El mundo pide
paz y alimentos, la OTAN más armas y bases militares
DIARIO OCTUBRE / julio 6, 2022
Solo entre enero y mayo de 2022, EE. UU. ha comprometido más de 40 000 millones de dólares en apoyo a Ucrania en el contexto de la guerra, y la Unión Europea más de 27 000 millones de euros; sin embargo, para afrontar la actual crisis de alimentos, Occidente ha aportado a los esfuerzos de la ONU apenas 5 000 millones de dólares
Francisco Arias Fernández.— La pasada semana el secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), António Guterres, alertaba que el mundo atraviesa una «crisis global de hambre sin precedentes», que afecta a cientos de millones de personas; una catástrofe provocada por la escasez de alimentos devenida de los impactos del cambio climático, los años de pandemia del coronavirus, la desigualdad, la pobreza, la crisis mundial, la guerra de Ucrania y las políticas de sanciones.
Insistió
en que ningún país será inmune a sus repercusiones sociales y económicas,
mientras auguraba que esta situación conllevará que se declaren varias
hambrunas en 2022, y que en 2023 podría ser incluso peor.
Guterres
ha insistido en los esfuerzos de la ONU por la paz en Ucrania y por desbloquear
la exportación de alimentos y fertilizantes desde los países en conflicto, una
de las causas principales de la estampida de los precios de los alimentos y
combustibles, que ha profundizado la crisis actual.
El
alto funcionario pidió que se alivie la deuda de los países pobres para ayudar
a sacar a flote sus economías, y que el sector privado ayude a estabilizar los
mercados de alimentos.
Por
su parte, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la
Agricultura (FAO) reveló, en su reciente informe Perspectivas Alimentarias, que
el costo mundial de las importaciones de alimentos aumentará en 51 000 millones
de dólares con respecto a 2021, y que «es preocupante que muchos países
vulnerables paguen más, pero reciban menos alimentos».
Mientras
crecen los llamados a la paz, a atenuar deudas del Tercer Mundo, crear fondos
financieros de la ONU para afrontar el momento crítico, a parar la guerra de
Ucrania como fuente abierta de inestabilidad en Europa, a asumir políticas
responsables contra el cambio climático y a enfrentar la inestabilidad migratoria
global, la respuesta de Occidente es de amenazas y más confrontación, con
aportes ridículos a la solución de tales desafíos y apostándolo todo a la
guerra.
Cada
pronunciamiento del Gobierno de Estados Unidos, de sus aliados más íntimos y de
la OTAN, desborda prepotencia, injerencia y la irresponsabilidad de atizar aún
más el conflicto en Kiev, y descubrir una velada declaración de hostilidad, sin
mucha diplomacia, contra Moscú y Beijing.
Ese
propósito hegemónico, imperial, proestadounidense y confrontacional lo puso de
manifiesto, en la apertura de la Cumbre de la OTAN en Madrid, su secretario
general Jens Stoltenberg, quien arremetió abiertamente contra Rusia y China
desde sus palabras inaugurales, señalando a ambas potencias, con términos
ofensivos, como los enemigos del presente: «regímenes autoritarios» que
«desafían abiertamente el orden internacional».
Más
que una Cumbre para arreglar los problemas que amenazan a la humanidad, sus
proyecciones son de más armas, de ayuda militar multimillonaria para Ucrania,
de incrementar el cerco de la OTAN contra Moscú; de aumentar gastos e
inversiones en la industria bélica; de nuevas bases militares de EE. UU. en
Europa; de más coordinación de inteligencia que de ayuda humanitaria para
frenar flujos migratorios desde el «flanco sur» (nueva denominación); de más
miedo para justificar nuevas sanciones concertadas contra rusos y chinos, con
un arrogante discurso de guerra fría en tiempos de riesgos nucleares, cuando
los líderes estadounidenses y británicos persisten en mostrar los dientes.
Solo
entre enero y mayo del presente año, EE. UU. ha comprometido más de 40 000
millones de dólares en apoyo a a Ucrania en el contexto de la guerra, mientras
la Unión Europea y sus bancos han aportado más de 27 000 millones de euros,
según cifras del Instituto Kiel para la Economía Mundial, de Alemania.
Para
afrontar la actual crisis de alimentos, Occidente no ha aportado a los
esfuerzos de las Naciones Unidas más de 5 000 millones de dólares.
Como
si fuera poco, los primeros anuncios de la delegación encabezada por Biden en
la Cumbre de Madrid fueron que reforzará su presencia militar en Polonia,
Rumanía, España, Italia, el Reino Unido y Alemania, además de en la región
báltica. Asimismo, informó que «aumentarán» los despliegues rotatorios con
blindados, aviación, defensa aérea y fuerza de operaciones especiales en el
Báltico.
Mientras
el mundo necesita y pide paz, reclama rebaja de los precios de los alimentos,
de los combustibles y de los fertilizantes, redoblan los tambores de guerra
bajo la batuta de Joseph Biden, Stoltenberg y del premier británico, quienes
aprovechan la grave crisis que fomentaron con la guerra de Ucrania para
consolidar aún más el expansionismo de la otan y los intereses geoestratégicos
de Washington.
A
contrapelo del hambre, de la muerte o de la Tercera y última Guerra Mundial (de
exterminio nuclear), la Casa Blanca y Occidente persisten en impedir la paz
pese a los elevados números de víctimas, gastos, impactos o crisis provocadas
en el planeta, ya aturdido por la pandemia, sequías, hambrunas, migraciones
descontroladas y otras guerras de rapiña o de despojo, a cargo del Pentágono.
Aunque
algunos comentaristas estadounidenses y europeos describen crudamente los
peligros potenciales de la actitud belicista de Biden y sus aliados, no
esconden el peso que tienen, en todo lo que está sucediendo, los intereses del
grupo del Partido Demócrata, que está centrado en impedir el regreso de Trump y
de los republicanos, y necesitan de un conflicto de muchos voltios y gran
tensión que les facilite situarse en la corriente «patriotera» que les permita
ganar las elecciones parciales de noviembre próximo.
A
propósito de los resultados de la Cumbre de Madrid, un comentarista español
refería sin tapujos:
«La
OTAN, que había sido diagnosticada de “muerte cerebral” por el presidente
Macron, ha recibido un milagroso impulso expansionista (…). Si dicha expansión
ofrece más seguridad está escrito en las estrellas, aunque sean las estrellas
de la bandera americana, pues los gobiernos americanos han operado siempre
según sus propios designios o intereses, unilateralmente, como hemos visto en
Afganistán y en otros conflictos».
FUENTE: granma.cu
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