Coronavirus o reingeniería social a escala planetaria
Rebelión
|17/03/2020
Fuentes: Rebelion
Preámbulo
Nuestro modelo
societal capitalista se estructuró alrededor de la producción de mercancías y
el consumo, con una epistemología derivada de la primera y segunda revolución
industrial. Lo que llamamos pensamiento moderno adquirió forma cotidiana a
partir del uso del desarrollo científico y tecnológico para nuestra realidad
inmediata, así como con los requerimientos para el impulso de una aceleración
de la innovación de esta ciencia y tecnología.
La escuela y la
universidad adquirieron especial relevancia como potenciales generadores del
conocimiento y la formación profesional indispensables para la gobernanza
(ciudadanía, consumo, hegemonía ideológica), pero esencialmente para la
dinamización de esta aceleración de la innovación. La escuela y la universidad
jugaban un papel adicional de contención de los más chicos y jóvenes, mientras,
el padre primero, y luego también las madres se incorporaban al mundo del
trabajo. Los salarios usados para el consumo, cada vez más precario, cerraban
el círculo de la sociedad capitalista de la primera y segunda revolución
industrial.
El encuentro
humano articulaba y expresaba el consumo, sus modalidades y nuevas
expectativas. Basta ver toda la publicidad del siglo XX para darnos cuenta que
encuentro humano, mercancías y consumo formaban la triada cotidiana de la
sociedad capitalista.
La escuela y la
universidad contribuyeron a la aceleración de la innovación científica y
tecnológica que demandaba el capitalismo, hasta que en los sesenta del siglo XX
ocurrió el desembarco de la tercera revolución industrial. Este nuevo periodo
generó una nueva fase de concentración del esfuerzo orientado a la aceleración
de la innovación, ahora relocalizados en laboratorios privados. Esto se debió a
dos grandes agendas, la primera elevar la eficacia entre costos y resultados y
segundo, soslayar los controles éticos pues mucho del esfuerzo investigativo
estaba orientado al complejo industrial militar (guerra bacteriológica, genoma
humano, armamento con soporte informático, biología digital, conocimiento
profundo y control de la mente humana, entre otros). Con la llegada de la globalización
económica y la mundialización cultural de los ochenta, pero muy especialmente
en los noventa, una parte importante de los(as) científicos universitarios
pasan a trabajar en laboratorios privados o bajo la tutela y juramento de
secreto impuesto por las grandes corporaciones.
La escuela y la
universidad no lograron captar la nueva dinámica a pesar que surgieron
múltiples voces que alertaron sobre algunas de las expresiones de esta nueva
realidad. Era mucho lo que el capitalismo informático de la tercera revolución
industrial requería cambiar; pasar del modelo disciplinar a un enfoque
transdisciplinario resultaba un giro de ciento ochenta grados en las rutinas,
performances y estructuras institucionales y, las instituciones educativas
lejos de movilizarse se paralizaron. Hablaron mucho de transdisciplinariedad,
pero siguieron operando sobre una lógica disciplinar ya obsoleta para el gran
capital
Desprovistas de
una mirada de lucha de clases, las dinámicas institucionales de las escuelas y
universidades no fueron capaces de captar que el movimiento incesante
constituye una característica de las resistencias anticapitalistas.
Consideraron que eran útiles como venían trabajando y que ahora habían surgido
nuevas instituciones que harían lo que ellas no estaban dispuestas a hacer.
Este fue un error estratégico porque no percibieron que estaban dejando en
manos de otros el epicentro del conocimiento vinculado a la aceleración de la
innovación.
La convergencia
de los conocimientos científicos y tecnológicos de última generación (genoma
humano, nanotecnología, conexión 5G, inteligencia artificial, big data,
robótica, neuronas digitales, biología digital) abrieron paso a la construcción
de un curso hacia la cuarta revolución industrial.
Pero la cuarta
revolución demanda una nueva estructura social, derivada del nuevo modelo de
producción en ciernes y de las dinámicas de trabajo y consumo que de ello se
generen. Ahora se trata de un giro de trescientos sesenta grados, pero es
espiral ascendente y con tendencia concéntrica, que implica modificar todas las
estructuras sociales existentes. El capitalismo cognitivo del siglo XXI se
abría paso y consolidaba.
En múltiples
artículos y conferencias de los últimos años insistí en trabajar varios
escenarios y análisis proyectivos de la cuarta revolución industrial. Uno de
ellos, con mayores probabilidades teóricas colocaba a la casa como el epicentro
del trabajo, el consumo, la educación y la gobernabilidad. Pero ello implicaba
un proceso de reeducación sin precedentes, algo que no era fácil instrumentar
para una reingeniería social de tal magnitud.
