Palabras fuertes
aquí y ahora: Formar parte de un gobierno como el que se avecina puede terminar
siendo el fin de una izquierda española alternativa y con voluntad
transformadora. Las dice Manolo Monereo, y no es palabrería.
Una segunda oportunidad. No habrá una tercera
El Viejo Topo
30 julio, 2023
Hay que empezar
por lo importante: el sistema electoral, una vez más, ha discriminado a las
fuerzas minoritarias, sigue erosionando gravemente el pluralismo real del país
y está devaluando la democracia constitucional. Como argumentó válidamente
Javier Pérez Royo, las normas que regulan el derecho de participación política
son preconstitucionales y materialmente inconstitucionales; favorecen el
bipartidismo y, lo fundamental, aseguran el poder de los que mandan y no se
presentan a las elecciones. La primera condición para investir a Pedro Sánchez
debería ser cambiar el sistema electoral, todo lo demás es secundario; insisto,
secundario. Al final, es la prueba del nueve de que se va en serio, de que se
quieren cambiar las cosas y derrotar a las derechas.
Volvamos a las
elecciones del 23 de julio. Las encuestas diseñaban, al menos, dos escenarios:
a) un retorno a 1996, es decir, una mayoría precaria y débil de las derechas y
un PSOE que se recuperaba, como siempre, convirtiendo sus debilidades en
fortalezas. Era, hagamos memoria, una época en que Aznar hablaba catalán y
negociaba con el “movimiento de liberación nacional vasco”; b) el marco de
1977, es decir, vuelta a un “bipartidismo imperfecto”, donde Vox ocuparía el
papel de Alianza Popular y Sumar el de un PCE fortalecido. Me interesa esta
formulación de Iván Redondo porque da pie a introducir una idea –que él no
desarrolla– que me parece la central, a saber, que estas elecciones tenían para
las derechas unificadas un carácter de “cierre de régimen”, de final de ciclo
–el del 15M–, de restauración sobre nuevas condiciones del marco
político-constitucional. Los resultados, lo sabemos todos, no han sido el que
las encuestas anticipaban. Al final, lo que hay es un empate
estratégico entre dos bloques, uno dirigido por el PP y el otro
hegemonizado por el PSOE; que dicho empate sea o no “catastrófico” dependerá de
las salidas políticas en contextos, no hay que olvidarlo, de cambios
sustanciales en las relaciones de poder en el sistema-mundo y, por lo que nos
toca, en la Unión Europea.
Las estrategias
electorales han sido bastante parecidas a las aplicadas en las elecciones
autonómicas y municipales, pero cambiando la posición de los actores. El “todos
contra Sánchez” era sustituido por un “todos contra el gobierno de coalición
PP/Vox” haciendo del miedo el eje de una campaña que el PSOE ha ido
convirtiendo en una “coalición defensiva” que al final ha conseguido su
objetivo: impedir el gobierno de las derechas unificadas. El Partido Popular,
impulsado por unas encuestas demasiado favorables, puso en práctica una
estrategia que minimizaba los riesgos y que dejaba a los medios de comunicación
propios el grueso de la munición ofensiva. Después del debate con Sánchez,
Feijoo pensó que había ganado la partida y que lo importante era asegurar y no
perder; craso error, máxime tratándose de Sánchez. PSOE y Sumar, que aparecía
por primera vez en la campaña, pasaron a la ofensiva y se dedicaron, con éxito,
a desmontar la insolvencia del candidato del candidato Núñez Feijóo y a poner
de manifiesto los contenidos de los acuerdos entre el PP/Vox en diversas
comunidades autónomas.
La campaña de
Sumar fue clara desde el principio: ser la izquierda complementaria del PSOE.
La complicidad mostrada entre Sánchez y Yolanda Díaz se hacía al servicio del
gobierno de coalición desde una apuesta nítida en favor de su reedición. Nunca
hubo espacio para la diferenciación y para el ejercicio de una estrategia
autónoma. No entro en el tema de las listas, de los vetos o de los fuegos
cruzados entre diversas formaciones políticas. Tampoco entraré en algo que creo
decisivo, la carencia de un análisis serio y pormenorizado del porqué de la
debacle electoral en las elecciones autónomas y municipales. Lo que se puede
decir es que Sumar no ha sido capaz de revertir la tendencia a la baja de
Unidas Podemos, en un contexto presidido por una acumulación de fuerzas sin
precedentes (más de 15) y un apoyo mediático desconocido en eso que se llama el
espacio a la izquierda del PSOE. Los dilemas estratégicos de la formación de
Yolanda Díaz siguen estando ahí a la espera de gobernar. Sumar ha sido diseñada
para acompañar a Pedro Sánchez y hacer viable la reedición de una nueva mayoría
parlamentaria con las fuerzas soberanistas e independentistas.
