Para la mayoría de
la gente Lenin es una figura arcaica de la que nada se puede aprender,
ignorando su enorme talla. Él y Robespierre son los dos mayores revolucionarios
desde los tiempos de Roma, y su entrega a la causa de los de abajo es admirable.
¿Qué hacer con Lenin?
El Viejo Topo
30 enero, 2024
¿Qué hacer con Lenin? Su proyecto revolucionario
La primera
respuesta es conocer a Lenin en la totalidad de su trayectoria, sin convertir
en foto fija cualquier momento; reconociendo que Lenin es un revolucionario y
un pensador práxico, que piensa desde la experiencia y para la práctica y que
modifica o completa con ambas sus concepciones y propuestas. Este artículo no
puede aspirar a sintetizar la trayectoria de Lenin pretendiendo una lección
general. Ni por razones de espacio ni, sobre todo, por razones de método; la
lección general ha de salir de las lecciones concretas. De manera que intentaré
considerar algunas de ellas, claves aunque no únicas, para iniciar el esfuerzo
de comprensión de Lenin. Para empezar, su concepción de la revolución como un
proceso de ruptura política, económica y cultural, protagonizado por las masas
populares lideradas por el proletariado, rechazando que la alternativa
socialista al capitalismo pueda producirse por evolución de este último. Esa
concepción está en el inicio de su actividad revolucionaria, cuando recoge las
formulaciones de Engels y Kautsky sobre la socialdemocracia como fusión
necesaria del movimiento obrero y el socialismo; en línea con ambos rechaza la
idea de los «economicistas» rusos de que la conciencia socialista de los
trabajadores sea inmanente y su explicitación resultado automático del
desarrollo de su lucha por el mejoramiento de sus condiciones materiales de su
vida y trabajo, lo que se acostumbra a considerar la «lucha sindical». La
conciencia socialista, escribirá en Qué hacer (1902), ha de
introducirse en el movimiento obrero y esa es la función histórica de la
socialdemocracia. No solo a través de la propaganda, nunca pretendiendo
impartir lecciones desde arriba, sino orientando al movimiento obrero hacia la
lucha política, a no encerrarse en la defensa económica y a buscar desde la
modificación del sistema político en que vive el camino de avance hacia la
ruptura de ese sistema y la construcción de la alternativa socialista. En su
caso, el de Rusia, la lucha contra la autocracia y por la conquista de las
libertades políticas, por la democracia.
En esa etapa
inicial su referente de experiencia fue la de la socialdemocracia alemana. Su
propuesta sobre el papel unificador, movilizador y dirigente del
periódico Iskra se inspiró en Der Sozialdemokrat (1880-1890)
el principal periódico del SPD en la época de las leyes antisocialistas en el
Imperio Alemán; como procedía también del SPD la postulación de una estructura
de cuadros especializados y dedicados por entero a la actividad del partido.
Una influencia asimismo presente en sus primeros escritos programáticos, de
finales de los noventa del XIX, basados en el Programa del SPD de 1891, el de
Erfurt. Partiendo de la experiencia de los que le habían precedido, añadió la
suya propia, la del movimiento popular en el Imperio zarista, para construir un
proyecto revolucionario concreto, vivo por responder siempre a la realidad
propia. El énfasis en la lucha por la democracia formó parte desde un principio
de su propia aportación, fruto de la necesidad de la lucha contra la
autocracia. En esa lucha Lenin percibió que el movimiento obrero había de
ponerse a su frente, ir más allá de la fábrica y la ciudad y sumar al
campesinado a la lucha por la democracia, asumiendo el proletariado, por su
parte, la reivindicación campesina por la tierra. Ese es uno de los temas más
complejos del pensamiento y la acción de Lenin; descartó la idealización del
mundo campesino de los Socialistas Revolucionarios a la vez que superó el
menosprecio hacia ese mundo dominante en la socialdemocracia apreciando el
potencial revolucionario de la lucha campesina contra las permanencias de
dominación feudal y la incipiente explotación capitalista. No lo hizo de una
sola vez ni de manera lineal, sus estímulos fueron un primer episodio de
rebeliones campesinas en 1902 y sobre todo la fundamental componente campesina
del ciclo revolucionario de 1905-1906. Aquella experiencia la transformó en
propuesta política: la fase inicial de la revolución rusa sería la de la
alianza entre obreros y campesinos por el derrocamiento de la dictadura
autocrática de la nobleza y la burguesía y su sustitución por la dictadura
democrática del proletariado y el campesinado. Esa innovación habría de
permanecer como una de las principales aportaciones de Lenin a la teoría y la
práctica revolucionaria: la de que las clases trabajadoras y su movimiento
organizado no habían de caminar solos sino que era imprescindible desarrollar
una política de alianzas sociales con los sectores populares, para imponer su
hegemonía, condición y consecuencia del triunfo de la revolución.
