Tarde o temprano,
Europa tendrá que tomar una decisión. Habrá que ver si lo hace en bloque, o si
cada cual va a lo suyo y pasa del resto. Pero tendrá que elegir entre recuperar
la capacidad de decidir o permanecer subalterna.
Europa en estado de negación
Europa, Mundo, Política, Sociedad
12 agosto, 2023
La clase política europea en su conjunto está en un estado de negación. La polarización entre partidos políticos ideológicamente diferentes tiende a ocurrir en un círculo cada vez más estrecho de puntos de vista y soluciones políticas. Hay una clara diferencia entre los partidos que defienden los derechos y los partidos que atacan los derechos (en el caso de la extrema derecha), pero ¿es esto suficiente para distinguir a la izquierda de la derecha? Ciertamente no será suficiente para enfrentar los dos grandes desafíos que cuestionan hasta el límite, tanto la relación entre la humanidad y la naturaleza (la inminente catástrofe ecológica) como la convivencia humana (inteligencia artificial). El círculo de lo políticamente posible se ha estrechado y dentro de él la clase política se empuja para marcar diferencias que, de hecho, son más retóricas que reales. La negación radica en aceptar este estado de cosas como una fatalidad.
La causa
inmediata de la reducción cualitativa de los problemas políticamente abordables
y la consiguiente expansión de los problemas inabordables es la guerra en
Ucrania, la guerra en sí, su continuación y su posible expansión. Pero la
continuación de la guerra es sólo el último episodio de la rivalidad entre
EE.UU. y Europa como centros globales de acumulación capitalista. A partir de
la década de 1970, EE.UU. se dio cuenta de que su hegemonía indiscutible en la
economía mundial después de la Segunda Guerra Mundial estaba siendo cuestionada
por dos potencias cuya existencia política se había vuelto dependiente de los
EE.UU. al final de la guerra: Europa Occidental y Japón.
La prosperidad
de Europa se basó en parte en esta dependencia (gasto militar insignificante),
pero también se debió a la creación del mercado común, las relaciones
desiguales (neocoloniales) con las antiguas colonias, la normalización de las
relaciones diplomáticas con la Unión Soviética (la Ostpolitik de Willy Brandt),
la intensificación de las relaciones económicas con la Rusia postsoviética (gas
y petróleo baratos) y todo el antiguo bloque oriental. Mientras que Japón
comenzó a tener problemas en la década de 1990, Europa, ahora dirigida
económicamente por Alemania, siguió siendo el aliado rival de EE. UU., mientras
que China, sin las dependencias de la Segunda Guerra Mundial en relación
a los EE. UU., emergió como otro rival y una potencia mucho más difícil de
controlar.
El fin de la prosperidad
relativa de Europa comenzó con la sumisión al neoliberalismo de las
instituciones europeas menos controladas democráticamente (Comisión Europea y
Banco Central) y termina con la sumisión a los designios geoestratégicos de los
Estados Unidos: la guerra en Ucrania, una guerra en Europa cuyo resultado
depende exclusivamente de los EE.UU.. La crisis es, por ahora, más visible en
el centro de la economía europea (Alemania y Francia) e incluso puede
significar momentáneamente algún estímulo para las periferias (por ejemplo,
Portugal y España), pero la tendencia histórica es que Europa esté atada a la
decadencia de EE.UU. y sin alternativa. Es por eso por lo que el círculo de la
política posible continuará estrechándose. La respuesta a las protestas sociales
que puedan surgir solo puede ser una respuesta represiva, como estamos viendo
en Francia y mañana veremos en otros países.
Al dejar de ser
una potencia mundial, Europa pierde la posibilidad de ser líder en la discusión
de los problemas que más desafían a las sociedades contemporáneas. Por lo
tanto, dejan de ser abordados y pasan a formar parte del estado de negación.
Los cuatro problemas principales son: transición ecológica; conocimiento,
cultura y ética; cohesión social y demodiversidad; paz.
