El
año en el que los Estados Unidos planearon invadir las Islas Canarias
Por Canarias Semanal
KAOSENLARED
19 de abril de 2023 /
Los planes que podrían
haber cambiado la historia del Archipiélago durante la guerra
hispano-estadounidense
Por Cristóbal García
Vera
La situación
geoestratégica del Archipiélago Canario – entre Europa,
América y África– ha ubicado siempre a las Islas en
el punto de mira de las grandes potencias.
A día de hoy, las Islas
Canarias están consideradas como un importante enclave para
los planes militares tanto norteamericanos como de la OTAN.
El archipiélago ofrece para ellos no sólo una base logística, sino
también de aprovisionamiento en el Atlántico para operaciones
militares en África o en el Mediterráneo, como
demuestra el hecho de que puertos y aeropuertos del Archipiélago ya
hayan sido reiteradamente utilizados en algunas intervenciones de
países de la Alianza Atlántica en el continente
africano.
Pero, aunque esta realidad
contemporánea tenga sus propias particularidades, y genere sus propios
peligros, el “interés” foráneo por Canarias puede
rastrearse prácticamente hasta los mismos comienzos de la
expansión europea hacia América y la colonización castellana
del Archipiélago, a partir de la cual las Islas despertaron,
en mayor o menor medida, las apetencias de potencias coloniales como Gran
Bretaña.
Por su propia situación
estratégica, las islas Canarias estuvieron históricamente
amenazadas por enemigos exteriores, ya fueran piratas
o naciones extranjeras que las atacaron regularmente. Algunas
de estas incursiones e intentos de invasión, como el del almirante
británico Nelson, en 1797, son especialmente célebres por la
resistencia que los isleños opusieron, llegando a frustrar tales
intentonas.
Mucho menos conocido es, en
cambio, el plan que, con este mismo propósito, urdieron los Estados
Unidos de América, cuando apenas comenzaban a despegar como
la gran potencia en que acabarían convirtiéndose.
LOS PLANES DE INVASIÓN
YANQUI DE LAS ISLAS CANARIAS EN 1898
Los planes
norteamericanos para la invasión de Canarias tuvieron
lugar -según recuerda el historiador Amós Farrujia Coello (*) en
un recomendable trabajo dedicado a este episodio histórico – en 1898.
El año en el que España entró en guerra con los Estados
Unidos, en una confrontación que supondría la pérdida de sus
últimos territorios coloniales en América y Asia – Cuba, Puerto Rico y
Filipinas-.
El acorazado norteamericano
Maine, cuya explosión en el puerto de La Habana, el 15 de febrero de 1898, fue
tomada como excusa por EE.UU. para declarar la guerra a España ese mismo año
El contexto en el que se
desarrollaron estos preparativos era complejo y estaba marcado por
la rivalidad entre los imperios coloniales británico y francés, el
crecimiento de los propios Estados Unidos y Alemania,
y la decisiva influencia británica en la economía de Canarias que
–según Farrujia Coello – se podía considerar, de
facto, como una parte del “imperio informal” británico.
Inmersa en una creciente decadencia política y social, España había desatendido, de forma negligente, la defensa del Archipiélago. La metrópoli no había articulado ningún tipo de planificación que sirviera para dotar a las Islas de una escuadra o una base naval adecuada para estar en condiciones de repeler el ataque de otras potencias. Esta orfandad dejaba el Archipiélago en una situación de vulnerabilidad evidente.
Práxedes Mateo Sagasta,
presidente del Consejo de Ministros de España en 1898
En ese escenario, los planes
de guerra secretos de Estados Unidos contra España, elaborados
en el Colegio Naval de Newport desde 1897, no
consideraron solamente el bloqueo de Cuba y Puerto Rico. Incluyeron
también ataques contra las costas de España, contra Filipinas y
contra Canarias.
