Tal día (27 de enero) como
hoy hace doce años fallecía el gran historiador, militante antiimperialista y
activista libertario Howard Zinn. Lo recordamos con este artículo de 2008 de
una gran agudeza y actualidad, evocador del programa de reformas de Roosevelt.
Más allá de la nostalgia del New Deal
El Viejo Topo
27 enero, 2022
Resulta
sorprendente que ningún candidato Demócrata a la presidencia haya apelado a la
memoria del New Deal y a su inaudita serie de leyes a favor de
los necesitados.
El New Deal fue
tentativo, cauto; lo bastante atrevido para sacudir los pilares del sistema,
pero no para substituirlos. Ayudó a los grandes agricultores comerciales, pero
no a los aparceros. Los más pobres de los pobres fueron excluidos,
señaladamente los negros. Como jornaleros, trabajadores inmigrados o empleados
domésticos, no cumplían los criterios para acceder al seguro de desempleo, a un
salario mínimo, a la seguridad social o a los subsidios agrarios.
Sin embargo, en
el presente clima de guerra infinita y desapoderada codicia, apelar al legado
de los años 30 sería un enorme paso hacia adelante. Tal vez el impulso de un
proyecto así podría llevar a la nación a traspasar los límites de las reformas
de Franklin Delano Roosevelt [FDR], particularmente si hubiera un clamor
popular que viniera a exigirlo. Un candidato que apuntara al New Deal como
modelo de legislación innovadora apelaría a la enorme reputación de que FDR y
sus políticas gozan en este país, una admiración no igualada por ningún otro
presidente desde Lincoln. Imagínense la respuesta del electorado ante un
candidato Demócrata que se expresara así:
«Nuestra nación
está en crisis, como lo estaba cuando Roosevelt tomó posesión. En aquel tiempo,
las gentes necesitaban desesperadamente ayuda, necesitaban empleo, necesitaban
vivienda, protección para la vejez. Necesitaban saber que el gobierno estaba
con y para ellos, no con y para las clases ricas. Y eso es lo que el pueblo
norteamericano necesita hoy.
«Yo haré lo que
hizo el New Deal, responder al fracaso del sistema de mercado.
El New Deal puso a millones de personas a trabajar, a través
de la Works Progress Administration, en todo tipo de trabajos,
desde la construcción de escuelas, hospitales y zonas de juegos y deportes,
hasta la composición de sinfonías, la pintura de murales y la interpretación de
piezas musicales, pasando por la reparación de calles y puentes. Eso mismo
podemos hacer hoy por los trabajadores víctimas del cierre de empresas, por los
profesionales desplazados por una economía fallida, por las familias que
precisan de dos y hasta de tres ingresos para sobrevivir, por los escritores y
los músicos y los otros artistas que luchan por vivir con cierta seguridad.
«El New
Deal’s Civilian Conservation Corps, en su momento culminante, llegó a
emplear a 500.000 jóvenes. Vivían en los campos, plantaron millones de árboles,
ganaron millones de hectáreas de tierra, construyeron 150.000 kilómetros de
vías forestales, protegieron hábitat naturales, recuperaron las reservas
piscícolas y proporcionaron ayuda de emergencia a poblaciones amenazadas por
inundaciones.
«Eso mismo
podemos hacer hoy, trayendo a casa a nuestros soldados destinados en los
frentes bélicos o en las bases militares que tenemos en 130 países.
Reclutaremos a los jóvenes, no para combatir, sino para limpiar nuestros lagos
y nuestros ríos, para construir vivienda para los necesitados, para hacer más
hermosas nuestras ciudades, para estar prontos a la ayuda en desastres como el
del Katrina. Los militares necesitan mucho tiempo para reclutar a hombres y
mujeres jóvenes para a guerra, y por buenas razones. No tendremos nosotros ese
problema a la hora de alistar jóvenes en tareas de construcción y no de
destrucción.
«Podemos
aprender del programa de Seguridad Social y de la Carta de Derechos de los
soldados, que fueron programas gubernamentales eficaces, capaces de hacer por
los ancianos y por los veteranos de guerra lo que las empresas privadas no
podían hacer. Podemos ir más allá del New Deal, extendiendo el
principio de la seguridad social a la seguridad sanitaria, con un sistema de
salud público totalmente gratuito. Podemos extender la Carta de Derechos del
soldado veterano y convertirla en una Carta Civil de Derechos que ofrezca
educación superior pública para todos.
«Tendremos
billones de dólares para pagar esos programas, si somos capaces de hacer dos
cosas: si concentramos nuestra fiscalidad en el 1% más rico de la población, y
no sólo en sus ingresos, sino también en su patrimonio acumulado, y si
disminuimos drásticamente nuestra ciclópea máquina militar, declarándonos una
nación pacífica.
«No prestaremos
atención a quienes se quejen de que eso es ‘hipertrofia estatal’. Hemos
visto ‘hipertrofia estatal’ orientada a la guerra y a los beneficios de los
ricos. Nosotros nos serviremos de la intervención gubernamental a gran escala
para beneficiar al pueblo.»
¡Qué
refrescante sería, si un candidato presidencial nos recordara la experiencia
del New Deal y se avilantara a desafiar a la elite
empresarial, como hizo Roosevelt en vísperas de su reelección de 1936!
Refiriéndose a unas clases ricas determinadas a derrotarlo, dijo a una gran
multitud reunida en Madison Square Garden: «Son unánimes en el odio que me
profesan. ¡Bienvenido sea ese odio!» Creo yo que un candidato que mostrara hoy
un arrojo semejante ganaría de calle en las encuestas.
Las
innovaciones del New Deal se nutrieron de las exigencias
militantes de cambio que arrastraron al país cuando FDR comenzó su presidencia.
De los grupos de aparceros; de los consejos de desempleados; de los millones de
huelguistas en la Costa Oeste, en el Medio Oste y en el Sur; de las irrupciones
masivas de desesperados en busca de comida, de alojamiento, de puesto de
trabajo. De un torbellino que socavaba los fundamentos del capitalismo
estadounidense. Necesitaremos una movilización ciudadana similar hoy para
arrancar del control empresarial a quienquiera resulte elegido presidente. Para
llegar a los niveles del New Deal, para rebasarlos. Es una idea,
cuyo tiempo ha llegado.
Fuente: The Nation, 7 abril 2008. Traducción de Roc F. Nyerro
para Sin Permiso.
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