El Viejo Topo de este
mes contiene, además de artículos que abordan diferentes temáticas (el Sáhara,
la SAREB, pensiones, las fotos de Margie Bourke-White,etc.) un dossier en torno
a las mentiras de la OTAN, del que entresacamos el artículo de Genís Plana aquí
incluido.
Salió el Topo de mayo
Hemeroteca 1 mayo, 2023
No sacrifiquemos el mundo por ideas erróneas
por Genís Plana
Este artículo presenta una serie de reflexiones y de interrogantes sobre
las tensiones geopolíticas del mundo contemporáneo. Una invitación a seguir
pensando la posición que debemos asumir en una situación histórica tan
complicada como la actual.
[01]
No se debe confundir el Derecho Público Internacional con las Relaciones
Internacionales.
En el Derecho
Público Internacional las controversias internacionales están sometidas a normas.
Algunas de estas normas, que aparentemente reposan sobre fuentes
formales (la jurisprudencia, la doctrina…), asumen un carácter
imperativo –ius cogens–, por lo que acarrean obligaciones sobre el
conjunto de sujetos de la comunidad internacional –erga omnes–. Pero
incluso esas obligaciones están supeditadas a una dinámica sistémica que
circula por fuera del Derecho Público Internacional, y esa dinámica corresponde
a la correlación de fuerzas propia de las Relaciones Internacionales.
[02]
«Las relaciones
internacionales son un escenario hostil, donde los países obran exclusivamente
de acuerdo a intereses, el Estado es el actor fundamental, y la variable
determinante del resultado final es el poder militar». La cita es de Mariela
Salguero, en cuya afirmación sigue el planteamiento realista inicialmente
trazado por Hans Morgenthau, quien dejó escrito que «la política
internacional, como toda política, es una lucha por el poder».
[03]
Siendo que el
poder es el principal de los factores operativos de las Relaciones
Internacionales, debemos ubicar nuestra atención en la Geopolítica: la
actividad estatal orientada a influir en los asuntos de la esfera
internacional.
Sin embargo,
pareciera que los objetivos de España en política exterior no responden a las
necesidades ni a los intereses del país… ¿Es España un país sin brújula
geopolítica? Pensemos, por ejemplo, en la entrega del Sáhara Occidental al
Reino de Marruecos, cuyas repercusiones negativas son inmediatas si advertimos
el encarecimiento del gas argelino que consumimos. ¿Qué explica la actitud de
pleitesía de nuestras clases dirigentes hacia las exigencias de Mohamed VI?
¿Cuáles serán las consecuencias de largo alcance de la renuncia a defender los
intereses nacionales?
[04]
Se conocen como
«países mariachis» a aquellos países que, subordinados a potencias extranjeras,
se dejan arrastrar a empresas bélicas que son por completo ajenas a sus
intereses. Tal vez, asumiendo eso, podamos explicar la vehemencia con que
España se ha ofrecido a enviar armamento y a proporcionar entrenamiento a las
fuerzas armadas ucranianas. En efecto, Europa Oriental es otro escenario en el
que nuestro país asume unas directrices políticas, económicas e incluso
militares que no necesariamente corresponden a sus intereses geopolíticos.
Tanto las fuerzas políticas supuestamente de izquierdas como aquellas otras de
extrema derecha se han posicionado, con más o menos reservas, del lado de
Washington… Y, ¿cuál está siendo el resultado?
Las sanciones
económicas a Rusia no sólo no han logrado desestabilizar al Kremlin, sino que
además están repercutiendo negativamente sobre suelo europeo generando focos
–por ahora controlados– de protesta social. De hecho, Moscú es consciente que,
a diferencia del pueblo ruso, acostumbrado a lidiar con la adversidad, la
ciudadanía de Europa occidental no parece demasiado dispuesta a realizar
grandes sacrificios… Y con razón: tenemos mucho que perder y apenas nada que
ganar de seguir prolongándose el conflicto o acrecentándose su intensidad.
[05]
Josep Borrell,
el jefe de la diplomacia europea, fue explícito al decir que «esta guerra se
ganará en el campo de batalla». Obvio resulta que nos encontramos ante una
«guerra proxy» en la que Ucrania es subsidiaria de intereses ajenos.
