La lucha de clases global en
cinco novelas
Por Mark Steven
Rebelion / España
19/08/2023
Fuentes: Counterpunch
Traducido para Rebelión por Paco Muñoz de Bustillo
Desde que la
guerra de clases apareció por primera vez en el pensamiento radical las últimas
décadas del siglo XVIII, no ha parado de evolucionar a través del intercambio
de ideas entre la actividad política y la narrativa literaria, reformulando la
acción revolucionaria a través del lenguaje militar. Mi último libro, Class War: A
Literary History, explora esta fusión de política y literatura desde
la revolución haitiana hasta los Panteras Negras. Pero, ¿qué se puede decir de
la lucha de clases y su influencia en la literatura sobre la revolución en el
presente actual?
La nuestra es
una época en la que la historia de la guerra de clases se transmite a través de
la literatura, emergiendo del pasado revolucionario en un momento definido por
la muerte del progreso liberal y la proliferación de nuevas crisis y nuevos
antagonismos. Este sentido de herencia revolucionaria pertenece a muchas obras
contemporáneas, pero se ejemplifica con una agudeza poderosa, aunque
caricaturesca, en la inmensa epopeya transhistórica de Thomas Pynchon, Against
the Day [Contraluz, en su versión española, Tusquets ed.], que utiliza viajeros
que se desplazan desde el futuro (nuestro presente, el de la publicación del
libro en 2006) para comparar las luchas actuales con las de principios de siglo
en Estados Unidos, que culminaron en la Guerra del Carbón de Colorado, cuando
trabajadores fronterizos armados con dinamita se enfrentaron a los Barones del
Robo y sus matones de [la Agencia Nacional de Detectives] Pinkerton.
Pero hay algo
especialmente distintivo en la literatura contemporánea sobre la guerra de
clases y en cómo aborda viejos conflictos en toda su singularidad nacional,
regional y cultural. Más que en épocas anteriores, en las que el aumento de la
militancia fue acompañado de una eflorescencia literaria –desde Inglaterra a
principios del siglo XIX, pasando por Francia durante la Comuna de París, hasta
Rusia en la década de 1920 o China en la de 1930–, las novelas actuales sobre
la guerra de clases interpretan sus conflictos específicos como parte de una
lucha que tiene una base territorial, pero que también se expande
internacionalmente.
Los héroes de
la novela de Pynchon son conscientes de la expansión del conflicto, la lucha y
la organización no sólo más allá de determinado estrato de la sociedad, sino
también más allá del Estado-nación. Y así, abandonan un lugar de lucha urbana
en dirigible, sabiendo que su lucha no es sólo suya: «Estos viajeros en globo
eligieron seguir volando –leemos– libres ahora de las ilusiones políticas que
reinaban más que nunca en tierra, solemnemente comprometidos unos con otros,
procediendo como si estuvieran bajo un estado de sitio mundial e interminable».
Con una
perspectiva igualmente amplia, las siguientes novelas reivindican una
solidaridad mundial que trasciende todas las divisiones geopolíticas, y que
también entiende la clase como una poderosa fuerza latente junto a las variables
de edad, género, geografía, raza y religión. Al mismo tiempo, estas novelas
mantienen, en su esencia, la visión de un combate liberador contra los
explotadores y los expropiadores.
China Miéville: El consejo de hierro
Este es el
último libro de la trilogía Bas-Lag de China Miéville, tres extensas novelas de
fantasía oscura ambientadas en lo que el autor describe como «un mundo
capitalista de principios de la industria, bastante mugriento y policial».
Cuando llegué al tercer libro ya me había enganchado con la ciudad impía que
constituye el núcleo de la trilogía, con su geografía arcana y sus
monstruosidades de pesadilla, porque el lenguaje de Miéville hace mucho por
convertir todo el conjunto en una existencia febril, con un vocabulario que
parece tan desmesurado y mutante como la ciudad que describe. Pero este final
también es especialmente cautivador en su dramatización de la militancia tal y
como la representan y experimentan los personajes individuales y los colectivos
en los que se convierten. A través de una geografía fantástica, un variado
abanico de antihéroes reforzados por la magia se alzan juntos contra la
expansión industrial, el derramamiento de sangre imperial y un sentido de la
nación cada vez más fascista. No se me ocurre una narración mejor, más gloriosa
y más imaginativa sobre el significado de las obligaciones de la solidaridad de
clase en tiempos de conflicto. El lector se sentirá entusiasmado durante el
gran motín ferroviario, que recrea la huelga de ferrocarriles de 1877, y tal vez
sienta verdadera angustia cuando ese mundo de revuelta se congele
repentinamente en el tiempo.
Rachel Kushner: Los lanzallamas
Rachel Kushner
sitúa en contexto la beligerancia de los trabajadores italianos durante los
infames Años de Plomo. Con una narrativa intergeneracional que se mueve a la
velocidad de una motocicleta turboalimentada atravesando salinas, Los
lanzallamas abarca desde los primeros años del fascismo europeo, pasando por la
extracción de recursos en las selvas de Brasil, hasta el mundo del arte del
Nueva York de los setenta y, por último, las calles de Roma en tiempos de
revuelta. Su protagonista –una joven de Nevada– se convierte en un prisma a
través del cual
se refracta el sistema-mundo moderno en un momento de convulsión transformadora,
así como en una perspectiva de género desde la que se vuelve a poner de relieve
la opresión de la mujer trabajadora tanto en la fábrica como en el hogar. Y en
ese momento electrizante en que la protesta estalla en disturbios, en que el
movimiento se convierte en insurrección, la novela de Kushner destaca las
acciones de las mujeres oprimidas, convertidas en agentes de la revolución:
«Ahora eran las mujeres las que lanzaban las bombas incendiarias. Tiendas de
ropa. Unos grandes almacenes. Una tienda de lencería. Subieron por el Corso».