El proletariado como clase dirigente
De la
revolución de 1905-1906 Lenin sacó otras conclusiones. Una, no menor, fue la
adaptación de la forma del partido a la situación política concreta y la
transformación del partido de cuadros en partido de cuadros y masas, como
consecuencia de la incorporación a él de los elementos de vanguardia del
movimiento revolucionario. Pero la principal fue que la lucha por la democracia
no podía ser ya dirigida por la burguesía, que traicionó la causa apoyando al
zar y aliándose con la nobleza ante el ascenso de la marea popular
revolucionaria; en esa lucha el proletariado había de actuar ya como clase
dirigente, él había de marcar el camino y los contenidos de la democracia. Esa
fue la razón de la división definitiva entre mencheviques y bolcheviques. La
incapacidad de la burguesía para asumir la dirección de la lucha por la
democracia se manifestó de nuevo en los años treinta del siglo XX ante el
avance del fascismo y en esta ocasión la repuesta dada por el movimiento
comunista estuvo en sintonía con la respuesta de Lenin: máxima unidad de las
organizaciones obreras para mantener su función dirigente y máxima alianza
social y política frente al fascismo mediante el frente único.
La lección
sobre la dirección de la revolución democrática fue una de las dos claves de la
posición de Lenin en 1917. El triunfo de la revolución iniciada el 8 de marzo,
que tenía un horizonte democrático inmediato, no podía dejarse en manos de la
burguesía, ni directa ni indirectamente a través de gobiernos de coalición; el
poder había de ser transferido a los órganos que el propio proceso
revolucionario había generado, los soviets de obreros, soldados y campesinos,
que representaban los intereses de las dos clases populares. La otra clave
empezó a apuntarse, también, en 1905-1906: la conexión entre la revolución rusa
y la revolución en Europa; entonces en términos del estímulo generado en el
movimiento obrero europeo por el episodio ruso. Lenin no dejó de apuntarlo y no
fue el único, lo hizo Rosa Luxemburgo y el neerlandés Pannekoek quien acuñó el
término de «revolución mundial». Fue el atisbo de una nueva etapa. La
percepción plena de ella correspondió a Lenin cuando estalló la Gran Guerra de
1914. Ésta era una quiebra civilizatoria, producto de la elevación al máximo de
las contradicciones del capitalismo. La percepción la asentó con su
ensayo El imperialismo, etapa superior del capitalismo (1916),
y su conclusión era que la guerra imperialista, un hecho sistémico, ponía sobre
la mesa la respuesta de la revolución mundial como única y necesaria —pero no
indefectible— alternativa. La revolución mundial era el concepto que
calificaba la nueva época, a la par que el imperialismo. La revolución rusa de
1917 no era ya un hecho solo ruso, sino el primer movimiento de la revolución
mundial. Todo lo que sucedió en octubre derivó de esa convicción.
La revolución
mundial demandaba una organización mundial, la Internacional Comunista. Lenin
empezó a concebirla en 1914, pero no la promovió hasta que en 1919 la revolución
alemana se sumó a la rusa, ampliando la ola del movimiento revolucionario. La
realidad fue que la expansión mundial de la revolución se frenó un año más
tarde, aunque en parte se reorientara hacia el mundo colonizado. Lenin
reconoció que el desarrollo de la revolución mundial no iba a ser tan rápido
como esperaba y que, en consecuencia, el Estado soviético habría de sobrevivir
por un tiempo imprevisible de manera aislada. No se planteó ni su destrucción,
ni la disolución de la IC. Siguió caracterizando la época como la del
imperialismo y, por tanto, de la revolución mundial y orientó el cambio táctico
del movimiento de ataque de 1917, reactivado en 1919, hacia una toma de
posición defensiva que reconoció se habría de mantener por años. Lo hizo en el
Estado soviético, asumiendo que la prioridad era la viabilidad económica y
organizativa del Estado y el mantenimiento de la alianza con el campesinado
pobre (la NEP) y en la Internacional Comunista con la política del frente único
y la conquista de la mayoría del proletariado. La enfermedad y su muerte le
impidió hacer más y quedó pendiente, sin llegar a abordarla la cuestión del
funcionamiento de la democracia en el Estado y en el partido en el previsto
largo período de transición.
Fuente: Mundo Obrero, 21-1-2024.
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