Tercera (y última) entrega de tres reportajes sobre la
evolución política de Islandia tras el estallido social en respuesta a la
crisis
De cuando el Partido Pirata estuvo a punto de gobernar
un país
Rebelión
El diario
20.08.2019
- De las protestas por la crisis surgió una demanda de
partidos ciudadanos de carácter antiestablishment y anticorrupción
- Las encuestas
llegaron a dar al Partido Pirata un 43% del voto, pero en las elecciones
generales no obtuvieron los apoyos necesarios
Birgitta Jónsdóttir, líder del Partido Pirata de Islandia.
Las protestas
de 2009 en Islandia contra la crisis económica y sus consecuencias derivaron
entre muchos de los activistas en una conclusión: lo más efectivo sería
participar en el sistema a través del mecanismo más convencional en las
democracias representativas, los partidos políticos. "Era humillante
pensar que nuestro país era así, que nos habíamos dejado engañar por banqueros
y políticos, nos sentíamos muy traicionados", comenta Margrét
Tryggvadóttir, de 47 años, editora de libros y muy activa durante las
protestas.
Cuando el
Gobierno cayó y se convocaron elecciones anticipadas para abril de 2009, un
grupo de manifestantes crearon el Movimiento de los Ciudadanos
(Borgarahreyfingin) para concurrir a las elecciones. La idea era contar con una
plataforma apartidista que representara en el Parlamento a quienes habían
participado en las protestas, que además se identificaban con el interés
público. "Y me dije, 'Vale, voy a presentarme yo. (…) Si no lo hago,
entonces mis hijos no querrán vivir aquí cuando crezcan, así que tengo que
hacerlo'", recuerda Margrét.
En su programa,
el Movimiento recopiló demandas provenientes de las protestas: una
investigación independiente de la crisis económica supervisada por expertos
internacionales, medidas de emergencia en favor de los hogares y de las
empresas, aumentar la transparencia de la administración pública y una nueva
constitución redactada por los ciudadanos, entre otras. El Movimiento se
autodefinió como una instancia temporal y decidió que dejaría de existir cuando
consiguiera sus objetivos o cuando estuviera claro que no iba a poder
conseguirlos.
En las
elecciones el Movimiento consiguió el 7,2% de los votos, y Margrét se convirtió
en una de los cuatro diputados ciudadanos. Cuando unos pocos meses antes nunca
se habría imaginado a sí misma entrando en política, ahora se había convertido
en uno de los 63 diputados que representaban a la gente de Islandia en el
llamado Alþingi, considerado el parlamento activo más antiguo del mundo, que en
su forma original fue establecido en el año 930 cerca de la actual Reikiavik.
Los diputados
más veteranos miraban a estas caras nuevas con suspicacia, y Margrét encontró
que también los diputados novatos de los partidos establecidos se llevaban
mejor con ella y sus colegas del Movimiento que con los diputados veteranos de
sus propios partidos. "Estábamos ansiosos por empezara a cambiar las
cosas, estábamos allí para cambiar las cosas, no para convertirnos en parte del
sistema", cuenta Margrét.
Este
entusiasmo, sumado a la situación de crisis, ayudó a que los nuevos diputados
pudieran contribuir a ciertos cambios que aumentaron la transparencia de la
actividad parlamentaria y por ejemplo se introdujo el principio de plena
competencia para la distribución de fondos públicos. También fue durante esa
legislatura cuando se lanzó el proceso constitucional ciudadano, en parte
gracias al apoyo de los diputados del Movimiento.
Pero la
política parlamentaria resultó ser más compleja de lo que parecía desde fuera.
"Lo que el público ve es lo que pasa en la sala de plenos, pero lo que el
público nunca ve es todo lo que ocurre entre bastidores", dice Margrét.
"Y lo peor es que los diputados tratan de ganar puntos haciéndose favores
unos a otros y cosas así. Y yo no quería tener nada que ver con eso, porque las
cosas no deberían funcionar así. Pero así es como funcionan". De lo que
más se acuerda es del poco interés que los diputados veteranos mostraron por el
proceso constitucional, y de que sólo aceptaban introducirlo en la agenda y
discutirlo si antes los nuevos diputados, como Margrét, daban su apoyo a otras
cuestiones.
Además, lo que
había llevado al Movimiento hasta el Parlamento y que era su principal rasgo de
identidad –el hecho de no ser un partido convencional sino un movimiento
ciudadano– también acabó siendo uno de sus principales puntos débiles. No tener
una estructura de partido ni mecanismos claros de toma de decisiones, y tratar
de representar a un movimiento de base amplio y fluido no facilitaban ser
consistentes y productivos en el Parlamento.