Ucrania es,
según el concepto de Zbigniew Brzezinski, un «pivote geopolítico», es
decir, un país cuya ubicación geográfica hace que sea de especial importancia
para los intereses estratégicos de las potencias mundiales. Y ello da lugar a
pensar que una escalada del conflicto militar hacia un choque a gran escala y
de alta intensidad no es imposible. De ahí la importancia de respaldar una
solución negociada, un fin pactado de la contienda.
[06]
Sobre Ucrania
se pone el foco en lo que refiere a la actual «guerra convencional limitada». Pero
oculta a la opinión pública, y de manera atemporal, los actores en pugna
emplean otros métodos: en «tiempos de aparente paz» los acorazados y la
artillería ceden su papel protagónico a, entre otras facetas propias de la
«guerra híbrida» o «guerra multidominio», las «armas de comunicación masiva».
Ante lo cual, preguntémonos…
¿Los canales de
información y de comunicación que discurren por el mundo cibernético favorecen
la difusión de la propaganda y de la manipulación de masas o, por el contrario,
permiten un espacio no mediado por los discursos parciales e interesados? ¿En
tiempos de Internet cómo se consigue la obediencia ciega, la devoción a una
causa, el sometimiento acrítico de la autoridad, el maniqueísmo y la
simplicidad argumentativa…?
¿Es Internet un
ámbito propicio para las «operaciones psicológicas» (manipulación, propaganda,
noticias falsas…)?
[07]
Se denominan
NAFO (North Atlantic Fellas Organization / Organización de Colegas
del Atlántico Norte) a los perfiles de redes sociodigitales –principalmente
Twitter– cuyo cometido es realizar propaganda pro-otanista bajo el avatar de un
perro de raza shiba inu. Podríamos decir que se trata de un «ejército de
internautas» propagandistas. Además, los miembros de este grupo se dedican a
señalar a los usuarios que, con respecto a la Guerra de Ucrania, expresan una
opinión distinta a la del discurso oficial. Otra de sus actividades es hacer
llamados a la recaudación de fondos económicos para el ejército ucraniano.
¿Quiénes hay
detrás de estas cuentas de Twitter? ¿Son usuarios reales, personas con genuinas
inquietudes políticas? El analista Javier Barriuso ha extraído datos de las
cuentas NAFO y ha advertido que la creación de una gran parte de ellas
corresponde al inicio de la operación militar rusa en Ucrania. Además, el
nombre de muchas de estas cuentas (una retahíla de dígitos aleatorios) parece
indicar que han sido creadas de manera automática. De ser el caso, estaríamos
ante la presencia de «bots»: programas informáticos que simulan interacción
humana en las redes sociodigitales.
[08]
El 5 de febrero
de 2003 Colin Powell, por entonces Secretario de Estado de Estados Unidos de
América, afirmaba ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que Irak
poseía armas de destrucción masiva. Para demostrarlo, enseñaba un pequeño
frasquito en cuyo interior se hallaba algún tipo de sustancia (que podía ser
ántrax o, quizá, jabón de manos obtenido del baño más cercano). Esa falsedad
justificó la invasión al país por parte de George W. Bush, acompañado de Tony
Blair y de José María Aznar.
En ese
entonces, buena parte de la ciudadanía europea se movilizó contra el
aventurismo bélico del «trío de las Azores». Mucho parece haberse modulado la
opinión pública como para que esas manifestaciones multitudinarias de hace
veinte años hayan dejado paso a una suerte de estupor ingenuo –o indignación
resignada–, generalizado entre las capas populares y los profesionales de
cuello blanco, con respecto al escenario bélico del que participan nuestros
gobiernos.
[09]
El concepto
«humanitarismo selectivo» lleva usándose desde hace muchas décadas para
referirse a los intereses espurios que se ocultan detrás de ciertas actitudes
éticas. Más recientemente se empezó a hablar de «guerra humanitaria». Y con
respecto a esa referencia al «humanitarismo» ocurre como con la apelación a la
«democracia» o a los «derechos humanos», que suele ser una farsa retórica con
que ocultar intenciones bastardas. Ahora bien, tomémonos la pregunta en serio:
¿Es posible iniciar una guerra por razones verdaderamente humanitarias?
