El conflicto de Occidente con Rusia y
China
La razón principal por la que Estados Unidos,
empleando todo tipo de métodos, está tratando de desgastar a países como Rusia
y China reside en el hecho de que ambos están promoviendo el cambio a un orden
internacional que sustituya al actual que en Occidente se le llama “orden
basado en reglas”.
Ambos países no solo abogan por estos
cambios, sino que actúan de manera práctica en pos de ese objetivo. Por cierto,
la primera declaración conjunta de China y Rusia sobre la multipolaridad, que
obra en las actas de la ONU, se firmó en 1993.
Tanto
Rusia como China son países con la capacidad de desafiar a los Estados Unidos y
a sus satélites, lo cual se está produciendo ahora. Rusia lo está haciendo más
directamente desde que entró en un conflicto armado con la OTAN en el
territorio de Ucrania (obviamente, esta es una guerra subsidiaria de Occidente
contra Rusia y no una respuesta a la «agresión rusa» y el apoyo a Ucrania por
parte de Occidente, como se suele presentar desde los países miembros de la
OTAN).
China,
por su parte, está llevando adelante su estrategia de una manera más lenta
aunque con persistencia, y estamos asistiendo a la ruptura de numerosos lazos
económicos entre Beijing y Washington. Y por supuesto, Estados Unidos está
utilizando todo su potencial militar, político y diplomático para tratar de
contener y debilitar tanto a Rusia como a China.
En los
planes de Occidente, prima el deseo de destruir a ambos Estados por separado.
Sin embargo, Rusia y China han comprendido estos planes, por lo que cooperan
estrechamente en cuestiones de seguridad regional y están dando pasos
adicionales hacia la multipolaridad. Incluso a través de estructuras
internacionales como la Organización de Cooperación de Shanghái y el grupo
BRICS.
En
tanto, Estados Unidos y Occidente se empeñan en el uso de los métodos de la
guerra psicológica e informativa contra Rusia y China. Este es el tipo de armas
que se puede denominar como armas no letales o no cinéticas. Esto incluye
también la desinformación y la propaganda en los medios de comunicación, la
manipulación de personas y contenidos en las redes sociales, los intentos de
cambiar el modo de comportamiento de diferentes grupos sociales en Rusia y
China (por ejemplo, ya sea por motivaciones políticas, por el origen étnico o
por las creencias religiosas).
Aprovechándose
de la compleja composición étnica tanto de Rusia como de China, y también la
complicada estructura federal de ambos Estados, con bastante regularidad se
promueven intentos de incitar al separatismo en no pocas regiones de los dos
países. Además, en los Estados Unidos y en Occidente están tratando de utilizar
a la diáspora rusa y a la China para tareas de propaganda y entre estos están
reclutando y articulando una oposición política artificial.
Al mismo
tiempo, Estados Unidos y la pléyade de agentes a su servicio, llevan a cabo de
manera ininterrumpida ataques cibernéticos contra la infraestructura de las
redes de Rusia y China, mientras culpan regularmente a Moscú y Beijing de
realizar tales ataques contra ellos.
En el
centro especial de la OTAN en Canadá se está desarrollando una metodología de
guerra cognitiva para tratar de cambiar la forma de pensar y el comportamiento
de los ciudadanos en los países seleccionados como objetivos de guerra. Es
obvio que Rusia y China están entre ellos. Pero también Irán, Cuba, Venezuela y
algunos otros Estados que apuestan por un camino de desarrollo soberano.
Este
tipo de impacto está organizado en varios niveles para su ejecución, en los
cuales lo más importante son los esfuerzos para cambiar la mentalidad de la
élite política de cada país. A través del encantamiento por ciertos patrones de
Occidente o la intimidación (la llamada diplomacia preventiva), pero también a
través de sus propios agentes. Por ejemplo, si existieran personas en el
entorno de Vladimir Putin o de Xi Jinping parcializadas por el Occidente,
intentarán transmitir a su atención algunos datos o hechos (no necesariamente
creíbles) que puedan influir en la toma de decisiones importantes en esos
países.
El otro
orden es donde se ubican los funcionarios y ejecutivos de nivel medio (de
diversas instituciones). También pueden ser víctimas del chantaje
(especialmente si estas personas tienen activos en países occidentales) y de
las amenazas (por ejemplo, pueden piratear la correspondencia privada o robar
información privada, o simplemente amenazar a los niños y seres queridos con
acceso a información personal sensible).
En el
tercer nivel se ubican los diferentes grupos de población. Estos son atacados
sistemáticamente para reducir el apoyo popular al gobierno o para inducirlos a
la desobediencia civil y provocar protestas y disturbios.
Por
supuesto, un problema esencial es el del reclutamiento de agentes por los
servicios especiales occidentales. Por experiencia es bien conocido que tanto
los ciudadanos comunes como personal científico y otras personas con acceso a
secretos de Estado han sucumbido a esto.
