Hoy, 3 de mayo,
celebramos el Día Mundial de la Libertad de Prensa. Por eso es doblemente
doloroso tener que anunciar hoy un nuevo atentado, esta vez aquí, en nuestra
propia tierra: la participación de El Viejo Topo en una feria del libro ha sido
vetada por razones ideológicas.
Los nuevos inquisidores
El Viejo Topo
3 mayo, 2023
En su lejano origen, los tribunales eclesiásticos inquisitoriales empezaron a dictar sentencias ya en el siglo XII, preferentemente contra herejes albigenses en el sur de Francia. Un siglo después la Inquisición se implantaba en el reino de Aragón, y posteriormente en todo el reino cristiano. Durante siglos, la Inquisición fue más inmisericorde en las Españas que en ningún otro lugar, acudiendo a la tortura para obtener las declaraciones de culpabilidad del reo, habitualmente hecho preso al ser objeto de denuncias cuya verosimilitud no siempre era contrastada. El temor a la Santa Inquisición estaba extendido y resultaba útil para el poder cuando este lo requería, actuando a menudo como un verdadero organismo judicial.
La Inquisición
atemorizó España durante varios siglos. El último ejecutado fue un maestro de
escuela catalán, Cayetano Ripoll, acusado de no llevar a sus alumnos a misa y
no salir a la calle al paso de las procesiones. Actos como esos demostraban que
no creía en Dios. Fue ahorcado en Valencia tan tarde como 1826.
No sería
extraño que una presencia tan prolongada de la Inquisición en nuestros lares
acabara por introducir alguna modificación epigenética en nuestros
conciudadanos. A eso hay que agregar hoy la implantación de nuevas modas
culturales provinientes del otro lado del Atlántico. Eso explicaría, quizás, el
desparpajo con que hoy se denuncian, se cancelan, se descalifican, se vetan
personas, situaciones, conductas, instituciones, con frecuencia de forma
caprichosa y sin fundamento. Descalifica, que algo queda, parece ser la
consigna. Hoy, los nuevos inquisidores campan a sus anchas por las redes y los
medios.
Viene esto
último a cuento porque El Viejo Topo ha sufrido en sus carnes
la ira de estos nuevos inquisidores. En efecto, los organizadores de Literal,
la Feria del libro político (radical la denominan ahora sus organizadores) que
se celebra anualmente en Barcelona con apoyo del consistorio municipal, ha
comunicado a El Viejo Topo que su presencia en la Feria, en la
que ha participado desde su fundación, ya no es bienvenida. Vamos, que no se le
permite participar ni exhibir sus libros ni ejemplares de la revista.
¿El motivo? Los
organizadores arguyen que no comparten determinadas líneas ideológicas contempladas
en su catálogo editorial. Así de claro. Censura, como en los viejos tiempos del
franquismo. Los organizadores se declaran firmes antifascistas, y les parece
que El Viejo Topo no cumple con los requisitos necesarios para ser declarado
antifascista.
Sí, querido
lector, asómbrate tú también. El Viejo Topo, según estos
antifascistas de parvulario, coquetea con el fascismo.
De modo que la
cosa es sencilla, si lo que dice alguno de los autores que publicas no le gusta
a alguno de estos ayatolás del antifascismo, se le cancela y santas pascuas.
Aquello del debate, de la crítica argumentada, de la discusión de ideas, es
cosa del pasado. Ahora toca el redoble de tambor, el rostro al viento, la
denuncia de cualquier cosa que no se alinee con su forma de ver el mundo. Toca
cerrar filas ante la amenaza del fascismo, que al parecer de forma inminente va
a ocupar las instituciones. Eso excluye el debate, el intercambio de ideas.
Ante la magnitud del peligro, parecen creer estos nuevos defensores de la fe
que no hay sitio para la inteligencia, solo cabe la acción. ¿A qué les
recuerda esto?
En la
comunicación telefónica mediante la que se nos comunicó el veto solo se citó el
nombre de un pecador, Diego Fusaro, aunque tengo la certeza de que en la
trastienda figuraban otros igualmente perversos.
Diego Fusaro es
un joven y brillante filósofo italiano, todavía poco leído en nuestro país, del
que El Viejo Topo ha publicado ya siete libros. Conservador en
cuanto a costumbres y radicalmente anticapitalista en lo político y lo
económico, se declara sin tapujos marxista. Su pensamiento encaja en una línea
que empieza en Fichte y Hegel, transita por Marx y Croce, y desemboca
finalmente en Gramsci. En Italia es una figura popular, es invitado
frecuentemente a programas de televisión y radio, y tiene una fuerte presencia
en Internet. Le gusta hacerle guiños a la política, y afirma que escribe y
charla allí donde lo invitan siempre y cuando pueda decir sin limitaciones lo que
piensa. No mide las consecuencias que representa aceptar ciertas invitaciones,
aunque en eso no es una excepción, y no tiene empacho en hacer públicas sus
convicciones, completamente alejadas de la religión woke. Sus
detractores, que los tiene también en España, en general no lo han leído.
Steven Forti le dedica un capítulo en su último libro, en el que lo califica de
rojipardo. Una calificación que dice muy poco, pues se aplica también a
personajes tan dispares como Manolo Monereo, Ana Iris Simón o Santiago
Armesilla.
¿Es pues Diego
Fusaro el personaje terriblemente peligroso al que los nuevos inquisidores
temen? ¿Al que hay que negar el uso de la palabra? Tal vez en el catálogo
de El Viejo Topo hay más autores execrables. Tal vez a los
nuevos inquisidores les gustaría silenciar a unos cuantos. Quién sabe.
Pero más allá
del contenido de cualquier libro, ¿quién otorga a estos poseedores de la
“verdad” del antifascismo la facultad de aceptar o negar? (y con dinero público
por en medio, por cierto). ¡Cuánta arrogancia! ¿Dónde se funda el derecho que
les permite prohibir? ¿Quién les autoriza a ello? ¿Piensan tal vez que Literal es
su jardín? ¿Propiedad privada? ¿Para cuándo la quema pública de libros?
En fin,
retiremos el dedo de la llaga. En el Topo no estamos enfadados con esa
decisión. Simplemente, nos causa tristeza.
Amigos de Literal,
os deseamos suerte. Con decisiones como esta, seguro que en el futuro la
necesitaréis.
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