Si una acción
militar está verdaderamente fundamentada por razones
humanitarias, entonces esa acción militar ya presupone la existencia previa de
una situación bélica o, por lo menos, de una situación de violencia armada. Esto
se puede observar mediante una ucronía de fácil comprensión: imaginemos que en
1936 el gobierno francés de Léon Blum, el Front populaire, hubiera
decidido intervenir militarmente sobre suelo español en respuesta a la petición
de socorro realizada por José Giral, presidente del Consejo de Ministros del
gobierno republicano de Manuel Azaña. En ese supuesto, la intervención francesa
(motivada por razones humanitarias sin que ello pudiera excluir razones de otra
índole, como afinidades ideológicas y/o intereses geopolíticos) estaría
precedida por un contexto bélico anterior: la sublevación militar del 18 de
julio contra el Gobierno de la Segunda República española.
[10]
Donald Trump ha
prometido que, en el caso de ser elegido presidente, terminaría la Guerra de
Ucrania en sólo un día. Ante el inicio del declive estadounidense, Trump
apuesta por un repliegue defensivo: resituar la producción intramuros y
estabilizar las relaciones internacionales. De lo cual se deduce que, si Trump
sale airoso del cerco judicial y puede presentar su candidatura presidencial en
2024, entonces el candidato a la Casa Blanca del Partido Demócrata será, a su
vez, el candidato del complejo militar-industrial.
A los
«halcones» de la política exterior usamericana no les importa volar con uno u
otro presidenciable, siempre y cuando asuman una disposición ofensiva, ya sea
el «negro» Obama o, quizá tras las próximas presidenciales, el «empoderamiento
femenino» representado por Kamala Harris.
[11]
En Relaciones
Internacionales la apelación a los Derechos Humanos suele ser la mascarada de
intereses nacionales.
De manera que
los «valores liberales» deben exigirse en Irán, pero no en Arabia Saudí. Las
«libertades democráticas» se encuentran ausentes en Venezuela, pero no en
Marruecos. Actualmente existen tropas militares de Estados Unidos ocupando
parte del territorio sirio sin permiso de Damasco, pero al respecto de ello no
informan los medios de comunicación. La República Popular China es una amenaza
para el mundo libre, al tiempo que Israel es un oasis de convivencia pacífica y
de vibrante multiculturalidad.
[12]
En Europa es
llamativa la posición de «la nueva izquierda» y, en particular, de Die Grünen
(Los Verdes alemanes): en cuestión de unas pocas décadas han pasado de ser un
polo social y político pacifista a, por el contrario, la punta de lanza del
belicismo.
Esta
constatación nos sugiere una serie de interrogantes… ¿Ha habido un reacomodo de
la configuración ideológica que legitima el orden político? ¿Los valores que
actualmente se consideran progresistas (asociados al feminismo, a las
sexualidades alternativas, al ecologismo, etc.) están siendo movilizados por
las élites, o por lo menos instrumentalizados, para demonizar aquellos países
que, como Rusia, China o Irán, son enemigos geopolíticos?
[13]
Hay otra manera
de verlo, y es aquella por la cual esos «valores progresistas» actúan también
como la forma de la que se sirve Occidente –o por ser más específicos Estados
Unidos– para capturar la mentalidad colectiva de los países a fin de
subyugarlos ideológica y culturalmente, y, de este modo, absorberlos como parte
de su protectorado. Se trataría de una dominación indirecta a través del
pensamiento y de la cultura.
No obstante…
¿Qué hay de cierto en plantear los sistemas de valores y creencias como una
suerte de tela de araña? ¿Hasta qué punto la ideología, o lo que en Relaciones
Internacionales se conoce como «poder blando», es importante para disolver la
idiosincrasia de los pueblos, su capacidad de resistencia, para así dominarlos?
[14]
Hace 76 años,
en 1947, el diplomático estadounidense George Kennan escribía lo siguiente:
«Los Estados Unidos [deben] crear en la mente de los pueblos del mundo la
impresión general de que es un país que sabe lo que quiere, que hace frente con
éxito a sus problemas internos y a sus responsabilidades de potencia mundial y
que tiene una vitalidad espiritual capaz de mantener su ideología entre las
corrientes de pensamiento de mayor importancia de su tiempo». Actualmente,
¿cuál es la «impresión general» que Estados Unidos ofrece de sí mismo a los
pueblos del mundo?
