Reagan el
escándalo Irán-Contras
TERCERAINFORMACION / 18.11.2023
- El 18 de noviembre de
1987 el Congreso de los Estados Unidos responsabilizaba al entonces
presidente Ronald Reagan del escándalo que involucraba venta ilegal de
armas, narcotráfico y paramilitarismo.
- A pesar de la trascendencia
del caso, al nivel del Watergate, la administración republicana de Reagan
apenas sufrió consecuencias.
Ronald Reagan ante el
Congreso de los Estados Unidos / RRPFL / Wikimedia
El 18 de noviembre de 1987 el Congreso de los
Estados Unidos publicaba un informe en el que se responsabilizaba de forma
directa al Presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan, de la trama de
venta de armas ilegal a Irán para financiar a la Contra nicaragüense. Un
operativo secreto que durante años alimentó al paramilitarismo en Centroamérica
mientras incrementaba la conflictividad en Oriente Medio.
A través de su informe, el legislativo
estadounidense acreditaba la total responsabilidad del ejecutivo en una de las
mayores conspiraciones reveladas de una administración estadounidense.
A pesar del peso del informe, las consecuencias
para el ejecutivo fueron exiguas. Reagan concluyó su segundo mandato en 1989,
con unos índices de popularidad disparados gracias a la hábil gestión
comunicativa de su administración, siendo sucedido por George Bush padre, que
no tardó en valerse de sus prerrogativas presidenciales para esquilmar las
escasas consecuencias del escándalo.
Sin embargo, el escándalo trascendió a la opinión
pública, minando severamente la credibilidad de los Estados Unidos a nivel
internacional y alimentando la desconfianza hacia las instituciones de la
población estadounidense, incrementada a lo largo de las siguientes tres
décadas hasta niveles de paranoia.
Qué fue el escándalo
Irán-Contras
A principios de los años ’80, la inestabilidad
de la situación geopolítica generaba efectos rocambolescos. A pesar de que se
representa como el cenit del conflicto global representado por la Guerra Fría
entre los bloques socialista y capitalista, lo cierto es que la propia lógica
del choque de modelos se estaba resquebrajando.
A pesar de los avances de la revolución
socialista en diversas regiones del mundo, Moscú languidecía bajo una marcada
crisis política y de liderazgo. Los Estados Unidos, por su parte, caían en
manos del populismo neo-con y su visión marcadamente agresiva de la política
internacional.
En este contexto, Centroamérica se convertía en
un campo de batalla con los conflictos civiles de Nicaragua y El Salvador. La
administración de Reagan tomó la revolución sandinista y la situación de
Nicaragua como una afrenta directa a sus intereses, temerosa de un efecto
contagio en la región y del alineamiento de otro país con el bloque soviético.
El apoyo a las Contras, un conglomerado de
fuerzas armadas contrarrevolucionarias por parte de Washington fue decidido.
Sin embargo, un contexto marcado por el reciente fracaso de la Guerra de
Vietnam, así como los contrapesos internacionales, hizo al gobierno estadounidense
mantener en secreto la ayuda directa a estos grupos armados. Para mantenerlo,
se desarrolló un complejo operativo que permitía a los Estados Unidos ofrecer a
las Contras apoyo mediante armamento y financiación.
La idea era distraer del tráfico directo de
recursos a cualquier resorte público estadounidense. Para ello se articularon
dos canales. Por un lado, el asistente militar al Consejo de Seguridad Nacional
de Estados Unidos Oliver North y el Almirante de la Armada John Poindexter
idearon un sistema para financiar a los paramilitares nicaragüenses mediante la
venta de armamento a Irán, en aquel momento enemigo declarado de los Estados
Unidos, pero demasiado necesitado en su conflicto con la vecina Irak. Por otro,
la CIA colaboraba activamente para facilitar la financiación a través del
narcotráfico de las Contras.
El escándalo saltó a la palestra en octubre de
1986, tras el derribo de un avión en Nicaragua que transportaba suministros
para las Contras.
La revelación de este circuito de apoyo a los
paramilitares nicaragüenses provocó la creación de una Comisión en el Congreso,
que interrogó a los principales implicados en la conspiración.
Sin consecuencias
A pesar de las dramáticas revelaciones que se
produjeron en la Comisión parlamentaria, las consecuencias fueron nimias. Tan
solo dos personas, Oliver North y John Poindexter fueron procesados recibiendo
leves condenas, a pesar de las evidencias que apuntaban a la implicación total
del Consejo de Seguridad Nacional del ejecutivo estadounidense.
La constitución de la Comisión Tower por parte
del gobierno de Reagan, así como su hábil manejo de la prensa, permitió a la
administración aparecer como poco menos que una víctima a la que se habría
ocultado el operativo.
En 1990, era investido presidente George Bush
padre, vicepresidente de Reagan y ex director de la CIA. En 1992 amnistiaría a
los implicados en el escándalo que habían recibido condenas, dando carpetazo al
asunto.
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