Con el título “Una moneda al aire o la
necesidad de remendar la democracia” el autor de “Maquis” publica en
“Infolibre” este texto que nos empuja a reír y a llorar al mismo tiempo
denunciado la frivolidad con que algunos se toman contemplan la democracia.
Una moneda al aire
El Viejo Topo
19 junio, 2023
El 28 de mayo se celebraron elecciones municipales y autonómicas en casi toda España. Desde ese día no han faltado análisis y reflexiones profundas que abundan en las causas —igualmente profundas— de que los resultados hayan sido los que han sido y no otros diferentes. Es lo que hay después de una jornada electoral. Es como el horóscopo, pero al revés. Adivinamos el pasado. La sorpresa de la convocatoria que hizo Pedro Sánchez de elecciones generales para el 23 de julio desbarató los relojes políticos y sobre todo desbarató las juergas que el PP pensaba ir celebrando desde la misma noche del 28M hasta el próximo diciembre, cuando estaban anunciadas las elecciones generales. En este mes y medio que falta para la cita de julio el PP seguirá a lo suyo: inflarnos a mentiras. Anunciar la España rota en manos de terroristas. Los cuatro jinetes del Apocalipsis resumidos en uno: Pedro Sánchez. No saben otra. Con eso tienen bastante. A ver si finalmente tiene éxito la unión de las izquierdas. Y la celebración de las derechas aplazada desde la mañana del 29 de mayo se retrasa al menos durante los próximos cuatro años. Ojalá. Pero esta vez yo no quería escribir sobre todo eso. Esta vez quería escribir que después de la noche electoral del 28 de mayo descubrí —una vez más— que esta democracia nuestra tiene más goteras que las casas donde habita la pobreza.
Todo empezó al acabar el
recuento de votos en mi pueblo de la Serranía valenciana. Es muy pequeño. No
llegamos a los quinientos habitantes. Y viviendo aquí todos los días, más o
menos la mitad. Hasta los años sesenta éramos en Gestalgar más de mil quinientos.
La emigración lo vació porque la gente se quedaba en Francia o en las afueras
de València. Estamos en el centro de la despoblación. Tanto hablar de esa
despoblación. Que se vengan una temporada los predicadores de las soluciones
mágicas y se enterarán de que lo que predican es un cuento de hadas. La noche del
28 de mayo fue en Gestalgar una sorpresa increíble. Aquí sólo se presentan PSOE
y PP. Y quedaron empatados. Sí: los mismos votos, exactamente los mismos, para
los dos partidos. Ni con la magia potagia se puede llegar a esos
resultados. Nadie celebró esos resultados. Durante los
días siguientes fuimos el pueblo más famoso de España y parte del extranjero.
Todas las televisiones y las radios, los periódicos y las revistas, las redes,
las conversaciones en las plazas de medio mundo: nos habíamos convertido en el
pueblo con una estrella en el paseo de la fama. Esto era Hollywood. Y ahí
seguimos. Los socialistas impugnaron un voto a su favor declarado nulo y siguen
los recursos en contra de ese veredicto. Recursos que se pueden alargar hasta
principios de julio. Pero la sorpresa no acababa ahí, en ese empate que parecía
imposible. La sorpresa gorda de verdad —al menos para mí— fue cuando me enteré
de que, si al final lo que vale es el empate, la victoria o la derrota de unos
y otros se dilucidará lanzando una moneda al aire. O con algo parecido al
juego de los chinos. No se rían, por favor. Les juro que es verdad lo que les
acabo de contar. O moneda al aire o juego de los chinos. Increíble. Pero
cierto.
Una democracia decente no
debería permitir esa humillación. Esa vergüenza. Las ilusiones de
la gente, las aspiraciones a que un pueblo sea una cosa u otra según quienes
ganen o pierdan unas elecciones, esa emoción que en los pueblos pequeños viene de
nuestros mayores porque aquí todos sabemos de dónde venimos y cuáles han sido
nuestras herencias de dignidad o de vergüenza cuando les ponemos nombre y cara
a quienes estuvieron antes que nosotros. Durante todos los días que ha durado
la invasión mediática en Gestalgar no ha destacado la crítica a
la ley electoral que permite ese disparate. O mejor: esa canallada.
Hemos sido la risa. Estamos siendo la risa. Como si un club de la comedia de
ínfima calidad hubiera montado carpa en la plaza del pueblo. ¿Ustedes se imaginan
a Pedro Sánchez, Feijóo y Yolanda Díaz jugándose a los chinos o lanzando una
moneda al aire la presidencia del gobierno? Pues la misma vergüenza, el mismo
ridículo, la misma indecencia democrática sentimos en mi pequeño pueblo de la
montaña. Lo único decente es que se repitan las elecciones. Nunca las
urnas pueden ser sustituidas por un juego de azar, sea cual sea ese juego. Pero
claro, quién se acuerda alguna vez de los pueblos pequeños que no aparecen en
el mapa. Nadie. La pequeña ciudadanía no se merece nada. Ni siquiera una
democracia de verdad, una democracia que no los avergüence, que no los humille,
que no los convierta en el centro de un país que recibe lo que nos ha pasado en
Gestalgar con una soberbia carcajada.
Cuando pienso en esa gente
que defiende a machamartillo la calidad de nuestra democracia, me entran ganas
de meterme a terrorista. Seguro que sesudos analistas y expertos en
jurisprudencia electoral sabrán mucho más que yo de estos asuntos. Pero será
difícil que me convenzan de que una moneda al aire o el juego de los chinos no
sean, antes que la solución a un conflicto como el que acabo de contar, una auténtica y
despreciable vergüenza democrática.
Fuente: Infolibre
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