Fuera de la
«burbuja occidental», se observa un país en descomposición interna: una
sociedad ausente de «vitalidad espiritual», fracturada por múltiples modos de
vivir incompatibles entre sí. Y cuyas «responsabilidades de potencia mundial»
se reducen cada vez más al chantaje susceptible de realizar por medio de sus
altas capacidades militares. El problema está en que nosotros, los europeos,
mimetizamos la decadencia estadounidense: reproducimos esa sociedad liberal,
descompuesta, deslavazada…, al tiempo que seguimos al Pentágono por los
desfiladeros bélicos en los que pretende arrojar a sus competidores, aún a
riesgo de que seamos nosotros los que caigamos por el precipicio.
[15]
Pensemos en la
conveniencia de implementar un «servicio cívico-militar» con carácter
obligatorio. Además de potenciar los vínculos de los ciudadanos con la
comunidad política, la posibilidad de movilizar a «un país en armas» aumentaría
considerablemente la capacidad disuasiva frente a agresiones potenciales.
Pero, por
encima de lo anterior, podría comportar que los ciudadanos valorásemos más la
paz y, por consiguiente, fuéramos más renuentes a implicarnos en conflictos
bélicos: insólitamente extraordinarios deberían ser los incentivos con que
compensar los horrores de una guerra que nos involucraría a nosotros mismos y a
nuestros familiares.
[16]
Nuestras clases
dirigentes y sus voceros suelen apelar a la «comunidad internacional». Pero, si
observamos a los posicionamientos geopolíticos recientes, ésta se reduce,
básicamente, a la Anglosfera (Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Australia y
Nueva Zelanda) y a la Unión Europea. De modo que la «comunidad internacional»
únicamente comprende el 11,5% de la población mundial y ya no alcanza el 50%
del PIB planetario. Podríamos añadir Japón y Corea del Sur, pero incluso así la
gran mayoría de los seres humanos, y un porcentaje cada vez más elevado de la
riqueza mundial, se encontrarían fuera de la autodenominada «comunidad
internacional».
Recientemente
China ha superado a Estados Unidos en esperanza de vida, y la India ha superado
al Reino Unido en PIB. Sólo son indicadores, pero muy reveladores de que el
área geopolítica y geocultural de la que participamos es un mundo en retroceso
comparativo.
[17]
Hace poco más
de un mes, poco después de un acuerdo con Irán que probablemente ponga punto
final a la silenciada guerra en Yemen, Arabia Saudí empezó a normalizar sus
relaciones diplomáticas con Siria. Ello no hubiera sido posible sin la
mediación de Pekín: los proyectos comerciales ambiciosos, aquellos que se
quieren duraderos, necesitan operar sobre suelo pacificado.
¿La Iniciativa
de la Ruta y la Franja contribuye a recoser ese mundo rasgado por los Estados
Unidos? ¿El chino es un modelo de desarrollo que puede repercutir
favorablemente en la prosperidad común de los habitantes del planeta?
[18]
Decía Mark Twain
que es más fácil engañar a la gente que convencerle de que ha sido engañada.
China y Rusia son países considerados «autoritarios» por nuestro sistema
político-mediático, y que, según el Nuevo Concepto Estratégico de la OTAN de
2022, actúan como un «desafío sistémico» que «amenaza» a las democracias
occidentales. Sin embargo, podríamos preguntarnos si esos países han
disciplinado a sus oligarquías nacionales y han situado el poder económico al
dictado del interés público en mayor medida que los países occidentales.
Como si
asumieran una dirección inversa, nuestros gobiernos parecen situar las
capacidades públicas al servicio de los intereses privados. Pero debemos estar
agradecidos, pues a la «plutocracia» en que vivimos la nombramos «democracia».
[19]
Esa
charlatanería oficial que apela a la «democracia» y a la «libertad» para
defender el status quo queda deslegitimada por medio de una
simple alusión: Joe Biden. Un señor gagá, constantemente desorientado, que
saluda a seres inexistentes, se equivoca al nombrar los países a los que se
refiere, y confunde la causa de la muerte de su hijo. Un señor que posiblemente
sufra demencia senil, acompañado por discretos asistentes durante sus
apariciones en público.
