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“Es un engaño que el trabajo asalariado sea la clave para liberar a las mujeres”: Silvia Federici
02/06/2014
Silvia
Federici (Italia, 1942) es una pensadora y activista feminista, un
referente intelectual por su análisis del capitalismo, el trabajo
asalariado y reproductivo, siempre desde una perspectiva de género.
Profesora en la Universidad de Hofstra de Nueva York, Federici fue una
de las impulsoras de las campañas que en los años setenta comenzaron a
reivindicar un salario para el empleo doméstico. “El trabajo doméstico
no es un trabajo por amor, hay que desnaturalizarlo”, defiende. La
escritora está de gira por España: allá donde ha estado las librerías y
salas se han llenado para escucharla. Su último libro publicado en
español es “Revolución en punto cero. Trabajo doméstico, reproducción y
luchas feministas”, publicado por Traficantes de Sueños.
¿Es esta crisis económica una crisis también de igualdad?
Sí, es una crisis de igualdad y que amenaza especialmente
a las mujeres. Hay muchas consecuencias de las crisis que impactan en
las mujeres de forma particularmente intensa. Por un lado, los recortes
de servicios públicos, de la sanidad, de la educación, de los cuidados,
las guarderías… eso trae a las casas un montón de trabajo doméstico que
todavía siguen haciendo mayoritariamente las mujeres. La mayoría de las
mujeres trabajan fuera de casa pero siguen encargándose de este trabajo y
tienen que absorber esta parte de tareas que antes eran públicas. Por
otro lado, la crisis del empleo y del salario crea nuevas tensiones
entre las mujeres y los hombres. Que las mujeres tengan más autonomía ha
creado tensiones y un aumento de la violencia masculina. El hecho de
que los hombres no tengan el poder económico y al mismo tiempo las
mujeres reivindican una mayor autonomía ha creado formas de violencia
masculina contra las mujeres que se pueden ver en todo el mundo.
¿En qué momento diría que estamos entonces?
Estamos en un periodo en el cual se está desarrollando un
nuevo tipo de patriarcado en el cual las mujeres no son solo amas de
casa, pero en el que los valores y las estructuras sociales
tradicionales aún no han sido cambiadas. Por ejemplo, hoy muchas mujeres
trabajan fuera de la casa, muchas veces en condiciones precarias, lo
que supone una pequeña fuente de mayor autonomía. Sin embargo, los
lugares de trabajo asalariado no han sido cambiados, por tanto, ese
trabajo asalariado significa adaptarse a un régimen que está construido
pensado en el trabajo tradicional masculino: las horas de trabajo no son
flexibles, los centros de trabajo no han incluido lugares para el
cuidado, como guarderías, y no se ha pensado formas para que hombres y
mujeres concilien producción y reproducción. Es un nuevo patriarcado en
el que las mujeres deben ser dos cosas: productoras y reproductoras al
mismo tiempo, una espiral que acaba consumiendo toda la vida de las
mujeres.
De hecho, usted dice que se ha
identificado la emancipación de las mujeres con el acceso al trabajo
asalariado y que eso le parece un error, ¿lo es?
Es un engaño del que hoy podemos darnos cuenta. La
ilusión de que el trabajo asalariado podía liberar a las mujeres no se
ha producido. El feminismo de los años 70 no podía imaginar que las
mujeres estaban entrando al trabajo asalariado en el momento justo en el
que éste se estaba convirtiendo en un terreno de crisis. Pero es que,
en general, el trabajo asalariado no ha liberado nunca a nadie. La idea
de la liberación es alcanzar la igualdad de oportundiades con los
hombres, pero ha estado basada en un malentendido fundamental sobre el
papel del trabajo asalariado en el capitalismo. Ahora vemos que esas
esperanzas de transformación completa eran en vano. Al mismo tiempo sí
vemos que muchas mujeres han conseguido más autonomía a través del
trabajo asalarido, pero más autonomía respecto de los hombres no
respecto del capital. Es algo que ha permitido vivir por su cuenta a
muchas mujeres o bien que tuvieran un trabajo, mientras su pareja no lo
tenía. De alguna forma esto ha cambiado las dinámicas en los hogares,
pero en general no ha cambiado las relaciones entre hombres y mujeres.
