El
concepto estratégico aprobado por la OTAN en Madrid es claro y preciso: los
enemigos de EEUU son los enemigos de Europa. Rusia y sobre todo China. El
triunfo de la Administración norteamericana es enorme; el fracaso de la Unión
Europea, histórico.
OTAN: la autonomía estratégica de EE.UU.
El Viejo Topo
7 julio, 2022
©OLIVIER HOSLET/POOL VIA REUTERS
“Este “momento
unipolar” tuvo una consecuencia perfectamente lógica y predecible: predispuso
más a EEUU al uso de la fuerza en el exterior. Eliminada la amenaza soviética,
EEUU quedó con las manos libres para intervenir prácticamente en cualquier
lugar y momento que considerara oportuno” Robert Kagan, 2003
Una gran
potencia es hegemónica cuando consigue -por los medios que sea- que sus aliados
compartan, hagan suyos sus objetivos estratégicos, sus definiciones
geopolíticas y sus líneas básicas político militares. El concepto estratégico
de la OTAN aprobado en Madrid recoge, casi sin matizaciones, las directrices de
la gran potencia norteamericana que resueltamente toma el mando y pasa a la
ofensiva. A esto, en puridad, se le llama autonomía estratégica, que la ejerce
no quien quiere sino quien puede. Dicho sea de otra forma, la autonomía
estratégica es un proyecto que se construye económica y socialmente y que
define una posición internacional soberana. El concepto aprobado pone fin a un
debate confuso, y precisa el verdadero papel de la política de seguridad y
defensa de la Unión Europea como aliado complementario y subalterno de los
EEUU. Volveré más adelante.
Las crisis,
bueno es repetirlo, desvelan lo que la normalidad oculta y nos enseñan la
verdadera medida de las cosas. Si además se trata de una guerra, esto se hace
mucho más evidente. La guerra en Ucrania está acelerando mucho los procesos
histórico-sociales. Por lo pronto, se están articulando dos bloques
geopolíticos y socioeconómicos. De un lado, el liderado por los EEUU que se
refuerza, que gana disciplina y busca ampliarse desesperadamente; el otro,
(contra)hegemónico, organizado en torno a China y Rusia, que pretende definir
una propuesta alternativa al mundo unipolar hasta ahora dominante. Como suele
ser normal, la bipolaridad de bloques impulsa el no alineamiento de países que
encuentran una oportunidad para ganar autonomía, influir más en las relaciones
socioeconómicas y, por así decirlo, sacar partido de una situación que se
convierte en oportunidad. Lo que ya no cabe ninguna duda es que el conflicto
militar en Ucrania inicia un largo proceso de transición entre las fuerzas del
“viejo orden” euro norteamericano y las del” nuevo orden” en proceso de
construcción.
Las cosas ya no
serán como antes. Esta larga transición comienza por una guerra, de nuevo, en
Europa, muy alejada de los EEUU y en el centro de gravedad euroasiático. No es
casualidad. La guerra está donde la quería la administración Biden. Llevan años
preparándose para eso, rearmando, formando y organizando a las fuerzas armadas
de Ucrania. Para decirlo con más precisión, de 2014 –según datos del SIPRI-
hasta 2021, Ucrania incrementó su presupuesto militar en un 142%, sus aliados
formaron en torno a 10.000 efectivos cada año y le fue transferida tecnología
militar avanzada. Hoy sabemos que la OTAN siempre ha estado en los puestos de
mando de la estrategia militar ucraniana y ha dirigido con mucha precisión la
crisis de un Estado, no se debería de olvidar, extremadamente complejo desde el
punto de vista étnico, cultural, religioso y político. De ahí que en el
conflicto haya elementos de guerra civil que la propaganda occidental intenta
ocultar sistemáticamente.
