Los comicios
locales del próximo 28 de mayo permitirán evaluar la recomposición de los tres
grandes espacios políticos de Catalunya que se disputan la representación y el
reparto del poder en el país tras las convulsiones del procés.
Catalunya ante las municipales del 2023
El Viejo Topo
25 abril, 2023
Para el conjunto del Estado, donde también se celebrarán elecciones autonómicas, excepto Galicia, País Vasco, Andalucía y Cataluña, estos comicios se plantean como una suerte de primarias de cara a las generales de finales de año. En Cataluña, donde sólo son elecciones locales, el panorama está determinado por la precariedad del gobierno monocolor de ERC. En las anteriores autonómicas se produjo un triple empate entre PSC y ERC con 33 diputados y Junts con 32 de los 135 escaños del Parlament de Catalunya. La salida del gobierno de coalición de la formación presidida por Laura Borràs, dejó a ERC en una notable debilidad parlamentaria, pues anteriormente se habían evaporado los apoyos de los nueve parlamentarios de la CUP que hicieron posible la investidura de Pere Aragonès. De este modo se extendía el acta de defunción del proceso soberanista que descansaba sobre la mayoría absoluta del bloque independentista, que aún ostenta en la cámara legislativa.
No obstante,
ERC consiguió aprobar los Presupuestos de la Generalitat. En caso contrario, le
habría resultado muy difícil evitar la disolución del Parlament y la
convocatoria de elecciones anticipadas que a nadie interesaba ante el ciclo
electoral en ciernes. ERC logró el apoyo de los ocho diputados de En Comú Podem
(ECP) a cambio de aprobar las cuentas del Ayuntamiento de Barcelona que preside
Ada Colau en coalición con el PSC. Los socialistas catalanes pagaron con la
misma moneda a ERC, que había obtenido del ejecutivo español la reforma del
Código Penal para suprimir el delito de sedición y modificar el de malversación
para beneficiar a los condenados y encausados en los procedimientos en curso
contra los lideres del procés. El PSC elevó el precio de sus votos
exigiendo el compromiso del Govern con la ampliación del aeropuerto del Prat,
el casino Hard Rock de Tarragona y la construcción de la
autovía Quart Cinturó entre Sabadell y Terrassa. Así, Salvador Illa presentaba
sus credenciales ante los poderes económicos del país como un solvente gestor
de los asuntos públicos tras las convulsiones del procés.
En cualquier
caso, Aragonès conseguía un año de plazo. Pasadas las municipales y generales,
que tomarían el pulso a la temperatura política del país, ya se decidiría
sobre la continuidad de la legislatura.
Los tres grandes espacios
El proceso
soberanista reventó el sistema de partidos catalán con dos grandes formaciones
centrales, CiU y PSC, y dos formaciones menores ERC e ICV que operaban como su
conciencia crítica en el plano nacional y social. Las cuatro fuerzas se
ubicaban, con matices, en el ámbito del catalanismo político del que únicamente
quedaba excluido el PP. Ahora, no existen ni CiU, ni ICV y el mismo camino
parece emprender Ciudadanos, el partido que experimentó un crecimiento
vertiginoso en la década procesista como opción de voto útil de los contrarios
a la secesión.
Las elecciones
locales servirán para clarificar, tras las convulsiones del procés,
la recomposición de los tres espacios políticos que se disputan la
representación política y el reparto del poder en el país: el independentismo
(Junts, ERC y CUP), la izquierda federalista/confederalista (PSC y Comunes) y
la derecha españolista (Cs, PP y Vox).
Hegemonías independentistas
El giro
soberanista de Convergència se produjo cuando arreciaban los escándalos de
corrupción que culminaron con la confesión de Jordi Pujol, el patriarca del
catalanismo político, sólo equiparable a Prat de la Riba. Artur Mas pilotó el
pasaje del autonomismo pujolista al independentismo que condujo a la
reconversión de la vieja Convergència en el PDeCat y la ruptura de la coalición
con sus socios democristianos de Unió Democràtica de Catalunya (UDC). Un
partido histórico, fundado en 1931, que, tras dejar una deuda de 22,5 millones
de euros, se rompió en dos pedazos: el vector autonomista con Ramon Espadaler
al frente; Units per Avançar halló cobijo bajo las siglas del PSC; el sector
independentista, liderado por Antoni Castellà con Demòcrates de Catalunya,
encontró amparo primero bajo las siglas de ERC y ahora con las de Junts.