Transición ecológica
Sobre la
transición ecológica no hay mucho que inventar: la matriz energética renovable,
el transporte ferroviario público de calidad, el agua como bien estratégico y
escaso, la ruralización de las ciudades (huertos urbanos, empleo local, mayor
soberanía sobre el tiempo), la soberanía alimentaria y la agroecología. Dado
que los 23 países más ricos son responsables del 50% de las emisiones de CO2 y
dado que la crisis climática, aunque global, afecta mucho más gravemente a los
países del Sur global, con algunos en riesgo de desaparecer total o
parcialmente (como es el caso de Bangladesh), es inaceptable para el Sur global
que el Norte global continúe descartando sus responsabilidades históricas en
esta área y transfiera a los países del Sur global la responsabilidad de
resolver la crisis climática, cuando no la convierte en otra oportunidad de
negocio.
Conocimiento, cultura y ética
Tres desafíos
dominan. La separación entre el bien y la verdad, entre la ética y la ciencia,
fue un logro revolucionario, pero permitió que la ciencia se convirtiera en una
fuerza productiva y se sometiera a la lógica capitalista, y, por lo tanto, hoy
solo contribuye a los problemas que enfrentamos si las soluciones significan
más capitalismo, es decir, más exclusión y más polarización. La inteligencia
artificial simboliza el paroxismo de los riesgos de la tecnología sin ética.
Por otro lado, la especialización científica fue otro logro que hoy necesita
contrapunto, de lo contrario ya no veremos ni siquiera los árboles, mucho menos
el bosque. Todas las ciencias son sociales y humanas, y sólo la cultura y las
humanidades pueden realizar el urgente reencuentro entre la ética y la verdad.
Esta reunión sólo es posible fuera de los límites del eurocentrismo. Por eso he
estado proponiendo las epistemologías del Sur para las cuales la ciencia es
conocimiento válido, pero no es el único conocimiento válido.
La ciencia
moderna sólo responde a preguntas que pueden formularse científicamente, pero
muchas de las preguntas que permiten reunir la búsqueda del bien (ética y
política) con la búsqueda de la verdad no son científicamente formulables. ¿Qué
es la felicidad? ¿Cuál es el significado de la vida? ¿Están los antepasados con
nosotros? ¿Somos responsables de los que vendrán? El potencial de la ciencia
sólo se valora si se conocen sus límites.
Cohesión social y demodiversidad
El tercer
desafío es el de la creciente polarización social dentro de cada país. El
reformismo liberal (que dominó todo el siglo XX) terminó con el surgimiento del
neoliberalismo. Las promesas de mejorar las condiciones de vida sólo son
posibles para los partidos de gobierno cuando están en la oposición. El
crecimiento de la extrema derecha se alimenta de la cultura del odio y de una
política de exclusión y discriminación. El triunfo del liberalismo confirió
legitimidad a la democracia liberal representativa, pero hoy está más lejos que
nunca de su ideal: el gobierno de las mayorías en beneficio de las mayorías. En
este período de retroceso histórico, la democracia representativa por sí sola
no se defiende eficazmente contra los antidemócratas. Debe complementarse con
formas de democracia participativa y directa (demodiversidad). Con la
migración, la posible cohesión social no puede significar asimilación o
uniformidad. Tiene que combinar la redistribución social con la interculturalidad
y con el reconocimiento de la diversidad racial, sexual, regional, capacitista,
religiosa, y de edad.
Paz
Finalmente, la
polarización entre países y entre regiones aumentará en las próximas décadas a
medida que el sistema mundial moderno evolucione de la unipolaridad a la
multipolaridad. El crecimiento de los presupuestos militares en casi
todos los países es una señal inquietante de que la fragmentación del mundo y
la inestabilidad resultante tendrán la violencia y la guerra como su principal
respuesta. La paz será el bien más escaso después del agua.
En Europa,
ninguno de estos problemas está en la agenda política de los partidos. ¿Qué se
necesita para superar esta negación? O se reinventa la UE para incluir a
Rusia y Turquía, se retira a la OTAN del centro de las decisiones políticas y
se democratizan las instituciones europeas, o se disuelve la UE y los
diferentes países europeos, con el pírrico aumento de soberanía que esto les
aporta, pueden pedir la adhesión a los bloques existentes o emergentes. Algunos
preferirán unirse al bloque del imperio británico (Estados Unidos, Reino Unido,
Canadá, Nueva Zelanda y Australia), otros preferirán los BRICS. En este último
caso, esta será la primera experiencia en cinco siglos de países europeos que entran
en relaciones igualitarias (no coloniales) con el mundo no europeo.
Traducción de
Bryan Vargas Reyes
Fuente: Other News.
No hay comentarios:
Publicar un comentario