La OTAN ha
servido históricamente para tres objetivos precisos. El primero (un clásico del
mundo anglosajón), impedir un acuerdo entre Europa y Rusia. La existencia de la
URSS ayudó a justificar la presencia de la OTAN como bloque defensivo ante la
supuesta agresividad del mundo soviético. La disolución del Pacto de Varsovia y
la desintegración de la URSS obligó a una refundación de la OTAN, a encontrarle
sentido a una presencia militar y nuclear en un mundo que había conseguido
derrotar al imperio del mal. Se demostró –Brzezinski lo analizó con
mucha precisión- que la presencia político militar estadounidense en Europa era
parte de un diseño estratégico a largo plazo legitimado por la existencia de la
URSS y definido por un nuevo orden internacional de carácter unipolar,
impulsado, dirigido y organizado por EEUU, devenido en hiperpotencia.
Europa vivía un
momento fundante. Existía la posibilidad de recomponer las relaciones con una
Rusia que se abría al mundo y que buscaba reencontrar un camino de paz,
progreso económico y la primacía del Derecho Internacional. Se puede decir de
muchas formas, con acentos diversos y hasta con formulaciones dramáticas: no
habrá paz, no habrá autonomía política real de Europa sin un acuerdo con Rusia,
sin un tratado de paz, cooperación y desarrollo con el gran país euroasiático.
La enésima OTAN que surge de Madrid nace para bloquear definitivamente esta posibilidad
que, es bueno subrayarlo, perjudica gravemente a Europa, pero también a una
Rusia forzada a un repliegue estratégico y a una alianza duradera con China. La
elección histórica tendrá una enorme trascendencia. Las clases dirigentes
europeas han decidido subordinarse al “viejo orden” dirigido por los EEUU y
oponerse con todas sus fuerzas y capacidades (económicas, políticas, militares
y culturales) al “nuevo mundo” que emerge con toda su diversidad, pluralidad y
dimensión poblacional con las grandes potencias asiáticas, en otro tiempo
-bueno es recordarlo- colonias, países dominados y explotados por los
todopoderosos representantes de la civilización occidental.
El segundo
objetivo de la OTAN siempre ha sido el control político de la integración
europea y de cada uno de los países individualmente considerados. Manolo
Sacristán le llamó a eso “la OTAN hacia adentro”. Hay que decir que, en lo
fundamental, esto ya se ha conseguido. El tipo de democracia, el modelo
económico-social capitalista y la Unión Europea no son cuestionados en parte
alguna y las amenazas, de haberlas (como en EEUU) vienen del lado oscuro del
sistema. Paradójicamente, cuando más se habla de democracia, más se acentúa su
crisis y en el horizonte se vislumbran procesos de involución política, social
y cultural.
Las democracias
europeas, las que existían realmente, se basaron en el conflicto
capital/trabajo, en un potente movimiento obrero organizado y en una izquierda
que aprovechó la contraposición con la URSS para hacer viable el reformismo. La
integración europea, los cambios geopolíticos y tecnológicos han transformado
radicalmente ese mundo. Está culminando la “gran transformación” de la cultura
europea y nos adentramos en la “norteamericanización” de nuestra vida pública.
La forma-partido que conocíamos ya no existe, retornan con nuevas y variadas
formas los “partidos de notables “y los modos oligárquicos de organizar el
voto. Luciano Canfora constata que en los países europeos se están construyendo
de forma original partidos únicos, internamente articulados y externamente
subdivididos en formaciones singulares; organizados en torno a una clase
política cada vez más homogénea, crecientemente dependiente de las grandes
corporaciones financieras y empresariales, y claramente alineadas con la
Administración norteamericana.
El tercer
objetivo es el más conocido y sobre el que existe abundante literatura:
pertenecer a la OTAN significa que tus fuerzas armadas y, en gran medida las de
seguridad, forman parte de un dispositivo transnacional dirigido, organizado y
financiado por los EEUU. Los intereses nacionales, las doctrinas militares de
cada una de las FFAA, las directrices de defensa y de seguridad tienen que
amoldarse a los criterios definidos por la potencia dominante que van más allá
de la OTAN. La política de Pedro Sánchez sobre Marruecos explica bien esta
contracción. No se trata solo de la cuestión del Sahara. Lo que ha hecho el
gobierno español es muy grave: subordinar los intereses estratégicos de España
a la política de EEUU que coloca a Marruecos como Estado-gendarme del Magreb y
pivote estratégico para el control del África subsahariana. Hay que insistir.