En marzo de
2012 Margrét y otro de los diputados ciudadanos fundaron un nuevo partido,
llamado Amanecer (Dögun), para presentarse con él a las elecciones de abril de
2013. "Cuando empezamos a trabajar en Amanecer yo dije, 'Quiero un partido
político que sea estable (…) en el que podamos trabajar y en el que esté claro
cómo funciona todo'. Porque con el Movimiento de los Ciudadanos no había sido
así, y fue por eso que las cosas se nos fueron de las manos". Amanecer
respondía al mismo impulso y tenía básicamente el mismo programa que el
Movimiento, pero en las elecciones de 2013 solo consiguió el 3,10% y no obtuvo
ningún diputado al no llegar al umbral electoral, que en Islandia es del 5%.
En aquellas
elecciones, en las que el Partido de la Independencia y el Partido Progresista
volvieron al poder –formando la misma coalición conservadora que había
gobernado Islandia hasta la crisis–, fue otro de los cuatro diputados
ciudadanos originales, la poeta y artista Birgitta Jónsdottir, que había cofundado
por su lado el Partido Pirata (Píratar), quien comenzó lo que más adelante a
punto estuvo de ser una revolución en el Parlamento y en el Gobierno
islandeses.
Diputados
‘piratas’
En noviembre de
2012 Birgitta y otros activistas habían fundado el Partido Pirata islandés
partiendo de lo que se ha dado en llamar "política pirata": una
postura muy clara por la transparencia y contra la corrupción, apoyo a
mecanismos de democracia directa y la defensa y promoción de los derechos
civiles, con un énfasis particular en las libertades de información y de
expresión y en el derecho a la privacidad.
En las
elecciones de abril de 2013 los Piratas superaron mínimamente el umbral
electoral con el 5,10% del voto, y Birgitta y dos de sus colegas se
convirtieron en los primeros diputados piratas del mundo en un parlamento
nacional.
Los Piratas
comenzaron muy activos su andadura parlamentaria. Apoyaron las plataformas de
democracia digital directa y el proceso constitucional para recoger así la
ambición original de los manifestantes –y de gran parte de la ciudadanía– de
ganar control sobre el proceso político. Además el Partido Pirata propuso
también una reforma de los derechos de autor, que los bancos separaran
completamente sus ramas comerciales y de inversión, reducir la jornada laboral
a 35 horas semanales y relajar la prohibición de las drogas.
Más adelante
durante la legislatura los Piratas también acabarían proponiendo que Islandia
aceptara la criptomoneda bitcoin y que concediera asilo político al filtrador
Edward Snowden, temas más propiamente piratas y no tan ligados a las demandas
del gran público. Unos años antes, en 2010, la propia Birgitta había alcanzado
fama internacional cuando colaboró con WikiLeaks en la producción y
distribución de "Asesinato colateral", un vídeo con imágenes
filtradas de un helicóptero de guerra estadounidense que había herido y matado
a varios civiles en Irak en 2007.
De una forma
que el Movimiento no había conseguido, los Piratas sí supieron mantener la
atención y el apoyo de la gente gracias a estar mejor estructurados y al
carácter más estratégico de sus acciones y comunicaciones. Además, su forma de
trabajo radicalmente abierta (los piratas sugerían discutían y votaban las
propuestas de su partido de forma descentralizada en un foro online) y su
actitud claramente protransparencia, anticorrupción y antielitista resonaron
con una ciudadanía que aún desconfiaba de la política tradicional.
Desde su
entrada en el Parlamento, la popularidad de los piratas aumentó rápidamente, y
a finales de enero de 2016 era el partido con una mayor intención de voto según
las encuestas, un 37,8%, cuando los dos partidos en la coalición gobernante
apenas pasaban del 30% entre ambos.
Tres meses más
tarde, en abril de 2016, la publicación de los Papeles de Panamá reveló que el
primer ministro islandés y su familia habían ocultado dinero en paraísos
fiscales. La noticia provocó unas protestas aun más multitudinarias que las de
2008-2009, y poco después el primer ministro se vio obligado a dimitir. En ese momento,
las encuestas daban al Partido Pirata un 43% de intención de voto, una cifra
que en unas elecciones podría incluso acabar dándole el Gobierno en solitario
(en un sistema electoral diseñado para que se gobierne en coalición), y que era
más del doble que la del Partido de la Independencia (21,6%), el socio
principal de la coalición entonces gobernante.