En la última década del siglo XIX, la Marina estadounidense había superado ya en capacidad y potencial militar a la Armada española. Ello permitió al gobierno de Washington evaluar seriamente la posibilidad de invadir el Archipiélago.
Theodore Roosevelt
Theodore
Roosevelt, entonces Secretario adjunto para la
Armada del presidente William McKinley, propuso todo
un plan de operaciones en el que incluía la
captura de las Islas Canarias como base para atacar luego a la Marina
española.
Roosevelt, que posteriormente se convertiría en el 26º presidente de EE.UU., insistió en atacar las costas españolas hasta febrero de 1898. De hecho, antes de abril de 1898 se avistaron buques de guerra estadounidenses en Canarias, lo que obligó al gobierno de Madrid a reforzar a toda prisa las defensas militares de las Islas con más tropas peninsulares.
William McKinley, 25º
presidente de EE.UU., desde 1897 hasta su asesinato en 1901
Por su parte, los Estados Unidos se apresuraron a adquirir buques de guerra británicos. El 4 de abril de ese mismo año, el Ministro de la Guerra español alertó al Capitán General de Canarias acerca de la presencia de cruceros norteamericanos. La Oficina de Inteligencia Naval de Estados Unidos se dedicó, asimismo, a recabar información valiosa sobre las defensas costeras y portuarias del Archipiélago.
La US Navy envió a los
cruceros USS San Francisco (en la foto) y al USS Bancroft, en misión de
reconocimiento a las Islas Canarias. Foto del periódico cubano Granma
En los Estados Unidos, el presidente del Naval War College, H.C. Taylor, expresó su desacuerdo con la ejecución de una operación en aguas españolas de Europa, debido a las dificultades logísticas que en su opinión entrañaban tales maniobras. No obstante, se propuso que una escuadra volante fuera destinada a la costa española como una demostración de fuerza, y de paso, para intentar bloquear ciudades importantes.
El cañonero español Eulalia
se situó a ocho millas al norte de Santa Cruz de Tenerife, para alertar de la
presencia de buques enemigos. Foto del periódico cubano Granma
El Gobierno
español temía que, efectivamente, se produjera el ataque
estadounidense. Y aún más parecían temerlo los militares, como lo refleja
la decisión tomada por el almirante Cervera, al recibir la
orden del ministro de la Guerra, Bermejo, de poner rumbo a las
Indias Occidentales y defender Puerto Rico:
Cervera reunió a
sus capitanes a bordo del «Colón» y lanzó la
siguiente pregunta:
“Bajo las
presentes circunstancias, ¿esta flota debería ir a América o,
por el contrario, debería proteger nuestras costas y las Canarias en
previsión de cualquier contingencia?”
Los oficiales de
Cervera concluyeron que la única alternativa racional era retornar
a las Canarias y le enviaron un mensaje a Bermejo para
comunicar esta decisión.
Cervera, en
efecto, estuvo a punto de desobedecer la orden y retornar
a Canarias, convencido del peligro que implicaba dejar las Islas
desprotegidas ante el posible ataque por mar de Estados Unidos.
Sin embargo, tras la noticia del inicio de la guerra Bermejo insistió
en su orden de que se dirigiera a América de inmediato, asegurándole que el
archipiélago estaba completamente seguro.
“Persisto en mi
opinión, la cual coincide con la de los capitanes de los barcos, sin embargo
haré todo lo posible para acelerar nuestra partida, negando cualquier
responsabilidad por las consecuencias”, repondió Cervera.
ESPERANDO LA INVASIÓN
NOCTURNA EN CANARIAS
La posibilidad de una invasión
norteamericana era, en efecto, tan real que se extendió entre la
población canaria el convencimiento de que la intervención militar se
podría producir el 19 de julio de 1898, en un ataque nocturno. Un
gran número de voluntarios se movilizaron y se aprestaron a cavar
trincheras para estar en condiciones de resistir la invasión
yanqui.
