Estados
Unidos
Un paso
adelante del socialismo
Eric Blanc
Vientosur
10.08.2019
El pasado fin de semana, más de un millar de
activistas de todo el país se reunieron en Atlanta para protagonizar la asamblea
más deliberativa de la izquierda radical desde hace generaciones. En el
congreso nacional de Democratic Socialists of America hubo muchas disensiones,
pero los delegados y delegadas salieron de allí con un plan muy claro para las
próximas luchas.
Al igual que los delegados y delegadas al congreso
nacional de Democratic Socialists of America 1/
(DSA), llegué a Atlanta muy esperanzado con respecto a nuestra organización. A
pesar de mi optimismo, me preocupaba la cuestión de si lograríamos nuestros
objetivos de un tirón durante el fin de semana. Todo el mundo reconoce ahora
que el socialismo revive en EE UU, pero todo el mundo se pregunta, también, si
nuestro recién nacido movimiento estará a la altura de los retos y las
oportunidades que tenemos por delante.
Por fortuna, el congreso acabó marcando un importante
avance para DSA y potencialmente para toda la gente que vive y trabaja en EE
UU. A lo largo de tres intensas jornadas, a menudo plagadas de polémica y
ocasionalmente estimulantes, la organización debatió y votó sobre sus
prioridades organizativas y políticas de cara a los próximos dos años. No solo
salimos con vida del fin de semana, sino que volvimos a casa cargados y
cargadas de energía y con un sólido plan de batalla.
La democracia siempre es un barullo, y este congreso
no fue una excepción. La jornada del viernes suscitó rápidamente debates sobre
el orden del día, las normas de funcionamiento y los métodos de votación del
congreso. Un sinfín de mociones de procedimiento demostró cuánto camino ha de
recorrer todavía la cultura política de la izquierda estadounidense hasta que
sea capaz de priorizar la organización colectiva sobre las opiniones
individuales; también mostró que una amplia minoría desconfiaba de las
estructuras nacionales de DSA y decidió pujar fuerte por la descentralización
de la organización.
Más que unos pocos delegados frustrados se preguntaban
el viernes por la noche en voz alta si el congreso podía fracasar a raíz de
estas disputas procedimentales. Sin embargo, al día siguiente, las delegaciones
empezaron a aprender y a apropiarse del proceso democrático. Así opinó más
tarde la copresidenta Natasha Fernandez-Silber, de DSA Detroit: “Ha sido agotador;
habría sido más fácil, desde luego, si hubiéramos funcionado de arriba abajo
como las organizaciones benéficas o el Partido Demócrata. Pero debemos estar
orgullosas de que DSA esté comprometida con la democracia real”.
El domingo, el congreso había aprobado una serie de
decisiones políticas significativas que pueden permitir a DSA abordar el
principal reto inmediato que tiene delante: ampliar una composición social
relativamente limitada mediante el impulso de campañas masivas con el fin de
echar raíces en la clase obrera multirracial. Hasta que tome cuerpo este tipo
de implantación profunda, DSA seguirá reclutando principalmente a individuos
que se acerquen de su propia iniciativa y que suelen ser desproporcionadamente
blancos, hombres y de clase media.
El congreso aprobó resoluciones sobre una serie de
cuestiones urgentes, incluida la profundización de la lucha de DSA por los
derechos de las personas inmigrantes y la justicia habitacional, el acceso al
aborto y la despenalización del trabajo sexual, el compromiso por la sanidad
universal y el desarrollo de una infraestructura nacional para la educación
política socialista. Uno de los raros votos unánimes fue el referido a declarar
prioridad nacional de DSA un Green New Deal 2/
radical. Ante la catástrofe climática en ciernes, DSA se compromete a luchar
por “descarbonizar todos los sectores de la economía estadounidense de aquí a
2030; democratizar el control de los principales sistemas y recursos
energéticos declarándolos de propiedad pública, [y] centrar a la clase
trabajadora en una transición justa a una economía respetuosa con las personas
y el medio ambiente, con garantía de empleo y que expanda el sector público”.
Las delegaciones también profundizaron la orientación
de DSA a favor del activismo en los centros de trabajo y en el movimiento
obrero. Después de tratar durante décadas al movimiento sindical, en el mejor
de los casos, como un buen movimiento entre muchos otros, finalmente la
izquierda vuelve a situar al movimiento obrero en el centro de su estrategia
anticapitalista. Tras la primera oleada de huelgas en generaciones –acciones en
las que la militancia socialista ha desempeñado a menudo un papel crucial de
liderazgo–, ante el pleno del congreso hablaron Sara Nelson, de la Asociación
de Auxiliares de Vuelo (CWA); Cecily Myart-Cruz y Erika Alvarez, del sindicato
de enseñantes de Los Ángeles, entre otras. Las resoluciones que propugnan que
la militancia de DSA, dentro y fuera de los sindicatos, ayude a reconstruir el
poder de clase y organizar a la gente no sindicada fueron aprobadas por amplia
mayoría.