Tras la
dimisión del primer ministro, en verano se convocaron elecciones anticipadas
para octubre de 2016, y durante unas semanas en Islandia y Europa se habló de
los Piratas como los posibles vencedores en las elecciones. Aunque formalmente
el partido no tenía líderes sino que era una plataforma horizontal, Birgitta
era su personalidad más icónica y reconocible. En un momento en que el Reino
Unido acaba de votar por el brexit en un referéndum, y cuando parecía
que Donald Trump podía tener opciones reales de llegar a la presidencia de
Estados Unidos, Birgitta aparecía también en las portadas internacionales como
la posible primera ministra pirata del mundo.
Protestas en Reikiavik en 2016. BEN GRUBER
Sin embargo esa
fue la cumbre de los Piratas en intención de voto, que a finales de septiembre
de 2016 se había reducido mucho, hasta el 20%, aún entonces mínimamente por
delante del Partido de la Independencia. Y cuando en octubre llegó el momento
de votar, finalmente los electores se decidieron por los partidos
tradicionales. Los Piratas recibieron el 14,5% de las papeletas (10 escaños),
por detrás del Partido de la Independencia, que llegaba al 29% (21 escaños), y
del Movimiento de Izquierda-Los Verdes, con el 15,9% (10 escaños).
Ninguno de esos
dos partidos consiguió formar una coalición de gobierno, y entonces los Piratas
tuvieron su oportunidad pero tampoco lograron los acuerdos necesarios.
Finalmente, y antes de que tuvieran que repetirse las elecciones, el Partido de
la Independencia consiguió seguir en el Gobierno gracias al apoyo de dos
pequeños partidos de centro.
Pero menos de
un año después, en septiembre de 2017, el Gobierno volvió a caer, esta vez a
causa de un escándalo provocado por el hecho de que el padre del nuevo primer
ministro no hubiera reconocido su contribución a que se eliminara la
información penal de un hombre condenado por haber violado a un menor. Se
convocaron de nuevo elecciones anticipadas para el mes siguiente y Birgitta,
agotada por todo el trabajo y la exposición pública, decidió no volver a
presentarse. Antes de acabar la legislatura, los Piratas trataron de dar un
último impulso a varias reformas que facilitaran la aprobación de la nueva
constitución escrita por los ciudadanos. Pero, una vez más, la mayoría de los
diputados no apoyaron este proceso.
"Puedes
entrar en el sistema para tratar de obtener una comprensión más profunda de
cómo funciona. Pero, en general y a no ser que se dé algún tipo de situación
extraordinaria en la que puedes transformar completamente el sistema, no creo
que puedas conseguir ningún cambio realmente fundamental", dice hoy
Birgitta.
En las
elecciones de octubre de 2017, los Piratas obtuvieron el 9,2% del voto y seis
diputados, cuatro menos que en la legislatura anterior. Y la coalición de
gobierno que surgió de los comicios fue novedosa e inesperada, con el
Movimiento de Izquierda-Los Verdes como socio principal con el apoyo de los
conservadores Partido de la Independencia y Partido Progresista.
"Me siento
profundamente privilegiada por haber recibido esa confianza de parte del pueblo
islandés, hacia el que siento una tremenda gratitud. Pero, al mismo tiempo
estoy también profundamente cabreada con esa misma gente por no haber hecho un
mayor esfuerzo por la democracia, por no haberse esforzado más en presionar por
los cambios que los Piratas estábamos tratando de introducir en el
Parlamento", dice Birgitta. "Ser un pequeño grupo parlamentario significa
que básicamente lo único que puedes hacer es concienciar a la gente y tratar de
que se implique. Y la gente simplemente no nos escuchaba y no se implicaba. La
gente lo único que quería es que fueran otros quienes resolvieran sus
problemas. Y así no es como vamos a conseguir cambiar las cosas".
¿Qué queda del
despertar cívico islandés?
Actualmente
Islandia aparece de nuevo como un caso particular de éxito: el de un país
resiliente y que fue capaz de recuperarse rápidamente de una enorme crisis
económica y política. La inusual coalición gobernante parece estable y la
economía lleva varios años funcionando a buen ritmo, en gran parte gracias a un
boom del turismo al que contribuyó la devaluación de la corona islandesa
durante la crisis y que es hoy la principal industria del país por delante de
la pesca.
