La consumación del liberalismo
KAOSENLARED
22 de agosto de 2022
El término “liberalismo” tiene muchas connotaciones
desde la ilustración hasta nuestros días, se ha vendido por siglos como una
etapa superior a la monarquía, la esclavitud, el patriarcado, el imperialismo y
la falta de libertad personal y colectiva. Su historia, es más, abarca mucho
más tiempo de lo que se plantea, llega a Aristóteles que algunos le consideran
contribuidor al liberalismo.
El Platonismo, el Aristotelismo o el Estoicismo
tuvieron gran impacto en la civilización Occidental hasta el siglo 17 en que
fueron cuestionados, rechazados, pero no reemplazados por sistemas más
satisfactorios ya que aún se busca un sistema de pensamiento tal. Para Norma F.
Cantor, historiador canadiense ya fallecido, el liberalismo, tan mentado en
Occidente, nunca desarrolló una filosofía adaptable y amplia y si bien fue
efectivo en ciertos tiempos en la política y lidiando con asuntos éticos, nunca
realmente se concretó su filosofía con la civilización industrial, y además
falló a desarrollar una estética. Igual que el estoicismo, el liberalismo fue
estrecho para lograr ser suceso en todo el mundo. Para Cantor, sin embargo, el
Marxismo ha sido un sistema moderno sutil y adaptable y con amplia comprensión
de la historia, la sociedad, la naturaleza humana y la realidad; un sistema que
además puede absorber ideas nuevas e información y mantener su dinamismo.
El liberalismo moderno
John Locke y Thomas Hobbes, filósofos ingleses de la
ilustración, les dieron forma a las ideas liberales en el siglo 17; a Locke se
le considera el padre del liberalismo moderno con influencia incluso sobre
Jean-Jacques Rousseau y los colonos americanos independentistas y el
republicanismo; a Hobbes se le considera el fundador de la filosofía política.
Pero Locke, padre del liberalismo, era un gran defensor de la propiedad
privada, y un inversionista y beneficiario del comercio de esclavos de la Royal
African Company.
Por siglos el liberalismo representó la cultura
occidental del individualismo, la supuesta y falsa competencia económica que
siempre terminó beneficiando al monopolio, dispuesto al diálogo con dictaduras
y excluyendo al pueblo. Aunque el liberalismo fue activo en Norteamérica
durante el reformismo y en la mediación con organizaciones sindicales durante
el siglo 20 y en los derechos humanos individuales de religión, género, etnia y
otros, esto no es para nada mérito propio del liberalismo sino resultado del
esfuerzo de emancipación de pueblos e individuos organizados. Y,
aunque el liberalismo tuvo su primer espacio de izquierda en el radicalismo
clásico, que apareció a finales del siglo 18 y durante el siglo 19 originado en
Inglaterra, nunca tuvo presencia en Norteamérica, aunque sí en Europa y en
algunos países latinoamericanos y lo hizo planteando el sufragio universal, el
humanismo secular, el antimilitarismo y la prensa libre entre otros. Pero
posterior a la Segunda Guerra Mundial esta corriente liberal (el radicalismo)
había perdido su importancia en la política partidista.
Es durante la llamada Revolución Americana de Estados
Unidos, que aseguro la independencia de los colonos ricos con respecto de la
corona británica, que los liberales encuentran su alegoría, es un hecho
histórico que tiene raíces ideológicas.
La conexión entre el cristianismo y el liberalismo fue
más adelante el calvinismo que dice en el trabajo del individuo es
responsabilidad de uno mismo además acentúa el trabajo como una obligación
esencial para mantenerse en “estado de gracia,” lo que lleva a quien acumule
riqueza cuente con la bendición de dios, mientras que quien no la acumule (sea
pobre) se entienda como no merecedor de ella. Uno de los fundadores, creadores
y firmantes de la declaración de la independencia de Estados Unidos, Benjamin
Franklin fue además un importante pensador que desarrollo del pensamiento liberal
publicó la frase “dios ayuda al que se ayuda así mismo” o ayúdate que dios te
ayudará, que viene de Algernon Sidney pero que fue comúnmente referida como
cita bíblica, y que para finales del siglo 19 los liberales habían impuesto
como una frase guía. Hace más de 100 años que en Europa, Norteamérica y
en el resto del mundo, existe el concepto de clase marginal, y que el desempleo
o acciones criminales son entendidos como asuntos de elección individual o
personal, con lo que el liberalismo se ahorra una explicación estructural de la
marginalidad, el desempleo, la pobreza y la criminalidad.