El problema es
que el desembarco de la cuarta revolución industrial está a la vuelta de la
esquina; entonces para el capital se trataba de resolver una ecuación tan
compleja en el corto plazo, mientras que para muchas de las resistencias
anticapitalistas este debate les solía resultar un ejercicio de ciencia
ficción. La realidad nos demostraría que para el capitalismo cualquier
barrera es posible derrumbarla.
Coronavirus: la
pandemia del miedo
De pronto,
irrumpe en el escenario una pandemia con impacto profundo en toda la sociedad
global, el coronavirus. Para la Organización Mundial de la Salud (OMS) “los
coronavirus son una extensa familia de virus que pueden causar enfermedades
tanto en animales como en humanos. En los humanos, se sabe que varios
coronavirus causan infecciones respiratorias que pueden ir desde el resfriado
común hasta enfermedades más graves como el síndrome respiratorio de Oriente
Medio (MERS) y el síndrome respiratorio agudo severo (SRAS). El coronavirus que
se ha descubierto más recientemente causa la enfermedad por coronavirus
COVID-19. La COVID-19 es la enfermedad infecciosa causada por el coronavirus
que se ha descubierto más recientemente. Tanto el nuevo virus como la
enfermedad eran desconocidos antes de que estallara el brote en Wuhan (China)
en diciembre de 2019.” (OMS, 2019)
Ya la humanidad
había presenciado con temor el surgimiento de pandemias como el H1N1 y la
epidemia de Ebola (1976-2016), con brotes intermitentes. Sin embargo, ninguna
de ellas había alcanzado la diseminación del Coronavirus. No voy a entrar en el
debate respecto a su es un virus de mutación natural o fue creado en
laboratorio, porque no dispongo de los elementos de convicción suficientes para
afirmar ni lo uno ni lo otro. Lo que si es cierto que en menos de tres meses
más de ciento veinticinco países sufrieron el impacto del virus.
Pero ahí
comienzan las explicaciones que construyen una nueva hegemonía social. Se señala
que el Coronavirus se extiende fundamentalmente por el relacionamiento humano y
al entrar en contacto con superficies donde este depositada de manera residual
la cepa del virus. Se culpa a los viajeros, especialmente de vuelos aéreos y
los cruceros, de ser los trasmisores y difusores del virus.
La sociedad
capitalista del siglo XX e inicios del XXI había convertido en un derecho
civilizatorio la movilidad humana, por lo que restringirla se convertía en un
problema. De pronto el coronavirus hace posible lo impensable, el temor a
viajar se va instalando en el imaginario colectivo social y el número de
viajeros cae drásticamente hasta que no solo es esperado, sino exigido, que en
cientos de países se prohíba viajar. No movernos del lugar pareciera ser el
meta mensaje.
Del terror a
viajar se pasa al horror por el contacto humano, como si el vecino, el amigo,
la persona que encontramos en el metro, el autobús o la calle fuera un
potencial vector, un peligro para nuestra salud. Los cimientos de la vieja sociabilidad
de la primera, segunda e incluso de la tercera revolución industrial se ven
cuestionados. La deshumanización adquiere una nueva escala y el desencuentro se
convierte en un “acto responsable”. Se naturaliza el desencuentro humano.
Podemos vivir sin estar en contacto con los otros y otras pareciera ser el
mensaje que se instala en la civilización humana.
El horror
causado por los miles de muertos en todo el orbe hace que sectores populares y
la clase media invoquen medidas autoritarias de control. Se eclipsa la noción
democrática de la toma de decisiones por una apelación colectiva a la “manus
military”. Los estados de alerta, emergencia y de suspensión de garantías se
hacen “inevitables” y surge el primer Estado de sitio planetario. El
autoritarismo emerge con base social, el fascismo tecnológico de la
cuarta revolución industrial es un rio desbocado que se abre paso.
Los y las
trabajadores habíamos construido una identidad de nuestra labor que nos hacía
imprescindibles y de pronto encontramos que la sociedad puede marchar, con un
nuevo modelo de organización, sin muchos de los trabajos a los cuales estamos
acostumbrados se realicen. Cobran sentido posible y práctico las afirmaciones
de Klaus Snowb, creador del Foro Mundial de Davos, respecto a que el desembarco
de la cuarta revolución industrial traería millones de desempleos en el mundo,
porque muchos de los trabajos que veníamos realizando, asociados al mundo del
trabajo y el consumo en las tres revoluciones industriales precedentes ya no
tendrían razón de ser. Se construye la hegemonía social respecto a que muchos
trabajos son prescindibles.