Sin embargo,
hay quien teme una posible nueva crisis económica, y en 2018 el Banco Central
islandés identificó los altos precios inmobiliarios y un posible declive del
turismo como los principales riesgos para la economía.
"Siempre
intento que la gente se implique y haga cosas durante los buenos tiempos,
porque es entonces cuando realmente tenemos el espacio y la energía para hacer
el trabajo fundamental de preparación, para así tener algo listo cuando llegue
el momento de crisis. Porque las situaciones de crisis son el único momento en
que es posible introducir cambios fundamentales, cambiar las reglas del juego,
(porque) el juego, como sabemos, está completamente amañado", dice Birgitta.
"Y es muy difícil cambiarlo a lo largo de una maratón, y muchos piratas
han empezado a hablar así, 'Este es un proyecto a largo plazo'. Y yo les digo,
'Gente, se os va la puta cabeza'. No es un proyecto a largo plazo, porque
entonces acabas asimilado por el sistema y pierdes lo que te hace diferente y
mejor y te conviertes en uno más de ellos, en parte del poder establecido, y
esto les pasa a todos los partidos".
El juego
político puede estar amañado o no, pero sí es cierto que está profundamente
sesgado a favor de los partidos políticos tradicionales y de otros actores como
la banca, las grandes empresas y los lobbies profesionales.
Una situación
de crisis y de pérdida de confianza en las élites políticas tradicionales, como
la ocurrida en Islandia en 2008-2009, puede aumentar el espacio para la
participación ciudadana en la vida política en defensa del interés público.
Pero la profesionalización y especialización de los sistemas políticos
actuales, que además fueron generalmente diseñados por y para los partidos, la
enorme inercia que los sistemas electorales y burocráticos tienden a generar y
el hecho de que los marcos narrativos y relatos usados por los medios para
cubrir la política se centran en los partidos y en sus líderes, dificultan que
la ciudadanía organizada pueda establecerse como un actor político más de forma
consistente y duradera.
En Islandia los
Piratas y otros grupos políticos de inspiración ciudadana han perdido
visibilidad e influencia, y hay quien los acusa –como Birgitta– de haberse
institucionalizado y de haber perdido lo que los hacía diferentes. La
constitución redactada por los ciudadanos y aprobada por la mayoría de los
votantes en un referéndum, muy progresista y que daría más poder al Parlamento
frente al Gobierno y más formas de participación política a los ciudadanos,
sigue en el limbo y no sólo no parece que vaya a ser adoptada en el corto o
medio plazo, sino que el actual Gobierno ha lanzado un nuevo proceso de reforma
constitucional centrado en los partidos con representación parlamentaria. Y las
plataformas online de participación ciudadana no han conseguido una masa
crítica y representativa de usuarios en otro sector aparte del de la
construcción de ciertas instalaciones públicas.
Al mismo
tiempo, el ímpetu cívico surgido de la crisis y los diferentes proyectos de
implicación ciudadana en política supusieron una infusión de energía y de
diversidad y sacudieron un sistema en el que eran sólo unos pocos quienes
tenían una capacidad de decisión real. Ahora la ciudadanía es más consciente de
lo que ocurre entre los bastidores de la vida política islandesa y los
representantes políticos están más sujetos a la rendición de cuentas. Además,
las protestas y la mayor implicación ciudadana en política han cambiado la
conversación y el relato sobre los asuntos públicos, y el Parlamento y el
Gobierno están más obligados a responder a las preocupaciones de la ciudadanía.
"Democracia
no tiene que ser únicamente ir a votar de una forma convencional, eso está muy
anticuado", resume Katrín Oddsdóttir, la abogada de derechos humanos que
fue una de las redactoras de la nueva constitución. "Nuestro próximo paso
debería ser desarrollar y profundizar la democracia, para lo que hay que usar
muchas y diferentes medidas, no podemos simplemente decir, 'Oh, todos
deberíamos votar online'. Eso es una gilipollez. Sino que deberíamos
encontrar la forma de que la gente se interese porque realmente pueden provocar
cambios con su participación".
"Lo que es
fantástico en Islandia es que, durante la crisis y después, la gente que antes
sólo hablaba de televisores de plasma y de tipos de cerveza de repente empezó a
hablar de legislación, la economía, el Banco Central, cuestiones muy complejas.
(…) Esas conversaciones forman nuevas redes neuronales en nuestros cerebros, y
también en el espacio público, y eso es muy valioso, es fantástico, y eso es lo
que va a cambiar el mundo".
Primera
entrega: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=259457
Segunda
entrega: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=259459
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