El 21 de agosto de 1940 León Trotsky era asesinado en su domicilio de
Coyoacán, en Ciudad de México, por el agente a las órdenes de Stalin Ramón
Mercader. Lo recordamos con el texto de su testamento, escrito seis meses antes
de ser asesinado
Testamento
El Viejo Topo
21 agosto, 2022
27 de febrero de 1940
Mi presión
arterial alta (que sigue aumentando) engaña los que me rodean sobre mi estado
de salud real. Me siento activo y en condiciones de trabajar, pero
evidentemente se acerca el desenlace. Estas líneas se publicarán después de mi
muerte.
No necesito
refutar una vez más las calumnias estúpidas y viles de Stalin y sus agentes; en
mi honor revolucionario no hay una sola mancha. Nunca entré, directa ni
indirectamente, en acuerdos ni negociaciones ocultas con los enemigos de la
clase obrera. Miles de adversarios de Stalin fueron víctimas de acusaciones
igualmente falsas. Las nuevas generaciones revolucionarias rehabilitarán su
honor político y tratarán como se lo merecen a los verdugos del Kremlin.
Agradezco
calurosamente a los amigos que me siguieron siendo leales en las horas más
difíciles de mi vida. No nombro a ninguno en especial porque no puedo
nombrarlos a todos. Sin embargo, creo que se justifica hacer una excepción con
mi compañera, Natalia Ivanovna Sedova. El destino me otorgó, además de la
felicidad de ser un luchador de causa del socialismo, la felicidad de ser su
esposo. Durante los casi cuarenta años que vivimos juntos ella fue siempre una
fuente inextinguible de amor, bondad y ternura. Soportó grandes sufrimientos,
especialmente en la última etapa de nuestras vidas. Pero en algo me reconforta
el hecho de que también conoció días felices.
Fui
revolucionario durante mis cuarenta y tres años de vida consciente y durante
cuarenta y dos luché bajo las banderas del marxismo. Si tuviera que comenzar
todo de nuevo trataría, por supuesto, de evitar tal o cual error, pero en lo
fundamental mi vida sería la misma. Moriré siendo un revolucionario proletario,
un marxista, un materialista dialéctico y, en consecuencia, un ateo
irreconciliable. Mi fe en el futuro comunista de la humanidad no es hoy menos
ardiente, aunque sí más firme, que en mi juventud.
Natasha se
acerca a la ventana y la abre desde el patio para que entre más aire en mi
habitación. Puedo ver la brillante franja de césped verde que se extiende tras
el muro, arriba el cielo claro y azul y el sol que brilla en todas
partes. La vida es hermosa. Que las futuras generaciones la libren de todo mal,
opresión y violencia y la disfruten plenamente.
L.Trotsky
Todas mis
pertenencias, mis derechos literarios (los ingresos que producen mis libros,
artículos, etcétera) serán puestos a disposición de mi esposa Natalia Ivanovna
Sedova. En caso de que ambos perezcamos
[el resto de la
página está en blanco].
3 de marzo de 1940
La índole de mi
enfermedad es tal (presión arterial alta y en avance) -según yo lo entiendo que
el fin puede llegar de súbito, muy probablemente -nuevamente, es una hipótesis
personal por un derrame cerebral. Este es el mejor fin que puedo desear. Es
posible, sin embargo, que me equivoque (no tengo ganas de leer libros
especializados sobre el tema y los médicos, naturalmente, no me dirán la
verdad). Si la esclerosis se prolongara y me viera amenazado por una larga
invalidez (en este momento me siento, por el contrario, lleno de energías
espirituales a causa de la alta presión, pero no durará mucho), me reservo el
derecho de decidir por mi cuenta el momento de mi muerte. El «suicidio» (si es
que cabe el término en este caso) no será, de ninguna manera, expresión de un
estallido de desesperación o desaliento. Natasha y yo dijimos más de una vez
que se puede llegar a tal condición física que sea mejor interrumpir la propia
vida o, mejor dicho, el proceso demasiado lento de la muerte… Pero cualesquiera
que sean las circunstancias de mi muerte, moriré con una fe inquebrantable en
el futuro comunista. Esta fe en el hombre y su futuro me da aun ahora una
capacidad de resistencia que ninguna religión puede otorgar.
L.T.
Fuente: Marxists.org
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