Durante
semanas, la sociedad comienza a reordenarse desde la casa. Se educa o expande
el consumo “online” o el “Delivery”. Se promueve con hechos la nueva educación
para el consumo. Millones de seres humanos entran en contacto acelerado con
algo que aún les resultaba etéreo e incómodo, el nuevo modelo de consumo en
casa.
El sueño dorado
del capitalismo cognitivo del siglo XXI se muestra en la cotidianidad. Millones
de seres humano son lanzados a la educación en casa, una nueva experiencia que
parecía imposible cuando solo unos años atrás comenzamos a señalarlo como un
Apagón Pedagógico Global (APG), un escenario factible para la reingeniería
social en ciernes. Ya académicos como Norman Antonio Boscán y Jesús Alemancia
comenzaron a exponer sus implicaciones en sociedades como la panameña. Para
poder concretar el salto, se ensayan plataformas y propuestas, mientras las
familias aprenden colectivamente que es posible educar en casa, sin el
acompañamiento de docentes, creando confusión sobre las diferencias entre
enseñar a aprender y recibir información.
El miedo le
construyó condiciones de posibilidad a un nuevo paradigma social. El miedo
cohesionó mentalidades y forzó a ver nuevos caminos de cruce entre aceleración
de la innovación y modelo de organización societal. Mientras tanto, en las
élites superestructurales de poder, la pugna interburguesa continua con dos
escenarios posibles: guerra para resolver las diferencias o integración del
capital trasnacional para dar paso al nuevo imperio tricéfalo extraterritorial.
Veremos en los próximos meses y años (¿) el curso de esta puja.
Todo lo
anterior dejará una huella imborrable en la epistemología ciudadana de los individuos
de una sociedad cada vez más mundializada culturalmente, en la cual la
diversidad es suprimida, considerada una anormalidad, creándose superfluos
estereotipos de simulación de esas diversidades.
Después de la
crisis una nueva hegemonía capitalista se habrá instalado
Es previsible
que en meses se supere la pandemia del Coronavirus. El modelo de control
ensayado por China moldeará el curso de la resolución de esta crisis colectiva
en materia de salud.
Todo vivirá la
apariencia de volver a la “normalidad” pero ya no seremos los mismos. La
hegemonía sobre una nueva forma de construir las sociedades del capitalismo de
la cuarta revolución industrial será ya no utopía, sino algo posible para miles
de millones de hombres y mujeres en todo el planeta.
La nueva
normalidad estará preñada de certezas sobre la necesidad de repensar la casa,
como escenario de vida, trabajo, educación, salud, seguridad y gobernabilidad.
El mundo se nos hará incontrolable y la tranquilidad de lo que podemos moldear
tendrá en la casa un espacio privilegiado.
Seguramente
vendrán nuevas crisis y otras formas de consolidar la hegemonía para la nueva
sociedad, pero la semilla del “nuevo” modelo capitalista ha sido sembrado. Es
hora que las resistencias anticapitalistas se atrevan a pensar esta nueva
realidad, que ya no es un teorema, sino que se nos ha mostrado como una
realidad concreta.
Epílogo: la era
de la singularidad está cerca, en la frontera final de la cuarta revolución
industrial
Entre la
primera revolución industrial y el cambio drástico que implica la cuarta
revolución industrial mediaron dos siglos. Esto nos puede dar la falsa certeza
que habrá que adaptarnos a lo nuevo porque esto nos marcará para el resto de
nuestras vidas.
Nada más
alejado de la realidad. Si observamos la línea de aceleración de la innovación
científica tecnológica podremos ver con claridad como el nuevo quiebre se
plantea en cualquier momento a partir del año 2045, es decir, solo veinticinco
años adelante.
A esta nueva
ruptura y crisis civilizatoria Kurzweil (2012) le ha dado el nombre de “era de
la singularidad”, que no es otra cosa que el advenimiento de una sociedad en la
cual la fusión de vida biológica y tecnología será un fenómeno a gran escala.
Pero dejemos eso para otro artículo.
Todo ello nos
plantea a quienes nos ubicamos en el plano de las resistencias
anticapitalistas, desafíos, tareas y debates. La explotación del hombre por el
hombre no desaparecerá por el contrario adquirirá nuevas y terribles
expresiones. Los y las revolucionarios, debemos como lo hizo Marx, desde lo
concreto del presente anticipar el mañana con propuestas alternativas.
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