Esa coincidencia, esa harmonía que existe entre el
cristianismo y el liberalismo ha ayudado a inculcar el valor del trabajo y
apreciarlo como una virtud en las sociedades norteamericanas y europeas, de tal
forma que en el mundo entero el liberalismo se ha podido permitir tratar
duramente, criminalmente, a pobres, marginados, pueblos aborígenes,
descendientes de africanos, y hacerlo como si fuera necesario para proteger al
resto de la sociedad “virtuosa.” Y en esto están todas las iglesias incluidas,
incluso la autoridad católica que ha apoyado siempre al imperialismo y al
fascismo.
Liberalismo en Canadá
Aquí en Canadá el liberalismo tiene origen a principio
del siglo 19, como en todo occidente se trataba de un pequeño grupo de hombres
que miraban arrogantemente al resto y hacían política de salón pues el poder
total era exclusividad de los ricos hasta principios del siglo 20. Para 1850
los trabajadores en Canadá (colonia británica con algún poder político
autónomo) no eran una clase unificada pues ni ellos mismos se identificaban
como tal y sus organizaciones, cuando existían, eran precarias y locales, pero
apelaban, si, a la solidaridad entre ellos. Recién en 1873 con Alexander
Mackenzie primer ministro del Canadá y el país independiente los liberales se
hacen protagonistas en la vida pública con algunas reformas aceptadas por la
oligarquía. Sus opositores en el parlamento, los conservadores, defendían
las tarifas de arancel protegiendo a empresarios y ricos canadienses, mientras
que los liberales favorecían la abolición de tarifas permitiendo al capitalismo
de Estados Unidos monopolizar gran parte de la economía canadiense desde ese
entonces hasta nuestros días. El bipartidismo del poder federal en Canadá no ha
cambiado, solo que a finales del siglo 19 muchos trabajadores del campo y la
ciudad, conscientes de sus intereses como clase comenzaron a organizarse y
desafiar al sistema socio económico vigente que los explotaba y los tenía
viviendo en la miseria, la desnutrición y la locura.
La lucha sindical en Canadá adquirió fuerza durante la
última década del siglo 19 pero con dificultades debido a su diversidad
cultural y a la división del mercado laboral que el capital siempre atento
explotaba aumentando la autoridad y el poder del estado. En el conflicto de
clases emergen las relaciones industriales paralelas al estado y en ese
momento, a principios del siglo 20, emerge también William Lyon Mackenzie King,
el liberal más famoso en la historia de este país. Mackenzie King, prominente
abogado y practicante del presbiterianismo, iglesia de principios calvinista
ósea, es un perfecto liberal. Empleado del estado en asuntos laborales,
Mackenzie King usó la mediación como herramienta preferencial para embaucar
trabajadores y se convierte en un gran manipulador político. Para 1908 era
miembro del parlamento y ministro del trabajo, más adelante será líder de su
partido (por 29 años) y primer ministro de Canadá (por casi 22 años). En 1914
trabajó además para la Fundación Rockefeller lo que ya nos dice bastante.
Conocedor de a donde podían llegar las luchas de los
trabajadores organizados, Mackenzie King, entendía que eran tiempos de
negociación y usó el teatro de la reconciliación de intereses en los conflictos
de clases, evitando varias huelgas y reiterando que había que ceder un poco
para dar espacio a que los empresarios tengan el tiempo necesario para
desacreditar a los trabajadores más insistentes y radicales. Mackenzie King,
igual que los más reaccionarios, apoyaba la intervención militar y las milicias
locales y corporativas tanto como sus acciones criminales contra trabajadores y
sus familias, apoyaba igualmente la opresión y el genocidio de aborígenes y
minorías de descendientes de esclavos. Su principio, que siempre repetía era,
“hay que hacer cualquier cosa para impedir el socialismo,” que él personalmente
odiaba. En el Canadá de las primeras décadas del siglo 20 los sindicatos
anarquistas tenían auges temporales, mientras que socialistas, laboristas y
comunistas con importante protagonismo en organizaciones sindicales y marcadas
denuncias contaban con escasa representación en el parlamento federal o en los
legislativos provinciales. Hay que destacar que casi el 80 por ciento de
la población canadiense ha votado siempre por liberales o conservadores y por
lo menos en un 50 por ciento los trabajadores han apoyado estos partidos
oligárquicos y capitalistas. Quizás tanto como en Estados Unidos, la falsa
democracia ha sido sostenida en Canadá con manipulaciones ideológicas y
propagandistas, pero sin duda el papel de Mackenzie King ha sido muy importante
en asegurar ese estado de cosas en Canadá.
