Fusión
del marxismo y filosofía antigua en la gestión en China
TERCERAINFORMACION / 28.01.2024
- La revolución china
triunfante en 1949 introdujo nuevas variables para la construcción de un
pensamiento propio. Su filosofía, que surgió a partir de los siglos VI y V
a.C. tuvo en Confucio y Laozi sus principales aunque no únicos exponentes.
Revolución china en 1949
Desde ese momento, la larga historia china está
preñada de novedosas investigaciones y opiniones en búsqueda de la sabiduría,
el valor de la vida en sociedad, la importancia de las relaciones humanas y los
valores morales para sostenerla. De ello y de muchos otros elementos se compone
el pensamiento filosófico antiguo de China.
El siglo XX supuso la introducción de la
filosofía occidental, en particular de las ideas de Marx, Engels y Lenin, que
interpretadas por Mao Zedong de acuerdo a la idiosincrasia propia, originó un
particular paradigma que dio soporte al inicio de la construcción del
socialismo en China. Casi a finales del siglo pasado, el máximo dirigente
nacional Deng Xiaoping fusionó el pensamiento tradicional chino con las ideas
marxistas leninistas y los aportes de Mao, introduciendo además algunas
doctrinas arraigadas en Occidente para crear un novedoso cuerpo de conceptos
que –sin tener parangón con otra creencia o teoría– soportan el ideario actual
de China, sobre el cual está edificado el potencial de la sociedad de cara al
futuro.
El marxismo-leninismo, el ideario del presidente
Mao, la religión budista y hasta siete escuelas filosóficas propias se han
imbricado para construir un pensamiento peculiar y autóctono. Una de esas
escuelas, con gran influencia en la actualidad es la de los legalistas. Los
antecedentes del pensamiento legalista en la antigua China vienen dados por los
estudios del maestro Guan Zhong durante el siglo VII (a.C.) quien formuló
soluciones prácticas para la realización de un buen gobierno, temática que se
convirtió en eje de las propuestas de subsecuentes seguidores de esta escuela.
Algunos exponentes posteriores del legalismo
fueron Shen Buhai, considerado el primero en trabajar la idea de ley (fa);
Shang Yang, quien centró sus trabajos en las técnicas para un buen gobierno
(shu), y Shen Dao, cuyo mayor esfuerzo estuvo encaminado a la búsqueda de
tendencias para el uso de la fuerza como fundamento del sostenimiento del
poder, todos ellos en el siglo IV (a.C.). Pero sin duda el mayor exponente del
legalismo fue Han Fei quien se planteó sintetizar y reunir todas las ideas
esbozadas por los seguidores de esta escuela, según la cual la ley escrita es
lo más importante a fin de que el Estado y el Príncipe adquieran y conserven poder
y riqueza. En el libro del Maestro Han Fei, obra cimera de esta escuela, se
exponen las ideas políticas de los legalistas a partir de un profundo
conocimiento de su época, desprendiéndose de hechos anteriores, pues
consideraban que el incesante cambio de las circunstancias políticas y sociales
obliga a análisis puntuales en tiempo y espacio y a métodos innovadores por
parte de los gobernantes. A este respecto, Shan Yang escribió que: “Cuando los
principios que guían a la gente se vuelven inadecuados frente a las nuevas
circunstancias, sus estándares valorativos deben cambiar. Cuando cambian las
condiciones reales del mundo, también han de ponerse en práctica principios
distintos”.
Los legalistas propugnaban un control estatal
tan rígido que a pesar de ser defensores acérrimos de la propiedad privada, sus
puntos de vista dejaban a ésta limitada de manera superlativa en sus derechos.
La concepción legalista de establecer un cuerpo de leyes explícitas y
promulgadas de manera pública a fin de ser conocidas por toda la sociedad,
chocaba con la práctica del gobierno basado en ritos y tradiciones. En ese
sentido, de forma contradictoria, apuntaban directamente a la organización y
dirección del Estado y al éxito político y militar más que a los asuntos
jurídicos propiamente dichos.
