La
amenaza de un conflicto nuclear entre Occidente Y Rusia (con China al fondo) ya
no es una especulación periodística. La instalación de bombas B61 en
Bielorrusia es un paso adelante en ese sentido.
El futuro del armanento nuclear entre Rusia y EEUU
El Viejo Topo
20 abril, 2023
La decisión de
Rusia de desplegar armas nucleares en suelo bielorruso es el último de una
serie de movimientos de escalada tanto por parte de Estados Unidos como de
Rusia que erosionan la viabilidad de los acuerdos de control de armamento de
cara al futuro y, al hacerlo, aumentan la posibilidad de un conflicto nuclear
entre ellos.
El Presidente
ruso Vladimir Putin anunció recientemente que Rusia desplegará armas nucleares
tácticas en Bielorrusia. Esta decisión responde aparentemente a una petición
del Presidente bielorruso, Alexander Lukashenko, y se enmarca como reacción a
las declaraciones de Estados Unidos y la OTAN que tanto Putin como Lukashenko
interpretan como constitutivas de una política que busca la derrota estratégica
de Rusia y, por extensión, de Bielorrusia.
Las armas
nucleares –que incluirían ojivas para el misil tierra-tierra de corto alcance
Iskander-M, así vcomo bombas de gravedad lanzadas por aviones SU-30
bielorrusos– permanecerían bajo control ruso, y sólo se entregarían a
Bielorrusia si se tomara la decisión conjunta de desplegar armas nucleares
contra cualquier amenaza emergente contra Bielorrusia. Según los medios de
comunicación rusos, Rusia ya ha transferido tanto los misiles y lanzadores
Iskander-M como los cazas SU-30 a las fuerzas armadas bielorrusas, que han
recibido formación en el uso de armas nucleares. Sin embargo, la transferencia
real de armas nucleares no se produciría hasta julio de 2023, cuando se termine
de construir en suelo bielorruso una instalación de almacenamiento nuclear
prevista.
Mantener a Rusia a la expectativa
La decisión
rusa de desplegar armas nucleares en Bielorrusia y de ponerlas a disposición de
las fuerzas bielorrusas en tiempo de conflicto o crisis, tiene un precedente:
un programa de décadas de uso compartido de armas nucleares entre EE.UU. y la
OTAN, por el que EE.UU. almacena 100 bombas nucleares B61 en instalaciones
controladas por EE.UU. en Holanda, Bélgica, Alemania, Italia y Turquía. Las
bombas se consideran propiedad estadounidense, pero en caso de hostilidades,
Estados Unidos las entregaría a las fuerzas aéreas de seis aliados de la OTAN
(los cinco anfitriones más Grecia). Estos poseen aviones configurados para el
uso de armas nucleares, pilotados por tripulaciones entrenadas para esa tarea.
En respuesta a la guerra de Ucrania, Polonia ha solicitado formar parte de este
acuerdo de uso compartido de armas nucleares.
La entrega de
bombas B61 controladas por Estados Unidos a las fuerzas aéreas de la OTAN se
practica cada año, en un ejercicio conocido como Steadfast Noon. La iteración
2022 de este evento tuvo lugar del 17 al 30 de octubre y en ella participaron
60 aviones de 14 naciones que volaron en misiones simuladas de ataque nuclear
sobre Bélgica, el Reino Unido y el Mar del Norte. Los ejercicios incluyeron
aviones estadounidenses B-52, cuya capacidad nuclear se considera independiente
de la disuasión nuclear de la OTAN desde el punto de vista del control de
armamentos. Rusia, sin embargo, sostiene que ambas son, a todos los efectos,
inseparables y la presencia de bombarderos B-52 con capacidad nuclear en el
ejercicio Steadfast Noon pone de relieve la interoperabilidad entre los
arsenales nucleares de Estados Unidos y de la OTAN.
Mientras que
los defensores del control de armamentos llevan mucho tiempo argumentando que
las bombas B61 están obsoletas y que deberían negociarse como parte de
cualquier futuro acuerdo de control de armamentos entre EE.UU. y Rusia, la OTAN
ha argumentado que su disuasión nuclear es necesaria para garantizar que la
noción de un paraguas nuclear estadounidense sobre Europa se mantiene mediante
un vínculo discernible entre las fuerzas de disuasión nuclear de EE.UU. y
de la OTAN. Aunque la administración del presidente Barack Obama consideró
retirar las bombas B61 de Europa, esta idea se archivó tras la anexión rusa de
Crimea en 2014.