Otros Liberales
Otros personajes del liberalismo occidental incluyen
al presidente de Estados Unidos Theodore Roosevelt que gobernó entre 1901 y
1909 como republicano. Roosevelt, aunque imperialista y racista probado, estaba
consciente de los graves problemas sociales, de corrupción de las autoridades y
desigualdad económica, particularmente en las grandes ciudades que enfrentaba
Estados Unidos. Y entendía que todo esto era consecuencia del reinado de los
ricos y de su laissez-faire del siglo 19; el gobierno de Roosevelt tuvo que
hacer algunas reformas durante su gobierno, y en 1912 creo el primer partido
Progresista (liberal) de su país que tuvo vida muy corta.
En Andalucía, España, la política agraria del siglo 19
le da paso a los liberales que vienen a ser los nuevos ricos capitalistas
llegando a ser incluso peores que los antiguos señores feudales. Durante su
reinado se venden las tierras comunales y de la iglesia a precios irrisorios,
tierras que ellos adquieren para su beneficio aumentando el latifundio.
En América Latina tenemos ejemplos liberales en
Uruguay, Argentina y Chile. En Uruguay gobierna José Batlle y Ordóñez,
presidente entre 1911 y 1915 líder del partido Colorado (liberal); Batlle hizo
reformas sociales importantes en beneficio del Uruguay urbano, fortaleció al
estado y a la producción industrial, fue quizás el líder más honorable entre
los liberales de todo el mundo, muy diferente al radical (liberal) presidente
argentino Hipólito Yrigoyen (1916 a 1922) al que llamaban “padre de los pobres”
pero quien fue responsable de por lo menos dos importante masacres
obreras, la de la planta La Forestal y la de la estancia La Anita, donde las
fuerzas militares autorizadas por Yrigoyen asesinaron cientos de trabajadores.
Otro presidente liberal criminal fue el chileno Arturo Alessandri Palma quien
entre 1920 y 1930 autorizó tres masacres obreras en las minas del salitre
(Marusia, La Coruña y San Gregorio) además de la masacre en el edificio del
Seguro Obrero en Santiago, la capital chilena. Alessandri tiene uno de los
peores prontuarios represivos en la historia chilena y latinoamericana.
Durante la gran depresión de 1929-1933 en Estados
Unidos el presidente Franklin D. Roosevelt siguiendo recomendaciones del
economista británico liberal John Maynard Keynes aplica una variedad de
reformas económicas y sociales, que le llamó New Deal, reformas
social-liberales con fuerte impacto en Canadá también, que seguía un
liberalismo reaccionario con respecto al reconociendo de las negociaciones
colectivas con los sindicatos. El New Deal incluyó una variedad de proyectos
públicos, regulaciones mínimas al capital, políticas sociales y reconocimiento
a los sindicatos, estableciendo los cimientos del Estado de Bienestar Social en
Norteamérica, que fue impuesto posterior a la Segunda Guerra Mundial. Durante
este tiempo los trabajadores del país y los pobres de las ciudades y campo
viven un pequeño alivio, pero con estas medidas comienza también la
despolitización ciudadana y la corrupción de las organizaciones laborales en
favor del capital. El Estado de Bienestar Social surge después de la Segunda
Guerra Mundial, las posiciones enfermizas contra comunistas y socialistas de
liberales y conservadores ya no eran suficiente, el trauma de la revolución
rusa estaba superado. Entonces, la mayoría de los capitalistas y sus
instituciones aceptan, a regañadientes y contra sus principios un Estado de
Bienestar Social en Europa y Norteamérica, no para el resto del mundo donde
seguían los palos y la represión contra las protestas de los pueblos.
La otra versión del liberalismo, la socialdemocracia,
no tuvo mayor impacto en el continente americano; la socialdemocracia se
identifica con la Internacional Socialista de 1951, y que albergó a casi todos
los partidos socialistas, socialdemócratas y laboristas de Europa, que no
tenían nada de semejante a los socialistas anteriores a 1930 sino que usaban la
demagogia del socialismo democrático para atraer votos y se hicieron pasar por
protectores del Estado de Bienestar Social por casi 30 años, hasta que
finalmente muestran su verdadera cara en los años 80 cuando abrazan al neoliberalismo.