La operación
PDeCat no se vio coronada por el éxito, especialmente cuando la CUP pidió y
obtuvo la cabeza de Artur Mas. Su sucesor, Carles Puigdemont, radicalizó las
posturas de los herederos de Convergència hacia planteamientos netamente
nacional-populistas que gozaron de mayor predicamento entre sus bases sociales
que los postulados pactistas del PDeCat. Esto condujo a la ruptura del grupo
parlamentario en Madrid y a diversos intentos hasta ahora fallidos de
recomponer el espacio convergente.
Todo el proceso
soberanista estuvo atravesado por la pugna por la hegemonía entre los avatares
de Convergència y ERC que tuvo su punto de inflexión con la investidura de Pere
Aragonès tras las convulsas presidencias de Mas, Puigdemont y Quim Torra. La
apuesta de ERC por la mesa de diálogo y el apoyo al gobierno de coalición
progresista en Madrid, tras el fracaso de la vía unilateral, provocaron una
profunda división en Junts, un variopinto conglomerado de fuerzas y
personalidades cohesionado por el liderato carismático de Puigdemont. La pugna
entre los partidarios de permanecer en el gobierno, con el conseller de
Economía Jaume Giró a la cabeza, y los favorables a romperlo con Laura Borràs y
Puigdemont al frente, se dirimió a favor de los segundos por una corta mayoría
en la consulta a la militancia.
Esta división
interna, unida a la condena de Borràs por delitos relacionados con la
corrupción, favorecen las expectativas de ERC de romper el actual empate con
Junts e imponerse con claridad como fuerza hegemónica del movimiento
independentista. Justamente, la reactivación de la campaña por un Acuerdo de
Claridad para pactar las condiciones de un referéndum de autodeterminación está
dirigida a amplias franjas del electorado independentista que no ven
perspectivas en la vía de confrontación con el Estado propuesta desde Junts y
la CUP. En cierto modo, ERC ha asumido el papel de CiU como la fuerza central
del movimiento nacionalista y como conseguidor en Madrid por la vía pactista.
Tribulaciones (con)federalistas
Ahora bien, el
principal problema de ERC para conservar la presidencia de la Generalitat
radica en el ascenso del PSC que detectan todas las encuestas. Según los
últimos sondeos de intención de voto, el actual triple empate se desharía a
favor del PSC, que se distanciaría de ERC, que a su vez incrementaría su
ventaja respecto a Junts. Ciertamente, los pactos de ERC en Madrid con PSOE e
Unidas Podemos, en el Ayuntamiento de Barcelona con ECP y los acuerdos
presupuestarios tripartitos en la Generalitat han alimentado muchas
especulaciones sobre un eventual tripartito de izquierdas cómo la única
alternativa a la gobernabilidad tras la ruptura del bloque independentista.
El proceso
soberanista provocó la ruptura de los equilibrios entre las dos almas del PSC.
El sector catalanista, con Ernest Maragall a la cabeza, se pasó con armas y
bagajes a ERC y Junts. Los socialistas catalanes obtuvieron los peores
resultados de su historia. En las autonómicas sufrieron una sangría de su
electorado tradicional hacia Cs, el partido más votado en las autonómicas de
2017 con 36 escaños y 1,1 millones de votos; en las generales hacia Podemos
cuando, en 2015 y en las repetidas de 2016, esta fue la fuerza más votada en
Catalunya. Podría decirse sin exagerar que Miquel Iceta salvó al partido, si no
de la desaparición, sí de la irrelevancia.
El procés también
se llevó por delante a ICV, la formación heredera del viejo y mitificado PSUC,
dejando una deuda de 10,2 millones de euros. De hecho, el grupo parlamentario
estalló en directo en las jornadas de septiembre de 2017 con durísimos enfrentamientos
entre Joan Coscubiela y Albano Dante Fachín que evidenciaron la imposibilidad
de convivencia entre federalistas e independentistas en una misma formación.
Así, las cosas la alcaldía de Barcelona y la figura de Ada Colau resultan el
principal activo y político de este espacio político.
La extinción de Ciudadanos
La división
interna y la inoperancia de la izquierda federalista/confederalista provocó la
concentración del voto en Ciudadanos como la opción más útil contra la
secesión. Diversos factores han influido en el proceso que ha conducido a la
extinción del Podemos de derechas, en expresión de Joan Oliu del Banc Sabadell.
En Catalunya donde surgió el partido en oposición a la política lingüística de
la Generalitat, su base electoral se nutría principalmente de votantes
socialistas de los barrios periféricos y en menor medida de electores del PP.
El giro
derechista de esta formación, que empezó ubicándose en el centroizquierda del
espectro ideológico, le alejó de esos votantes de los barrios que, en el eje
social, se ubican en la izquierda. En Catalunya se produjo un fenómeno notable.