Las menciones en el concepto estratégico a supuestas integridades territoriales
no protegen a España ante un conflicto político-militar con Marruecos;
estaremos solos. Sánchez lo sabe.
Volvamos al
principio. La clave del concepto estratégico aprobado por la OTAN en Madrid es
clara y distinta: los enemigos de EEUU son los enemigos de Europa, Rusia y,
sobre todo, China. El triunfo de la Administración norteamericana es enorme, el
fracaso de la Unión Europea histórico y el éxito de China especialmente
significativo. El Imperio Medio consigue una retaguardia geoeconómica y
energética decisiva, iguala poder estratégico-nuclear con el país de Biden y,
lo más importante, gana tiempo para construir alianzas, definir escenarios y
fortalecer su complejo militar, tecnológico y científico. Insisto, el tiempo es
decisivo y el desgaste de todos los demás grande, muy grande.
Este artículo
comenzaba con una cita de un autor por el que siento cierta predilección.
Robert Kagan escribió un libro importante en el 2003 -aquí se tradujo como
Poder y Debilidad- que era una crítica áspera contra los intentos de la Unión
Europea de distanciarse de la política exterior norteamericana y jugar un
cierto papel autónomo. La crítica era, en síntesis, doble: el mundo que emergía
después de la victoria de los EEUU contra la URSS era hobbesiano, donde el uso
de la fuerza sería casi obligatorio y, más duramente, la política de la UE era,
en lo fundamental, hipócrita, ya que su supuesta autonomía se basaba en la
seguridad que le daba pertenecer a la estructura político-militar organizada y
dirigida por los EEUU, es decir, la OTAN. Hoy el mundo se parece más al que
Kagan definió y la UE se alinea entusiasta con la política de Biden.
Kagan,
compañero de aventuras políticas, sentimentales y, digámoslo así, diplomáticas
de la señora Victoria Nuland -Subsecretaria de Estado para asuntos políticos y
conocida especialista en asuntos ucranianos- siempre se ha distinguido por
hablar claro, primero como estratega republicano, luego como portavoz del
”proyecto para el nuevo siglo norteamericano” y ahora como asesor privilegiado
de Hillary Clinton. Hace algunos meses sorprendió denunciando un supuesto golpe
de Estado en su país, señalando a Donald Trump como instigador y agente
principal. Habrá que hacerle caso ya que él conoce muy bien lo que Curzio
Malaparte llamaba técnicas de un golpe de Estado.
No es el
momento de hacer un análisis pormenorizado de la nueva política de la OTAN.
Para terminar, no me resisto a citar de nuevo a Kagan en su mencionado libro
“Poder y debilidad” porque señala muy bien cuáles son las bases reales de la
política exterior norteamericana: “Es un hecho objetivo que los estadounidenses
han ido extendiendo su poder e influencia en círculos siempre expansivos,
incluso desde antes de fundar su propia nación independiente”. Concluía el
razonamiento así: “EEUU, en cualquier caso, continúa y claramente tiende a
mantenerse como potencia estratégica dominante en Extremo Oriente y en Europa.
El final de la Guerra Fría se consideró por parte de los estadounidenses como
una oportunidad, no de replegarse, sino de ampliar su influencia; de extender
hacia el Este, hasta Rusia, la alianza que lideraban; de fortalecer sus
relaciones con aquellas potencias de Extremo Oriente que están en vías de
democratizarse; de fomentar sus intereses en partes del mundo como Asia
central, cuya existencia ni siquiera conocían muchos estadounidenses”. Todo
esto lo escribió en el 2003 y lo continuó aún con mayor claridad en libros
posteriores. La lectora o el lector observará que no solo hay análisis sino
programa que, en muchos sentidos, se ha ido cumpliendo con bastante precisión.
Fuente: Blog Otras Miradas.
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