Hubo un debate más controvertido, tanto antes como
durante el congreso, en torno a la propuesta de que DSA priorice la estrategia
de base: centrarse estratégicamente en el desarrollo de líderes obreros
combativos para reconstruir un poderoso movimiento sindical democrático de
izquierda. La resolución, que entre otras muchas tácticas insta a los miembros
de DSA a conseguir empleos en sectores estratégicos, se aprobó por una
diferencia de 10 votos, siendo el resultado más ajustado de todo el fin de
semana.
Las resoluciones sobre el trabajo electoral marcaron
un giro definitivo a la izquierda. En un nuevo paso hacia el abandono del viejo
compromiso de DSA con el mal menor, el congreso votó por que DSA se
niegue a apoyar a cualquier candidato presidencial que no sea Bernie Sanders
por parte del Partido Demócrata en 2020. Asimismo, el congreso concretó la
política de apoyar únicamente, en todo el país, a los candidatos y candidatas
que defiendan la lucha de clases y se presenten abiertamente como socialistas.
Por primera vez, la organización se ha comprometido abiertamente a una ruptura
sucia con el Partido Demócrata. Como explica la nueva política electoral
nacional de la organización, “DSA se compromete a construir una organización
política independiente del Partido Demócrata y sus donantes capitalistas… A
largo plazo, nuestro objetivo es formar un partido obrero independiente, pero
hoy por hoy esto no excluye que los candidatos y candidatas apoyadas por DSA se
presenten tácticamente en las listas del Partido Demócrata”.
De lejos, la falla más profunda en el congreso tuvo
que ver con la estructura organizativa. La afiliación a DSA ha crecido
enormemente durante los últimos tres años, generando graves tensiones en una
estructura y un aparato insuficientes. En la práctica, actualmente, DSA
funciona como una confederación descentralizada de agrupaciones locales
autónomas; las agrupaciones pequeñas y rurales, en particular, no han recibido
el apoyo que necesitan.
Un número significativo de delegados centraron sus
energías en una serie de propuestas de reestructuración radical con ánimo de
perpetuar y profundizar al carácter descentralizado de DSA. Al final, no
obstante, una sólida mayoría del congreso votó en contra de dichas propuestas y
aprobó en su lugar una resolución sobre el apoyo a las agrupaciones pequeñas,
escrita por miembros que preconizan la construcción de una organización
nacional más fuerte. Asimismo, las elecciones al Comité Político Nacional
dieron una clara mayoría a los candidatos comprometidos con la construcción de
una organización más robusta, orientada a lo que el sindicalista Dave Pinkham,
de DSA Austin, llama “campañas transformadoras hacia fuera”.
Aunque el pleno potencial de DSA está todavía por
aprovechar, el congreso nacional de Atlanta ha marcado la magnitud de las
apuestas: si queremos conseguir alguna vez que se apruebe el Green New Deal, la
sanidad universal, la plena igualdad para las personas inmigrantes y las demás
demandas transformadoras urgentes que asoman en el horizonte, necesitaremos que
renazca una poderosa izquierda radical arraigada en una clase obrera combativa.
Cuando los y las participantes dieron por clausurado
el congreso, el domingo por la tarde, poniéndose espontáneamente a cantar –Solidarity
Forever, seguida de la Internacional–, me di cuenta de que el
congreso nacional de DSA no podía haberse celebrado en un momento más oportuno.
Por primera vez en décadas, la gente de EE UU está buscando activamente una
alternativa al status quo capitalista. La clase trabajadora vuelve a
protagonizar huelgas. El socialismo ya no es una palabra maldita en la mente de
la juventud estadounidense (y de algunas personas mayores, tampoco), y la
campaña presidencia de Bernie [Sanders] a lo largo de los próximos meses será
la oportunidad para DSA de reclutar decenas de miles de militantes para luchar
por un futuro socialista democrático.
Como explicó Sara Nelson en su emotivo discurso ante
el pleno, “nos hallamos en medio de una crisis, pero esta es también nuestra
oportunidad para cambiar el curso de la historia… si nos mantenemos unidas, no
hay nada que no podamos hacer”.
Eric Blanc es militante de DSA
y autor de Red State Revolt: The Teachers’ Strike Wave and Working-Class
Politics (Verso Books, 2019).
Traducción: viento sur
Notas:
2/ El Green New Deal (nuevo contrato social verde) es un
conjunto de propuestas políticas para ayudar a abordar el calentamiento global
y la crisis financiera. (ndt)
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