En la
cumbre progresista Yolanda Díaz-papa Francisco podría anunciarse la derogación
de los Acuerdos con la Santa Sede
TERCERAINFORMACION / 31.01.2024
Los acuerdos con la Santa
Sede de 1979
El 2 de febrero de 2024 puede ser un día
histórico. De un lado, la visitante Yolanda Díaz, vicepresidenta segunda
y figura más avanzada del “Gobierno más progresista de la historia de
España”, apoyado en el Parlamento por más fuerzas “de progreso”. Del otro,
el anfitrión papa Francisco, de quien los medios no dejan de decirnos que es un
paladín (“papaladín”, bromea él) en la defensa de la justicia y los derechos
humanos, y asimismo “el papa más avanzado de la historia”.
Por si fuera poco, Díaz ha reiterado su
“magnífica relación” y “coincidencias” con Bergoglio, y no esconde que
quiere “sumar también desde la Iglesia”. Por tanto, con
tan extraordinaria conjunción de astros progresistas, la visita
será una ocasión memorable para que Díaz anuncie, con el extra de la bendición
papal, que, avanzando en “la justicia y los derechos humanos”, en España vamos
a terminar de una vez con los Acuerdos de 1979 entre España y la
Santa Sede, que llevan más de 45 años prorrogando el Concordato
franquista que nos tiene atados y bien atados desde 1953. En definitiva, que
vamos a acabar por fin con los graves remanentes del
nacionalcatolicismo de la dictadura y con el menoscabo de la
soberanía nacional ante los intereses de otro Estado, un
Estado teocrático que –pese a tan avanzado papa– sigue vulnerando derechos
humanos, en especial de mujeres, homosexuales y niños. Tratándose de
estos dos grandes líderes del progresismo, su encuentro podría
(debería) transcurrir aproximadamente como sigue.
“Naturalmente”, explicará Díaz, “la derogación
de los Acuerdos de 1979 (no su modificación) será el paso necesario para
abordar todo lo que están entorpeciendo”. “Decí vos y lo repasamos bien, que no
armemos mucho quilombo”, responderá Bergoglio, ya al tanto pero sin querer
“levantar la perdiz”. Díaz irá enumerando las medidas decididas por su Gobierno
y aliados sin negociación alguna con la Iglesia, aunque el papa agradece la
cortesía de mantenerlo informado:
• “La salida de la religión de la escuela y
el fin progresivo de los conciertos educativos”. La vicepresidenta expondrá
que es “inaceptable el adoctrinamiento religioso infantil”,
que no solo es pseudo y anticientífico (creacionista y
milagrero), sino que transmite una moralidad cargada de homofobia y
sumisión femenina. “Es un abuso inadmisible para cualquier
feminista, como yo”, dirá la vicepresidenta, con el asentimiento del sumo
pontífice, “pues ¿no transmite la Iglesia católica a la infancia unos valores
que promueven el machismo y, derivada de éste, la violencia de género?”.
El papa toserá incómodo, y replicará: “Hablando de abusos, qué me contás de
nuestros abusos sexuales?, en eso tampoco esperés más de nosotros, ¡son
ustedes, gobernantes, quienes tienen que obligar!”.
• “Sí, querido Francisco, obligaremos a la
Iglesia a proporcionar toda la información que posea sobre abusos
sexuales, y a hacerse cargo de las indemnizaciones pertinentes (no las
fijadas por ella misma, como quieren los astutos obispos); no habrá
prescripción de esos delitos, y se evitarán los ámbitos que favorecen el abuso
mental y sexual infantil”. “¡¿Dónde hay que firmar?!”, dirá con
contundencia el papa.
• “El fin de la financiación estatal a la
Iglesia”. Díaz recordará que, en realidad, para esto no hacía falta derogar
los Acuerdos, sino cumplir la parte de estos en los que la Iglesia se
comprometía a su autofinanciación, pero es la parte que se ha olvidado, “vaya
por Dios” [risas de ambos]. Así que, en defensa de la
“economía social” y “en favor del bien común y de los
necesitados, adiós a la financiación directa, a las casillas del
IRPF, a las exenciones del IBI (¡hasta de locales comerciales alquilados!) y de
otros impuestos, a los sueldos de catequistas y curas…”, en fin, a los más
de 12.000 millones de euros anuales que Europa Laica calcula
que recibe la Iglesia del Estado. Éste se olvidará de promover la humillante
caridad, en beneficio de la justicia. El papa apostillará, al ver que Díaz lo
mira preocupada: “Che, Yolandita, por mí muy bien, mirá cómo los pibes de la
Iglesia argentina sí que han renunciado a mamar tanto del Estado, ¡con la que
está cayendo allá!, y no son unos boludos; ¡nunca nos quedaremos sin guita!,
jaja”.