En las generales de 2015 y 2016, cuando primaba el eje social, Podemos se alzó
como primera fuerza política del país, mientras que, en las autonómicas de
2017, centradas en la cuestión nacional, lo hacía Cs. Ambas formaciones
obtenían sus mejores resultados en los barrios de la periferia, de manera de
muchos electores votaron a Podemos en las generales y a Cs en las catalanas.
Así, pues, no existía una oferta política de izquierdas en el eje social y
contraria a la secesión en el nacional, lo que explicaría este extraño
fenómeno. El PSC, una vez se desprendió del ala independentista, es el partido
que más se acerca a este perfil y éste es uno de los factores que contribuyen a
explicar su recomposición y ascenso en las encuestas.
La irrupción de
Vox en el Parlament de Catalunya en 2021 como cuarta fuerza política del país
con 11 diputados, 217.883 votos (7,69%), constituyó una inquietante novedad en
la política catalana facilitada por el hundimiento de Cs. En efecto, el partido
naranja pasó de 36 diputados en 2017 a 6 en el 2021. De esos treinta escaños
perdidos, el PP no recuperó ninguno y lo que es peor, cedió uno de sus cuatro
diputados. El PSC, que pasó de 17 a 33 diputados y Vox con 11 fueron los
principales beneficiarios de la debacle.
Ahora,
todo parece apuntar hacia una concentración del voto de la derecha
españolista en el PP que certificaría la desaparición de Cs y un descenso de la
representación parlamentaria de Vox
La batalla de Barcelona
Todas estas
contradicciones y recomposiciones se concentran en la pugna entre cuatro
candidatos por alcaldía de Barcelona: Ada Colau (ECP), Jaume Collboni (PSC),
Xavier Trias (Junts) y Ernest Maragall (ERC).
Las elecciones
municipales suelen ser un terreno favorable al PSC por su implantación en el
territorio y su larga experiencia en la gestión de los ayuntamientos de las
grandes ciudades catalanas. Durante más de tres décadas, Barcelona estuvo
gobernada por alcaldes socialistas: Narcís Serra, Pasqual Maragall, Joan Clos y
Joan Hereu. Tras un único mandato de Xavier Trias (2011-2015) en los momentos
álgidos del procés, emergió la figura de Colau, portavoz de la
Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAC), que ostenta la alcaldía desde
2015.
Ada Colau y los
Comunes se juegan prácticamente el ser o no ser en este envite ya que la
pérdida de la alcaldía supondría quedarse sin su principal activo político e
institucional. Por su parte, el PSC está apretando fuerte para recuperar la
plaza. Tanto es así que el primer teniente de alcalde Jaume Collboni dimitió
del cargo para entregarse en cuerpo y alma a la campaña y ha fichado a Lluís
Rabell, procedente del movimiento vecinal y del ámbito de ICV y que fue cabeza
de lista de los Comunes en las autonómicas del 2015. Si Collboni obtuviese ni
que fuera un regidor más que Colau tendría posibilidades de acceder a la
alcaldía, lo cual no sólo supondría un gran éxito político sino que ayudaría a
la campaña de Pedro Sánchez y favorececía las opciones de Illa a la presidencia
de la Generalitat.
En el ámbito
del nacionalismo/independentismo se está produciendo una pugna gerontocrática
entre Xavier Trias, de la vieja guardia convergente que dicen las malas lenguas
se encargaba de gestionar los turbios asuntos de los hijos de Pujol y Ernest
Maragall, exsocialista y mano derecha de su hermano cuando éste fue el alcalde
olímpico de la ciudad. Trias representa el gen convergente en el interior de
Junts enfrentado a la línea de confrontación de Borràs y Puigdemont. De
modo que si obtuviese la alcaldía sería interpretado como una victoria para
este sector “moderado” de Junts. Es más, incluso si no la consigue, pero
obtiene un mejor resultado que Maragall, sería considerado como un éxito. Trias
tiene a su favor la fuerza de la prolongada y persistente campaña contra Colau
de los medios sociales y económicos de la derecha catalana, vehiculada
por La Vanguardia, y espera capitalizar el voto antiColau.
La candidatura
de Trias perjudica las opciones Ernest Maragall, el candidato más votado en las
pasadas municipales, pero a quien la alcaldía le fue arrebatada por el apoyo de
Manuel Valls, entonces alcaldable de Cs, a Colau como mal menor impidiendo así
que la capital catalana cayese en manos de los independentistas.
Tras las
municipales y autonómicas del 28 de mayo, prácticamente se empalmará con la
campaña de las generales prevista para finales de año, después de la
presidencia de la Unión Europea de Sánchez. Sólo después se planteará la
continuidad de la legislatura catalana. Si las cosas les van bien a los socialistas,
la tentación de dejar caer a Aragonès y tirar los dados electorales será
demasiado fuerte.
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