El poeta, militar y
político republicano canario Nicolás Estévanez llegó
a escribir desde París sobre su determinación de regresar a su
tierra para luchar contra los norteamericanos, pese a su avanzada edad:
“Salvo
impedimento, me iré a la tierra en cuanto la guerra se declare. A los 60 estoy
relevado de pelear en Cuba y aún en la península, pero en
defensa de la patria chica pelearé hasta los 100 años […]”.
En la isla de El
Hierro también se había movilizado tropas en abril de
1898.
La prensa canaria difundía información sobre las fuerzas militares y las expectativas de un ataque estadounidense, adoptando el tono del “periodismo patriótico” que suele caracterizar esos momentos de tensión y euforia bélica.
Emplazamiento de un cañón,
que pone de manifiesto el armamento escaso y obsoleto del que se disponía en el
Archipiélago para hacer frente a cualquier invasión
A pesar del estado
de alarma y alerta que se suscitó en todo el Archipiélago, la invasión
estadounidense finalmente no llegó a producirse. A finales de julio
de 1898 se conoció en Madrid la decisión del presidente
McKinley de no permitir desembarco alguno en las Canarias, ni
siquiera para aprovechar la ocupación de las Islas como base para operaciones
militares contra la Península.
Sin embargo, el periódico
británico Times continuó manteniendo su hipótesis
de que España perdería Canarias en el caso de que se
resistiera a aceptar las condiciones que Estados
Unidos estaba dispuesto a imponer en la famosa “Conferencia
de Paz” de París.
Y es que, efectivamente, en
las Conversaciones de París se llegó a poner sobre la mesa
la cesión de algunas de las islas canarias, las Baleares o plazas
españolas en el Norte de África, -concretamente Ceuta,- a
los Estados Unidos.
Finalmente, la guerra
Hispano-estadounidense acabó con la firma del “Tratado de
París”, el 10 de diciembre de 1898. Como
consecuencia de su estrepitosa derrota, España perdió sus últimas colonias
en América y Asia. Pero el Archipiélago Canario continuó
manteniéndose bajo su dominio.
Una hipotética evolución
alternativa de los hechos, sin embargo, podría haber concluido con una invasión
que quizá hubiera convertido a las Islas en un Archipiélago bajo
el dominio estadounidense, con condiciones similares a las
que aún hoy continúan atando a la isla caribeña de Puerto Rico a
su gigante vecino del Norte.
Sin embargo, no fue aquella
la última ocasión histórica en la que una potencia anglosajona se
planteó la posible ocupación de Canarias por su posición
estratégica. Así lo hicieron los británicos, durante
la Segunda Guerra Mundial, con su “Plan Pilgrim”, que
tuvo como objetivo la invasión de Gran Canaria y de Tenerife y
que, por diferentes circunstancias, tampoco llegó a realizarse.
Según sostiene el político
derechista José Manuel Otero Novas Mano, Ministro de Educacion con
el gobierno de Adolfo Suárez, en su obra “Lo que yo
viví. Memorias políticas y reflexiones”, aún durante la
llamada “Transición a la democracia” tras la muerte del
dictador Francisco Franco:
“La administración
Carter de los Estados Unidos les llegó
a lanzar de forma indirecta, pero muy clara, el mensaje de que si
España no entraba en la OTAN, Estados Unidos podría hacerse con Canarias”.
Sea cual sea la veracidad
de ese testimonio, lo cierto es que los reiterados proyectos históricos de
ocupación del Archipiélago canario, resultantes de la
importancia de su ubicación estratégica entre tres
continentes, ponen hoy más que nunca de manifiesto la necesidad
de garantizar la neutralidad de las Islas frente a cualquier
contingencia exterior, a través de la articulacion de Estatuto que
impida que las confrontaciones internacionales puedan poner en peligro nuestra
existencia como pueblo con personalidad y cultura propias.
(*) Información histórica
extraída del trabajo “Planes de invasión de las Islas Canarias en
1898”, del investigador Amós Farrujia Coello.
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