Siendo obvio
que el país que lidera «el mundo libre» no está gobernado por quien se supone,
el engaño ya resulta evidente.
[20]
La Guerra de
Ucrania no debe impedirnos observar qué en el Extremo Oriente se halla otro
escenario caliente: la península de Corea, Taiwán… Es un nuevo mundo de bloques
enfrentados en el que nosotros quedamos bajo el paraguas de Occidente.
Pero,
preguntémoslo en serio: ¿Quién gobierna Occidente? ¿Los lobbies corporativos,
las élites económicas…? Todo parece indicar que existen unos poderes que, pese
a no presentarse a los procesos electorales, condicionan las decisiones que
toman los gobernantes.
[21]
El pasado 20 de
marzo el Ministerio de Relaciones Exteriores de China publicó un informe
titulado El estado de la democracia en Estados Unidos: 2022. En
palabras de Wang Wenbin, portavoz del Ministerio, el informe «revela la
situación caótica de la “democracia” en Estados Unidos y […] los desastres
causados por Estados Unidos al vender e imponer su llamada democracia a todo el
mundo; también expone las prácticas hipócritas de Estados Unidos al fabricar
una narrativa falsa de “democracia versus autoritarismo” y dividir el mundo en
dos campos».
[22]
Aparte de la
confrontación «democracia vs. autoritarismo» con que nuestra clase dominante
pretende caracterizar esta «Segunda Guerra Fría», los marcadores ideológicos de
la Modernidad siguen funcionando… aunque de forma desvirtuada. Algunos
comentaristas, periodistas o analistas se empeñan en proyectar en el ámbito
internacional el «eje izquierda-derecha» que opera hoy en política interna. De
manera que, por ejemplo, Vladimir Putin sería de «extrema derecha» o de
«extrema izquierda» según ideas preconcebidas o a conveniencia.
Ante lo cual,
la pregunta se hace necesaria: ¿Hasta qué punto es erróneo explicar las
tensiones geopolíticas del mundo contemporáneo desde esas coordenadas? ¿Acaso
sería más útil interpretarlas a partir de la confrontación entre, por un lado,
«globalismo» –o quizá sería más preciso decir «atlantismo made in
dollar»– y, por otro lado, «patriotismo nacional» –que, para el caso de la
Guerra en Ucrania, significaría la prevalencia de los «intereses nacionales
rusos»: perímetro de seguridad, área de influencia, etc.–?
[23]
Ahora bien…
¿Hay un horizonte de soberanía nacional en la subordinación a la OTAN y/o a la
integración en la Unión Europea? Uno siente lástima por esos valientes jóvenes,
muchos de ellos con esvásticas y calaveras en la piel tatuadas… Creen luchar
por una Ucrania libre y soberana, pero, en realidad, mueren para que su país se
incorpore definitivamente a Occidente como proveedor de prostitutas y de
bebés.
Así como la
yihad ha sido instrumentalizada por el usamericanismo, el nacionalismo
ucraniano estaba siendo usado por intereses atlantistas que nada tienen de
patrióticos: las milicias nazis en Ucrania, armadas y financiadas desde el
extranjero, son los muyahidines afganos de los años setenta. Pero antes del
Euromaidán de 2014, ya usaron otras vías no violentas: la organización Femen,
cuyo feminismo es una tapadera, nació en Kiev en 2008. Sea a través del Corán, de
tetas o de metralletas… instrumentos de la oligarquía occidental.
[24]
En el
libro Así se domina el mundo, Pedro Baños afirma lo siguiente: «La
actual enemistad de los países occidentales –representados militarmente por la
OTAN– con Moscú ha estado propiciada por Washington, en el doble afán de, por
un lado, contener a los rusos en cuanto que potencia emergente rival y, por
otro, de crear un enemigo a aliados y amigos –los países europeos– con la
finalidad de que estos se subordinen, le pidan protección y de paso le compren
armas».
En resumen, se
trataría de contener a Rusia y de someter a Europa. Pero podríamos ir incluso
más lejos con respecto a ese doble propósito y, además de lo ya afirmado,
añadir un objetivo último: empantanar a Rusia a fin de propiciar su colapso. En
otras palabras, una vez descompuesta la URSS, ¿el objetivo anhelado sería
balcanizar Rusia?