Y, muy importante, eso no ha cambiado las relaciones entre mujeres y
capitalismo: porque ahora las mujeres tienen dos trabajos y aún menos
tiempo para, por ejemplo, luchar, participar en movimientos sociales o
políticos.
Es también muy crítica con
organismos internacionales como el FMI, el Banco Mundial o la ONU.
Algunos de ellos publican informes animando a la participación femenina
en el mercado laboral, mientras alientan medidas de recorte que
perjudican la igualdad y la vida de las mujeres…
Sí y esto es fundamental. Es un error no ver el tipo de
planificación capitalista que se está desarrollando dentro del proyecto
de globalización. Hubo una intervención masiva en la agenda y en las
políticas feministas con el objetivo de usar el feminismo para promover
el neoliberalismo y para contrarrestar el potencial subversivo que tenía
el movimietno de mujeres en términos, por ejemplo, de lucha contra la
división sexual del trabajo y contra todos los mecanismos de
explotación. Por un lado, el trabajo de la ONU fue redefinir la agenda
feminista y creo que fueron bastante efectivos. A través de varias
conferencias mundiales, por ejemplo, se presentaban así misma como la
representación de las mujeres del mundo y de lo que es o no el
feminismo. Por otro lado, su otro objetivo era ‘educar’ a los gobiernos
del mundo en que algo tenía que cambiar en la legislación laboral para
permitir la entrada de las mujeres en el trabajo asalariado.
¿Cómo salir entonces de esa trampa,
cómo conseguir reivindicar la igualdad sin caer en esas trampas? Porque,
por ejemplo, usted rechaza que las mujeres se incorporen en igualdad a
los Ejércitos.
No a las mujeres en el Ejército, de ninguna manera. Hay
que tener en cuenta que los hombres también son explotados. Entonces, si
decimos simplemente que queremos la igualdad con los hombres estamos
diciendo que queremos tener la misma explotación que los hombres tienen.
La igualdad es un término que congela el feminismo: por supuesto que en
un sentido general no podemos estar en contra de la igualdad, pero en
otro sentido decir solo que luchamos por la igualdad es decir que
queremos la explotación capitalista que sufren los hombres. Creo que lo
podemos hacer mejor que eso, hay que aspirar a transformar el modelo
entero, porque los hombres tampoco tienen una situación ideal, los
hombres también deben ser liberados, porque son sujetos de un proceso de
explotación. Por eso no a las mujeres en el ejército, porque no a la
guerra, no a la participación en ninguna organización que nos comprometa
a matar a otras mujeres, a otros hombres en otros países con el
objetivo de controlar los recursos del mundo. La lucha feminista debería
deicr en ese sentido que los hombres deberían ser iguales a las
mujeres, que no haya hombres en los ejércitos, es decir, no a los
ejércitos y no a las guerras.
¿Y cómo salir de la trampa en el caso del trabajo asalariado?
Esto es diferente porque en muchos casos el trabajo
asalariado es la única forma en la que podamos ser autónomas y no
estamos en la posición de decir no al empleo. La cuestión es considerar
el trabajo asalariado como una estrategia más para la liberación, no
como la gran estrategia para liberarnos. Por ejemplo, en EEUU la
cuestión del trabajo reproductivo no se tiene en cuenta para nada e
incluso cuando las mujeres luchan por liberarse de las tareas de cuidado
eso solo se tiene en cuenta como una forma de que ellas puedan dedicar
más tiempo al trabajo fuera de casa. El capitalismo devalúa la
reproducción, y eso significa que devalúa nuestras vidas para continuar
devaluando la producción de trabajadores. Es un asunto fundamental que
no se está teniendo en cuenta. Así que no se trata de decir no al
trabajo asalariado sino de decir que el trabajo asalariado no es la
fórmula mágica para liberar a las mujeres. Las mujeres no están afuera
de la clase trabajadora, la lucha feminista debe estar totalmente
imbricada en la lucha trabajadora.
Entonces, ¿qué más estrategias se pueden seguir para conseguir esa liberación?