Shang Yang se dedicó de forma especial a estos
asuntos cuando desempeñó un importante papel como asesor del monarca a
comienzos del siglo V (a.C), elaboró reformas encaminadas a garantizar la
supremacía del Estado y a abolir los privilegios de la aristocracia. Así mismo,
escribió un código único de cumplimiento para toda la sociedad sin distinciones
de clase, organizando el gobierno sobre la base de una cuantiosa burocracia que
dependía directamente del monarca.
Por su parte, a través de su notable obra, Han
Fei desarrolló como nunca antes algunas categorías orientadas al mejor control
de la sociedad y al alcance de la armonía social. Entre ellas, la más
importante es la “ley” introducida con anterioridad por Shang Yang establecida
como normas y órdenes escritas que usa el gobernante para vigilar e intervenir
en la sociedad, manteniendo el poder sobre sí mismo a partir de la efectividad
que se hace patente a través de dos instrumentos de poder (erbing): la
aplicación de castigos y la concesión de premios.
Muchos de sus aportes, junto a los de Confucio,
amalgaman la doctrina que dio las características del imperio chino durante dos
mil años. La influencia de las propuestas de los legalistas se manifestó en la
unidad ideológica del pueblo y el gobierno, la unificación política y militar
del territorio, la importancia del bienestar económico del pueblo como sustento
del gobernante, la importancia de la eficiencia y realismo en el cumplimiento
de los objetivos políticos del gobierno, todas ellas tareas presentes en la
gestión del gobierno actual.
En este marco, vale destacar la reciente
afirmación del presidente Xi Jinping de que “El camino del Estado de derecho
socialista con características chinas debe mantenerse con un compromiso
inquebrantable”. Xi resaltó la idea de reforzar la construcción de un sistema
jurídico vinculado al extranjero para promover una “apertura de alto nivel”,
así como estar atentos para “contrarrestar los riesgos y desafíos externos”.
Así mismo, llamó la atención sobre la importancia
y urgencia del tema, afirmando que el principal objetivo de desarrollar la
gobernanza jurídica en los asuntos exteriores es salvaguardar los intereses del
país y del pueblo a través de métodos legales, promover el progreso del Estado
de derecho internacional y fomentar la formación de una comunidad de destino
unido para la humanidad.
Estas ideas cobran extraordinaria vigencia
cuando China, por una parte, ha iniciado una trascendental transformación de su
política exterior encaminada a jugar un papel más relevante en los asuntos
internacionales. Y por la otra, toma conciencia que en su ejecutoria tendrá
indeclinablemente que enfrentarse a la retórica occidental que propone
construir un “sistema internacional basado en reglas”, las que por supuesto son
elaboradas y aceptadas por ellos mismos.
Xi convocó a los ciudadanos y empresas chinas a
guiarse por las leyes y reglamentos locales cuando estén en el extranjero y
aplicarlas para proteger sus derechos e intereses. Asimismo, expuso que se
deben realizar esfuerzos por mejorar las medidas y normativas pertinentes de
manera tal que faciliten la vida de los extranjeros que viven en China.
Además, sostuvo que su país debería participar
activamente en la elaboración de normas internacionales, así como promover el
Estado de derecho en las relaciones internacionales para crear un sistema
“abierto y transparente”. También mencionó la necesidad de elevar oportunamente
a rango de ley, las medidas efectivas y la experiencia madura de apertura al
exterior de alto nivel, como el desarrollo de zonas piloto de libre comercio.
Finalmente, hizo un llamado para que China se
esfuerce en el reforzamiento de la confianza en el Estado de derecho a fin de
aplicar activamente en política exterior sus conceptos, propuestas y prácticas
de éxito únicos. Así mismo, manifestó que era necesario promover la
transformación creativa y el desarrollo de la cultura jurídica tradicional
china.
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