Desde la
perspectiva rusa, la relación entre las bombas B61 y la postura nuclear general
de Estados Unidos se vuelve más crítica si se tiene en cuenta que la postura
nuclear de Estados Unidos bajo la administración del presidente Joe Biden
articula que el «papel fundamental» del arsenal nuclear estadounidense es la
disuasión de un ataque nuclear, por lo que las armas nucleares podrían
utilizarse en «circunstancias extremas para defender los intereses vitales de
Estados Unidos o de sus aliados y socios», incluso de forma preventiva en un
escenario no nuclear. Esta postura se desvía de la promesa electoral de Biden
de implantar una doctrina de «propósito único» basada en la premisa de que «el
único propósito del arsenal nuclear estadounidense debería ser disuadir –y, si
fuera necesario, tomar represalias contra– un ataque nuclear».
La
administración Biden optó en cambio por continuar con una postura nuclear
vinculada a principios que datan de la administración del presidente George W.
Bush y delineados en la Revisión de la Postura Nuclear 2020 publicada por la
administración del presidente Donald Trump. El subsecretario adjunto de Defensa
para Política durante la administración Trump, David J. Trachtenberg, dijo en
un discurso en la Brookings Institution en 2019 que los aliados y socios de
Estados Unidos «deberían sentirse reconfortados, y así lo hacen, por el hecho
de que Estados Unidos tiene tanto la voluntad como los medios para usar sus
armas nucleares, si es necesario, para protegerlos de la agresión», y agregó
que un aspecto clave para la postura nuclear de Estados Unidos era «mantener a
adversarios como Rusia y China adivinando si Estados Unidos alguna vez
emplearía sus armas nucleares.» Para lograr esto, señaló Trachtenberg, la
administración Trump, junto con las administraciones anteriores, «se negó a
aceptar la promesa de no usar armas nucleares como una opción de primer
ataque.»
Desde la
perspectiva rusa, la continuación de esta política de no descartar la
posibilidad de un primer ataque nuclear estadounidense posiciona a la disuasión
nuclear de la OTAN equipada con B61 como una amenaza existencial que justifica
un contraataque nuclear ruso-bielorruso y , igualmente importante, requiere un
replanteamiento fundamental de la relación de Rusia con el control de armas y
el desarme nuclear en el futuro. La postura de Estados Unidos se ha vuelto
crítica para Moscú a la luz de las declaraciones de Estados Unidos y la OTAN
sobre la derrota estratégica de Rusia en Ucrania.
¿El fin del control de armamentos?
Rusia anunció
recientemente que había congelado la aplicación del tratado de reducción de
armas nucleares New Start, achacando las incoherencias de intentar negociar
nuevas restricciones de la disuasión estratégica de Rusia con una parte
–Estados Unidos– que, a su juicio, persigue la derrota estratégica de Rusia en
Ucrania.
En el punto de
vista ruso es fundamental la idea de que, como potencia nuclear, Rusia no puede
ser derrotada, porque para ello cualquier adversario tendría que plantear el
tipo de amenaza existencial que desencadenaría el uso de armas nucleares. Rusia
considera que la disuasión nuclear es su salvavidas y negociar su desaparición
ante semejante amenaza es impensable para Moscú.
La
administración Biden ha rechazado las preocupaciones de Moscú por infundadas y
considera la suspensión rusa del New Start como un acto inadmisible según
los érminos del tratado. Aunque Estados Unidos mantiene que está
dispuesto a discutir todas las cuestiones relevantes con Rusia para que New
Start vuelva a entrar en funcionamiento y que está preparado para empezar a
trabajar con Rusia en un tratado de desarme de seguimiento que sustituya al
tratado cuando expire en febrero de 2026, los funcionarios estadounidenses
no ven ningún vínculo entre la política de Estados Unidos sobre Ucrania y el
control de armas estratégicas y como tal se niegan a participar en cualquier
proceso que sostenga tal suposición.
Complica aún
más las cosas el hecho de que, según fuentes diplomáticas y militares rusas,
Moscú también ha cambiado las reglas básicas relativas a cualquier negociación
futura. En opinión de Moscú, Estados Unidos debería añadir ahora las bombas B61
a la lista de armas que deberían incluirse en cualquier futuro acuerdo de
control de armamentos. Washington ya no podrá desvincular la defensa
antimisiles de la reducción de las fuerzas nucleares. Y las fuerzas nucleares
de Francia y el Reino Unido, que antes se consideraban fuera del contexto del
control bilateral de armamentos ruso-estadounidense, deberían incorporarse a la
estructura de fuerzas a la hora de considerar cualquier posible reducción o
limitación rusa en el futuro, opina Moscú.
Visto en este
contexto, la decisión rusa de extender su paraguas nuclear a Bielorrusia es un
acontecimiento que cambia las reglas del juego y que ha alterado
fundamentalmente la trayectoria del control de armamentos entre las dos mayores
potencias nucleares del mundo. Queda por ver cómo responderán Estados Unidos y
la OTAN a esta nueva dinámica o si optarán en su lugar por emprender una nueva
y peligrosa carrera armamentística con Rusia, cuyas consecuencias podrían ser perjudiciales
para toda la humanidad.
Fuente: Energy Intelligence.
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