El trabajo que la mayoría de mujeres hacen en el mundo,
que es el trabajo reproductivo y doméstico, es ignorado. Y ese trabajo
es la base del capitalismo porque es la forma en la que se reproducen
los trabajadores. El trabajo de cuidados no es un trabajo por amor, es
un trabajo para producir a los trabajadores para el capital y es un tema
central. Si no hay reproducción, no hay producción. Si ese trabajo que
hacen las mujeres en las casas es el principio de todo lo demás: si las
mujeres paran, todo para; si el trabajo doméstico para, todo lo demás
para. Por eso el capitalismo tiene que devaluar este trabajo
constantemente para sobrevivir: ¿por qué ese trabajo no está pagado si
mantiene nuestras vidas en marcha? La corriente de la que yo provengo
vimos que si el capitalismo tuviera que pagar por este trabajo no podría
seguir acumulando bienes. Y al menos que lidiemos con este asunto no
produciremos ningún cambio en ningún otra plano.
¿Defiende el salario para el trabajo doméstico?
Sí. Muchas feministas nos acusan de institucionalizar a
las mujeres en casa porque entienden que esta demanda es una forma de
congelar a las mujeres en los hogares, pero es exactamente lo contrario,
es la forma en que podemos liberarnos. Porque si este trabajo es
considerado como tal los hombres también podrán hacerlo. El salario
sería para el trabajo, no para las mujeres.
Sí, pero aún hoy son las mujeres las
que hacen mayoritariamente ese trabajo, esa sigue siendo la tendencia a
pesar de que ha habido otros cambios, ¿qué haría cambiar esa inercia?
La tendencia es esa porque la ausencia de salario ha
naturalizado la explotación. ¿Te imaginas que los hombres hubieran hecho
un trabajo industrial gratis durante dos años porque es lo propio de
los hombres? Estaría totalmente naturalizado, igual que lo está el
trabajo doméstico, que está ligado a la feminidad y a lo que se
considera propio de las mujeres. En una sociedad conformada para las
relaciones monetarias, la falta de salario ha transformado una forma de
explotación en una actividad natural, por eso decimos que es importante
desnaturalizarla.
¿Y la forma de desnaturalizarla es precisamente mediante un salario?
Sí, es un primer paso para hacerlo. Pero nunca vemos el
salario como un fin, sino como un medio, un instrumento para empezar la
reivindicación. Ya solo pedir un salario tiene el poder de revelar toda
un área de explotación, de sacar a la luz que esto es un trabajo
propiamente dicho, y que es esencial para el capitalismo, que ha
acumulado riqueza gracias a ello.
¿No se corre el riesgo de perpetuar así la división sexual del trabajo?
No, es una forma de romperla. Se puede demostrar que la
división sexual del trabajo está construida sobre la diferencia
salario-no salario.
Sin embargo, en muchos países como
España el trabajo doméstico ya está reconocido como tal (no con todos
los derechos) y aún así ese trabajo sigue siendo femenino
mayoritariamente, es decir, que esté remunerado no ha hecho que los
hombres se incorporen a esos empleos. ¿Por qué pensar entonces que pagar
por las tareas del hogar hará que los hombres se incorporen a ese área?
En una situación en la que el trabajo doméstico no es
reconocido como trabajo y millones de mujeres lo hacen gratis en todo el
mundo, las mujeres que lo hacen por dinero están en una situación de
debilidad, de no poder negociar mejores condiciones. Yo espero que se
construya un nuevo movimiento feminista que una a las mujeres que hacen
trabajo doméstico pagado y a las que lo hacen no pagado. Empezar una
lucha sobre qué significa este trabajo, reivindicar nuevos recursos al
servicio de este trabajo y proponer nuevas formas de organización. Este
trabajo se hace separadas las unas de las otras y hace falta unión,
nuevas formas de cooperación que nos permitan unir nuestras fuerzas para
contestar esta devaluación del trabajo doméstico. La conexión entre
mujeres y trabajo doméstico es muy fuerte y no será fácil, pero creo que
sí se podrían conseguir cosas. La reinvidicación del salario para el
trabajo doméstico ha sido muy liberadora porque muchas mujeres podían
comprender así que lo que hacían era trabajo y era explotación, y no
algo natural.
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