El sindicalismo que ellos manipularon, con dirigentes bien pagados y cuya tarea
principal ha sido detener cualquier reivindicación molesta a los capitalistas,
tampoco podía escaparse.
Los nuevos liberales
Para los años 80 el liberalismo, y todos sus engendros
políticos, pierde todo protagonismo para darle paso al totalitarismo del
neoliberalismo. Vale considerar que liberales y socialdemócratas ocuparon una
tribuna pública importante, muchas veces tuvieron que lidiar con luchas obreras
y con asuntos socioeconómicos serios, a veces salían airosos con sus
manipulaciones, otras veces sudaban la gota para cumplir su papel con el
capitalismo y sus patrones. En Canadá fueron exitosos especialmente en los años
60 en persuadir y hacer creer a la mayoría de la población que la sociedad
canadiense era una sociedad justa – la “just society” (como decian) de grandes
victorias y bienestar social garantizada por sí misma.
De ese liberalismo hoy nada existe, los nuevos
liberales, algunos jóvenes y otros veteranos, son una masa amorfa de políticos
que sin principios ni poder de decisión, que ocupan los parlamentos como la
gente ocupa los bancos de las plazas tomando el sol.
Los “nuevos” liberales mantienen, eso sí, la
arrogancia de sus antecesores, son racistas y clasistas, pero se creen
bondadosos, se creen educados, incluso expertos en asuntos que jamás entienden,
finos y geniales (“cool” como se dicen en el norte), incluso “pragmáticos” en
mantener su complicidad y su incapacidad política. Viven su propio surrealismo en
el que enfrentan un competidor ficticio (“la derecha”) para que la gente los
vote, pero no se atreven a denunciar al fascismo que los integra o les pisa los
talones, un fascismo que ha crecido, visiblemente, en los parlamentos
occidentales.
Los nuevos liberales son serviles e incondicionales a
las instituciones capitalistas y al imperialismo, tanto como los conservadores
y los fascistas. En Europa, Norteamérica y América Latina hay entre los nuevos
liberales algunos que son liberales de nacimiento, como el primer ministro de
Canadá que jacta de haberle dado nueva vida al partido de su padre pero que se
desempeña como animador de espectáculos. Otros son más alevosos, como los ex
izquierdistas de generaciones pasadas que han pasado la barrera del bien y del
mal o como los nuevos charlatanes de las últimas generaciones que se
hacen llamar progresistas y socio-liberales, mantienen sus rótulos
tradicionales para seguir engañando, entre ellos encontramos socialistas,
socialdemócratas, verdes, liberacionistas, comunitarios, de los trabajadores en
Brasil, frenteamplistas y comunistas en Chile y en Uruguay. Todos ellos
disfrutando de puestos políticos, atacando los pocos proyectos alternativos y
populares que existen, cómplices de los crímenes capitalistas mientras reciben
buenos sueldos y se codean con las élites, engañando a sus pueblos.
Aunque todavía existen instituciones públicas como en
Canadá que son continuamente amenazadas en las áreas de administración, de
salud, educación, control nutricional y otras que todavía mantienen cierta
independencia y su gestión es de bien común, no así la seguridad pública ni el
sistema judicial. También hay diferencias enormes entre un país donde se ha
invertido en el desarrollo humano y otro donde le mienten a la gente que accediendo
a algunos consumos va a llegar a ese mentado desarrollo, y hay otros países en
América Latina donde la mayoría es completamente olvidada y golpeada.
En un mundo occidental totalitario hay un solo poder
que decide todo, los ricos, sus instituciones y sus empresas, que estos parecen
desear una guerra total, indiferentes a la desigualdad económica, a los
problemas graves del medio ambiente y agotamiento de recursos naturales y ahora
las pandemias; tendríamos que exigir y esperar un debate público sobre todos
estos asuntos, pero la completa falta de democracia y participación lo
imposibilita. Podríamos decir que nos encontramos no solo con un liberalismo
decrépito sino con una decadencia política representativas total, con la
excepción de los que mantienen el desafío y la lucha fuera de los parlamentos.
Imagen de portada: Detalles de la licencia – Autor: Oto
Godfrey – Derechos de autor: Creative Commons Attribution-Share Alike 3.0 Unported
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