Redes
sociales como YouTube (Google) y Twitter, Facebook (Meta) se articulan dentro
de la llamada tecnología Internet 2.0. Estas son interactivas y tienen
algoritmos especiales endosados al Software y recopilan datos personales. Sobre
la base de estos datos, se construye un retrato social de cada usuario, que se
utiliza para asignar un tipo de publicidad contextual y ciertos puntos de vista
políticos. Esta es una herramienta de ingeniería social muy útil, especialmente
porque la mayoría de la información personal los usuarios la colocan
voluntariamente (a veces a través de formularios de cuestionarios de juegos).
Al
propio tiempo, estas redes cuentan con un poderoso aparato de censura. No están
concebidas para la libertad de expresión y cualquier punto de vista que
contradiga el del establishment occidental es considerado como actos de
propaganda y promoción del odio o la violencia.
También
se sabe que las redes sociales occidentales son supervisadas por agencias de
inteligencia como el FBI y la CIA, lo que obliga a moderar el contenido y a
eliminar la información que no se ajusta a sus propias narrativas.
Todo
esto se utiliza activamente en el marco de la guerra psicológica e
informacional global de Occidente contra China y Rusia. Sin embargo,
recientemente, Rusia ha tomado medidas de represalia: Twitter y Facebook han
sido oficialmente consideradas como indeseables y su funcionamiento ha sido
bloqueado. Google todavía está disponible, pero la compañía ha sido
repetidamente sancionada con multas por violar la legislación federal rusa.
En
cuanto a Tik-Tok, una herramienta China, es un ejemplo de cómo los Estados
Unidos y los países de la UE intentan a su vez bloquearla. Podemos entender que
las razones para ello residen en el hecho de que en Occidente han comenzado a
temer que sus propios métodos pudieran usarse en su contra.
El
ciberespacio concentra en sí un elevado potencial de conflictividad. Y dado que
no existen aún normas internacionales sobre la base de la ONU para regular el
espacio de Internet, todavía hay un debate sobre cómo debería funcionar. Sin
embargo, en los Estados Unidos no esperan que se escriban las leyes
correspondientes, siguen la lógica del realismo político y lo hacen en forma
ofensiva. Por lo tanto, el jefe del comando Cibernético de los Estados Unidos
ha reconocido repetidamente que están llevando a cabo operaciones contra Rusia
y atacando su infraestructura crítica.
Los
departamentos responsables en Rusia confirman regularmente la gran cantidad de
ataques cibernéticos, que en modo constante, se dirigen contra varios
objetivos, principalmente gubernamentales.
Parece
que China está en mejores condiciones para hacer frente a estos problemas, ya
que hace mucho tiempo crearon un sistema de protección especial, que recibió el
nombre de gran cortafuego chino en Occidente.
Sin
embargo, a medida que el espacio de Internet continúa siendo el reino de la
anarquía, las infraestructuras occidentales también están sujetas a ataques
cibernéticos, tanto desde el exterior como desde el interior, ya que es en
Occidente donde surgió la cultura de la piratería del liberalismo y ha
funcionado durante mucho tiempo.
Probablemente,
durante muchos años más, el ciberespacio seguirá siendo una espada de doble
filo y la competencia entre los gobiernos y los piratas informáticos del crimen
organizado tendrá un éxito alterno.
Dado que
las relaciones entre Rusia y la OTAN son probablemente las peores de la
historia y no hay perspectivas de que mejoren, como lo hicieron en los años 90
después del colapso de la URSS, seguirá reinando la incertidumbre.
Es
probable que se consiga algún tipo de distensión después de la finalización de
la Operación Militar Especial en Ucrania. Pero la OTAN siempre ha sido
percibida como una alianza expansionista y agresiva; los bombardeos contra
Yugoslavia y Libia confirman estas aseveraciones.
Después
de todo, la OTAN no bombardeó Kiev cuando los derechos humanos fueron violados
en el sureste de Ucrania y el régimen de Kiev usó bombas de racimo y otras
armas contra la población civil de esa zona desde 2014, y en Yugoslavia, a su
vez, encontraron una justificación para ponerse del lado de los terroristas del
Ejército de Liberación de Kosovo. Es evidente que este doble rasero, y el uso
de la fuerza por parte de Occidente, se lleva a cabo de manera selectiva, donde
las acciones son geopolíticamente beneficiosas para ellos, y no motivados por
valores democráticos o respeto del derecho internacional.
Por lo
tanto, una base sólida para la articulación de un mundo más justo será
alcanzada solo bajo un orden multipolar, donde habrá responsabilidades
regionales y la cooperación se llevará a cabo en forma libre y no de acuerdo
con los patrones occidentales con los intereses de sus empresas transnacionales
incluidos en los mecanismos de transacción.
(Traducción
del ruso. Oscar Julián Villar Barroso. Doctor en Ciencias Históricas y Profesor
Titular de la Universidad de La Habana).
*Investigador científico asociado de
universidad de Rusia
FUENTE: prensa-latina.cu
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