[25]
Hablemos de «la
creación del enemigo». ¿La OTAN se creó contra la Unión Soviética o se creó, en
el fondo, contra Rusia? No se trata de una distinción fútil, pues en el primer
caso existiría una primacía de la ideología, y de lo que se trataría es de
destruir un sistema político-económico formulado a partir de una razón
ideológica competidora. Mientras que, en el segundo caso, existiría un primado
de la geopolítica, pues aquello que la potencia angloamericana no podría
tolerar no es tanto el comunismo como sí un proyecto político autónomo que,
extendiéndose sobre la gran masa continental euroasiática, dispondría de una
ingente cantidad de recursos naturales.
Así pues, ¿la
ideología se impone sobre la geopolítica o la geopolítica subyace a la
ideología?
[26]
Mientras tanto,
la Unión Europea también sale damnificada: su industria se resiente como
consecuencia del encarecimiento de las fuentes energéticas suministradas, por
lo que se debilita un competidor económico estadounidense. ¿Se trataba de un
propósito inicialmente buscado por Washington?
Sea como fuere,
la Guerra de Ucrania contribuiría, por un lado, a desgastar militarmente a un
competidor directo (Rusia), y, por otro lado, a subordinar económicamente a
otro potencial competidor (la Unión Europea). Recordemos las palabras de
Victoria Nuland, quien en 2014 era Subsecretaria de Estado para Asuntos
Europeos y Eurasiáticos de Estados Unidos: «Fuck the European Union».
[27]
Si queremos
comprender las intenciones de los actores políticos debemos analizar sus
intereses, pues nada del «mundo realmente existente» sabríamos si nos
limitáramos a escuchar crédulamente sus declaraciones. A la pregunta «Cui
prodest?» (lo que en romance significa «¿Quién se beneficia?»), la
respuesta acertada suele ser «Cui prodest scelus, is fecit» («Aquel que
saca provecho del crimen es quien lo ha cometido»).
¿Quién saboteó
los gaseoductos Nord Stream?
[28]
En un texto
titulado Expand NATO Now (The Washington Post, 1994), Henry
Kissinger escribía: «Sin Europa, América se convertirá en una isla frente a las
costas de Eurasia, condenada a una especie de política pura de equilibrio de
poder que no refleja su genio nacional. […] Es por eso que Estados Unidos
concluyó dos veces en este siglo [XX] que el dominio de Eurasia por una
potencia hegemónica amenaza sus intereses vitales y ha ido a la guerra para
impedirlo».
Dicho de otro
modo: los Estados Unidos estarían aislados como una ínsula entre océanos si no
pudieran influir en Eurasia. Para evitarlo, Washington aprovecha o incentiva
conflictos en el supercontinente, y así, impidiendo que los países
euroasiáticos cooperen de manera autosuficiente, propicia relaciones de
dependencia de las que sale beneficiado.
[29]
Es posible que
los lectores de estas líneas ya conozcan la distinción que Von Lohausen
realizaba entre la figura del «agresor operativo» y la del «agresor
estratégico». El primero sería aquel escolar que, cansado de las insistentes
aunque disimuladas provocaciones del segundo, finalmente explota de ira y le
profiere insultos o trata de propinarle un puñetazo. Puesto que la
manifestación de la violencia atrae la atención de los demás, recibe un castigo
por parte del profesor que en ese momento se encuentra en el aula.
Nuestra
perspicacia radica en saber que el castigo o la desaprobación pública del acto
cometido por el «agresor operativo» podría ser el resultado pretendido por el
«agresor estratégico», quien arteramente estuvo acosando al primero con
anterioridad.
[30]
De existir una
«geopolítica del caos» ésta consistiría en desestabilizar y, a poder ser,
desintegrar los países que son díscolos a la posición que se les asigna en la
cadena de mando occidental. «Crear un, dos, tres Vietnam» es, en el exacto
reverso que nos ofrece el mundo contemporáneo, «crear un, dos, tres Siria,
Libia o Irak» en aquellos lugares que se resisten al vasallaje
anglosajón.
Ser pacifista
hoy es apoyar el fin de la OTAN. Una organización militar que, lejos de
pretender una arquitectura de seguridad global, asume el cometido de
desestabilizar países y/o regiones según mandato de Washington.
*++
No hay comentarios:
Publicar un comentario