• “La reversión de las inmatriculaciones”.
Yolanda Díaz le contará al papa que el listado de bienes inmatriculados que
lanzó el Gobierno español en 2021 estaba muy mal hecho (“ya me lo dijeron,
riendo, los muy vivos obispos, vaya macanaaa”, dirá el papa), de modo que hará
otra lista completa tanto en fechas (desde 1946, no desde 1998) como en datos,
que incluirá por tanto los más de 100.000 bienes que la Iglesia se ha
apropiado ilegítimamente (sin título de propiedad). Y, además, “el
Estado tomará la iniciativa para la completa reversión de esos bienes
públicos al propio Estado, es decir, a la ciudadanía”. “¡Chévere, por ‘la
Iglesia de los pobres’, ¿no es cierto?! ¿Pero podremos seguir diciendo nuestras
misas en templos del Estado?”, preguntará el papa para asegurarse, y Díaz lo
tranquilizará: “claro, la Iglesia podrá seguir haciendo uso de los templos,
pero se le terminará el negocio de los ‘donativos’ para entrar a algunos
[guiño]”.
• La vicepresidenta le anunciará al papa que se
acabarán otras prerrogativas de la Iglesia y la religión católica, como
el que las autoridades públicas civiles y militares acudan a misas,
procesiones, ofrendas…; de modo que el rey nunca más hará la ofrenda al
apóstol Santiago, “y yo tampoco volveré a ese esperpento; ‘me he equivocado y
no volverá a ocurrir’, jaja”, le dirá, sumándose a las bromas.
Fin a los privilegios de las cofradías (“las religiosas, no
las de pescadores [más risas]”), a la retransmisión abusiva de eventos
religiosos en los medios estatales (“no hace falta que pongás mis
misas en las teles y radios públicas, ya verás vos cómo me sacan en las
privadas”), a los símbolos religiosos en espacios públicos, etc.,
etc.
• Además, para facilitar todo eso y algunas
cosas más, Díaz anunciará que por fin van a promover “una Ley de
Libertad de Conciencia que asegure que no haya discriminaciones (ni
positivas ni negativas) por motivos de creencias y convicciones… y nada
de ‘sumar’ más confesiones a los privilegios de la Iglesia”.
“¡Che, Yolanda, pues lo mismo ahora, sin esos
feos privilegios, dejamos de perder ríos de fieles por el desagüe!”, le dirá el
papa emocionado, cogiéndole las manos.
Y es que, sabedor de que –contra lo que suelen
propalar– el laicismo no es antirreligioso y sí indisociable de
la democracia, al progresista papa le parecerán todas esas iniciativas de
maravilla, y se encargará de aplacar a la ultramontana Conferencia Episcopal
Española: “llamaré a los obispos para que asuman el fin de la sopa boba;
¿no están con los necesitados? Ay, una cosa es predicar y otra dar trigo, jaja.
Bueno, ellos sí que me dan chucho con sus dengues, no vosotros [guiño]”.
La vicepresidenta le aclarará de nuevo que
son medidas que tiene que tomar un Gobierno realmente progresista, o
incluso meramente democrático (de izquierdas o de derechas), en
beneficio de la ciudadanía, aunque al papa y a los obispos no les gusten; pero
que, estando él de acuerdo en la defensa de la igualdad, la libertad de
conciencia, y en definitiva de los derechos humanos y de la democracia (aunque
en los hechos de la Iglesia a menudo se vea lo contrario de todo eso), mucho
mejor.
“Yolanda, y si en la visita no hubieras
anunciado estas medidas, ¿qué habría pasado?”. “Uy, pues habría contado que
hablamos del trabajo digno, el clima, la paz mundial…, y habría insistido en
nuestras coincidencias y en lo que te admiro aunque no sea creyente. Pero
entonces, ay, me podrían decir, con toda la razón, que vaya tontería venir a
verte para eso, que solo lo haría por “sumar” votos católicos, y que
habría perdido, con mi Gobierno, una oportunidad histórica para poner en marcha
los avances en laicismo imprescindibles para el pueblo. Y a mí en
concreto me dirían con toda justicia que no soy ni tan progresista, ni
tan feminista, ni en definitiva tan defensora de los derechos de la ciudadanía”.
Como dijo Publilio Siro, “la oportunidad se
presenta tarde y se marcha pronto”.
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