C.A. Davids: How to be a Revolucionary
Cómo ser un
revolucionario de C. A. Davids toma el título de su libro de una lista de
habilidades útiles que su protagonista, Beth, desea aprender de su amiga
radical, Kay, una carismática organizadora que podría enseñarle «cómo besar a
un chico» tan fácilmente como a “aplicar las lecciones aprendidas de la China
comunista a Sudáfrica». Centrada en estas dinámicas interpersonales, ésta es
una novela elegíaca sobre los retos de sostener el compromiso político contra
las mareas del desencanto: «Después de su partida, nada podía considerarse
normal, si es que alguna vez lo había sido. La tristeza no me daba tregua:
esperaba bajo mis párpados, vigilaba cuando iba a la escuela, cuando hablaba,
respiraba en mi nombre». Esta novela, que transcurre en Shanghái durante el
Gran Salto Adelante, en Ciudad del Cabo en la época del Apartheid y en el
Harlem de [el escritor] Langston Hughes, explora las conexiones internacionales
e intergeneracionales entre viejos revolucionarios de tres continentes, que
anhelan un mundo mejor que éste, pero a quienes persigue la derrota. Impregnada
de melancolía izquierdista, es una narración que encuentra su camino a través
del compromiso inquebrantable con un internacionalismo que exige actos de
solidaridad práctica con camaradas conocidos y desconocidos, con los que nos
han precedido y con los que vendrán después.
R.F. Kuang, Babel
Enseño
literatura en una universidad del suroeste de Inglaterra. El continuo choque
cultural que supone hacer esto siendo una inmigrante de clase trabajadora ha
alimentado en mí una fascinación crítica por la subcultura estudiantil conocida
como dark academia (academia oscura), que parece girar en
torno a la lectura de libros viejos, el uso de chaquetas de punto y la
inclinación hacia la melancolía otoñal (y que, según la aguda evaluación
característica de Amelia Horgan, «es una respuesta a la mercantilización, en
particular a las tensiones temporales de la universidad neoliberal»). La tremenda
historia alternativa de R. F. Kuang, Babel, se comercializa como una obra de la
academia oscura, o al menos esa es la impresión que dan el diseño de su portada
y su publicidad, pero es mucho más que eso. Es una crítica enérgica y
decolonial de las instituciones de educación superior, de los logros literarios
y de todas sus complicidades en la reproducción de la jerarquía de clases y el
poder imperial. Al mismo tiempo, combina esa crítica con las acciones
históricas de quienes lucharon contra ese sistema, desde los luditas y los
cartistas hasta los desposeídos y esclavizados de las periferias del imperio,
en China y el Caribe. A medida que la novela progresa hacia su todopoderosa e
insurreccional conclusión, el subtítulo del libro se vuelve crucial para saber
de qué va todo realmente: «O la necesidad de la violencia: Una historia arcana
de la revolución de los traductores de Oxford».
Kim Stanley Robinson, El ministerio del
futuro
Si la crisis
medioambiental supone una flagrante violencia perpetrada contra los pobres del
mundo, un holocausto neoliberal de los desposeídos, la ficción literaria
acierta al interpretar el cambio climático como una guerra de clases. En El
Ministerio del Futuro, el legendario escritor de ciencia ficción Kim Stanley
Robinson utiliza un sentido casi melvilliano de la capacidad para explorar
nuestro potencial colectivo de acabar con la acumulación capitalista para
salvar la biosfera. La narrativa se refiere a la diversidad de tácticas, desde
la reforma legislativa hasta el sabotaje y el asesinato, como «La guerra por la
Tierra», y esa guerra se presenta como rotunda y necesariamente internacional,
tejiendo orgánicamente cientos de acciones locales en un tapiz global sobre el
que el capitalismo dejaría de ser viable. También es una guerra librada por y
en nombre de la clase marginada mundial. El primer capítulo, a la vez
devastador y catalizador, es una espantosa descripción de una ola de calor
masiva que azota la India y mata a millones de personas. Lo que sigue es una
proliferación de acciones tanto independientes como interrelacionadas, con
objetivos locales pero también de amplio alcance y a menudo simbólicas, cada
una orientada hacia la demolición de las relaciones sociales capitalistas con
el fin de garantizar un futuro habitable para todos. Cuando se le preguntó si
esta novela es «literatura de combate», término con el que Frantz Fanon designa
la escritura compuesta bajo la fuerza de la insurgencia decolonial, Robinson
sugirió por qué dicha literatura puede ser necesaria, pero también por qué no
basta por sí sola. «Va a ser caótico y confuso», afirmó, «y va a durar mientras
haya alguien vivo. Tenemos que acostumbrarnos a ello y luchar con eficacia. La
literatura de combate puede contribuir a darnos ideas o advertirnos de las
repercusiones, pero son las acciones en el mundo real las que cobrarán
importancia: leyes, normas, comportamientos.»
Mark Steven es profesor titular de literatura de los siglos XX y XXI en la
Universidad de Exeter (Reino Unido). Es autor de Red Modernism:
American Poetry and the Spirit of Communism (2017) y Splatter Capital
(2017). Su libro más reciente es: Class War:
a Literary History.
Libros
reseñados:
El consejo de hierro, China Miéville, Ediciones B, 2018
Los lanzallamas, Rachel Kushner, Galaxia Gutemberg, 2014.
How to be a Revolucionary, C.A. Davids, Verso,
2022 (no existe edición en castellano)
Babel, R.F. Kuang, Hidra, 2022.
El ministerio del futuro, Km Stanley Robinson, Minotauro, 2021.
Fuente: https://www.counterpunch.org/2023/06/02/the-global-class-war-in-five-novels/
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