La realidad
política tiene varias caras que no siempre se explicitan. Se sigue hablando de
polarización y bipartidismo político como cosas diferentes. No se tienen en
cuenta los grandes consensos existentes entre las fuerzas políticas más
significativas. Los poderes fácticos han conseguido sacar del debate público,
nada más y nada menos, que la guerra en Ucrania, el apoyo indiscutido e
indiscutible a la política militar de la OTAN, el envío masivo de armas a la
zona en conflicto o el incremento sustancial de los presupuestos militares. La
izquierda, en la práctica y como parte del consenso para gobernar, ha devenido
atlantista y ha terminado por asumir la política exterior de los EEUU, que
apunta a organizar la derrota político-militar, económica y tecnológica de
China. Hablar de la política de defensa y de seguridad de España como si fuese
un problema más equiparable al debate sobre el ingreso mínimo vital es no saber
muy bien donde se está y los riesgos que afrontan nuestras poblaciones.
Resulta
sorprendente que fuerzas que hacen gala de un europeísmo estricto y excluyente
acepten, sin discusión y sin debate público, las mutaciones que se están
operando en la Unión Europea. El eje franco-alemán ya no funciona, la dirección
política la ejerce cada vez con más fuerza la OTAN y el eje de gravedad del
poder sigue girando fuertemente hacia el Este. La UE vive, en la práctica, en
un Estado de excepción permanente que está modificando sustancialmente su
“constitución material”. La subida de tipos, la lucha contra la inflación convertida
de nuevo en objetivo fundamental, el retorno a las reglas de la consolidación
fiscal son datos de una realidad, de una correlación de fuerzas
político-sociales que apuntan al dominio de un liberalismo conservador
fuertemente autoritario. La Meloni no es una excepción. En el horizonte, la
desindustrialización de Europa, una creciente dependencia energética y
tecnológica de los EEUU y el recorte de las libertades públicas y de los
derechos sociales.
La polarización extrema, como machaconamente denuncian los medios, funciona ocultando los consensos básicos y se ejerce en un espacio colonizado por el pensamiento liberal-conservador. La polarización se da entre una derecha cada vez más dura y revanchista y una izquierda débil y sin proyecto y –hay que subrayarlo– a la defensiva. Lo único que le queda de diferenciación, por ahora, es la defensa de los derechos sociales. Se dice que no ha habido derrota político-cultural precisamente cuando España vive en un empate estratégico entre bloques y las derechas han estado al borde de conseguir una mayoría absoluta. Negarse a ver la realidad tal como es y confundir las voces con los ecos es siempre preludio de la derrota. Esta polarización (asimétrica) favorece el bipartidismo y hace girar el sistema político a la derecha. La restauración ha avanzado mucho.
¿Qué salidas?
Básicamente dos: Gobierno de coalición o elecciones anticipadas. Ambas están
relacionadas y serán gobernadas con pulso firme por Pedro Sánchez. El candidato
del PSOE buscará, en primer lugar, demostrar el aislamiento de Feijóo y su
incapacidad para lograr alianzas con otras fuerzas que no sean Vox. Sánchez no
tiene prisa y marcará bien los ritmos; en segundo lugar, presionará fuertemente
a Junts haciéndole responsable de una nueva convocatoria electoral. No hay que
olvidar que los mejores resultados del PSOE han sido en Euskadi y Cataluña.
Repito, ambas salidas –convocatoria de nuevas elecciones o posible formación de
un nuevo gobierno de coalición– están relacionadas y forman parte de un solo
juego estratégico. Cada acto, cada iniciativa estará pensada en clave
electoral. Pronto los medios de las derechas –y no solo ellos– pasarán a la
ofensiva; las palabras claves serán estabilidad y gobernabilidad.
La izquierda a
la izquierda del PSOE (la subalternidad es epistémica) está obligada a un
debate estratégico. Soy escéptico acerca de que se vaya a dar y que la opción
por gobernar con el PSOE esté ya prefijada. Me temo que el debate programático
será tan débil como en la etapa anterior y se seguirán eludiendo los temas
decisivos; sin embargo, insisto, el debate estratégico es absolutamente
necesario. Si algo ha mostrado Sumar es su debilidad orgánica, su
heterogeneidad y la carencia de un proyecto solvente. Esto no es nuevo y viene
de la época de Unidos Podemos. En cada elección más avances del bipartidismo,
menos votos y erosión de la base militante y de los vínculos organizados en los
territorios. Sumar juega en el territorio y con las reglas de los partidos
sistémicos y eso está pasando factura. Formar parte de un gobierno como el que
se avecina puede terminar siendo el fin de una izquierda española alternativa y
con voluntad transformadora. Los vientos están cambiando para peor y los
márgenes de maniobra se están estrechando cada vez más.
La izquierda, a
mi juicio, debería poner el acento en su reconstrucción programática, política
y orgánica iniciando un proceso constituyente. Los inventos, los atajos y las
jugadas mediáticas tienen poco recorrido, sobre todo cuando se viven momentos
de excepción, de transiciones geopolíticas aceleradas y de cambios, ahora sí,
históricos. Se puede favorecer un gobierno sin estar en él, reorganizándose en
la sociedad y construyendo una alternativa autónoma desde el punto de vista de
las clases subalternas. La condición previa es romper con el politicismo y
tener pensamiento propio a la altura de los desafíos de la época. Lo nuestro
nunca fue fácil.
No hay comentarios:
Publicar un comentario