¿Por qué
nos creemos las noticias falsas? Desinformación en crisis como la DANA
Tercerainformacion /
13.11.2024
El desastre ocurrido en Valencia ha traído consigo una riada de noticias falsas que han circulado por redes sociales y medios. La urgencia por obtener respuestas nos lleva a confiar en información emocionalmente impactante, aunque no provenga de fuentes fiables. La psicología cognitiva explica cómo el miedo y la búsqueda de certeza impulsan la difusión de estos contenidos y subraya la importancia del pensamiento crítico para enfrentar la incertidumbre con responsabilidad y solidaridad.
La FGNE (Fuerza de Guerra
Naval Especial) en labores de búsqueda de cuerpos en L'Albufera de Valencia,
este martes. La DANA ha dejado en Valencia más de dos centenares de muertos y
decenas de desaparecidos. / EFE / Ana Escobar
Escribo este artículo días después de que
la DANA llegara a Valencia, dejando a su paso un rastro de
destrucción física y emocional, de caos y de desinformación.
En crisis como esta, la necesidad de entender lo
que está ocurriendo nos lleva a buscar respuestas en medios de comunicación y
redes sociales. Pero en este flujo surgen noticias falsas que nos confunden,
atemorizan y aumentan el estrés colectivo.
El cerebro es excepcional, pero tiende a la
pereza y odia la incertidumbre, ante la que reacciona buscando seguridad y
control. Esto se conoce en psicología como necesidad de cierre. Si
reflexionamos sobre nosotros mismos en estos últimos días tras la DANA,
probablemente reconozcamos haber experimentado emociones que parten de
la inseguridad, como la inquietud o el miedo. En estas situaciones críticas
necesitamos respuestas rápidas, aunque no siempre vengan de las fuentes más
fiables. En momentos de crisis somos más propensos a confiar y compartir
información no verificada. Pero ¿por qué?
La psicología cognitiva lleva años intentando contestar
a esta pregunta y, aunque aún no hay una respuesta completa, sabemos que la clave está en la emoción. Cuando
algo nos provoca una reacción intensa –miedo, sorpresa o indignación– tendemos
a confiar más en esa información y a compartirla, incluso si no proviene de una
fuente fiable o incluye expresiones como “supuestamente” o “se dice
que”. Cuanta más emoción suscita una noticia, más probable es
que la aceptemos como verdadera sin cuestionarla.
Esto ocurre debido a cómo funciona nuestra
cognición. Según las teorías del procesamiento
dual, procesamos la información por dos vías separadas pero interactivas:
una rápida, espontánea, automática y emocional, y otra lenta, controlada y
reflexiva. Cuando recibimos una noticia, primero hacemos una evaluación
emocional rápida, basada en cómo nos hace sentir. Y solo después, si
es necesario, realizamos un análisis más profundo para determinar su veracidad.
Cerebros perezosos, información rápida
Sin embargo, esta segunda evaluación requiere
mucho tiempo y energía, y nuestro cerebro es perezoso. Así que, cuando una
noticia toca nuestra fibra emocional, a menudo nos quedamos con la impresión
inicial sin pasar a esta segunda fase más analítica.
A esto se le suma que las redes sociales nos
obligan a consumir información rápidamente, preparando un cóctel de reacción
irreflexiva y desinformación viral: el impulso emocional inicial nos hace
confiar y compartir la información de inmediato, dejando la reflexión en
segundo plano. Tras la DANA, se difundió rápidamente información alarmante
sobre el número de fallecidos y las predicciones de AEMET,
lo que provocó frustración e ira. Esto impulsó a muchos a compartir sin
verificar, aumentando el impacto de la desinformación.
Si estamos de acuerdo, nos lo creemos
Otros factores que conducen a tomar decisiones
irracionales al evaluar la información son los sesgos de confirmación y grupo.
El sesgo de confirmación describe
la tendencia a seleccionar la información que se ajusta a nuestras
ideas y prejuicios, independientemente de su veracidad. Esto ocurre porque
procesar ideas opuestas a las nuestras requiere más esfuerzo cognitivo, algo
que nuestro cerebro evita por comodidad.
En redes sociales, este sesgo se amplifica
debido a los algoritmos, que nos muestran contenido alineado con
nuestras preferencias, creando una ‘cámara de eco‘ en la que solo
vemos perspectivas afines. Esto hace que las noticias falsas parezcan más
creíbles al ser compartidas y validadas en masa por personas con nuestras
mismas ideas, dando lugar al sesgo de grupo.
La importancia del sesgo de grupo en las crisis
El sesgo de grupo es la tendencia de
un individuo a favorecer al grupo al que pertenece, y tiene un impacto notable
en el consumo de noticias falsas en el entorno mediático actual. En redes
sociales, las personas forman grupos en torno a temas específicos, lo que facilita
la transferencia de emociones e intenciones hacia actividades fuera de línea,
como manifestaciones.
Si se viraliza la información, especialmente en
nuestro grupo de referencia, muchas personas tienden a interpretarla como más
confiable. Esto es especialmente relevante en redes sociales, donde los contenidos
virales adquieren una validación implícita. Estos días se han
difundido numerosos vídeos, notas de audio, fotos, capturas de pantalla, muchas
veces sin contexto y con información engañosa. Información que se volvió
creíble solo por haber sido compartida por miles de personas.
Vigilar las reacciones emocionales
La experiencia de la DANA nos ha dejado
lecciones importantes, como el poder devastador de la desinformación sobre
nuestra percepción de la realidad y estado emocional. Esto reivindica la
importancia de desarrollar herramientas de pensamiento crítico. Reconocer
nuestras reacciones emocionales ante una noticia puede ayudarnos a hacer una
pausa consciente y analizar su veracidad antes de actuar.
Cuestionar nuestras propias creencias y la
información que nos llega manteniendo una perspectiva rigurosa y equilibrada es
una habilidad esencial. Esto implica dudar, pero no descartar de inmediato,
permitiéndonos considerar distintas perspectivas antes de tomar una postura o
compartir la información.
Al mismo tiempo, hemos sido testigos de la
solidaridad de quienes se unieron para ayudar y dar apoyo a quienes más lo
necesitaban. Cultivar el pensamiento crítico y verificar la información no solo
protege nuestra tranquilidad individual, sino que también honra ese espíritu de
comunidad y apoyo mutuo.
Construir una sociedad menos vulnerable al
engaño y más resistente frente a la incertidumbre es posible si fortalecemos la
cultura de la solidaridad informada y responsable. La clave, como
indica el escritor David Foster Wallace,
es no perder de vista la verdad en nuestra consciencia diaria.
María Fernández-López es
investigadora en Ciencia Cognitiva en la Universidad de Valencia. Ha
escrito esta tribuna para The Conversation.
Fuente: The Conversation
No hay comentarios:
Publicar un comentario