se aprovechan de la
situación: enfrentan a los sindicatos con las organizaciones políticas, y luego
a las organizaciones políticas entre sí.
Después de una
semana de revueltas y sin respuesta del gobierno, ¿somos capaces de convocar
una movilización conjunta? ¿Somos capaces de plantear consignas comunes como
«verdad y justicia»? Las marchas del sábado son una respuesta [se ha lanzado
una convocatoria colectiva para el 8 de julio]. Es un buen precursor de la
unión popular.
Hay debates,
hacemos lo que podemos, pero nuestros adversarios son muy astutos: demonizándome,
intentan que sea imposible asociarse conmigo. Pero yo no soy el problema. Por
eso hago un llamamiento a todos para que superen el espíritu de clanes,
capillas y grupos, y estén a la altura de las circunstancias. Cuando hay
fascistas en la calle, es hora de despertar, ¿no? Tenemos que ser capaces de
hacer un frente no violento. Pero para ser eficaz, tiene que ser diez, cien
veces más masivo que el de los violentos.
Texto
seleccionado por Carlos Valmaseda para la miscelánea de
Salvador López Arnal
Fuente: https://www.mediapart.fr/ y https://jacobin.com/2023/07/
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